lunes, 20 de octubre de 2014

Charles Baudelaire - Albatros.


Por divertirse, a veces cazan los marineros
albatros, altas aves de los cielos marinos,
que siguen, indolentes y fieles compañeros,
a las naves que surcan los amargos caminos.

Esos reyes del aire, presos en las cubiertas,
apenas si consiguen caminar, y los vemos
arrastrando sus grandes, blancas alas, abiertas,
tímida y torpemente, como si fueran remos.

¡Qué desmañada y débil, alada criatura,
antes bella, y ahora tan ridícula y fea!
El uno, cojeando, remeda su figura;
el otro, con su pipa, el pico le golpea.

El poeta, a ese príncipe de las nubes, que habita
libre en la tempestad, del todo es semejante;
exiliado en la tierra, entre el vulgo que grita,
le impiden caminar sus alas de gigante.

Hermann Hesse - Oda a Hölderlin.


Amigo de mi juventud, a ti regreso agradecido
ciertos atardeceres, cuando entre los saúcos
en el jardín que duerme suena sólo
la fuente susurrante.

Hoy nadie te conoce, amigo mío; en estos tiempos nuevos
muchos se han apartado del encanto tranquilo de la Hélade,
sin oraciones y sin dioses
prosaicamente el pueblo camina sobre el polvo.

Pero para una secreta multitud de absortos entrañables
a los que el dios llenó el alma de anhelos
aún suenan las canciones
de tu arpa divina.

Cansados del trabajo regresamos ansiosos
a la ambrosíaca noche de tu canto,
cuyas flotantes alas nos protegen
con un sueño dorado.

Y cuando nos encanta tu canción más ardiente se enciende,
más dolorosamente arde hacia el país dichoso del pasado
hacia los templos de los griegos
esta nostalgia que jamás termina.

Arthur Rimbaud - Historias.



I

No se puede ser serio con diecisiete años.
En una tarde bella –cañas y limonada,
y cafés bulliciosos con luces deslumbrantes-
vamos por un paseo bajo los verdes tilos.

¡Qué bien huelen los tilos en las tardes de junio!
Es el aire tan dulce, que se cierran los párpados;
el viento, rumoroso –la ciudad no está lejos-,
nos regala perfumes de vid y de cerveza…

II

De pronto, se percibe una cenefa leve
de azul denso en el marco de una pequeña rama,
con una mala estrella, diminuta y blanquísima,
que se funde entre lentos, dulces escalofríos…

¡Una noche de junio, con diecisiete años!
La savia, como el vino, se sube a la cabeza…
Divagamos; sentimos en los labios un beso
que pulula y palpita como una mariposa…

III

El loco corazón robinsonea en sueños,
cuando, bajo la luz de una pálida lámpara,
 pasa una jovencita de aires encantadores,
a la sombra del cuello duro de su papá…

Y ella, como te encuentra inmensamente ingenuo,
hace trotar, alerta, sus pequeños botines,
y con un repentino movimiento se vuelve…
En tus labios entonces mueren las breves arias…

IV

Estás enamorado, y rendido hasta agosto.
Estás enamorado. Tus versos le dan risa.
Tus amigos se van, pues eres de mal gusto.
¡La adorada, una tarde, se ha dignado escribirte…!

Esa tarde… te vuelves al café deslumbrante,
y vuelves a pedir cañas o limonada…
No se puede ser serio con diecisiete años,
yendo por un paseo bajo los verdes tilos.

Stéphane Mallarmé - Azul.


Del azul sempiterno la ironía serena
pesa, indolentemente bella como las flores,
sobre el poeta inerme, que maldice y condena
a su genio, en un árido desierto de dolores.

Con los ojos cerrados, siento cómo taladra
con la profundidad de un cruel remordimiento
mi espíritu vacío. ¿Dónde huir?¿Con qué noche
salvaje cubrir este desolado desprecio?

¡Nieblas, subid! Lanzad monótonas cenizas
con delgados jirones de brumas, en los cielos,
que ahoguen los bancales lívidos del otoño,
y construid un largo y silencioso techo.

Y tú, querido hastío, con los pálidos juncos
y con los limos de las aguas del Leteo,
cuando malignamente lo taladren los pájaros,
ve tapando sus grandes y azules agujeros.

