(Extraído de CAOS: Los Pasquines del Anarquismo Ontológico, 1985)
Terrorismo Poético.
Bailes inverosímiles en cajeros automáticos nocturnos. Despliegues
pirotécnicos ilegales. Land art, obras terrestres como extraños artefactos
alienígenas desperdigados por los parques naturales. Allana moradas pero en vez
de robar, deja objetos poético-terroristas. Secuestra a alguien y hazlo feliz.
Elige a alguien al azar y convéncele de ser el heredero de una inmensa, inútil
y asombrosa fortuna -digamos 5000 hectáreas en la Antártida, o un viejo
elefante de circo, o un orfanato en Bombay, o una colección de manuscritos
alquímicos-. Al final terminará por darse cuenta de que por unos momentos ha creído
en algo extraordinario, y se verá quizás conducido a buscar como resultado una
forma más intensa de existencia. Instala placas conmemorativas de latón en
lugares (públicos y privados) en los que has experimentado una revelación o has
tenido una experiencia sexual particularmente gratificante, etc.
Ve desnudo como un signo.
Convoca una huelga en tu escuela
o lugar de trabajo sobre las bases de que no satisfacen tus necesidades de
indolencia y belleza espiritual.
El arte del graffiti prestó
cierta gracia a los laidos subterráneos del metro, y a los rígidos monumentos
públicos; el terrorismo poético también puede ser creado para lugares públicos:
poemas garabateados en los lavabos del juzgado, pequeños fetiches abandonados
en parques y restaurantes, arte en fotocopias bajo el limpiaparabrisas de los
coches aparcados, consignas en grandes caracteres pegadas por las paredes de
los patios de recreo, cartas anónimas enviadas a destinatarios conocidos o al
azar (fraude postal), retransmisiones piratas de radio, cemento fresco...
La reacción o el choque estético
provocados por el terrorismo poético en la audiencia han de ser al menos tan
intensos como la agitación propia del terror -asco penetrante, excitación
sexual, asombro supersticioso, angustia dadaesca, una ruptura intuitiva
repentina- no importa si el terrorismo poético va dirigido a una sola o a
muchas personas, no importa si va "firmado" o es anónimo, si no
transforma la vida de alguien (aparte de la del artista) es que no funciona.
El terrorismo poético es un acto
en un Teatro de la Crueldad que no tiene ni escenario, ni filas ni asientos, ni
localidades, ni paredes. Con objeto de que funcione en absoluto, el terrorismo
poético debe desvincularse categóricamente de toda estructura convencional del consumo
del arte (galerías, publicaciones, media). Incluso las tácticas de guerrilla
situacionistas de teatro callejero resultan ya demasiado conocidas y
previsibles.
Una seducción exquisita
-conducida no sólo por la causa de la mutua satisfacción sino también como acto
consciente en una vida deliberadamente bella- puede ser el terrorismo poético
definitivo. El terrorista poético se comporta como un estafador cuyo objetivo
no es el dinero, sino el cambio. No hagas terrorismo poético para otros
artistas, hazlo para gente que no repare (al menos por un momento) en que lo
que has hecho es arte. Evita las categorías artísticas reconocibles, evita la
política, no te quedes a discutir, no seas sentimental; se implacable,
arriésgate, practica el vandalismo sólo en lo que ha de ser desfigurado, haz
algo que los niños puedan recordar toda la vida -pero no seas espontáneo a
menos que la musa de terrorismo poético te posea-.
Vístete. Deja un nombre falso. Se
legendario. El mejor terrorismo poético está contra la ley, pero que no te
pillen. Arte como crimen; crimen como arte.
El Sabotaje del Arte.
El sabotaje del arte busca ser
perfectamente ejemplar y a un tiempo retener cierto elemento de opacidad -no
propaganda sino choque estético- terriblemente directo pero sutilmente angulado
también; acción-como-metáfora.
El sabotaje del arte es la cara
oculta del terrorismo poético --creación-a-través-de-la-destrucción-- pero no
ha de servir a partido alguno, ni al nihilismo, ni siquiera al arte mismo. Tal
como al desterrar las ilusiones se intensifican los sentidos, así la demolición
de la plaga estética dulcifica el aire del mundo del discurso, del otro. El
sabotaje del arte sólo sirve a la conciencia, a la atención, a la vigilia.
El sabotaje del arte va más allá
de la paranoia, más allá de la desconstrucción -la crítica definitiva- ataque
físico al arte ofensivo -jihad estética-. La mínima mancha de mezquino ego-ísmo
o incluso de gusto personal contamina su pureza y menoscaba su fuerza. El
sabotaje del arte no puede nunca buscar el poder, sólo puede liberarlo.
Las obras de arte individuales
(incluso las peores) son en gran medida irrelevantes. El sabotaje del arte
busca dañar aquellas instituciones que se sirven del arte para limitar la
conciencia y enriquecerse con castillos en el aire. Este o aquél poeta o pintor
no ha de ser condenado por una falta de visión, pero las ideas malignas sí que
pueden ser asaltadas a través de los artefactos que generan. El muzak está
diseñado para hipnotizar y controlar, su maquinaria bien puede ser destrozada.
Quemas públicas de libros ¿por
qué han de ser fachas y funcionarios de aduanas los que monopolicen esta arma?
Novelas sobre niños poseídos por el diablo; la lista de libros más vendidos del
New York Times; panfletos feministas contra la pornografía; libros de texto
(especialmente ciencias sociales, civismo, salud); pilas de El Tiempo, El Mundo
y otros periódicos de supermercado; recortes seleccionados de editoriales
cristianas; unas cuantas novelas rosa. Atmósfera festiva, botellas de vino y
canutos rulando en una clara tarde de otoño.
Tirar el dinero en La Bolsa fue
una forma de terrorismo poético bastante oportuna, pero destruir el dinero
hubiera sido un buen sabotaje del arte. Ocupar retransmisiones de TV y difundir
unos minutos pirateados de incendiario arte caótico constituiría una hazaña del
terrorismo poético; pero simplemente volar la torre de transmisiones sería un
sabotaje del arte perfectamente adecuado. Si ciertas galerías y museos se
merecen un ocasional ladrillazo en los cristales -no destrucción, sino un
pescozón a la complacencia- entonces ¿qué pasa con los bancos? Las galerías
convierten la belleza en mercancía pero los bancos transmutan la imaginación en
heces y en deuda. ¿No ganaría el mundo un grado de belleza con cada banco que
se pudiera hacer temblar... o caer? ¿pero de qué manera? El sabotaje del arte
debería seguramente mantenerse alejado de la política (es tan indigesta...) pero
no de los bancos.
No hagas piquetes; practica el
vandalismo. No protestes; desfigura. Cuando la fealdad, el diseño pobre y el
derroche estúpido te son forzados, vuélvete Ludita, mete el zapato en la rueda,
contraataca. Destroza los símbolos del Imperio en nombre de nada sino del
anhelo de gracia del corazón.
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