domingo, 2 de diciembre de 2012

Walt Whitman - Canto a mi mismo.



CANTO A MÍ MISMO
(Song of my self)

Este poema apareció sin título en la primera edición de Leaves  of Grass, “Hojas de Hierba” (1855). Recién llevó el título Song of Myself a partir de la 3º edición (1860). Es el más extenso de los poemas de W. W. y, desde luego, el más característico de todos. Alcanza a 52 estrofas y constituía la parte esencial de la primera edición. El volumen, con sus doce poemas, fue, en parte, compuesto tipográficamente por el mismo poeta. Fueron 94 páginas in-8°El prefacio abarcaba diez páginas sobre dos columnas. Encuadernado en tela verde oscuro, no llevaba mención de autora, salvo la de que todos los derechos estaban reservados por W. W. Tenía un retrato de éste, reproducción del daguerrotipo de 1854, donde se le ve en mangas de camisa, una mano sobre la cadera, la otra en el bolsillo del pantalón y su chambergo ladeado. En el prólogo decía:

“América aguarda la aparición de un poeta que exprese a América la democracia, un poeta más amplio y más profundo que los grandes poetas de las asociaciones religiosas y feudales de otros tiempos.

“El gran poeta es el sacerdote del futuro, el hombre en el cual los otros hombres encontrarán y reconocerán su propio corazón.

 “América carece aún de vida interior, de vida religiosa y familiar, sus mujeres se diluyen en visitas y comadreríos, no son madres de familia...” Una casi total indiferencia en los primeros días, fue seguida por agrias críticas y censuras de todos aquellos que habían recibido los ejemplares enviados por W. W. Parece ser que sólo se vendió un ejemplar.

Nadie se percató en un principio de la trascendencia que en un futuro muy próximo tendría este hermoso libro de un norteamericano vigoroso tanto de cuerpo como de alma. El 21 de julio de aquel año, W. W. tuvo el infinito consuelo de recibir una carta de Emerson, en la que le decía:

“No puedo cerrar los ojos ante el valor de este maravilloso presente que es Hojas de Hierba. Encuentro que es la más extraordinaria obra de intuición y de sabiduría (wit and wisdom) que América ha producido hasta el presente. Me he sentido muy feliz al leerlo, porque su gran fuerza nos hace felices... Encuentro cosas incomparablemente expresadas, tal como deben serlo...” Emerson confirmó su juicio visitando al poeta.

El autor comienza escuchándose y cantándose a sí mismo para enseñar a sus semejantes. Su poesía rehúye el léxico y la métrica comunes, W. W. es el poeta de la vida universal, inagotable e inmortal, pues que la muerte no es más que un aspecto de la vida que sin cesar avanza. ¿Quién es este W. W.? Un cosmos en unión con el cosmos universal, un alba. Nada es pequeño ni despreciable. Los animales, en su inconsciencia, son tan admirables como los hombres. La simpatía del autor alcanza a todos los hombres, particularmente a los que están enfermos, a los inmorales. Esta poesía de simpatía es alentadora y crea una religión que sustituirá a las antiguas: la del trabajo. Por otra parte, W. W. cree que Dios está de manifiesto en la inmensidad temporal y especial, en la integridad del ser, cuerpo y alma, del hombre.

CANTO A MÍ MISMO
(Song of Myself)

1

Yo mismo me celebro y a mí mismo me canto;
Y mis pretensiones serán las tuyas,
Pues que cada átomo mío también te pertenece.

Vago y a mi alma la incito;
Vago y holgazaneo a mi antojo, contemplando la brizna de hierba estival.

Casas y aposentos llenos de perfumes están- las alacenas saturadas de perfumes se hallan;
Aspiro yo mismo la fragancia y, complacido, la reconozco;
El vaho también me amenaza, pero yo no lo tolero.
La atmósfera no es un perfume- no tiene el dejo de la destilación- es inodora;
Ella es para mi boca eternamente. De ella estoy enamorado;
Llegaré a la represa atravesando el bosque y, candoroso, desnudándome,
Enloquecí al sentir su contacto.

Mi lengua, cada átomo de mi sangre, formados de este suelo, de este aire,
Nacido aquí de padres, nacidos aquí de padres también aquí nacidos,
Yo, ahora de treinta y siete años de edad, en perfecta salud, comienzo,
Esperando no cesar más hasta la muerte.
Credos y escuelas a la expectativa,
Retirándome por un momento, teniendo suficiente de lo que ellos son,
pero sin olvidarlos nunca,
Yo ofrezco abrigo para el bien o para el mal,
Yo dejo hablar a todos a la ventura,
La naturaleza desenfrenada con la energía original.

