lunes, 28 de octubre de 2013

Helvert Barrabás - La Mueca de la Muerte.


Pieter Brueghel el Viejo - El Triunfo de la Muerte.

X
La mueca de la muerte

“Vagué mil años con mi ojo miserable,
comí bajo los muros,
y cierta madrugada comencé a cantar
con mi gruesa voz de asesino,
a escribir estas coplas de antiguos herreros.”
Mahfúd Massís

Despojado de todo / arruinado / contando las migajas acumuladas en la mesa / depositadas en el azar de los días / cavilo silencioso / arrinconado en la soledad de las habitaciones / con el susurro de la ciudad que no acalla / frenética / desesperada / repleta de existencias insignificantes / atrapados en calendarios & relojes / sin salida / con el paradigma repleto de candados / y el corazón hecho pedazos / por una existencia miserable / en medio de una sinfónica caótica de claxon & balizas

La ciudad anhela el silencio de los bosques ancestrales / el conticinio pleno / con un plenilunio colgando de la noche / pecosa & diáfana / pero el hombre le arroja la carnada del sonido sempiterno / la contagia de luces & ruidos medrosos / la tecnología se devora los amaneceres costeros / el espectáculo colosal de las nubes crepusculares / y arroja al hombre a la desdicha de la máquina

La ciudad es un ala de colibrí / y él / peón maldito / se arrastra por ella / preso de palabras / con sus delirios & paranoias / colgando de los inmensos días de techo vacío / esperando apocalípticamente sucesos indescifrables / con el rostro brillante de colores apócrifos / escribiendo helicópteros & globos dirigibles

El poeta destroza la palabra en sus delirios / ya que si habla de trompetas desangradas / habla de elefantes degollados / con la serenidad de un sastre cociendo a mano los cadáveres / fumando la pipa de roble / con dedales apuñalados / en una buhardilla miserable / vestido de museo clausurado / con la sonrisa quebrada como los sonámbulos de los orfelinatos

He destrozado todos los espejos de mi hogar a escupitajos / las fotografías arden en las murallas / soy un insecto malherido que transita en los delirios de brutales borracheras / arrepentido / como perro mal parido / anudando la culpa como dogal de vagabundo

Va caminando la indiecita con su vulva violada / Los Andes ultrajado aqueja su llanto / mil quinientos lamentos se me cuelgan de la garganta / alacranes & hienas me envenenan & me aúllan en la noche disfrazada de niebla / y ando como los testículos de un viejo cansado / con su bicicleta montada al hombro / heroico / como piojento pintoresco de los sitios populares / henchido de violetas / similar a un gorrión cojo que degüella los amaneceres con su canto de cuerdas desgarradas

Canta el gallo con quince acordeones en la garganta / con la complacencia de octogenarios desdentados / de rostros apagados / apiñados en asilos / podridos en vida / con las fauces del panteón en las canillas


Hacha al hombro en La Garganta del Diablo exhumo mis recuerdos pánico-claustrofóbicos / los astros ruedan cerro abajo / epifanía / el eclipse desafortunado / el suicidio colectivo en las capitales del Japón / Nagasaki con sombrero atornillado en la Historia / desfragmentado / montado en la potranca joven de provincia / lascivo / enclenque como una sombra en Viena / mi condición es similar al hombre que rompe los espejos / perplejo / insigne & menesteroso / escarbando el estómago de la pobreza con garras de hiena hambrienta / dislocado / exhalo los últimos alaridos del siglo / y escribo en vetustos papiros con manchas de semen / sangre de mujer menstruada & el vino ahuasado

Mario Santiago Papasquiaro - Callejón sin salida.


