(A modo de manifestarse
estupor ante lo bromista
de la mirada.)
I
Olvidó los océanos y las voces
replegado con los demás en el apagado
símbolo de los puentes
– hizo perdurar el crepúsculo
al igual de la condición de los afectos
al árbol
los ensangrentados
los de largas cabelleras
los forjadores del viento
los que con la impasibilidad de las
cosas han depositado un pétalo
una arena un aire en el arco olvidado de
aquella cumbre
los que iniciados en los triunfos de la
naturaleza
en las revelaciones de las edades y de
las lluvias
anuncian las transformaciones del
sonido, figura tuya -no sé aún quién eres
los que sean lo mismo que los ríos parte
vital de las montañas
los que sean
los que realmente vivan y mueran sin
hacer gesto de desagrado
los que se queden imberbes y también los
barbudos y los barrigones
dignos y naturales cuando el sonido y el
viento son una misma cosa
cuando no existe necesidad de que no
hayan moscas
cuando no se tiene que pagar para que
besen a los delegados
y el beso no sea más que beso y no señal
torcida hipócrita y atentatoria
cuando el matar no es condenable sino
sólo matar
y el término con que se designa la
acción desaparece
cuando te topes en las esquinas con
alguien idéntico a ti
y puedas decirle ‘hola’, ‘ojalá’, ‘tal
vez’, ‘recuerda’ o ‘quien sabe’
indistintamente
como si te refirieras a él o a ello o a
ellos o a ti desde la luz hacia la luz
es necesario que escriba una carta para
poder ver mejor la luz de las cosas
luego de leerla alumbrado por el antiguo
vuelo de mis amigos muertos
es necesario que recuerden todos su amor
a la música, su sosiego y su desdicha,
y su propensión a la risa
así como las arquitecturas que urdían
cuando podían hacer lo contrario
y su lamento, el lamento que ya fue
analizado sin usar la substancia humana,
sin planes, sin palabra ni consulta,
pero con ademanes repetidos bajo la mirada
que caía desde un pedestal diseñado en
otro tiempo para ensalzar a los mendigos,
a los valientes y a los inventores del
azúcar y del resorte
y sus proyectos,
los rigurosos alegatos en favor del
desquiciamiento,
de un anti-orden, para el retorno
profundo al verdadero ordenamiento
sus conmovedores argumentos para
comprender
finalmente el simple significado de la
estrella
sus penas tan dignas de respeto
sus venias (te explican el punto de
partida de la vida)
encerraban una melodía ingenua y lejana
y te inducían a ser más bueno y
desentrañar con mayor autoridad
los signos misteriosos de las nubes y de
las calles
hacían que te vieras tal como eres (tu
contenido, las propias venias que jamás harás)
y les intitulabas medida de todo,
y solución secreta de todo, y surgía de
tu sombra una venia destinada a ellos
y les intitulabas ‘caro destino, gayo amigo’.
II
Mi soñoliento cuerpo despierta
finalmente, y me hallo frente a mis amigos muertos
y me levanto triste a veces porque de
haber un muro a mi frente,
de haber una valla o un duende a mi
frente,
yo no estaría triste ni pensaría en ti
ni en mí ni en ellos
y es así que salgo encorvado a
contemplar el interior de la ciudad
y uso del tacto desde mis entrañas
oscuras
en el secreto deseo de encontrar allá,
allá el medio propicio para hacer que el
mundo sea envuelto por el olvido
para que el olvido impere en las
primeras máscaras inventadas por la humanidad
para que el olvido sea la fuerza motora
y suprema y para que del olvido sólo surja el olvido
¡no puedes tener idea del olvido porque
no conoces a mis amigos muertos!
y para que en el curso de las edades el
olvido llegue a generar la soledad
para ello habrás de estar presente en
aquella estrella
en el rumbo indeciso,
en el caos de la mirada
en modo alguno para determinar,
y sí para que se justifique la razón
inexorable de lo habido y lo por haber
de modo que lo armonioso sea siempre
armonioso, has de estar presente sin poder saberlo
y yo estaré presente y no podré saberlo
pero seremos el olvido y la soledad
porque ya hemos sido olvido y soledad
cuando nada sabíamos
cuando no teníamos la noción de la oreja
y del dolor
ni sed
yo te anuncio que sabemos y seremos
harto conocido es el continente de aquel
o de aquellos
o del que hace cábalas con una jorobita
conocemos a las gentes pero sólo tal
cual son y no las sabemos tal cual no son
pese a que carecen de la facultad de no
ser porque no saben que pueden no ser o ser
las saben en toda su magnitud mis amigos
muertos
y yo hablo de ellos con seguridad y
orgullo
son mis maestros
el que hayan muerto dice que han
existido eternamente antes de que yo existiera
su muerte y sus muertes me enseñan no
sólo que puedo ser fabricante de azúcar
sino marino, relojero, pintor, físico,
geomántico y muchas otras cosas
que puedo tener además desconocidas
profesiones y que puedo afectar alegría
coma o no.
Todos han alcanzado un nivel suficiente
para descifrar los anhelos que formula
aquella lagartija
no se deciden a hacerlo
creen que no hay motivo o no se imaginan
creer que haya un motivo
por eso se quedan quietos tocando el
tambor
prefieren mirarse a sí
solamente se comunican entre sí
no con lo tenue de las cosas
viven cautamente entre sí
no prefieren alaridos
ni guardan algo en su corazón
para alabar la sombra de aquel zócalo
que gime
su congoja no es grande su alegría no es
alegría
sus manos no son todavía manos
parece que sus cabellos no han alcanzado
la jerarquía total
decide tú.