2

El vaho de mi propio aliento;
Ecos, ondas, susurros, raíces del amor, filamentos de seda,
los caprichosos sarmientos y la vid;
Mi respiración y mi inspiración, el latido de mi corazón,
el paso de mi sangre y del aire a través de mis pulmones;
El aroma de las verdes hojas y el de las hojas secas, y el
de la ribera, y el oscuro color de las rocas marinas y
el del heno en el henil;
El sonido de las palabras musitadas por mi voz, palabras
arrojadas a los remolinos del viento;
Unos suaves besos, unos cuantos abrazos, un ceñir de brazos;
El juego de luces y de sombras entre la arboleda cuando la brisa la balancea;
La deleitosa soledad, ya en medio del bullicio callejero, ya
en la inmensidad de los campos y en las laderas de los montes;
La sensación de la salud, los trinos bajo la luna llena,
la canción de mi despertar en el lecho encontrándome con el sol.
¿Has contado alguna vez mil acres? ¿No has calculado que toda la tierra era mucho?
¿Has empleado tanto tiempo para aprender a leer?
¿Te has sentido orgulloso al desentrañar el sentido de los poemas?

Detente este día y esta noche conmigo y alcanzarás el
origen de todos los poemas;
Poseerás lo que es bueno de la tierra y el sol (quedan todavía millones de soles);
No tomes más las cosas procedentes de una segunda o tercera mano, no mires a través de los ojos de la muerte,
no te alimentes con los espectros de los libros;
Tampoco quiero que mires a través de mis ojos, ni que
recibas las cosas de mí;
Escucha las voces procedentes de todos los lados y tamiza
las que hasta ti lleguen.

3

He escuchado lo que los charlatanes decían, la charla del
principio y la del final;
Pero yo no hablo del principio ni del final.
Jamás existió otro comienzo que este de ahora,
Ni más juventud ni vejez que la de hoy;
Y jamás existirá otra perfección que la de ahora,
Ni otro paraíso ni otro infierno que este de hoy.

Impulso, impulso e impulso;
Siempre el creador impulso del mundo.

Más allá de la oscuridad emergen oponiéndose los iguales
-siempre sustancia acrecentándose, siempre sexo;
Siempre una fusión de identidad,
siempre una distinción siempre engendrando la vida.
Elaborar no tiene importancia- sabios o necios lo realizan
por igual.

Firmes en el más sólido convencimiento, aplomados en su
probidad, bien aferrados, abrazados a las vigas,
Recios como potros, amorosos, arrogantes, eléctricos,
Yo y este misterio, henos aquí de pie.

Límpida y amorosa es mi Alma, y limpio y amante es todo
cuanto nada tiene de mi Alma.
Si uno falta, ambos están ausentes, y lo invisible queda
demostrado por lo visible.
Hasta que lo visible se torne invisible y, a su vez, lo
compruebe.

Mostrando lo mejor y, apartándolo de lo peor, el tiempo
hostiga al tiempo;
Conociendo la perfecta fineza y la ecuanimidad de las cosas,
mientras ellos discuten, yo permanezco en silencio, y
voy luego a bañarme y admiro mi propio cuerpo.

Bienvenido sea cada órgano y cada uno de mis atributos,
y también los de todo hombre cordial y puro;
Ni una pulgada, ni la partícula de una pulgada de mi ser,
es vil, y ninguna partícula deja de corresponder con
las restantes.

Estoy satisfecho- Yo veo, bailo, río, canto:
Mientras, el acariciante y amoroso Compañero de lecho
duerme a mi vera durante la noche, y al amanecer se
aleja con furtivos pasos,
Dejándome cestas cubiertas por blancos lienzos,
que regocijan la casa con su abundancia.

¿Diferiré mi aceptación y mi realización,
volveré mis atribuladas miradas
Con objeto de que ellas dejen de contemplar el futuro a
lo largo de la ruta,
Y de inmediato me estimen más o menos en un céntimo,
Exactamente el valor de uno y exactamente el valor de
dos, y hasta cuál es el precio máximo?

4

Curiosos y preguntones me rodean;
Me encuentro entre la gente- Lléganme los recuerdos de
mi temprana vida, o del barrio y de la ciudad donde
viví, o de la nación,
Las recientes fechas, descubrimientos, invenciones, asociaciones,
autores viejos y nuevos,
Mi comida, vestidos, amistades,
cuidados, cumplimientos, deudas,
La real o ficticia indiferencia de algún hombre o mujer amados,
Las dolencias de los míos, o de mí mismo, o las malas
acciones, o la carencia o la pérdida de dinero, o las
depresiones o las exaltaciones;
Batallas, los horrores de la guerra fratricida, la fiebre de
las noticias dudosas, los sucesos inciertos;
Estas cosas hasta mí llegan día y noche,
y luego se apartan de mí,
Pero no constituyen parte de Mí mismo.

Apartado estoy de tirones y empellones;
Permanezco alegre, complacido, compasivo, ocioso, íntegro;
Miro alrededor, erguido, o bien, apoyando un brazo sobre
mi impalpable aunque seguro apoyo,
Mirando, con la cabeza ladeada, en espera de lo que ha de acontecer;
Metido dentro y fuera del juego,
y contemplando maravillado lo que ocurre.

Miro hacia atrás y me veo en lo días en que vagaba a
través de la niebla, acompañado por lingüistas y polemistas;
No tengo burlas ni argumentos- Miro y espero,

5

Creo en tí, alma mía- El otro que soy no debe rebajarse ante ti;
Y tú no debes rebajarte ante el otro.

