El Bosco - Extracción de la piedra de la locura
Puedo
escribir los versos más terribles con la lava del Osorno,
que alza su pezón
solemne en la cadena de América,
puedo describir tragedias homéricas al son de
relámpagos y truenos,
aún cuándo camino apuñalado.
He visto el rostro de la
miseria humana,
con una lluvia que no cesa,
mientras alza su graznido el
lamentador de sucesos,
susurrando cementerios en los atardeceres,
silbando la sinfónica trágica de aquel que se arroja a la vida.
Cae
la lluvia en las lomitas de Puerto Montt,
el cielo está llorando todo lo que no
puedo,
llevo la culpa a cuestas cómo saco de papas de campos maulinos,
me
acompaña el hedor de los menesterosos,
me he revolcado en las calles más
sórdidas,
soy un príncipe derrocado que llora a los pies del Mediterráneo,
y
aún así respiro desde el lodo.
Llora
en mí un batallón de calamidades,
con los gemidos de los saxofones,
un nudo de
cantos de pájaros se inmiscuye en mi ventana desflorada,
se precipita el sol
con su horror y su solemnidad,
el ronroneo de los automóviles imbéciles se derrama
por las calles,
todo es tan pequeño,
lloro a la hora en que cantan los gallos,
con la soledad de quién posee a la muerte a sus pies,
lloran mis fantasmas que
deambulan noctámbulos,
lloran desesperados en la busca del no-ser,
y esos
malditos pájaros continúan con su canto,
y ese canto es la soga que me ata a
esta vida,
tembloroso en el pánico cotidiano,
acostumbro a echar sal a mis
heridas.
Estimado Helvert, le he escrito un correo. Favor de revisar.
ResponderEliminarHubiese preferido enviar una carta.
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