Callejón sin salida / ayúdanos
a ensanchar nuestros sentidos
Tú tan ninguneado
cueva / desierto / metrópoli filosa
árida ranchería / témpano cortante
puente dilatado por 1 gas
que de repente pulveriza
los inencontrables tréboles de 4 hojas
que oxigenan alimentan prestan sus alas
a tus pulmones heridos / a las pezuñas de canguro
con que avanzan tus orillas
Callejón sin salida
tablita pirata
salto de tigre
transpiración entre la niebla
LSD escurridizo
rostro en el que vemos beber
chupar su fuerza
a las especies más nómadas
de nuestros árboles de fuego
Callejón sin salida
voz de los inquietos
canción de los difíciles
biombo de cerezos
que escogen para sus muecas los travestis
Inyección de bastas
papiro con signos
al que sólo los imbéciles
son capaces de no entregar su vista
Cuna de motines
incubadora de orgasmos
hamaca carnívora
en la que medito los jugos de jazz
con los que saldré más fresco
más brillante / de mis próximos incendios
Aparentemente tú has decidido darnos la espalda
acordonarnos los músculos del cuello
triturarnos los fusibles
jugar con nosotros al festín de los fantasmas
Pero lo cierto en este crucigrama
de barricadas temblonas
camas destendidas
citas inciertas
con lo desconocido intrauterino
Pero lo cierto en este crucigrama
es que la lengua del poeta te visita
el sudor del guerrillero penetra en ti / hasta los ojos
los fetos electrizados del deseo aún insatisfecho
bailan en tus vértebras
forjan sus flautines
prenden sus inciensos en tu pelvis
Mientras tú les sonríes les conversas
les regalas gasolina / soma vibrátil
dentaduras trepadoras que arrancas de ti mismo
& ya puedes considerarte
socio : complice : infrarrealista hermanito nuestro
Crucemos cojos / desgreñados o cantando
los gises polvorientos de esta raya
Callejón sin salida
autostop que me doy a mi mismo
Tu muslo izquierdo: enfermedad
tu muslo derecho: medicina
A la hora en que cierran sus taquillas
los centros nocturnos & los circos
En el momento en que se desmaya la venta de aspirinas
consoladores hexámetros famosos
es que tú apareces
en vías de tatuarnos bajo la piel
el rasguño primero de nuestro más obsesivo autorretrato
& ya hasta te silbamos entre sueños
& preferimos salir contigo & con cero pasaportes
a estas calles / bulevares de moho
pasadizos lechosos / vías directas a la hemorragia ámbar
Callejón sin salida
dinos con 1 ojo
rehileteando 1 pestaña
hacia dónde disparar
suave / febrilmente
nuestra última mirada-picahielo
nuestros últimos cartuchos
remolinos de clara vida & fresco semen
Para la normalidad estamos muertos
para la logística militar no existimos
para las gélidas aguas del cálculo bursátil
nuestras escamas / nuestras hélices
son encías fantasmagóricas
coágulos irresistibles de 1 resplandor
que nos pretenden negar a escopetazos
Pero tú bien sabes
que muy muy dentro de ti
acariciamos probamos tu bocado
rajamos para siempre
las alfombras sin luz propia del horóscopo
Callejón sin salida
callejón de muervida
socio : cómplica : infrarrealista hermanito nuestro.

Leopoldo María Panero - El día en que se acaba la canción.


Cuando el sentido, ese anciano que te hablaba
en horas de soledad, se muere
                                               entonces
miras a la mujer amada como a un viejo,
y lloras.
            Y queda
huérfano el poema, sin padre ni madre,
                                                           y lo odias,
aborreces al hijo colgando
como un aborto entre las piernas, balanceándose allí
como hilo que cuelga o telaraña,
cuando el sentido muere,
                                   como un niño
castrado por un ciego,
al amparo de la noche feroz, de la noche:
como la voz de un niño perdido aullando en
                                                                       el viento
el día en que se acaba la canción, dejando
sólo un poco de tabaco en la mano,
                                                           y la ciudad ahora, las
ciudades convertidas en vastas plantaciones de tabaco,
                                                                                  y la mano
asombrada toca la boca sin labios
el día en que se acaba la canción, y se pierde
el hombre que a sí mismo le daba el nombre de alguien,
al dar la vuelta a una esquina, un atardecer sin música.
El día en que se acaba la canción el dolor mismo
es sólo un poco de tabaco en la mano,
                                                           y las palabras
son todas de antaño, y de otro país, y caen
de la boca sin dientes como un líquido
parecido a la bilis,
                        el día
en que se muere el sentido, ese
asesino que al crepúsculo hablaba y al
insomnio susurraba palabras y cosas,
                                                           el día
en que se acaba la canción miras
a la mujer amada como a un viejo, y
con la cabeza entre las piernas,
frente al mundo abortado, lloras.

lunes, 21 de octubre de 2013

Antonin Artaud - Para terminar con el juicio de dios.