¡Aún más! Que sin descanso las tristes chimeneas
humeen, y el horror de sus negros regueros
una cárcel de hollín forme en el horizonte,
donde se apague y muera el sol amarillento.

-El cielo ha muerto. –Libra de ideal y pecado
a este mártir, que viene a compartir el lecho
donde el feliz rebaño de los hombres dormita,
oh materia -¡a ti voy!-, en el olvido eterno.

Quiero marchar allí, puesto que, al fin, vacío
como un bote de afeites gastado, mi cerebro
no sabe ya adornar la idea sollozante,
hacia una muerte oscura, con lúgubres bostezos.

¡En vano! El azul triunfa, y escucho cómo canta
en las campanas. Oigo, alma mía, su acento.
Del vivo metal sale, en ángelus azules,
para aterrorizarnos con su triunfo perverso.

Rueda por una bruma de siglos, y traspasa
tu nativa agonía con un tajo certero.
¿Dónde huir en la inútil y diabólica afrenta?
¡Azul! ¡Azul! ¡Azul! ¡Azul! Soy un poseso.

Charles Baudelaire - Obsesión.



Me asustáis, grandes bosques, como las catedrales;
como el órgano aulláis; y en nuestros corazones
malditos, donde vibran estertores, se escuchan
los tenebrosos ecos de vuestros De profundis.

Te odio, mar; tus saltos, y tus desasosiegos,
en sí mismo los halla mi espíritu; esa risa
amarga del vencido, con sollozos e insultos,
yo la escucho en la risa gigantesca del mar.

¡Cómo me gustarías, oh noche, sin estrellas,
cuyos destellos hablan conocidos lenguajes!
Pues yo busco el vacío, lo negro y lo desnudo.

Pero son las tinieblas, también, mágicos lienzos
donde viven, a miles, brotando ante mis ojos,
seres desvanecidos de rostros familiares.

Paul Verlaine - Caleidoscopio.



A German Nouveau

En una calle, al fondo de una ciudad de ensueño,

será como sentir lo que ya se ha vivido:
un instante a la vez muy preciso y muy vago…
¡Oh , ese sol que se filtra entre la fina niebla!

¡Oh, ese grito en el mar, esa voz en los bosques!

Será como ignorar el origen de todo:
un lento despertar de las metempsicosis;
las cosas seguirán siendo siempre las mismas

en esta calle, dentro de aquella ciudad mágica

-donde los organillos muelen danzas de noche,
y tienen los cafés gatos en los estantes-,
tal vez atravesada por las bandas de música.

Y será tan fatal que creeremos morir:

con lágrimas que corren dulces por las mejillas,
risas entre sollozos y un estruendo de ruedas,
turbias invocaciones a la vecina muerte,

¡con palabras tan viejas como flores marchitas!

Y llegarán ruidos agrios de bailes públicos,
y campesinas viudas, con cobres en la frente,
cruzarán el gentío de mujeres perdidas
que vagan conversando con horribles zagales
y con viejos sin cejas que el herpes embadurna,
mientras que, a pocos pasos, entre olores de orina,
algunas fiesta pública lanzará sus cohetes.

Será como soñar y despertar a un tiempo,

y volver a dormir y soñar todavía
con las mismas imágenes, en la hierba, en verano,
bajo el soplo irisado de un zumbido de abejas.

viernes, 10 de octubre de 2014

Charles Bukowski - Manual de Combate.


dijeron que Céline era un nazi
dijeron que Pound era un fascista
dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista.
pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón
de fusilamiento
y mataron a Lorca
le dieron electroshocks a Hemingway
(y vos sabés que se pegó un tiro)
y echaron a Villon de la ciudad (París)
y Mayakovsky
desilusionado con el régimen
y luego de una pelea de enamorados,
bueno,
también se pegó un tiro.
Chatterton se tomó veneno de ratas
y funcionó
y algunos dicen que Malcom Lowry se murió
ahogado en su propio vómito
borracho.
Crane se tiró a las hélices
del barco o a los tiburones.

El sol de Harry Crosby era negro.
Berryman prefirió el puente.
Plath no encendió el horno.

Séneca se cortó las muñecas en la
bañera (es la mejor manera:
en agua tibia)
Thomas y Behan se emborracharon
hasta morir y
hay muchos más.
¿y vos querés ser un
escritor?

