viernes, 20 de enero de 2012

Hakim Bey. (1945)




(Extraído de CAOS: Los Pasquines del Anarquismo Ontológico, 1985)


Terrorismo Poético.


Bailes inverosímiles  en cajeros automáticos nocturnos. Despliegues pirotécnicos ilegales. Land art, obras terrestres como extraños artefactos alienígenas desperdigados por los parques naturales. Allana moradas pero en vez de robar, deja objetos poético-terroristas. Secuestra a alguien y hazlo feliz. Elige a alguien al azar y convéncele de ser el heredero de una inmensa, inútil y asombrosa fortuna -digamos 5000 hectáreas en la Antártida, o un viejo elefante de circo, o un orfanato en Bombay, o una colección de manuscritos alquímicos-. Al final terminará por darse cuenta de que por unos momentos ha creído en algo extraordinario, y se verá quizás conducido a buscar como resultado una forma más intensa de existencia. Instala placas conmemorativas de latón en lugares (públicos y privados) en los que has experimentado una revelación o has tenido una experiencia sexual particularmente gratificante, etc.

Ve desnudo como un signo.

Convoca una huelga en tu escuela o lugar de trabajo sobre las bases de que no satisfacen tus necesidades de indolencia y belleza espiritual.

El arte del graffiti prestó cierta gracia a los laidos subterráneos del metro, y a los rígidos monumentos públicos; el terrorismo poético también puede ser creado para lugares públicos: poemas garabateados en los lavabos del juzgado, pequeños fetiches abandonados en parques y restaurantes, arte en fotocopias bajo el limpiaparabrisas de los coches aparcados, consignas en grandes caracteres pegadas por las paredes de los patios de recreo, cartas anónimas enviadas a destinatarios conocidos o al azar (fraude postal), retransmisiones piratas de radio, cemento fresco...

La reacción o el choque estético provocados por el terrorismo poético en la audiencia han de ser al menos tan intensos como la agitación propia del terror -asco penetrante, excitación sexual, asombro supersticioso, angustia dadaesca, una ruptura intuitiva repentina- no importa si el terrorismo poético va dirigido a una sola o a muchas personas, no importa si va "firmado" o es anónimo, si no transforma la vida de alguien (aparte de la del artista) es que no funciona.

El terrorismo poético es un acto en un Teatro de la Crueldad que no tiene ni escenario, ni filas ni asientos, ni localidades, ni paredes. Con objeto de que funcione en absoluto, el terrorismo poético debe desvincularse categóricamente de toda estructura convencional del consumo del arte (galerías, publicaciones, media). Incluso las tácticas de guerrilla situacionistas de teatro callejero resultan ya demasiado conocidas y previsibles.

Una seducción exquisita -conducida no sólo por la causa de la mutua satisfacción sino también como acto consciente en una vida deliberadamente bella- puede ser el terrorismo poético definitivo. El terrorista poético se comporta como un estafador cuyo objetivo no es el dinero, sino el cambio. No hagas terrorismo poético para otros artistas, hazlo para gente que no repare (al menos por un momento) en que lo que has hecho es arte. Evita las categorías artísticas reconocibles, evita la política, no te quedes a discutir, no seas sentimental; se implacable, arriésgate, practica el vandalismo sólo en lo que ha de ser desfigurado, haz algo que los niños puedan recordar toda la vida -pero no seas espontáneo a menos que la musa de terrorismo poético te posea-.

Vístete. Deja un nombre falso. Se legendario. El mejor terrorismo poético está contra la ley, pero que no te pillen. Arte como crimen; crimen como arte.



El Sabotaje del Arte.


El sabotaje del arte busca ser perfectamente ejemplar y a un tiempo retener cierto elemento de opacidad -no propaganda sino choque estético- terriblemente directo pero sutilmente angulado también; acción-como-metáfora.

El sabotaje del arte es la cara oculta del terrorismo poético --creación-a-través-de-la-destrucción-- pero no ha de servir a partido alguno, ni al nihilismo, ni siquiera al arte mismo. Tal como al desterrar las ilusiones se intensifican los sentidos, así la demolición de la plaga estética dulcifica el aire del mundo del discurso, del otro. El sabotaje del arte sólo sirve a la conciencia, a la atención, a la vigilia.

El sabotaje del arte va más allá de la paranoia, más allá de la desconstrucción -la crítica definitiva- ataque físico al arte ofensivo -jihad estética-. La mínima mancha de mezquino ego-ísmo o incluso de gusto personal contamina su pureza y menoscaba su fuerza. El sabotaje del arte no puede nunca buscar el poder, sólo puede liberarlo.

Las obras de arte individuales (incluso las peores) son en gran medida irrelevantes. El sabotaje del arte busca dañar aquellas instituciones que se sirven del arte para limitar la conciencia y enriquecerse con castillos en el aire. Este o aquél poeta o pintor no ha de ser condenado por una falta de visión, pero las ideas malignas sí que pueden ser asaltadas a través de los artefactos que generan. El muzak está diseñado para hipnotizar y controlar, su maquinaria bien puede ser destrozada.

Quemas públicas de libros ¿por qué han de ser fachas y funcionarios de aduanas los que monopolicen esta arma? Novelas sobre niños poseídos por el diablo; la lista de libros más vendidos del New York Times; panfletos feministas contra la pornografía; libros de texto (especialmente ciencias sociales, civismo, salud); pilas de El Tiempo, El Mundo y otros periódicos de supermercado; recortes seleccionados de editoriales cristianas; unas cuantas novelas rosa. Atmósfera festiva, botellas de vino y canutos rulando en una clara tarde de otoño.

Tirar el dinero en La Bolsa fue una forma de terrorismo poético bastante oportuna, pero destruir el dinero hubiera sido un buen sabotaje del arte. Ocupar retransmisiones de TV y difundir unos minutos pirateados de incendiario arte caótico constituiría una hazaña del terrorismo poético; pero simplemente volar la torre de transmisiones sería un sabotaje del arte perfectamente adecuado. Si ciertas galerías y museos se merecen un ocasional ladrillazo en los cristales -no destrucción, sino un pescozón a la complacencia- entonces ¿qué pasa con los bancos? Las galerías convierten la belleza en mercancía pero los bancos transmutan la imaginación en heces y en deuda. ¿No ganaría el mundo un grado de belleza con cada banco que se pudiera hacer temblar... o caer? ¿pero de qué manera? El sabotaje del arte debería seguramente mantenerse alejado de la política (es tan indigesta...) pero no de los bancos.

No hagas piquetes; practica el vandalismo. No protestes; desfigura. Cuando la fealdad, el diseño pobre y el derroche estúpido te son forzados, vuélvete Ludita, mete el zapato en la rueda, contraataca. Destroza los símbolos del Imperio en nombre de nada sino del anhelo de gracia del corazón.

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