“Aquel título está en perfecta armonía con el contenido
del libro, ya que su vida, efectivamente, siempre estuvo
inspirada en el sueño de vivir poéticamente.”
Sören
Kierkegaard
“El capitán no es el capitán, el capitán es el mar”
Jesús
Lizano
El mundo carece de plenitud. Decir esto no es decir algo
nuevo. Jamás el mundo ha sido pleno y no es posible ser pleno en él, al menos
no para quienes han bebido de la inmedible fuente del desengaño. La plenitud
como totalidad, es un modo de la conciencia desintegrada por las burguesías a
través de la división social del trabajo en una modernidad inacabada, esclava
de la utilidad y la economía. Sea esta imposibilidad de plenitud en el mundo
moderno extraviada por el progreso humano signo de su tragedia y de una vida
fragmentada, arrastrada hacia la decadencia y la miseria.
El coordinador acéfalo de esta Sinfónica Caótica demanda
vivir poéticamente. En un acto desesperado “toma
al lenguaje por el cogote y le arranca las palabras” para crear su anarcopoema,
este canto plenilunico y hambriento. Pero no es un arrebato infantil y gratuito
reclamar “la verdadera esencia de lo vital” –como un sentido creativo del
habitar poéticamente-, trocado por el orden existente en competencia y mercancía
para intercambiar. Ya las lecciones extraídas de los versos de Holderlin por
Heidegger son sustanciales en esta materia, como de igual manera las obras de
artistas, poetas, pensadores reducidos por conveniencia de la norma y del
discurso psiquiátrico a la demencia y al error, exigirían estar a la altura del
mismo talante de desafío. En este desenfreno Barrabás no está solo. Nuevos y
antiguos bardos, románticos y suicidas, serán depositarios de su afecto y
admiración. Nietzsche, Nerval, Rimbaud, Poe, Van Gogh, Artaud, Panero, entre
otros que comparten la misma raíz y lengua, no son meros ecos en su escritura
sino fundadores de un modo de sensibilidad que resiste y se desborda a través
de los siglos, y de la que Barrabás es continuador.
Sinfónica Caótica, acoge y confunde en sí dimensiones claves
de la poesía moderna que serán sintetizadas en esta elegía de tono rokhiano. La
primera, es la negación nihilista rimbaudiana de los valores dominantes, que
busca la conversión del poeta en otro por medio de la alquimia del verbo y la
saturación de las experiencias llevadas hasta la ruptura de sus límites.
Segunda, -pecado mortal en la edad media-, la devoción romántica del suicidio,
donde el artista renuncia a la existencia encontrándose en el estado más
fructífero del desarrollo de su obra. Tercera, la transvaloración nietzscheana
que invierte los valores del cristianismo o platonismo popular heredados por la
cultura occidental. Esto es, el rechazo de la tribu por la búsqueda individual
que deviene fabuloso riesgo de ser uno mismo. Y una cuarta de carácter
implícito pero transversal, es la aceptación de la vida como obra, ya
modificada por la concepción del habitar poético holderliano que mezcla el
carácter teológico y la vida; lo que el idealismo alemán llamara el Todo-Uno.
Es a partir de estos caudales mezclados que Barrabás se
arrojará a navegar en el barco de la poesía por los “océanos ingobernables” del lenguaje en busca de “geografías despernancadas”. El poeta
toma por asalto el control del barco de la poesía para dar un golpe de timón,
pero termina haciendo algo más, en un gesto “absoluto
y épico”, arranca el timón de cuajo y nos sentencia: ¡No hay capitán en
este barco!, y arroja el timón al mar como si fuese una cabeza, erigiéndose el
verdugo de la poesía devenida del saber enciclopédico y de las bibliotecas
oficiales, que no permitirían crear el poema que realice la verdadera esencia
de lo vital –ser creativos- secuestrado por los grandes relatos de la mentira y
la cobardía organizadas, sus imposturas y temores.
Sin embargo, no se trata ingenuamente de poetizar la vida.
La vida es poética por excelencia, pero el mundo no es la vida y carece de
poética, de chispa, de creatividad, de imaginación, de poesía. Sinfónica
Caótica, es la afirmación de un vivir poéticamente arrojados en un tiempo que
el poeta, sintetizador sonoro del caos identificará con la desmesura. Es en la
desmesura –aquel lugar vetado desde la antigüedad más clásica por la palabra
racional y policiaca- donde se
experimenta lo que podríamos llamar la esencia no reposada sino vertiginosa de
la poesía y de la vida misma. Desmesura que sería reprimida por un mundo
hiper-racionalizado, cuya vigilancia y control ha permeado todas las esferas,
inclusive la del arte.
Barrabás nos hostiga. No basta con leer poesía para sentir
el movimiento de los océanos dentro de sí. No basta con escribir poesía para
ser poeta nos dice: No basta conformarse. Hay que hacer experimentar a la vida
su desmesura, la extensión de su vértigo. Hay que arriesgar en la palabra toda
la razón, hasta ver surgir en el poema la palabra creadora que violenta y
transforma lo execrable y espeluznante, la muerte del hombre en canto. Aquella
palabra desracionalizada que da
golpes al lenguaje hasta quebrarle los dientes y huesos, aquella palabra que
enfrenta al lenguaje con su propia locura.
Este no es un libro de poemas sino una gran exhortación y
patada en el hocico a la hipocresía del bienestar social y la paz ciudadana,
donde se encuentran también cómodamente sentados en las butacas de este teatro,
a muchos de los que “leen poesía,
escriben poesía, pero no viven poéticamente”, cuyos cerebros han sido
devorados por la ostentación, el gasto y la deuda de lo que como nos dijera
Pound, está hecho para la usura de vender y vender pronto. Y entonces ¿Qué es
vivir poéticamente? Barrabás nos acorrala hacia la salida. Papasquiaro otro de
sus maestros y poeta hermano en este descalabro, nos azuza y abre la puerta a
la manera de un Virgilio perverso para un Dante del ultraje, de los manicomios y
residencias de prostíbulo planetarios, donde vivir poéticamente es “vivir sin
timón y en el delirio”.
Señoras y señores, bienvenidos al caos sonoro de la
sensibilidad humana. A quien se atreve a los grandes riesgos que hacen
lenguaje, adelante, puede adentrarse en estas páginas que huelen a viaje
marino, tierra bruta y podredumbre, donde un Dios de lo anárquico y desgarrado,
piojento y brutal aguarda como guía para cruzar los dominios de lo
catastrófico, para cantar la decadencia y miseria del hombre de este nuevo
siglo que comienza, pero advierto, no respondo por la pérdida de sus ojos ni
por las cuchilladas con ajo en el corazón.
ALEXIS DONOSO GONZÁLEZ
Santiago, 2015.