¡Solamente
loco! ¡Solamente poeta!
(Extraído de Ditirambos Dionisíacos, 1888)
Con el desvanecerse de la luz,
cuando ya el consuelo del rocío
se filtra en la tierra,
invisible, inaudible
—pues delicado calzado lleva
el consolador rocío, como todo dulce consuelo—
entonces recuerdas, tú recuerdas, ardiente corazón
cuan sediento estuviste
de lágrimas celestes y gotas de rocío,
abrasado, cansado, sediento,
mientras en sendas de amarilla greda
miradas malignas del sol crepuscular
a través de la negra arboladura en torno a ti
corrían,
deslumbrantes, maliciosas, abrasadoras miradas del
sol.
«¿Tú el pretendiente de la verdad?» —así se burlaban—.
«¡No! ¡Sólo un poeta!
un animal astuto, saqueador, rastrero,
que ha de mentir,
que premeditadamente, intencionadamente
ha de mentir,
multicolor enmascarado,
máscara para sí mismo,
presa de sí mismo,
¿es eso el pretendiente de la verdad?...
¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!
solamente un multicolor hablar,
hablar polícromo de enmascarado bufón,
que trepa por mendaces puentes de palabras,
sobre un arcoiris de mentiras
entre falsos cielos
deslizándose y divagando.
¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!...
¿Es eso el pretendiente de la verdad?...
No inmóvil, rígido, liso, frío,
trocado en estatua,
pilar de dios;
no erigido ante templos,
atalaya de dios;
¡no! Hostil eres a tales ejemplos de virtud,
más recogido te hallas en el desierto que en los
templos,
audaz como los gatos
saltas por todas las ventanas
¡husch! y en toda oportunidad,
husmeas toda selva virgen,
tú que por selvas vírgenes
entre fieras de polícromos pelajes
pecadoramente sano y bello y multicolor corrías,
con lascivos belfos,
feliz con el escarnio, feliz en el infierno, feliz y
sanguinario
furtivo, ladrón, mentiroso corrías...
O semejante al águila
que fija su mirada largamen sus abismos...
—¡oh, girar como ella hacia abajo,
hacia el fondo, hacia adentro,
hacia profundidades más profundas cada vez!—
Entonces,
súbitamente,
en vuelo vertical,
trazo precipitado,
caer sobre corderos,
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de cordero,
odiando furiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de lana rizada,
necio, con leche de oveja satisfecho...
Así,
aguileños, leopardinos,
son los anhelos del poeta,
son tus anhelos entre miles de máscaras,
¡tú, loco!, ¡tú, poeta!...
Tú que consideras al hombre
tanto dios como oveja—,
desgarrar al dios en el hombre
como a la oveja en el hombre
y desgarrando reír—
¡ésa, ésa es tu felicidad! ente en los abismos,
¡felicidad de leopardo y águila,
felicidad de loco y de poeta!»...
Con el desvanecerse de la luz,
mientras la hoz de la luna
se desliza verde y envidiosa
entre rojos purpúreos,
—hostil al día,
segando a cada paso
las guirnaldas de rosas
con sigilo, hasta que se hunden,
pálidas, en el seno nocturno:
así caí yo mismo alguna vez
desde mi desvarío de verdad,
desde mis días afanosos,
del día cansado, enfermo de luz,
—caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras,
abrasado y sediento
de una verdad.
—¿recuerdas aún, recuerdas tú, ardiente corazón
cuan sediento estuviste?—
¡sea yo desterrado
de toda verdad!
¡Solamente loco! ¡Solamente poeta!...
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