Acuéstate conmigo sobre la hierba- cállate;
No quiero palabras, ni música, ni ritmos- ni trajes, ni
lecturas, aunque sean lo mejor,
Sólo tu arrullo me agrada, el susurro de tu contenida voz.
Recuerdo cómo una vez que estábamos tendidos, durante
una transparente mañana de verano,
Apoyando tu cabeza de través sobre mis muslos, te volviste
gentilmente hacia mí,
Entreabriendo la camisa sobre mis pechos, hundiste la
lengua hasta mi desnudo corazón,
Y tendiéndote a lo largo de mi cuerpo, a él te adheriste
desde mis barbas hasta los pies.

Rápidamente se irguieron y se esparcieron en torno mío
la paz y la sabiduría, que superan a todos los argumentos de la tierra;
Y sé que la mano de Dios es la promesa de la mía,
Y sé que el espíritu de Dios es hermano del mío,
Y que todos los hombres nacidos son mis hermanos, y las
mujeres mis hermanas y mis amantes,
Y que el germen de la creación es el amor,
Y son incontables los erectos o marchitos tallos que cubren los campos;
Y las oscuras hormigas afanándose debajo de aquellos más tiernos;
Y las musgosas costras que recubren las carcomidas vallas,
los montículos de piedras, el saúco, el gordolobo y el eléboro.

6

Un niño preguntó: “¿Qué es la hierba?”, mostrándoseme
con sus manos colmadas;
¿Qué podía responderle? Yo ignoro, como él, qué es la hierba.
Supongo que debe ser la bandera de mi índole, urdida con
la verde sustancia de la esperanza.

O bien barrunto que es el pañuelo del Señor,
presente abandonado adrede como un recuerdo,
Quizá el nombre del dueño aparece en uno de sus ángulos
para que viéndolo, nos preguntemos: ¿de quién es?
O bien adivino que la hierba misma es un niño, la tierna
criatura nacida de la vegetación.

O sospecho que es un uniforme jeroglífico,
Y que quiere decir: La germinación es igual, tanto en las
zonas amplias como en las zonas estrechas,
Crecimiento entre los negros lo mismo que entre los blancos,
Kanuck, Tuckahoe, Legisladores, Cuff, yo los acojo y los
recibo lo mismo.

Y ahora la hierba me parece que es la hermosa cabellera
intonsa que cubre las sepulturas.
Tiernamente quiero tratarte, rizada hierba;
Quizá eres la traspiración que exhala el pecho de los adolescentes;
Es posible que, de haberlos conocido, yo los hubiera amado;
Quizá provienes de los viejos, de las mujeres, o bien de las
criaturas prematuramente arrancadas del regazo materno;
Y que aquí eres tú el regazo materno.

Esta hierba es demasiado oscura para provenir de las blancas
cabezas de las ancianas madres;
Más oscura que las descoloridas barbas de los ancianos;
Oscura para provenir del borde tiernamente rojo de los labios.

¡Oh! Después de todo, escucho muchas lenguas clamando.
Y me percato también de que no por nada ellas proceden
de lo alto de los labios.

Quisiera poder traducir las alusiones al mancebo muerto y las muchachas,
Y las alusiones al anciano y a las madres, cuyos vástagos
les fueron arrebatados de sus brazos.
¿Qué piensas tú del destino del mancebo y del anciano?
¿Y qué piensas que fue de esas mujeres y de esos niños?
Ellos están vivos y bien en alguna parte;
El retoño más diminuto prueba que, en realidad, no existe la muerte;
Y que, si alguna vez existió fue únicamente para engendrar
vida, que sólo aguardó el final para detenernos,
Y que cesó en el instante mismo de aparecer la vida.

Todo avanza hacia adelante y hacia arriba- nada perece;
Y la muerte es diferente de lo que algunos suponen, y más
venturosa.

7

Como algunos suponen, ¿es venturoso nacer?
Pero yo me apresuro a asegurarles a estos y aquellos que
es cosa tan venturosa como morir, y que esto lo sé muy bien.

Agonizo con el moribundo y nazco con el recién nacido,
y no sólo estoy contenido entre mi sombrero y mis botas;
Y examino múltiples objetos, y no encuentro dos que
iguales, si bien cada uno es bueno;
Buena es la tierra, y las estrellas son buenas y sus satélites son buenos.

Yo no soy la tierra, ni un satélite de este mundo;
Yo soy el camarada y el compañero de todos, justamente,
de todos esos que son tan inmortales e insondables como yo mismo;
(Ellos ignoran cómo son inmortales, pero yo sí lo sé).

Cada especie para sí y para los suyos- para mí la vida, macho y hembra;
Para mí esos que fueron muchachos y que amarán a las mujeres;
Para mí el hombre arrogante y sensible cuando se siente desdeñado;
Para mí la amada y la solterona- para mí las madres y las madres de las madres;
Para mí labios que hayan sonreído, ojos que hayan derramado lágrimas;
Para mí los niños y aquellos que niños engendran.
¡Desnúdate! Ante mí no eres culpable, ni estás gastado,
ni has sido descartado;
Yo veo a través del paño y de la burda tela, quiéraslo o no,
Y permanezco rodeándote, tenaz, empeñoso, infatigable;
y no es posible apartarme.

