miércoles, 21 de agosto de 2013

Raúl González Tuñon - Escrito sobre una mesa de Montparnasse.


Una tarde por el ancho rumor de Montparnasse
por ese aire de provincia tan confianzudo y claro
–cada ventana paga su pedazo de sol con una canción-,
anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una canción,
rojo y alegre como una revolución.

Y entonces, pensé: ¿qué haré ahora de mi vida?
Tengo dos amigos, un saxofonista y un vendedor de globos.

Ellos me han dicho: viene el invierno y eso es terrible.
Los gatos se calientan al sol pero un hombre necesita
de la buena lumbre, de la buena carne y de la mujer
siquiera dos veces a la semana.

Algunas mujeres me han detenido en Montmartre
pero me piden cigarrillos y cien francos
y yo solo puedo darles ágiles besos casi inéditos
y hablarles de mi país sin que ellas me comprendan
y decirles que Blanca Luz está en Méjico
sin que ellas me pregunten quién es Blanca Luz.

Una noche bajo la vieja luna de París degollada en los techos
–la luna que alumbra a los enamorados y a los cobardes–
yo vi cómo en un alto balcón
se amaban un muchacho y una muchacha.

Vengo de Buenos Aires, digo a mis amigos desconocidos,
de Buenos Aires que es tres veces más grande que París
y tres veces más pequeña.
Y aunque mi sombrero y mi corbata y mi espíritu canalla
sean productos perfectamente europeos
soy triste y cordial como un legítimo argentino.
Diría: soy un pobre muchacho abandonado aquí
como una valija rotulada en todas las aduanas del mundo
y quisiera irme al Turkestán porque Turkestán es una bonita palabra
y mi amigo Michel Berboff nació en Turkestán.

Pero si yo pudiera llevar a la práctica algo que hace días reflexiono:
¡Ponerme a gritar sobre la Torre Eiffel con afilados gritos
para que venga una mujer y me ame!

¿Conocen ustedes el Neuquén?
Allí hay cabañas de troncos de árboles
y pulperías en donde venden conejillos y libros de Maurice Dekobra.

¿Y Tucumán? En Tucumán solo puede buscarse
la noche en los ojos de sus
mujeres y las guitarras de sonoras y floridas parecen patios.

¿Y Mendoza? En Mendoza los niños saben cantar
porque han nacido al borde de las acequias.

¿Y La Rioja? Yo anduve por ahí adolescente y barbudo como un gitano
y gané una elección con cincuenta pesos y una vaca,
absorto, como Buster Keaton.

¿Y Santa Fe? En Santa Fe viví treinta días en un convento
con ocho frailes franciscanos que iban doblándose hacia el suelo.
Los duendes venían hasta mi cuarto trayéndome briznas de sol
y por la noche se ocultaban en las hornacinas
para hacerles señas a los perros sin dueño y a los viajeros extraviados.

Nosotros tenemos además estaciones abandonadas, pozos de petróleo
y escuelas rurales, como en los cuentos de Bret Harte.

Pero lo que no tenemos es la alegría verdaderamente constante,
la risa verdaderamente pura,
el corazón verdaderamente libre.

Y no se hable de mi corazón.
Yo quisiera
anunciar la función de los circos
dando puñetazos a las estrellas rojas.

Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo
para que rabien los millonarios.

Yo quisiera interrumpir todas las comunicaciones telefónicas
para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí
y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien
una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.

Yo quisiera explotar una bomba, derrocar un gobierno,
hacer una revolución con mis manos amigas del
cristal, de la luz, de la caricia
–destruir todas la tiendas de los burgueses
y todas la academias del mundo–
y hacerme un cinturón bravío de rutas
inverosímiles como Alain Gerbault

para que venga Blanca Luz y me ame.

Ilyá Repin.


Ilyá Repin fue un destacado pintor y escultor ruso del movimiento artístico Peredvízhniki. Sus obras, enmarcadas en el realismo, contienen a menudo una gran profundidad psicológica y exhiben las tensiones del orden social existente. A finales de los años 20 comenzaron a publicarse en la URSS detallados trabajos sobre su obra y alrededor de diez años después fue puesto como ejemplo para ser imitado por los artistas del realismo socialista.

Repin nació en la ciudad de Chugúyev, en la gubernia de Járkov, en el centro de la región histórica de Ucrania Slobodá.

Su padre Yefim era un militar y colono que se dedicaba al cultivo de la tierra, pero estando permanentemente obligado al deber militar. Repin comienza a tener contacto con la pintura como aprendiz a la edad de trece años en el taller de un artista local dedicado a los iconos llamado Iván Bunakov. Igualmente comienza a estudiar la técnica del retrato. En 1866 se trasladó a San Petersburgo e ingresó en la Academia Imperial de las Artes.