Ayer me enteré,
(se puede creer, o tal vez sólo
es un rumor falso, que me detengo en uno de
esos sucios chismes que circulan entre
fregaderos y letrinas cuando se tiran las
comidas que una vez más han sido engullidas,)
ayer me enteré
de una de las prácticas oficiales más impresionantes de las escuelas
públicas americanas y que sin duda hacen que ese
país se crea a la cabeza del progreso.
Parece que entre los exámenes o pruebas que debe soportar
un niño que entra por primera vez a una escuela
pública, se verifica la llamada prueba del líquido seminal
o del esperma
que consistiría en pedirle al pequeño recién llegado un poco
de su esperma para introducirlo en un frasco
y conservarlo así preparado para cualquier tentativa de fecundación
artificial que pudiera llevarse a cabo en el futuro.
Pues los americanos descubren día a día
que carecen de brazos y de niños
es decir no de obreros
sino de soldados
y quieren a toda costa y por todos los
medios posibles hacer y fabricar soldados
con vistas a las guerras planetarias
que ulteriormente pudieran acaecer
y que estarían destinadas a mostrar por las
virtudes aplastantes de la fuerza
la excelencia de los productos americanos y
de los frutos del sudor americano en todos
los campos de la actividad y del dinamismo
posible de la fuerza.
Porque hay que producir, hay que, por todos
los medios de la actividad viable, reemplazar
la naturaleza dondequiera que pueda ser reemplazada,
hay que encontrar un campo mayor para
la inercia humana,
es preciso que el obrero tenga de qué ocuparse,
es preciso que se creen nuevos campos de actividad
donde se alzará por fin el reino de todos
los falsos productos fabricados,
de todos los innobles sucedáneos sintéticos,
donde la hermosa, la legítima naturaleza no tendrá
nada qué hacer,
y deberá ceder su lugar de una vez por todas y vergonzosamente
a los triunfales productos de la
sustitución,
allí, el esperma de todas las usinas de fecundación
artificial
hará maravillas para producir armadas y acorazados.
No más frutas, no más árboles, no más plantas
farmacéuticas o no y en consecuencia
no más alimentos,
sino productos de la síntesis a saciedad...
sino productos de síntesis, a saciedad,
en los vapores,
en los humores especiales de la atmósfera,
en los ejes particulares de las atmósferas
arrebatadas a la potencia de una naturaleza
que de la guerra sólo conoció
el miedo.
Y viva la guerra, ¿no es cierto?
Porque, fue así, ¿verdad?, que los americanos prepararon
y preparan la guerra paso a paso.
Para defender esta fabricación
insensata de las competencias que
surgirían de inmediato en todas
partes,
se necesitan soldados, armadas, aviones,
acorazados.
Parecería
que por esta razón los gobiernos
de América tuvieron el desparpajo de pensar en ese esperma.
Puesto que, nosotros, los nacidos
capitalistas, tenemos más de un enemigo
que nos vigila, hijo mío,
y entre esos enemigos,
la Rusia de Stalin
que tampoco carece de brazos armados.
Todo eso está muy bien,
pero yo no sabía que los americanos fueran un pueblo
tan guerrero.
Cuando se combate se reciben heridas
vi a muchos americanos en
la guerra pero siempre tenían delante de
ellos inconmensurables armadas de tanques,
de aviones, de acorazados que les servían como
escudo.
Vi pelear a las máquinas
y sólo divisé muy atrás, en el infinito, a los
hombres que las conducían.
Frente al pueblo que hace comer a sus
caballos, a sus bueyes y a sus asnos las
últimas toneladas de morfina legítima que poseen
para reemplazarla por sucedáneos de
humo,
prefiero al pueblo que come a ras de la tierra
el delirio de donde nació,
hablo de los Tarahumaras que comen el Peyote
a ras del suelo mientras nace
y que mata al sol para instalar el reino
de la noche negra,
que desintegra la cruz para que los espacios
del espacio no puedan encontrarse y cruzarse
nunca más.
Van a escuchar ahora la danza
del TUTUGURI.

domingo, 20 de octubre de 2013

Jonathan Swift - Una Modesta Proposición.