Yo me escondo de las extrañas costumbres
—de la actitud con que no se debe
resumir una tesis adorable
acerca de las cosas sencillas y
perfumadas
soy partidario de las lombrices y de los
peces
de las estrellas que cantan
guardo devoción por la mirada de los
niños
y me gusta dibujar cuando llueve
y cuando se humedecen mis ojos,
me es necesario poder hablar el idioma
secreto originado durante el triunfo de las cosas
juzgo conveniente alabar la esencia de
aquel anciano
y detenerme cuando el ayudante de
hornero le hace muecas descriptivas
al animal que pasa fugaz ante la sonrisa
de la viejecita del dintel
en fin, adoro las voces claras, los
trenes y las ciudades
y por todo lo que digo
adoro mis entrañas oscuras.
III
Has visto -te
has visto-
sentado frente a
algo pero no has querido verlo
porque quisiste
palparte y tu cuerpo no había
-entre ráfagas
has visto y no habías-
te has palpado y
te acordaste de tus sueños
pero no querías
saber y por eso tu tacto no quería nada
y no quisiste
palparte para no dejar de creer que todavía no habías.
En este residuo
indefenso,
en esto que
queda de mí,
no creo
encontrar nada que interese a nadie
las cornetas gimen
tocadas por el mago oculto
nada tienes que ver tú
ni los tambores
ni los valles negros
que tocan para sí
y por eso vivo para mí
no me importa que mi presencia aparezca
en todas partes
-he decidido olvidarme de mí y del resto
de las cosas y de las personas
en tanto el dolor milenario tenga como
principio
y como fin las coles con que adorna su
olvido aquella mujer muerta
durante los albores de la mañana diré:
de no haber habido yo no habría habido
este aposento,
ni tampoco habría habido
esa viejecita que me vendió una mesa
cuadrada con patas torneadas
y un cajón donde se guardan cosas con
llave.
De no haber habido yo no habría habido
aquella pizarra
ni la bata azul de paño
que se salvó milagrosamente de las
inundaciones
ni este encendedor trastornado ni aquel
puñal
ni esto ni aquello
es que este caso tan concreto de
melancolía
necesita un petardo que haga salir de su
aflicción a aquel hombre dormido,
dé una curva y venga a mí para recibirlo
con un brazo en alto
y estalle y forje así un sueño al pie
del viento y de la lluvia.
***
Nada puede convencerme de lo enfermo que
estoy,
mascando lo que no se sabe,
pensando lo que no se sabe,
en espera de la revelación integrada por
los ríos
y la esencia de la música y por el
desaliño de la vida
yo no existiendo
otro existe en lugar de mí pero dentro
de mí
y es como lo mirara diez veces
cada una de las diez veces que lo miro.
Estoy cada vez más enfermo que todo,
más enfermo que un colibrí.
Los días, las lunas y las moscas
aparecen forjados en la colina pálida que recorre
-deja que esa espada esté en mis sueños
esté en mis pobres sueños de ángel
solitario y jubiloso.
Te tocas y no hay música.
Te tocas y súbitamente sabes que no hay
tú,
y lo que tocas no sirve más que para
saber que no tocas
lo que tocas no hay
no es ilusorio porque todavía no has
muerto
por qué no has de hablar en serio
y ver si pasa algo en el cielo que
siempre es nuevo
si pasa algo en tus manos
y en la superficie de tu carne,
cuando conspires contra la armonía
y contra la propia mirada y revientes
como un tallo sin haber dicho “a”.
El derredor de lo que no hay no podrá
más
y hará que estés callado y vistas al
mundo con un ropaje inmenso y hondo
para que nadie lo vea ni desde el
principio ni desde el fin
para que en el albor la rítmica de lo
desconocido
vuelva los ojos hacia una totalidad
ciega y callada
y juzgues perplejo
el que ahuyenten con agua a los perros
-justifican jubilosos la vida para que
otros duerman
las cosas son contempladas como si no
fueran parte de uno mismo
cual si no se fuese un decir más de la
vida, uno más con los otros
que también se hurgan las uñas y salen a
las calles,
y miran la vida a través de sus hijos
que a su vez miran la vida como si
tuviesen hijos al instante de mirar la vida
te tocas y no hay
tienes miedo -sabes que no habrá fórmulas
una sonrisa para la vida
y ensayas tu tacto
desconfías.
Todo es movilizado por el tacto desde el
principio de los tiempos.
El tacto es el mayor milagro porque hace
que rueden dos bolitas siendo tan sólo una
y se confirma lo yerto por el tacto
de qué te sirve el tacto si estás tan
triste
nadie dice que sin tristeza disfrutarás
mucho del tacto
sino que estarás más ávido
el tacto al servicio de lo que has
tenido y podido
sin que un gesto de olvido te dé la
medida del olvido
el tacto al servicio de lo elemental
de modo que nada turbe su uso y
beneficio
y tengas al fin algo más concreto que la
mirada y la vida.
Se vaporiza el tacto y lo previo y lo
sin remedio es mágico.
Yo te digo: te esperaré a través de
todos los tiempos.
Siempre estaré aquí o allá, estaré
siempre tanto en ti como en las cosas
y tú lo sabrás cuando te rodees de la
melancolía por el tacto.
Yo estaré siempre: conocerás que estoy,
por el tacto;
siempre estaré en ti, aunque tú no
hayas;
porque cuando no hayas, sabrás siempre
que no eres.
En la espera de ser, estaré siempre.
En ti me quedo yo, confiado, y olvido a
mí, y me cierro, y me vierto,
y amo a todo y renuncio a todo.
Yo me quedo en ti porque así es mágico
y porque basta un instante para
confirmarme por el tacto.
Quería acercarme a Jaime...gracias (si sabés dónde hay más...te encargo) luis mainz
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