Eric Lacombe
A Roberto Bolaño y su obra
inacabable
Me consagro a la
disciplina magistral del abandono
Y conformo un homenaje
al germánico acuoso
Grandes zancadas configuran tu camino temblado
Y tus cabellos son un
trozo de sol en las estepas escandinavas
De madre tuerta y padre
cojo eres la configuración de lo truncado
Y la literatura llega a
ti como un domingo a las iglesias
Nos recuerdas a
Rimbaud, grandullón prusiano
Desvariando a las
orillas del Dniéper
Hombre solo y vida
honesta
Rehúyes de los
galardones y las medallas
El tonto aplauso te
provoca bostezos
Y la formalidad te
parece una aberración
Hans Reiter observando
el gélido y muerto cielo de Los Alpes:
Tu figura es la
iconografía del hombre libre
Viajero infatigable
Has roto el timón y las
ataduras
Has optado por una vida
distanciada de lo pomposo
Y te sumerges en los
dédalos de la existencia desarraigada
Académicos escarban tus
libros
Mientras tú acudes a un
encuentro con la vida
Te extravías en los
desiertos inconclusos de Sonora
Para jamás dejarte ver
Bajo el tórrido Sol
confeccionas tu próximo incendio
Y desgajas las tardes
en pensiones miserables
La vida te da patadas y
las soportas como un gallardo
En aquel manantial de
vejámenes y matanzas
Endebles animitas
desparramadas y desteñidas se apiñan alrededor de los caminos:
El olor a sexo muerto
cubre todo el polvo del desierto
Tu silueta se desvanece
entre cadáveres
Y tequila “Los
Suicidas”
Y sucumbes junto a la
pluma de quién te retrato
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