Una modesta proposición:
Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una
carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público

Dublín, Irlanda, 1729

Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida honestamente, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el Pretendiente en España, o se venden a sí mismos en las Barbados.

Creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas o a los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, resulta en el deplorable estado actual del Reino un perjuicio adicional muy grande; y por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles del estado, merecería tanto agradecimiento del público como para tener instalada su estatua como protector de la Nación.

Pero mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los niños de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tendrá en cuenta el número total de infantes de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.

Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.

Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.

El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos. Porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura; ni construimos casas (quiero decir en el campo) ni cultivamos la tierra: raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados, aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes, época durante la cual sólo pueden considerarse aficionados, según me ha informado un caballero del condado de Cavan, quien me aseguró que nunca supo de más de uno o dos casos bajo la edad de seis, ni siquiera en una parte del reino tan renombrada por la más pronta competencia en ese arte.

Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.

Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.

Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.

Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.

He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.

Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.

Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos más niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.

Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.

Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.

En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.

Una persona muy respetable, verdadera amante de su patria, cuyas virtudes estimo muchísimo, se entretuvo últimamente en discurrir sobre este asunto con el fin de ofrecer un refinamiento de mi plan. Se le ocurrió que, puesto que muchos caballeros de este reino han terminado por exterminar sus ciervos, la demanda de carne de venado podría ser bien satisfecha por los cuerpos de jóvenes mozos y doncellas, no mayores de catorce años ni menores de doce; ya que son tantos los que están a punto de morir de hambre en todo el país, por falta de trabajo y de ayuda; de éstos dispondrían sus padres, si estuvieran vivos, o de lo contrario, sus parientes más cercanos. Pero con la debida consideración a tan excelente amigo y meritorio patriota, no puedo mostrarme de acuerdo con sus sentimientos; porque en lo que concierne a los machos, mi conocido americano me aseguró, en base a su frecuente experiencia, que la carne era generalmente correosa y magra, como la de nuestros escolares por el continuo ejercicio, y su sabor desagradable; y cebarlos no justificaría el gasto. En cuanto a la mujeres, creo humildemente que constituiría una pérdida para el público, porque muy pronto serían fecundas; y además, no es improbable que alguna gente escrupulosa fuera capaz de censurar semejante práctica (aunque por cierto muy injustamente) como un poco lindante con la crueldad; lo cual, confieso, ha sido siempre para mí la objeción más firme contra cualquier proyecto, por bien intencionado que estuviera.

Pero a fin de justificar a mi amigo, él confesó que este expediente se lo metió en la cabeza el famoso Psalmanazar, un nativo de la isla de Formosa que llegó de allí a Londres hace más de veinte años, y que conversando con él le contó que en su país, cuando una persona joven era condenada a muerte, el verdugo vendía el cadáver a personas de calidad como un bocado de los mejores, y que en su época el cuerpo de una rolliza muchacha de quince años, que fue crucificada por un intento de envenenar al emperador, fue vendido al Primer Ministro del Estado de Su Majestad Imperial y a otros grandes mandarines de la corte, junto al patíbulo, por cuatrocientas coronas. Ni en efecto puedo negar que si el mismo uso se hiciera de varias jóvenes rollizas de esta ciudad, que sin tener cuatro peniques de fortuna no pueden andar si no es en coche, y aparecen en el teatro y las reuniones con exóticos atavíos que nunca pagarán, el reino no estaría peor.

Algunas personas de espíritu agorero están muy preocupadas por la gran cantidad de pobres que están viejos, enfermos o inválidos, y me han pedido que dedique mi talento a encontrar el medio de desembarazar a la nación de un estorbo tan gravoso. Pero este asunto no me aflige en absoluto, porque es muy sabido que esa gente se está muriendo y pudriendo cada día por el frío y el hambre, la inmundicia y los piojos, tan rápidamente como se puede razonablemente esperar. Y en cuanto a los trabajadores jóvenes, están en una situación igualmente prometedora; no pueden conseguir trabajo y desfallecen de hambre, hasta tal punto que si alguna vez son tomados para un trabajo común no tienen fuerza para cumplirlo; y entonces el país y ellos mismos son felizmente librados de los males futuros.

He divagado excesivamente, de manera que volveré al tema. Me parece que las ventajas de la proposición que he enunciado son obvias y muchas, así como de la mayor importancia.