Con su primera obra maestra, La resurrección de la hija de Jairo, ganó la medalla de oro de un concurso de la Academia, y con ello una beca para estudiar en Francia y en Italia. Así es como Repin vivió en París, donde recibió la influencia de la pintura impresionista, que tuvo importantes consecuencias sobre su forma de usar la luz y el color. Sin embargo, su estilo continuó siendo más afín al de los maestros de la vieja escuela, especialmente Rembrandt, y nunca llegó a convertirse en un impresionista. A lo largo de su carrera retrató a la gente común, tanto ucraniana como rusa, aunque en sus últimos años también representó en sus obras a miembros de la elite del Imperio Ruso, la intelligentsia, la aristocracia y al propio Emperador Nicolás II.

























Alejandra Menassa - Los Monstruos de la Razón.


Alexandre Cabanel - Eco

Tantas veces quise matarte
o morir.
Hoy estoy apocalíptica,
huelo el final como una presa
y eso me enloquece.
El hedor de la sangre
poblando las arterias.
Esta noche la luna
ha puesto el fulgor
de los lobos en mi mirada,
un abismo rojo como
los precipicios de la carne
y dientes como garras,
encías habitadas por el odio.
Esta noche es un camposanto
donde enterrar la soledad.
No habrá otra erección
que la de los ahorcados,
ni más banquete
que el de las larvas.
Cuando el gusano besa
el vientre de los muertos
lo hace con pasión
indescriptible.
Me ha abandonado el corazón,
su frenético ritmo
de bandada.

Y voy por los rincones
pidiendo, voz en grito
un alma para echarme
a los hombros del olvido.
Ese olor a final, ese olor
me enloquece,
me impele a cometer
atroz asesinato.
Esta página, esta página
en blanco ha muerto
entre mis manos.
Princesa de la noche,
mi manzana perdida,

habita en sus tinieblas.

José Ángel Cuevas - Los alcohólicos de Chile.



A los alcohólicos de Chile / Quién los mató?
                                      Quién los vengará?

sus corazones mitad agua
                       mitad sol / sus corazones

Los alcohólicos de chile lloran
llevan su pedazo de locura pegada al pellejo
vencidos parcialmente por la vida
                                  por la muerte

como los araucanos
no fueron capaces de seguir disparando
                                     tiraron la toalla
(pero no esos alcohólicos frívolos
pintiparados
platudos)

Los que aquí cayeron
la otra sangre derramada
sentados a orillas del camino de la vida y
sin saber nada
movieron los ojos a las nieves eternas

Honor y Gloria a los alcohólicos de chile

                                     Quién los mató?

                                     Quién los vengará?

Raúl González Tuñón - La Libertad.


De pronto entró la Libertad.

La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.

La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.
La Libertad es simplemente
la Libertad.

Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.

Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)

Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.

II

Hay que ser piedra o pura flor o agua,
conocer el secreto violeta de la pólvora,
haber visto morir delante del relámpago,
conocer la importancia del ajo y el espliego,
haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Viva el amor, la vida poderosa,
la muerte creadora de olores penetrantes
y eso porque uno muere y resucita,
la luz sobre los techos de la aurora,
sobre las torres del petróleo,
sobre las azoteas de las parvas,
sobre los mástiles del queso y el vino,
sobre las pirámides del cuero y el pan,
la gente retornando,
una ventana con la bandera en familiar bordado
y la exacta ambulancia, con heridos,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Hay que ser como el puente necesario,
natural como el lirio, como el toro,
saber llegar al fondo del silencio,
al subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay que haber conocido el miedo y el valor,
haber visto una mano que agita una linterna
de noche, hacia el distante nido de la metralla,
hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando, sin embargo, la Libertad querida.

III

De pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.
De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.

¡Ay! Entonces...

Juan-Jacobo Bajarlía - Yo era todos los hombres


¿Quién era yo?
¿Quién era aquél que al amanecer transitaba las calles
         deshilachadas buscando al hombre que juntaba mujeres
         como monedas de oro para desmenuzar?
¿Quién era el dueño de la corrupción que abría caminos en los
         viejos prostíbulos para instalar las oficinas del hambre?
¿Quién, desde lo alto de las paralelas, arrojaba la sal de la muerte
         para sazonar otras vidas que se arrastraban como una
         anfisbena de dos cabezas?
¿Quién era aquél que barajaba hombres como barajas en el juego
         inacabable de la vida y la muerte?
Yo me levanté desde un hospital donde el juego también es a
         morir y vi las camas insomnes donde los enfermos pedían
         por la vida cuando ya estaban muertos.
Yo amanecí sin voz y sin ideas y vi las mesas donde se
         consultaban los pactos con el Diablo.
Y yo vi a los hacedores de vida que intercambiaban palabras con
         pócimas a la espera de que el muerto hablara del milagro
         y luego se durmiera en esa otra vida que no está en la vida.
Corrí por oscuros laberintos donde el dolor festejaba la muerte
         para aplacar el infierno que caía lentamente de un gotero.
Y vi los monstruos del día final filtrados desde las botellitas
         numeradas que yacían al lado de las camas.
Y al Diablo que también caía desde el gotero para festejar
         el triunfo que espera todos los días desde el amanecer.
La vida y la muerte es un juego de cubiletes que el Diablo agita
         con su pulso incandescente.