8

El pequeño duerme en su cuna;
Entreabro el cendal y lo contemplo largo rato, y silencioso
ahuyento las moscas con mi mano.

El mancebo y la doncella de sonrosadas mejillas
trepan hacia la frondosa loma;
Desde la cima los atisbo.
El suicida yace despatarrado
sobre el ensangrentado suelo de la alcoba;
Contemplo el cadáver con su enmarañada cabellera
y observo donde ha caído la pistola.

La charla en la calle, el tedioso ruido de los carros, el sordo
rumor de las suelas de las botas, la conversación de los paseantes;
El pesado ómnibus, el cochero,
ofreciéndose con interrogante ademán,
el golpeteo de los cascos de los caballos
sobre el empedrado;
Los trineos, el tintineo, gritos bromeando,
el juego con las bolas de nieve;
Los “hurrahs” para los favoritos populares,
la furia de la arrebatada multitud;
El paso de la encortinada litera,
con un enfermo en su interior,
rumbo al hospital;
El encuentro de los enemigos, la súbita blasfemia,
los golpes, la caída;
El gentío excitado el polizonte con su estrella, abriéndose
paso hasta el centro del tumulto;
Las impávidas piedras que reciben
y devuelven infinitos ecos;
Gruñidos de los ahítos o aullidos de los hambrientos;
Exclamaciones de preñadas que acuden a sus hogares y
pronto darán a luz;
Clamores que a veces brotan vibrantes y mueren luego
amordazados por el decoro;
Los criminales arrestados; desdenes; adúlteras ofreciéndose;
la aceptación, el rechazo con labios despectivos;
Yo pienso en todas estas cosas,
en su apariencia y en su resonancia;
Llego y me marcho.

9

Las amplias puertas del granero están abiertas y aguardan;
La hierba seca de la última siega colma el carromato
lentamente arrastrado;
La límpida luz juega sobre la tostada alfalfa y denuncia
los brotes aún verdes;
Las brazadas están apiladas ante el henchido pajar.
Yo estoy allí- Yo ayudo- He llegado tendido en lo alto
de la cargada carreta;
He sentido el grato traqueteo- una pierna encima de la otra;
He saltado de través para recoger el trébol y la alfalfa,
Y he caído rodando, hecho un ovillo,
llenos mis enmarañados cabellos de briznas de la paja.

10

Solitario, lejos, cazo en las agrestes montañas,
Vagabundeando, maravillado de mi agilidad y de mi júbilo;
Al atardecer busco un refugio para pasar la noche,
Enciendo una hoguera y aso la pieza recién muerta;
Y me duermo sobre la hojarasca amontonada, con mi perro
y el fusil a mi vera.

El clíper yanqui ha soltado sus velas- corta la espuma y se desliza;
Mis ojos reconocen la costa- me inclino sobre la proa o
gozoso grito desde el puente.

Los barqueros y los pescadores de almejas han madrugado
y se han detenido, aguardándome;
Metí los bajos de mis pantalones dentro de las botas y, a
tiempo, me reuní con ellos:
(Si nos hubieras acompañado hoy habrías
compartido nuestra cazuela de mariscos).

Asistí a la boda de un trampero, al aire libre,
en el Far West- la novia era una piel roja;
Su padre y sus amigos sentados la rodeaban, cruzadas las
piernas y fumando en silencio- calzaban mocasines
y amplias y gruesas mantas pendían de sus hombros;
En la ribera aguardaba el trampero- cubierto enteramente
por las pieles- las frondosas barbas
y los largos cabellos protegían su cuello
-y cogía a su novia por la mano;
Tenía ella largas las pestañas- desnuda la cabeza
- las rústicas trenzas descendían por sus muslos voluptuosos
hasta tocarle los pies.
El esclavo fugitivo llegó hasta mi casa y se detuvo ante la puerta,
Escuché sus movimientos haciendo crujir las ramas secas;
Por la entreabierta puerta de la cocina lo vi vacilante y extenuado,
Acudí hasta el tronco hacia el cual se había encaminado,
lo hice sentar y serenarse,
Luego le alcancé agua y llené un cubo
para que lavara su sudoroso cuerpo y sus magullados pies,
Y le di una alcoba contigua a la mía, y ropas gruesas y limpias,
Recuerdo perfectamente sus azorados ojos mirando a uno y otro lado,
Y recuerdo haber aplicado compresas sobre las lastimaduras
de su cuello y de sus tobillos.
Permaneció una semana conmigo hasta que, ya restablecido,
prosiguió su camino hacia el norte;
(Lo senté a mi lado en la mesa,
y mi fusil estaba apoyado en un rincón).

11

Veintiocho mancebos se bañaban cerca de la ribera;
Veintiocho mancebos, y todos tan camaradas;
Veintiocho años en la vida de una mujer y, todavía, tanta soledad.

Ella posee la hermosa casa que se levanta en lo alto de la costa;
Elegante y ricamente ataviada, espía detrás de las persianas.

¿Cuál de los muchachos le agrada más?
¡Ah! El más rústico de todos es hermoso para ella.
¿Hacia dónde acudes, señora? Porque yo te veo;
Chapoteas con ellos en el agua, y, sin embargo, permaneces
retraída en tu cuarto.

