En el gran contacto del
olvido
A ciencia cierta muerto
Tratando de robarte a
la realidad
Al ensordecedor rumor
de lo real
Levanto una estatua de
fango purísimo
De barro de mi sangre
De sombra lúcida de
hambre intacto
De jadear interminable
Y te levantas como un
astro desconocido
Con tu cabellera de
centellas negras
Con tu cuerpo rabioso e
indomable
Con tu aliento de
piedra húmeda
Con tu cabeza de
cristal
Con tus orejas de
adormidera
Con tus labios de fanal
Con tu lengua de
helecho
Con tu saliva de fluido
magnético
Con tus narices de
ritmo
Con tus pies de lengua
de fuego
Con tus piernas de
millares de lágrimas petrificadas
Con tus ojos de asalto
nocturno
Con tus dientes de
tigre
Con tus venas de arco
de violín
Con tus dedos de
orquesta
Con tus uñas para abrir
las entrañas del mundo
Y vaticinar la pérdida
del mundo
En las entrañas del
alba
Con tus axilas de
bosque tibio
Bajo la lluvia de tu
sangre
Con tus labios
elásticos de planta carnívora
Con tu sombra que
intercepta el ruido
Demonio nocturno
Así te levantas para
siempre
Pisoteando el mundo que
te ignora
Y que ama sin saber tu
nombre
Y que gime tras el olor
de tu paso
De fuego de azufre de
aire de tempestad
De catástrofe
intangible y que merma cada día
Esa porción en que se
esconden los designios nefastos y la sospecha que
tuerce
la boca del tigre que en las mañanas escupe para hacer el día
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