Yo era entonces todos los hombres.

Rafael Alberti - Nocturno.


Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
escucha que transita solamente la rabia,
en los tuétanos tiembla despabilado el odio
las médulas arde continua la venganza,
palabras entonces no sirven: son palabras.
Balas. Balas.
Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
dolor de papeles que ha de barrer el viento,
tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Balas. Balas.
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
lo que no puede ser imposible, y calla.
Balas. Balas.

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

Miguel Oscar Menassa - La Muerte del Hombre.


Es otra vez de noche
y en general
la casa duerme.

Una voz en la radio
dice últimas palabras.
Me entretengo con el humo
y me ocurren mil fantasías
y ninguna tiene que ver
con recostarme
tranquilamente en la cama
y dormir.

Entre tantos papeles
terminaré siendo un escritor
y fijo mi mirada en la lejanía
y dejo que la historia del hombre
irrumpa
con la violencia de su sino
mi noche.

Enciendo cigarrillos a mansalva
uno detrás de otro como si fueran
centelleantes granadas contra los opresores.

Desde hace millones de años
el hombre vive de rodillas.

Las granadas estallan en mi rostro.

Primitivas presencias
pueblan mi noche de salvajes ritos.

Ceremonias donde la muerte
siempre es una canción
sublime y misteriosa.
Bestias indomables
semejantes al hombre
por la torpeza
de sus movimientos
danzan a mi alrededor
iracundos
silvestres.

En un mal castellano
me dicen que su jefe
quiere charlar conmigo.

Sentado en mi cama escribiendo
pido que dejen de rugir tambores
que cese la danza
que me dejen escribir este poema.

El hombre tiene hambre y sed desde milenios.

Somos ese hombre hambriento y sediento poeta
cantad con nosotros:
Venimos de la Mesopotamia
y del Caribe
y buscando la perfección hemos llegado
hasta los mundos que se esconden
por encima del cielo
y no hemos encontrado nada.

Siempre hay un hombre que tiene hambre.
Siempre hay un hombre que se muere de sed.

Aquí mismo poeta
en tu casa
anidan el opresor y el oprimido.

Sentado sobre mi cama escribiendo
les digo a los salvajes
que ya es noche tarde
que por favor dejen de danzar
que necesito
hundirme entre las letras
mi hambre
mi única sed.

Dejaron de danzar
y el que se destacaba
por su tremenda humanidad
me fulminó con su mirada.

¿Quién es más cruel?
Poeta
¿Quién más salvaje?
El que muere peleando
por un trozo de pan
o el que no muere nunca.
Quién producirá el exterminio
poeta.
Mis armas o tus versos.

Y ahora poeta deja la pluma
echa a andar y piensa.

Sentado sobre mi cama
escribiendo
le digo al salvaje
que no quiero irme de mi pieza
y que siempre supe que pensar
no era necesario y que deseo
es la última vez que se lo digo
seguir escribiendo este poema.

Antes de continuar me detengo
en la inteligencia del salvaje:
habla bien y mientras habla
deja escapar entre las palabras
el aliento
para que todo suene vital
desgarrador.

Yo soy el hombre
grita la bestia encadenada
y tú poeta ¿eres el hombre?
Escribir para quién
dónde los amigos
y dónde los enemigos.

Dime poeta
¿tu canto
necesita del futuro
para ser?
Ese poema que escribes
contra todo
a quién le servirá.

A ver poeta un verso
que me diga ahora mismo
¿qué es el hombre?

Sentado sobre mi cama escribiendo
me doy cuenta
que la inteligencia del salvaje
terminará quemando
todos mis papeles escritos
en esa hoguera
que fueron construyendo
a mi alrededor
sus palabras.

Dejo de escribir
lo miro fijamente a los ojos
y murmuro sus propias palabras
en un solo verso un hombre
en un solo verso un hombre
y me decido a escribir ese verso.

Sostengo con mi mirada
la mirada del salvaje
y con rápidos movimientos
tomo la ametralladora
y disparo varias ráfagas
sobre el cuerpo del salvaje
que con los ojos desorbitados
por el asombro
cae
para morir y desaparecer.

Sentado sobre mi cama escribo ahora
con la seguridad
de quien ha llegado a la cima:

Un poeta asesinó su hombre
para escribir este poema
y eso

es un hombre.