Bailando y riendo, a lo largo de la playa, llega ésta que es
la vigésimo-novena bañista;
Los muchachos, empero, no ven a la dama,
si bien ella los ve y los desea.

Las barbas de los mancebos relucen empapadas, y el agua
chorrea por sus largos cabellos;
Hilillos de agua se deslizan por sus cuerpos.

Una mano invisible se desliza también por encima de sus
cuerpos,
Y temblorosa desciende desde sus sienes
y a lo largo de sus torsos.

Los muchachos nadan de espaldas, los blancos vientres se
entregan al sol, no preguntan quién los abraza;
Ignoran quién suspira y sobre ellos se inclina pendiente y
combada como un arco;
Ni saben a quién salpican cuando se zambullen.

12

El muchacho carnicero se despoja de sus ropas de matadero,
o bien afila su cuchilla en el puesto del mercado;
Yo, que vagabundeo, festejo sus ocurrencias, mientras él
trajina y descuartiza.
Los herreros, tiznados y velludos sus pechos, rodean el yunque;
Cada cual empuña su maza; todos descansan ahora, y el
fuego produce intenso calor.
Desde el portal lleno de escoria y ceniza, contemplo sus
movimientos;
El más leve de sus contorneos armoniza con el movimiento
de sus brazos macizos;
Levantan ahora sus mazas- las ciernen sobre el yunque
y las dejan caer de firme:
No se precipitan, cada cual golpea donde debe.

13

El negro aguanta con firmeza las riendas de sus cuatro
caballos, la caja del carro vacila con el sacudón producido por las cadenas de las varas;
El negro que conduce el carro a través del patio empedrado,
se mantiene firme y erguido, y apoya una de sus
piernas en el pescante;
Su camisa azul descubre el amplio cuello y el pecho, aflojándose sobre su faja;
Serena y altiva su mirada, echa hacia atrás el sombrero
descubriendo la amplia frente;
El sol cae sobre sus crespos cabellos y su mostacho cae
sobre el negro de sus bruñidos y perfectos miembros.

Contemplo al pintoresco gigante, y lo amo- y no sólo en
esto me complazco;
Me marcho también con su atalaje.

En mí la contemplación de la vida constituye siempre un
deleite, y la acaricio insaciable,
esté ella adelante o en pos;
Reverente ante las capillas apartadas
y humildes, sin desdeñar nada ni a nadie;
Absorbiéndolo todo y también está mi canción.

Bueyes que hacéis rechinar yugo y cadena,
o que os detenéis en la sombra, bajo la fronda,
¿qué expresan vuestros ojos?
Me parece que es mucho más que todo cuanto he leído en mi vida.

Mis pisadas, durante mi prolongado y distante vagabundeo,
ahuyentan a los ánades, a los machos y a las hembras;
Levantan el vuelo juntos, trazando lentos círculos en el aire.
Pienso en el propósito de esos vuelos,
Y reconozco el sentido que para mí tiene el plumaje rojo,
amarillo y blanco,
Y considero que el verde y el violeta y la empenachada
cabeza tienen una intención,
Y no digo que la tortuga es indigna puesto que ella jamás
es otra cosa que una tortuga;
Y la corneja, que en el bosque nunca estudió la escala, para
mí trina bastante bien;
Y la mirada de la yegua baya pone en evidencia mi necedad
y la ahuyenta.

14

El ganso salvaje conduce su bandada a través de la noche fría;
Ya.... honk, grita, y su graznido en mí repercute cual una incitación;
(El orgulloso quizá no escuche, pero yo lo oigo atentamente;
Y alcanzo su propósito y su lugar allá en lo alto, en el cielo invernal).
El vivaz y veloz alce norteño,
el gato adormilado sobre el umbral, el vencejo, la aranata,
Las crías de la gruñidora cerda mamando de sus ubres,
La pollada de la pava y ésta con sus alas entreabiertas;
En ellos y en mí yo veo la misma vieja ley.

La presión de mi pie sobre la tierra levanta un centenar de afectos;
Pero éstos desdeñan cuanto hago yo para expresarlos.
Enamorado estoy de todo cuanto germina en el aire libre,
De los hombres que viven entre el ganado, o que saborean
el aire del océano o de los bosques,
De los armadores y de los tripulantes de navíos, y de los
que empuñan hachas y mazos, y de los domadores de potros;
Podría comer y dormir al raso en su compañía durante
semanas y semanas.
Lo vulgar y lo tosco, lo cercano y lo fácil, eso soy yo,
Acudo hacia mi destino y me ofrendo íntegro sabiendo
que siempre he de ganar;
Yo mismo me engalano para entregarme al primero que
quiera tomarme,
Sin preguntarle al cielo si sobre mí descenderá según yo deseo,
Entregándome franca y eternamente.