En primer lugar, como ya he observado, disminuiría grandemente el número de papistas que nos invaden anualmente, que son los principales engendradores de la nación y nuestros enemigos más peligrosos; y que se quedan en el país con el propósito de entregar el reino al Pretendiente, esperando sacar ventaja de la ausencia de tantos buenos protestantes, quienes han preferido abandonar el país antes que quedarse en él pagando diezmos contra su conciencia a un cura episcopal.

Segundo, los más pobres arrendatarios poseerán algo de valor que la ley podrá hacer embargable y que les ayudará a pagar su renta al terrateniente, habiendo sido confiscados ya su ganado y cereales, y siendo el dinero algo desconocido para ellos.

Tercero, puesto que la manutención de cien mil niños, de dos años para arriba, no se puede calcular en menos de diez chelines anuales por cada uno, el tesoro nacional se verá incrementado en cincuenta mil libras por año, sin contar el provecho del nuevo plato introducido en las mesas de todos los caballeros de fortuna del reino que tengan algún refinamiento en el gusto. Y el dinero circulará sólo entre nosotros, ya que los bienes serán enteramente producidos y manufacturados por nosotros.

Cuarto, las reproductoras constantes, además de ganar ocho chelines anuales por la venta de sus niños, se quitarán de encima la obligación de mantenerlos después del primer año.

Quinto, este manjar atraerá una gran clientela a las tabernas, donde los venteros serán seguramente tan prudentes como para procurarse las mejores recetas para prepararlo a la perfección, y consecuentemente ver sus casas frecuentadas por todos los distinguidos caballeros, quienes se precian con justicia de su conocimiento del buen comer: y un diestro cocinero, que sepa cómo agradar a sus huéspedes, se las ingeniará para hacerlo tan caro como a ellos les plazca.

Sexto: esto constituirá un gran estímulo para el matrimonio, que todas las naciones sabias han alentado mediante recompensas o impuesto mediante leyes y penalidades. Aumentaría el cuidado y la ternura de las madres hacia sus hijos, al estar seguras de que los pobres niños tendrían una colocación de por vida, provista de algún modo por el público, y que les daría una ganancia anual en vez de gastos. Pronto veríamos una honesta emulación entre las mujeres casadas para mostrar cuál de ellas lleva al mercado al niño más gordo. Los hombres atenderían a sus esposas durante el embarazo tanto como atienden ahora a sus yeguas, sus vacas o sus puercas cuando están por parir; y no las amenazarían con golpearlas o patearlas (práctica tan frecuente) por temor a un aborto.

Muchas otras ventajas podrían enumerarse. Por ejemplo, la adición de algunos miles de reses a nuestra exportación de carne en barricas, la difusión de la carne de puerco y el progreso en el arte de hacer buen tocino, del que tanto carecemos ahora a causa de la gran destrucción de cerdos, demasiado frecuentes en nuestras mesas; que no pueden compararse en gusto o magnificencia con un niño de un año, gordo y bien desarrollado, que hará un papel considerable en el banquete de un Alcalde o en cualquier otro convite público. Pero, siendo adicto a la brevedad, omito esta y muchas otras ventajas.

Suponiendo que mil familias de esta ciudad serían compradoras habituales de carne de niño, además de otras que la comerían en celebraciones, especialmente casamientos y bautismos: calculo que en Dublín se colocarían anualmente cerca de veinte mil cuerpos, y en el resto del reino (donde probablemente se venderán algo más barato) las restantes ochenta mil.