Es esa clase de guerra:
la creación mata,
muchos se vuelven locos,
algunos pierden el rumbo y
no lo pueden hacer
nunca más.
algunos pocos llegan a viejo.
algunos pocos hacen plata.
algunos se mueren de hambre (como Vallejo).
es esa clase de guerra:
bajas por todas partes.

está bien, adelante
hacelo
pero cuando te ataquen
por el lado que no ves
no me vengas con
remordimientos.

ahora me voy a fumar un cigarrillo
en la bañera
y luego me voy a ir a
dormir.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Enrique Lihn - Animita de éxito.


Me he convertido en una animita de éxito
entre los camioneros y sus familias
Una casita de la muerte iluminada a vela, piadosamente;
a diario con flores frescas a sus pies
Me he convertido en un actor que va a morir, pero de verdad, en el último acto
en un afamado equilibrista sin red que baila noche a noche sobre la cuerda floja
El teléfono suena constantemente en mi camarín.
No me pueden llamar para derogar mi aparición en escena
lo hacen sólo para pedirme que les reserve entradas aunque sea para el tercer acto
Tinguirinea gente cercana a mi corazón ahora vacío pero no indiferente
y gente que estuvo a miles de kilómetros de él
estos últimos para reconciliarse con Jesús, su paralítico, a pito de mí
para obtener la absolución en el último momento
Par délicatesse voy a perder con lo que me queda de vida
la alegría de morir, recibiendo a esos jetones

La muerte es un éxito de público
Basta con doce personas
No quiero a nadie más en la platea

Hermann Hesse - El Poeta.


Para mí, el solitario, sólo para mí
brillan las innumerables estrellas de la noche,
la fuente de piedra susurra su mágica canción,
y sólo para mí, para mí, el solitario,
surcan las sombras coloreadas
igual que nubes que deambulasen como sueño sobre el paisaje.
No un hogar ni un sembrado,
ni bosque o profesión me fueron concedidos,
mío es tan sólo lo que no tiene dueño,
el arroyo que cae tras el velado bosque,
mío el fecundo mar,
mío el gorjeo de los niños que juegan,
el dolor y las lágrimas del enamorado solitario en el atardecer.
Míos también los templos de los dioses,
el venerable bosque del pasado.
Y no es menos mi patria en el futuro
la iluminada bóveda celeste:
Mi alma alza el vuelo a veces con nostalgia
para ver el futuro dichoso de los hombres,
para ver el amor, vencedor de la ley, amor de pueblo a pueblo.
Vuelvo a encontrarme a todos, cambiados con nobleza:
al rey, al campesino, al comerciante, al laborioso pueblo de los marineros,
al jardinero y al pastor, todos, agradecidos,
celebran la universal fiesta del futuro.
Sólo falta el poeta,
él, testigo solitario,
portador del anhelo del hombre y su pálida imagen,
pues que el futuro, el mundo consumado
no necesitan más. Sobre su tumba
muchas coronas se marchitan,
pero ni rastro ya de su recuerdo.

Charles Bukowski - Un apunte sobre poesía moderna.


La poesía ha recorrido un largo camino, aunque muy lentamente;
no eres tan viejo como yo
y recuerdo haber leído
revistas en las que al final de un poema
ponían:
París, 1928.
por lo visto, eso cambiaba la
cosa, de manera que quienes podían permitírselo
(y algunos que no podían)
se iban a
PARÍS
y escribían.

también soy lo bastante viejo como para recordar cuando los poemas
hacían referencias a los dioses
griegos y romanos.
si no eras ducho en dioses no eras muy buen
escritor.
además, si no eras capaz de collar un verso en
español, francés o
italiano,
con toda certeza no eras un escritor
muy bueno.

hace 5 o 6 décadas,
tal vez 7,
algunos poetas empezaron a usar
“yo” en vez de “Yo”
o
“&” en vez de “y”.
muchos siguen usando el “yo”
con minúscula y muchos más siguen usando el
“&”
convencidos de que resulta
poéticamente muy efectivo y
moderno.

asimismo, la noción más antigua aún en boga en
que si no puedes entender un poema entonces
casi con toda certeza es
bueno.

la poesía sigue avanzando lentamente, supongo,
y cuando un mecánico de coches cualquiera
empiece a llevar libros de poesía para leer
a la hora del almuerzo
entonces sabremos que estamos avanzando en
la dirección
adecuada.