15

La contralto canta junto al órgano del coro;
El carpintero desbasta su madero- la lengua de su cepillo
silba y deja escapar un loco balbuceo;
Los hijos casados y los que no lo están aún acuden al
hogar para la cena de Pascuas;
El piloto empuña la vara del timón- lo hace con brazo vigoroso;
Erguido en su ballenera, el contramaestre se apresta con la
lanza y el arpón;
El cazador de patos avanza con silenciosos y cautelosos pasos;
El diácono aguarda su ordenación con las manos cruzadas ante el altar;
La hilandera retrocede y avanza siguiendo el compás del susurro de su gran rueda;
El labriego, en el Primero de Año, abandona las varas de
su arado, y cuando pasea, contempla cómo han crecido la avena y el centeno;
El lunático, finalmente, es conducido al asilo, pues su caso
ha sido confirmado;
(Ya no dormirá, como solía hacerlo, en el camastro, en la alcoba de su madre);
El impresor de periódicos con sus grises cabellos y enjutas
mejillas trabaja junto a las cajas,
Da vueltas a su mascada de tabaco, al paso que sus ojos
recorren el borroneado manuscrito;
Los deformados miembros yacen sobre la mesa del cirujano,
Cuando son amputados caen horriblemente en el cubo;
La muchacha cuarterona es vendida en pública subasta
y el borracho cabecea junto a la estufa de la taberna;
El maquinista se remanga la camisa, el policía recorre su
distrito, el portero custodia su portal;
El joven maquinista guía el vagón del expreso (y, aunque
no lo conozco, lo amo);
El mestizo ajusta sus livianas botas para competir en la carrera;
Viejos y jóvenes, apoyándose en sus rifles y otros sentados
en los troncos, se han reunido para la cacería de pavos del Oeste,
Apartándose del grupo, el tirador se aposta y apunta a su pieza;
Los grupos de inmigrantes recién llegados colman el muelle o el malecón;
Mientras los motosos cavan en la plantación azucarera,
El capataz vigila desde su montura;
Suena el clarinete en la sala de baile, los caballeros acuden
a sus parejas, los bailarines se reverencian unos a otros;
El mancebo yace desvelado bajo la techumbre de cedro del
desván, y escucha con atención la música de la lluvia;
Los loberos colocan sus trampas en los arroyos que se vierten en el Hurón;
La indígena, envuelta en su manta ribeteada de amarillo,
ofrece mocasines y bolsas de cuentecillas;
El perito husmea mientras recorre la exposición con sus
ojos entornados, volviéndose hacia uno y otro lado;
En tanto que los marineros amarran el vapor, colocan la
planchada para que desembarquen los pasajeros;
La hermanita menor sostiene la madeja, mientras la mayor
forma un ovillo y se detiene a ratos para deshacer los nudos;
La que cumplió un año de casada, ya se ha repuesto y es feliz,
pues su primogénito acaba de cumplir quince días;
La rubia muchacha yanqui trabaja con su máquina de
coser, o en la hilandería;
La embarazada de nueve meses está en la sala de las parturientas,
su languidez y sus dolores han aumentado;
El empedrador se apoya en su pisón, el repórter vuela sobre
sus cuartillas, el pintor de muestras ejecuta rótulos con
letras azules y doradas;
El muchacho del canal corre a lo largo del camino de sirga,
el contable calcula en su escritorio, el zapatero encera sus cordones;
El director marca el compás a la orquesta, y todos los ejecutantes lo siguen;
El niño recibe el bautismo, el converso formula su primera profesión de fe;
Se aprestan para la regata en la bahía- la carrera ha comenzado-
¡cómo brillan las blancas velas!
Apacienta su rebaño el pastor y grita a los animales cuando
intentan alejarse;
El mercachifle suda agobiado por el fardo de su mercancía
 (y el comprador regatea por unos céntimos);
La cámara y la placa están preparadas, la dama se apresta
para que tomen su daguerrotipo;
La novia desarruga su blanco vestido,
el minutero avanza lentamente;
El fumador de opio reclina su rígida cabeza
y entreabre los labios;
La prostituta pasa arrastrando su chal; su sombrero cae
sobre el vacilante y granujiento cuello;
La gente festeja sus obscenidades;
los hombres se mofan haciéndole guiños;
(¡Miserable! ¡Yo no festejo tus obscenidades ni me burlo de ti!).
El presidente reúne al consejo, lo rodean los grandes secretarios;
En la plaza, cogidas del brazo, pasean tres majestuosas matronas;
La tripulación del pesquero estiba camadas de hipogloso en la bodega;
La gente de Missouri atraviesa las llanuras, arreando sus
ganados y cargando sus bártulos;
Mientras el cobrador recorre el tren anunciándose con el
tintineo de las monedas;
Los carpinteros colocan los entarimados, los techadores
cubren los techos, los albañiles piden el mortero;
En fila, con sus artesas al hombro, avanzan los peones;
Las estaciones se suceden, la indescriptible multitud se
congrega, hoy Cuatro de Julio (¡Qué salvas de artillería
y armas menores!).
Las estaciones se suceden, el labrador ara, siega el segador,
y el grano invernal cae sobre la tierra;
Allá, en los lagos, el pescador de pica mira y aguarda a
través del agujero abierto en la helada superficie;
El pionero hinca profundamente el hacha en los tocones
que inundan la llanura;
Los lancheros hacen alto a la hora del crepúsculo y atracan
con sus gabarras cerca de las plantaciones de algodón
y bajo los castaños;
El rastreador de coones los busca a través de las regiones
del río Colorado o las que baña el Tennesse, o a través
de las del Arkansas;
Brillan las antorchas en las sombras de Chattahoochee o Altamahaw.
Los patriarcas se sientan para cenar con sus hijos y sus
nietos, y los biznietos los rodean;
En chozas de adobes, en tiendas de lona, duermen los tramperos
y cazadores luego de la diaria cacería;
La ciudad duerme, el campo duerme;
Los vivos duermen a su tiempo, los muertos duermen a su tiempo;
El viejo marido duerme a la vera de su esposa, y el joven
esposo duerme con la suya;
Y todos éstos en su fuero interno anhelan venir hacia mí,
y yo en mi fuero exterior quiero acudir hacia ellos;
Y tal cual son ellos, así, más o menos, así soy yo;
Y cada uno de ellos, y de todos, y de mí, brota esta
canción a mí mismo.