No se me ocurre ningún reparo que pueda oponerse razonablemente contra esta proposición, a menos que se aduzca que la población del Reino se vería muy disminuida. Esto lo reconozco francamente, y fue de hecho mi principal motivo para ofrecerla al mundo. Deseo que el lector observe que he calculado mi remedio para este único y particular Reino de Irlanda, y no para cualquier otro que haya existido, exista o pueda existir sobre la tierra. Por consiguiente, que ningún hombre me hable de otros expedientes: de crear impuestos para nuestros desocupados a cinco chelines por libra; de no usar ropas ni mobiliario que no sean producidos por nosotros; de rechazar completamente los materiales e instrumentos que fomenten el lujo exótico; de curar el derroche de engreimiento, vanidad, holgazanería y juego en nuestras mujeres; de introducir una vena de parsimonia, prudencia y templanza; de aprender a amar a nuestro país, en lo cual nos diferenciamos hasta de los lapones y los habitantes de Tupinambú; de abandonar nuestras animosidades y facciones, de no actuar más como los judíos, que se mataban entre ellos mientras su ciudad era tomada; de cuidarnos un poco de no vender nuestro país y nuestra conciencia por nada; de enseñar a los terratenientes a tener aunque sea un punto de compasión de sus arrendatarios. De imponer, en fin, un espíritu de honestidad, industria y cuidado en nuestros comerciantes, quienes, si hoy tomáramos la decisión de no comprar otras mercancías que las nacionales, inmediatamente se unirían para trampearnos en el precio, la medida y la calidad, y a quienes por mucho que se insistiera no se les podría arrancar una sola oferta de comercio honrado.

Por consiguiente, repito, que ningún hombre me hable de esos y parecidos expedientes, hasta que no tenga por lo menos un atisbo de esperanza de que se hará alguna vez un intento sano y sincero de ponerlos en práctica. Pero en lo que a mí concierne, habiéndome fatigado durante muchos años ofreciendo ideas vanas, ociosas y visionarias, y al final completamente sin esperanza de éxito, di afortunadamente con este proyecto, que por ser totalmente novedoso tiene algo de sólido y real, trae además poco gasto y pocos problemas, está completamente a nuestro alcance, y no nos pone en peligro de desagradar a Inglaterra. Porque esta clase de mercancía no soportará la exportación, ya que la carne es de una consistencia demasiado tierna para admitir una permanencia prolongada en sal, aunque quizá yo podría mencionar un país que se alegraría de devorar toda nuestra nación aún sin ella.

Después de todo, no me siento tan violentamente ligado a mi propia opinión como para rechazar cualquier plan propuesto por hombres sabios que fuera hallado igualmente inocente, barato, cómodo y eficaz. Pero antes de que alguna cosa de ese tipo sea propuesta en contradicción con mi plan, deseo que el autor o los autores consideren seriamente dos puntos. Primero, tal como están las cosas, cómo se las arreglarán para encontrar ropas y alimentos para cien mil bocas y espaldas inútiles. Y segundo, ya que hay en este reino alrededor de un millón de criaturas de forma humana cuyos gastos de subsistencia reunidos las dejaría debiendo dos millones de libras esterlinas, añadiendo los que son mendigos profesionales al grueso de campesinos, cabañeros y peones, con sus esposas e hijos, que son mendigos de hecho: yo deseo que esos políticos que no gusten de mi propuesta y sean tan atrevidos como para intentar una contestación, pregunten primero a los padres de esos mortales si hoy no creen que habría sido una gran felicidad para ellos haber sido vendidos como alimento al año de edad de la manera que yo recomiendo, y de ese modo haberse evitado un escenario perpetuo de infortunios como el que han atravesado desde entonces por la opresión de los terratenientes, la imposibilidad de pagar la renta sin dinero, la falta de sustento y de casa y vestido para protegerse de las inclemencias del tiempo, y la más inevitable expectativa de legar parecidas o mayores miserias a sus descendientes para siempre.


Declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivo que el bien público de mi patria, desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños, aliviando al pobre y dando algún placer al rico. No tengo hijos por los que pueda proponerme obtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Charles Bukowski - Pájaro Azul.



Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy duro con él,
le digo: quédate ahí,
no voy a dejar que nadie te vea

Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero le hago beber whisky
y tragar el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
 y los dependientes de las tiendas,
nunca se dan cuenta de que está ahí.

Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy duro con él,
le digo: quédate ahí abajo.
¿es que quieres meterme en un lío?
¿quieres joder mis trabajos?
¿quieres joder mis ventas de libros en Europa?

Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir,
pero soy muy listo.
Sólo le dejo salir por las noches, a veces,
cuando todo el mundo duerme,
le digo: sé que estás ahí,
así que no estés triste.

Después lo vuelvo a guardar,
pero está cantando allí dentro,
no le dejo morir del todo,
y así dormimos juntos,
con nuestro pacto secreto,
y es suficientemente tierno
como para hacer llorar a un hombre,
pero yo no lloro,
¿y tú?