&
de eso
yo
estoy seguro.

Enrique Lihn - Todavía aleteo.


de Diario de Muerte.

Todavía aleteo
con el pescuezo torcido y las alas en desorden
no se congreguen a mi alrededor como si yo fuera en su restaurant
El pirata suizo

Hay manos que me torturan al hacerme una atención
hay bocas que repiten su disco grabado en la tierra
Hay pies a partir de los cuales se alzan figuras aterradoras
Déjenme acabarme en mi ley
no en la de les hommes des équipages.

Hermann Hesse - El Lobo Estepario.


Yo, lobo estepario, troto y troto,
la nieve cubre el mundo,
el cuervo aletea desde el abedul,
pero una liebre nunca, nunca un ciervo.
¡Amo tanto los ciervos!
¡Ah, sí encontrase alguno!
Lo apresaría entre mis dientes y mis patas,
eso es lo más hermoso que imagino.
Para los afectivos tendría buen corazón,
devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles,
bebería hasta hartarme de su sangre rojiza,
y luego aullaría toda la noche, solitario.
Hasta con una liebre me conformaría.
El sabor de su cálida carne es tan dulce de noche.
¿Acaso todo, todo lo que pueda alegrar
una pizca la vida está lejos de mí?
El pelo de mi rabo tiene ya un color gris,
apenas puedo ver con cierta claridad,
y hace años que murió mi compañera.
ahora troto y sueño con los ciervos,
troto y sueño con liebres,
oigo soplar el viento en noches invernales,
calmo con nieve mi garganta ardiente,

llevo al diablo hasta mi pobre alma.

Marcial.


Traducido por Ernesto Cardenal

Los que leéis macabras historias de Edipo y Tiestes,
y Cólquidas, y Escilas, y sólo cuentos de horror:
¿qué interés encontráis en el rapto de Hilas,
o en Partenópeo, o Atis, o el Durmiente Endimión,
o Hermafrodita indiferente al Agua enamorada?
¿por qué gozáis con viejas chismografías mitológicas?
Leed esto que la Vida puede reclamar como suyo.
Aquí no hay ni Centauros, ni Gorgonas, ni Harpías.
Mi poesía está hecha de seres humanos.
¡Pero tú no quieres conocer la vida, Mamurra,
ni conocerte a ti. Lee los Orígenes de Calímaco!

***

“¿Cómo explico que los vivos no tengan fama
y pocos lectores amen su propio tiempo?”
Es ya costumbre tradicional de la envidia, Régulo:
preferir siempre los antiguos a los actuales.
Preguntamos por la sombría columnata de Pompeyo.
Los viejos suspiran por sus templos ruinosos.
Lees a Ennio, oh Roma, y ahí anda vivo el Virgilio;
sus contemporáneos se rieron de Homero;
pocas veces los teatros aplaudieron a Menandro;
a Ovidio solamente lo conoció su Corina.
Sin embargo, no tengáis prisa, mis libritos:
si la fama viene con la muerte, no me apresuro.

***

“Cinco libros son bastante, y seis o siete
demasiado ¿no te parece, mi musita loca?
Más fama de la que tengo ya no puedo tener.
Mis gastadas ediciones están en todas partes.
Y cuando ya no exista el mausoleo de Messala,
y los mármoles de Licinio sean polvo,
labios me leerán, y extranjeros que no conozco
traducirán estos versos en su patria”.
Dije –y la novena hermanita de las musas,
Talía, la musa del epigrama, me contestó:
“¿Quieres renunciar, tonto, a la frivolidad?
¿En qué otra cosa mejor ocuparás tu ocio?
¿Deseas cambiar por coturnos tus zapatos,
o cantar a la Guerra en sonoros hexámetros
para que te dicte en clase un profesor pedante
y aburras a la adolescente alta y al muchacho?
Deja esos temas a los poetas pesados y clásicos
encorvados hasta medianoche bajo su lámpara.
Pero tú escribe con humor tu poesía romana,
y que la Vida se encuentre retratada en ella.
Porque no importa cantar con una débil flauta
si esa flauta se impone a las trompetas
de muchos”.

martes, 7 de octubre de 2014

Helvert Barrabás - Archimboldi.




