Nosotros, como
todos los fugitivos,
como las
flores que no se pueden contar
y como las
bestias que no necesitan recordar,
vivimos en el
presente.
Muchos se
empeñan en decir “Ahora no”,
muchos han
olvidado cómo
decir “Soy”, y
se perderían,
si pudiesen,
en la historia.
Inclinándose,
por ejemplo, con la gracia de antaño,
ante la
bandera adecuada en el lugar adecuado,
murmurando
escaleras arriba, como los antiguos,
sobre lo Mío y
lo Suyo, lo Nuestro y lo de Ellos.
Como si el
tiempo fuese lo que ellos deseaban
cuando todavía
tenía la cualidad de quedarse
quieto, como
si estuviesen equivocados
al no querer
ya pertenecer.
No es de
extrañar que tantos mueran de pena,
que tantos
estén tan solos al morir;
nadie cree en
la mentira ni la aprecia:
otros tiempos
tienen otras vidas que vivir.
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