El siguiente artículo,
lo escribió allá por el año 1906 el anarquista francés Joseph Albert, también
conocido como Albert Libertad, y fue publicado en el nº 47 de L’anarchie, un
periódico del que él mismo había sido fundador.
¡El criminal es
el elector!
Tú eres el
criminal, oh Pueblo, puesto que tú eres el Soberano. Eres, bien es cierto, el
criminal inconsciente e ingenuo. Votas y no ves que eres tu propia víctima.
Sin embargo, ¿no
has experimentado lo suficiente que los diputados, que prometen defenderte,
como todos los gobiernos del mundo presente y pasado, son mentirosos e
impotentes?
¡Lo sabes y te
quejas! ¡Lo sabes y los eliges! Los gobernantes, sean quienes sean, trabajaron,
trabajan y trabajarán por sus intereses, por los de su casta y por los de sus
camarillas.
¿Dónde y cómo
podría ser de otro modo? Los gobernados son subalternos y explotados; ¿conoces
alguno que no lo sea?
Mientras no
comprendas que sólo de ti depende producir y vivir a tu antojo, mientras
soportes –por temor- y tú mismo fabriques –por creer en la autoridad necesaria-
a jefes y directores, sábelo bien, también tus delegados y amos vivirán de tu
trabajo y tu necedad. ¡Te quejas de todo! ¿Pero no eres tú el causante de las
mil plagas que te devoran?
Te quejas de la
policía, del ejército, de la justicia, de los cuarteles, de las prisiones, de
las administraciones, de las leyes, de los ministros, del gobierno, de los
financieros, de los especuladores, de los funcionarios, de los patrones, de los
sacerdotes, de los propietarios, de los salarios, del paro, del parlamento, de
los impuestos, de los aduaneros, de los rentistas, del precio de los víveres,
de los arriendos y los alquileres, de las largas jornadas en el taller y en la
fábrica, de la magra pitanza, de las privaciones sin número y de la masa
infinita de iniquidades sociales.
Te quejas, pero
quieres que se mantenga el sistema en el que vegetas. A veces te rebelas, pero
para volver a empezar. ¡Eres tú quien produce todo, quien siembra y labora, quien
forja y teje, quien amasa y transforma, quien construye y fabrica, quien
alimenta y fecunda!
¿Por qué no
sacias entonces tu hambre? ¿Por qué eres tú el mal vestido, el mal nutrido, el
mal alojado? Sí, ¿por qué el sin pan, el sin zapatos, el sin hogar? ¿Por qué no
eres tú tu señor? ¿Por qué te inclinas, obedeces, sirves? ¿Por qué eres tú el
inferior, el humillado, el ofendido, el servidor, el esclavo? ¿Elaboras todo y
no posees nada? Todo es gracias a ti y tú no eres nada.
Me equivoco.
Eres el elector, el votante, el que acepta lo que es; aquel que, mediante la
papeleta de voto, sanciona todas sus miserias; aquel que, al votar, consagra
todas sus servidumbres.
Eres el criado
voluntario, el doméstico amable, el lacayo, el arrastrado, el perro que lame el
látigo, arrastrándote bajo el puño del amo. Eres el sargento mayor, el
carcelero y el soplón. Eres el buen soldado, el portero modelo, el inquilino
benévolo. Eres el empleado fiel, el devoto servidor, el campesino sobrio, el
obrero resignado a su propia esclavitud. Eres tu propio verdugo. ¿De qué te
quejas?
Eres un peligro
para todos nosotros, hombres libres, anarquistas. Eres un peligro igual que los
tiranos, que los amos a los que te entregas, que eliges, a los que apoyas, a
los que alimentas, que proteges con tus bayonetas, que defiendes con la fuerza
bruta, que exaltas con tu ignorancia, que legalizas con tus papeletas de voto y
que nos impones por tu imbecilidad.
Tú eres el
Soberano, al que se adula y engaña. Te encandilan los discursos. Los carteles
te atrapan; te encantan las bobadas y las fruslerías: sigue satisfecho mientras
esperas que te fusilen en las colonias y que te masacren en las fronteras a la
sombra de tu bandera.
Si lenguas
interesadas se relamen ante tu real excremento, ¡oh Soberano!; si candidatos
hambrientos de mandatos y ahítos de simplezas, te cepillan el espinazo y la
grupa de tu autocracia de papel; si te embriagas con el incienso y las promesas
que vierten sobre ti los que siempre te han traicionado, te engañan y te
venderán mañana; es que tú mismo te pareces a ellos. Es que no vales más que la
horda de tus famélicos aduladores. Es que, no habiendo podido elevarte a la
consciencia de tu individualidad y de tu independencia, eres incapaz de
liberarte por ti mismo. No quieres, luego no puedes ser libre.
¡Vamos, vota!
Ten confianza en tus mandatarios, cree en tus elegidos.
Pero deja de
quejarte. Los yugos que soportas, eres tú quien te los impones. Los crímenes
por los que sufres, eres tú quien los cometes. Tú eres el amo, tú el criminal
e, ironía, eres tú también el esclavo y la víctima.
Nosotros,
cansados de la opresión de los amos que nos das, cansados de soportar su
arrogancia, cansados de soportar tu pasividad, venimos a llamarte a la
reflexión, a la acción.
Venga, un buen
movimiento: quítate el estrecho traje de la legislación, lava rudamente tu
cuerpo para que mueran los parásitos y la miseria que te devoran. Sólo entonces
podrás vivir plenamente.
¡El criminal es
el elector!
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