Eric Lacombe



A Roberto Bolaño y su obra inacabable


Me consagro a la disciplina magistral del abandono
Y conformo un homenaje al germánico acuoso

 Grandes zancadas configuran tu camino temblado
Y tus cabellos son un trozo de sol en las estepas escandinavas

De madre tuerta y padre cojo eres la configuración de lo truncado
Y la literatura llega a ti como un domingo a las iglesias

Nos recuerdas a Rimbaud, grandullón prusiano
Desvariando a las orillas del Dniéper

Hombre solo y vida honesta
Rehúyes de los galardones y las medallas

El tonto aplauso te provoca bostezos
Y la formalidad te parece una aberración

Hans Reiter observando el gélido y muerto cielo de Los Alpes:
Tu figura es la iconografía del hombre libre

Viajero infatigable
Has roto el timón y las ataduras

Has optado por una vida distanciada de lo pomposo
Y te sumerges en los dédalos de la existencia desarraigada

Académicos escarban tus libros
Mientras tú acudes a un encuentro con la vida

Te extravías en los desiertos inconclusos de Sonora
Para jamás dejarte ver

Bajo el tórrido Sol confeccionas tu próximo incendio
Y desgajas las tardes en pensiones miserables

La vida te da patadas y las soportas como un gallardo
En aquel manantial de vejámenes y matanzas

Endebles animitas desparramadas y desteñidas se apiñan alrededor de los caminos:
El olor a sexo muerto cubre todo el polvo del desierto

Tu silueta se desvanece entre cadáveres
Y tequila “Los Suicidas”

Y sucumbes junto a la pluma de quién te retrato

miércoles, 1 de octubre de 2014

Jean Genet - El Condenado a Muerte.


El viento que en los patios arrastra un corazón;
Un ángel que solloza suspendido de un árbol,
La columna de azul a la que envuelve el mármol
Alumbran en mi noche salidas de emergencia.

Un pájaro que muere y el sabor a ceniza,
El recuerdo de un ojo dormido sobre el muro
Y el dolorido puño que amenaza el azul
Al cuenco de mis manos hacen bajar tu rostro.

Ese rostro más duro y grácil que una máscara,
Más grávido en mi palma que en los dedos del caco
La joya que se embolsa, anegado está en llanto.
Es feroz y es sombrío y el laurel lo corona.

Es severo tu rostro como el de un monje griego.
Trémulo permanece en mis manos cerradas.
De una muerta es tu boca y allí rosas tus ojos,
Y tu nariz, quizás, el pico de un arcángel.

La refulgente helada de un perverso pudor
Que empolvó tus cabellos de astros de limpio acero,
Que coronó tu frente de espinas de rosal,
¿Qué revés la fundió cuando tu rostro canta?

¿Qué fatalidad, di, centellea en tu mirada
Con despecho tan alto, que el más cruel dolor,
Visible y descompuesto orna tu bella boca
Pese a tu llanto helado, de una sonrisa fúnebre?

No cantes esta noche “Les costauds de la lune”.
Sé más bien, chaval de oro, princesa de una torre
Que sueña melancólica en nuestro pobre amor;
O pálido grumete que vigila en la cofa

Y a la tarde desciende y canta sobre el puente
Entre los marineros, destocados y humildes,
El "Ave María Stella". Cada marino blande
Su verga palpitante en la pícara mano.

Y para atravesarte, grumete del azar,
Bajo el calzón se empalman los fuertes marineros.
Amor mío, amor mío, ¿Podrás robar las llaves
Que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles?

Desde allí siembras, regio, blancos encantamientos,
Copos sobre mis páginas, en mi muda prisión:
Lo espantoso, los muertos en sus flores violetas,
La parca con sus gallos, sus espectros de amantes.

Con sofocados pasos cruza en ronda la guardia.
En mis ojos vacíos tu recuerdo reposa.
Puede ser que se evada atravesando el techo.
Se habla de la Guyana como una tierra cálida.

¡Oh el dulzor de la cárcel lejana e imposible!
¡Oh el indolente cielo, el mar y las palmeras,
Las límpidas mañanas, los crepúsculos calmos,
Las cabezas rapadas, las pieles de satén!

Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,
Enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
Entre sus muslos de oro, en su cálido vientre.