16

Soy del anciano y del joven, del necio tanto como del sabio;
Negligente con unos, siempre respetuoso con los otros,
Maternal tanto como paternal, un niño tan bien como un hombre,
La sustancia de que colmado estoy es grosera y la sustancia
de esa sustancia es refinada;
Uno en la Gran Nación, la nación formada por muchas
naciones, donde las más pequeñas valen tanto como las más grandes;
Un sureño tanto como un norteño- un plantador indolente
y hospitalario, junto al Oconee donde vivo;
Un yanqui resuelto a proseguir mi camino,
dispuesto a comerciar, con las articulaciones más flexibles del mundo
y con las articulaciones más sólidas del mundo;
Un kentuikano vagando por el valle del Elkhorn,
enfundado en mis polainas de piel de venado,
un luisiano o georgiano;
Un barquero en lagos y bahía, o al largo de las costasun hoosier,
badger, buckeye (uno de Indiana de Wisconsin, de Ohío);
En mi hogar del Canadá, calzando raquetas para la nieve,
o instalado arriba, en los bosques,
o con los pescadores de Newfoundland (Terranova);
En la flotilla de rompehielos, bordejando con los otros;
En mi hogar, en las colinas de Vermont, o en los bosques
del Maine, o viviendo en un rancho de Texas;
Camarada de los californianos camarada de las gentes
libres del Noroeste (enamorado de sus esbeltas proporciones),
Camarada de los jangaderos y de los carboneros
- camarada de los que estrechan las manos
dando la bienvenida e invitan a comer y beber;
Un aprendiz con los más simples,
un maestro para los más aventajados;
Un novicio principiante,
empero con la experiencia de miriadas de estaciones;
De cada color y de cada casta tengo yo algo, de cada rango
y cada religión;
Un labrador, mecánico, artista, caballero, marino, cuáquero;
Prisionero, iluso, pendenciero, leguleyo, médico, sacerdote;
Resisto cualquier cosa mejor que mi propia diversidad;
Aspiro el aire pero lo dejo en plenitud para los demás,
Y no estoy encaramado, ocupo siempre mi lugar.

(La polilla y las huevas de los peces están en su sitio;
Yo veo los soles brillantes, y aquellos que no alcanzo a
divisar están en su debido lugar;
Lo palpable ocupa su lugar, y lo impalpable está en su sitio.)

17

Estos son realmente los pensamientos de todos los hombres
en todas las edades y en todos los pueblos- no son originalmente míos;
Si ellos no son también tan suyos como míos, no son más que nada, o casi nada;
Si ellos no son el enigma, y la clave del enigma, tampoco son nada;
Si ellos no son tanto lo inmediato, como lo distante, nada son.

Esta es la hierba que brota donde quiera que haya tierra, y agua;
Este es el aire común que baña el globo.

18

Aquí estoy con música ruidosa- con mis clarines y mis tambores,
No sólo ejecuto marchas para las victorias consagradas
yo ejecuto también marchas para los vencidos
y para los asesinados.

¿Habéis oído decir que está bien ganada la jornada?
Yo también digo que es bueno caer- que las batallas se
pierden con el mismo espíritu con que se ganan.
Yo redoblo y repico por los muertos;
Soplo en mi clarín mis notas más vibrantes y más alegres
en loor de todos ellos.

¡Viva por los que cayeron!
¡Y por aquellos cuyas naves guerreras se hundieron en el mar!
¡Y por aquellos mismos que en el mar perecieron!
¡Y por todos los generales vencidos! ¡Y por todos los héroes derrotados!
¡Y por los innúmeros héroes desconocidos, iguales a los
grandes héroes conocidos!

19

Esta es la comida de siempre,
ésta es la carne para el hambre natural;
Es la misma para el malvado tanto como para el justo
yo la dispongo para todos por igual;
Y quiero que nadie sea excluido,
La manceba, el parásito, el ladrón están igualmente invitados;
El esclavo de labios gruesos está invitado,
el sifilítico está invitado;
No habrá distingos entre ellos y el resto.