Un macho deslumbrante tallado en un arcángel
Se excita al ver los ramos de clavel y jazmín
Que llevarán temblando tus manos luminosas,
Sobre su augusto flanco que tu abrazo estremece.

¡Oh tristeza en mi boca! ¡Amargura inflamando
mi pobre corazón! ¡Mis fragantes amores,
Ya os alejáis de mi! ¡Adiós, huevos amados!
Sobre mi voz quebrada, ¡adiós minga insolente!

¡No cantes más, chaval, depón ese aire apache!
Intenta ser la joven de luminoso cuello,
O, si el miedo te deja, el melodioso niño,
Muerto en mí mucho antes que el hacha me cercene.

¡Mi bellísimo paje coronado de lilas!
Inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura
Golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
Te relata su gesta entre mil explosiones.

Canta que un día tuvo tu cuerpo y tu semblante,
Tu corazón que nunca herirán las espuelas
De un tosco caballero. ¡Poseer tus rodillas,
Tus manos, tu garganta, tener tu edad, pequeño!

Robar, robar tu cielo salpicado de sangre,
Lograr una obra maestra con muertos cosechados
Por doquier en los prados, los asombrados muertos
De preparar su muerte, su cielo adolescente...

Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo...
Las sombras de tabaco, de prisión, de marinos
Acuden a mi celda, y me tumba y me abraza
Con grávida bragueta un espectro asesino.

La canción que atraviesa un mundo tenebroso
Es el grito de un chulo traído por tu música,
El canto de un ahorcado tieso como una estaca,
La mágica llamada de un randa enamorado.

Un muchacho dormido solicita las boyas
Que no lanza el marino al dormido lunático.
Un niño contra el muro erguido permanece,
Otro duerme encogido con las piernas cruzadas.

Yo maté por los ojos de un bello indiferente
Que nunca comprendió mi contenido amor,
En su góndola negra una ignorada amante,
Bella como un navío y adorándome muerta.

Cuando ya estés dispuesto, alistado en el crimen,
De crueldad embozado, con tus rubios cabellos,
En la cadencia loca y breve de las violas,
Degüella a una heredera tan sólo por placer.

Súbito aparecer de un férreo caballero
Impasible y cruel; pese a la hora, visible
En el gesto impreciso de una vieja que gime.
No tiembles, sobre todo ante sus claros ojos.

Del tan temido cielo de los crímenes
De amor viene este espectro. Niño de las honduras
Nacerán de sus cuerpos extraños esplendores
Y perfumado semen de su verga adorable.

Pétreo, negro granito sobre alfombra de lana,
La mano sobre el flanco, óyelo caminar.
Hacia el sol se dirige su cuerpo sin pecado
Y tranquilo te tiende a orillas de su fuente.

Cada rito de sangre delega en un muchacho
Para que inicie al niño en su primera prueba.
Sosiega tu temor y tu reciente angustia,
Chupa mi duro miembro cual si fuese un helado.

Mordisquea con ternura su roce en tu mejilla,
Besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta
El bulto de mi polla tragado de una vez,
¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!

Adora de rodillas como un tótem sagrado
Mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas
Mi sexo que se rompe, te azota como un arma,
Adora mi bastón que te va a penetrar.

Brinca sobre tus ojos; y tu espíritu enhebra.
Inclina la cabeza y lo verás erguirse.
Notándolo tan noble y tan limpio a los besos
Te postrarás rendido, diciéndole: “¡Madame!”

¡Escúchame, madame! ¡Madame, voy a morir!
¡La casa está embrujada! ¡La prisión vuela y tiembla!
¡Socorro, nos movemos!¡Unidos llévanos
A tu blanca capilla, Dama de la Merced!

Manda venir al sol; que llegue y me consuele.
¡Estrangula a esos gallos! ¡Adormece al verdugo!
Sonríe maligno el día detrás de mi ventana.
Para morir la cárcel es una pobre escuela.

En mi garganta inerme y pura, mi garganta
Que mi mano más suave y formal que una viuda
Roza bajo el tejido sin que tú me conmuevas
Imprime la sonrisa de lobo de tus dientes.

¡Oh ven, sol hermosísimo, ven mi noche, de España,
Acércate a mis ojos que mañana habrán muerto!
Llégate, abre la puerta, aproxima tus manos
Y llévame de aquí rumbo a nuestra aventura.

Despertar puede el cielo, florecer las estrellas,
No suspirar las flores, y, en los prados, la hierba
Recibir el rocío que bebe la mañana,
Sonará la campana: solo yo moriré.

¡Ven, mi cielo de rosa, mi rubio canastillo!
En su noche visita al condenado a muerte.
¡Arráncate la carne, trepa, muerde, asesina,
Pero ven! Tu mejilla apoya en mi cabeza.

Aún no hemos terminado de hablar de nuestro amor,
Aún no hemos acabado de fumar los “gitanes”
Debemos preguntar por qué razón condenan
A un criminal, tan bello, que empalidece el día.

¡Amor, ven a mi boca! ¡Amor, abre tus puertas!
Recorre los pasillos, baja, rápido cruza,
Vuela por la escalera más ágil que un pastor,
Más suspenso en el aire que un vuelo de hojas muertas.

Atraviesa los muros, camina por el borde
De azoteas, de océanos; recúbrete de luz,
Usa de la amenaza, de la plegaria usa,
Pero ven, mi fragata, a una hora del fin.

Se arropan con la aurora los pétreos asesinos
En mi prisión abierta a un rumor de pinares
Que la mecen, sujeta a delgadas maromas
Trenzadas por marinos que dora la mañana.

¿Quién dibuja en el techo la Rosa de los Vientos?
¿Quién en mi casa sueña, al fondo de su Hungría?
¿Qué chaval ha robado en mi podrida paja
Pensando en sus amigos al mismo despertar?

Divaga, ¡oh mi locura!, para mi gozo alumbra
Un lenitivo infierno repleto de soldados
Con el torso desnudo y gualdos pantalones;
Lanza esas densas flores cuyo olor me fulmina.

De cualquier parte arranca las hazañas más locas.
Desnuda a los chiquillos, invéntate torturas,
Mutila a la Belleza, desfigura los rostros
Y ofrece la Guyana como lugar de encuentro.

¡Oh mi viejo Maroni[1]!, ¡Oh Cayena la dulce!
Veo los volcados cuerpos de quince a veinte tacos
En torno al crío rubio que apura las colillas
Que escupen los guardianes entre el musgo y las flores.

Una toba mojada basta para afligirnos.
Solitario y erguido entre yertos helechos
El más joven se apoya en sus lisas caderas
Inmóvil y esperando ser consagrado esposo.

Los viejos asesinos se apiñan para el rito.
En la tarde agachados prenden de un leño seco
Una llama que roba, rápido, el jovencito
Más emotivo y puro que un emotivo pene.

El más duro bandido, de charolados músculos,
Con respeto se inclina ante el frágil mancebo.
Sube la luna al cielo. Una disputa amaina.
Tiemblan los enlutados pliegues de una bandera.

¡Te arropan con tal gracia tus mohines de encaje!
Con un hombro apoyado en la palmera cárdena
Fumas y la humareda desciende a tu garganta
Mientras los galeotes, en danza ritual,

Silenciosos y graves, por riguroso turno
Aspiran de tu boca una pizca fragante,
Una pizca y no dos, del anillo de humo
Que empujas con la lengua. ¡Oh compadre triunfal!

Divinidad terrible, invisible y malvada,
Tú quedas impasible, tenso, de metal claro,
Sólo a ti mismo atento, dispensador fatal
Recogido en las cuerdas de tu crujiente hamaca.

Tu alma delicada los montes atraviesa
Acompañando siempre la milagrosa huida
De aquel que se ha fugado, muerto al fondo del valle
De una bala en el pecho, sin reparar en ti.

Elévate en el aire de la luna, mi vida.
En mi boca derrama el consistente semen
Que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,
A fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.

Junta tu hermoso cuerpo contra el mío que muere
Por darle por el culo a la golfa más tierna.
Sopesando extasiado tus rotundas pelotas
Mi pija de obsidiana te enfila el corazón.

¡Mírala perfilada en su poniente que arde
Y me va a consumir! Me queda poco tiempo,
Llégate si te atreves, surge de tus estanques,
Tus marismas, tu fango donde lanzas burbujas.

¡Oh, quemadme, matadme, almas que yo maté!
Miguel Ángel exhausto, en la vida esculpí,
Más la belleza siempre, Señor, yo la he servido:
Mi vientre, mis rodillas, mis anhelantes manos.

Los gallos del cercado, la alondra mañanera,
Las botellas de leche, una campana al viento,
Pasos sobre la grava, mi celda clara y blanca.
Es alegre el cocuyo en la negra prisión.

¡No tiemblo ya, Señores! Si rueda mi cabeza
En el fondo del cesto con los cabellos blancos,
Mi pija para gozo en tu grácil cadera
O, para más belleza, mi pichón, en tu cuello.

¡Atento! Rey aciago de labios entreabiertos
Accedo a tus jardines de desolada arena
En que inmóvil y erecto, con dos alzados dedos,
Un velo de azul lino recubre tu cabeza.

¡Por un delirio idiota veo tu doble puro!
¡Amor! ¡Canción! ¡Mi reina! ¿Es tu espectro macho
Visto durante el juego de tu pupila pálida
Quien me examina así sobre la cal del muro?

No seas inclemente, deja cantar maitines
A tu alma bohemia; concédeme otro abrazo…
¡Dios mío, voy a palmar sin poder estrujarte
En mi pecho y mi polla otra vez en la vida!

¡Perdóname, Señor, porque fui pecador!
Los lloros de mi voz, mi fiebre, mi aflicción,
El mal de abandonar mi muy amada Francia
¿No bastan, Señor mío, para ir a reposar
Temblando de esperanza

En vuestros dulces brazos, vuestros castillos níveos?
Señor de antros oscuros, sé rezar todavía.
Soy yo, padre, el que un día a gritar prorrumpió:
¡Gloria al más ensalzado, al dios que me protege,
Hermes del blando pies!

Solicito a la muerte la paz, los largos sueños,
Un canto de querubes, sus perfumes y cintas,
Angelotes de lana en tibias hopalandas,
Y aguardo oscuras noches sin soles y sin lunas
Sobre landas inmóviles.

Esta mañana no es la de mi ejecución.
Puedo dormir tranquilo. En el piso de arriba
Mi lindo perezoso, mi perla, mi Jesús
Despierta. Y pegará con su duro chapín
En mi cráneo rapado.

Parece que a mi lado habita un epiléptico.
La prisión duerme en pie entre fúnebres cantos.
Si ven los marineros acercarse los puertos
Mis durmientes huirán a una América otra.

He dedicado este poema a la memoria de mi amigo Maurice Pilorge, cuyo cuerpo y rostro radiante arroban mis noches sin sueño. En espíritu, vuelvo a vivir con él los cuarenta últimos días que pasó, las cadenas en los tobillos y, a veces, en las muñecas, en la celda de condenados a muerte de la prisión de Saint-Brieuc. Los diarios ofenden a sabiendas. Concibieron artículos imbéciles para ilustrar su muerte, que coincidió con la entrada en funciones del verdugo Desfourneaux. Comentando la actitud de Maurice ante la muerte, el diario L'Oeuvre dijo: "Este muchacho hubiera debido tener otro destino".

En pocas palabras, se le envilece. En cuanto a mí, que le conocí y amé, quiero aquí, lo más suavemente posible, con ternura, afirmar que fue digno, por el doble y único esplendor de su alma y su cuerpo, de tener la suerte de una muerte pareja. Cada mañana cuando pasaba de mi celda a la suya para llevarle cigarrillos, gracias a la complicidad de un carcelero, embrujado por su belleza, su juventud y su agonía de Apolo, ya levantado, canturreaba, saludándome así mientras sonreía: "Salud, Jeannot de la mañana".

Originario de Puy-de Dome, conservaba un leve acento de la Auvernia. Los jueces, ofendidos por tanta gracia, estúpidos y a la vez prestigiosos en su papel de parcas, le condenaron a veinte años de trabajos forzados por robos de villas en la costa y, a continuación, porque había matado a su amante Escudero para robarle menos de mil francos, este mismo tribunal condenó a mi amigo Maurice Pilorge a que le cortaran el cuello. Fue ejecutado el 17 de marzo de 1939 en Saint-Brieuc.




[1] Maroni: Río sudamericano, que desemboca en el Atlántico, separando la Guyana francesa del Surinam. (N. del T.)