Esta es la región de una mano vergonzante, éste es el
olor de una flotante cabellera.
Éste es el contacto de mis labios con los tuyos- éste es el
murmurio del deseo;
Éste es el reflejo de las profundidades insondables y el de
las alturas reflejadas en mi rostro;
Éste es el preconcebido anhelo de mezclarme con todos
para huir después..

¿Supones que aliento algún complicado designio?
Bien, lo tengo- como también lo tienen las lluvias durante
el cuarto mes, y lo tiene la mica adherida a las rocas.
¿Me tienes por asombroso?

¿Es asombrosa la luz del día? ¿Lo es la primera estrella
roja que tiembla a través del ramaje?
¿Asombro yo tanto como ella?

Ya es hora de que hable confidencialmente;
Yo no lo haría con cualquiera, pero quiero confiar en ti.

20

¿Quién va allá, ansioso y tosco, místico desnudo?
¿Cómo es posible que extraiga mis fuerzas del buey con
cuya carne me alimento?

En realidad, ¿Qué es un hombre? ¿Qué soy yo? ¿Qué eres tú?

Todo cuanto señalo como mío debes considerarlo tuyo;
De lo contrario pierdes tiempo escuchándome.

No lloriqueo como los que por ahí lloriquean,
Estos meses son vacuos, y la tierra sólo es cieno y suciedad;
Esta vida es un eterno mamar y vender, y nadie subsiste
hasta el final sino raído, apenado y desgarrado.

Sollozos y adulonerías obsecuentes con pólvora destínanse
a los veteranos inválidos- la conformidad para los
parientes de los desaparecidos del Cuatro de julio;
Llevo el sombrero como quiero, dentro o fuera de la casa.

¿Por qué he de orar? ¿Por qué abundaré en reverencias y ceremonias?

Luego de escudriñar a través de los estratos, analizado
hasta un pelo, consultado con los doctores, y calculado atentamente,
Yo he comprobado que lo mejor está en mis propios huesos.

Entre todos me miro a mí mismo- ni más ni menos cual
si fuera un grano de cebada;
Y lo bueno o lo malo que digo de mí, también de ellos
lo digo.

Y sé que soy sólido y puro;
En mí convergen las cosas del universo en su perpetuo fluir;
Todo ha sido escrito para mí, y yo tengo que descifrar lo
que las escrituras significan.

Yo sé que soy inmortal.
Yo sé que la órbita que describo no puede medirse con el
compás del carpintero;
Yo sé que no pasaré como el círculo que en la noche traza
un niño jugando con un tizón encendido.

Yo sé que soy augusto.
Yo no turbo mi espíritu para que se vindique ni para que
lo comprendan;
Yo sé que las leyes elementales no tienen disculpa;
(Después de todo, yo reconozco que no soy más soberbio
que los cimientos sobre los cuales se levanta mi casa).

Existo tal cual soy- esto es suficiente;
Si algún otro en el mundo no se muestra enterado, de ello me alegro;
Y si cada uno y todos están enterados, también me alegro.

Un mundo me contempla, el más inmenso para mí,
y esto soy yo mismo;
Y si llego a mi destino hoy, o dentro de diez mil,
o diez millones de años,
Puedo aceptarlo alegremente o esperar con la misma alegría.

La impronta de mis pies está marcada profundamente en
el granito;
Me río de lo que llamas disolución;
Porque conozco la magnitud del tiempo.

21

Yo soy el poeta del Cuerpo;
Yo soy el poeta del Alma.

Los placeres celestiales están conmigo
y los tormentos infernales también están en mí;
Los primeros, yo los injerto y los hago crecer en mí mismo
- y los segundos los traduzco a una nueva lengua.

Yo soy el poeta de la mujer así como el del hombre;
Y digo que es tan grande ser una mujer como ser un hombre;
Y digo que no hay nada tan grande; como ser madre de hombres.

Yo canto la canción de la expansión y del orgullo;
Nos hemos humillado y hemos impetrado bastante por culpa de ellos;
Y declaro que el tamaño sólo es desarrollo.

¿Has sobrepasado al resto? ¿Eres el Presidente?
Es una bagatela- todos pueden llegar hasta allí, cualquiera
puede lograrlo.

Yo soy el que camina con la tierna y fecunda noche;
Invoco a la tierra y al mar, semiocultos por la noche.

Estréchame contra tu desnudo seno, ¡oh, noche!
-¡Estréchame, noche magnética y sustentadora!
¡Noche de los vientos sureños!
¡Noche de las grandes y raras estrellas!
¡Apacible y adormecida noche!
¡Enloquecida, desnuda noche estival!
Sonríe, ¡oh tierra voluptuosa, con tu fresco aliento!
¡Tierra de los soñolientos y fluidos árboles!
¡Tierra de los moribundos crepúsculos
-tierra de las montañas con sus cumbres hundidas en la bruma!
¡Cristalina tierra bañada por la luna llena con su claridad
lechosa y azulada!
¡Tierra de las luces y sombras moteando la superficie del río!
¡Tierra del límpido gris de las nubes, más límpidas y más
claras para regocijo mío!
¡Tierra de los lejanos y profundos barrancos!
¡Tierra colmada de manzanas en flor!
¡Sonríe, porque aquí está tu amante!

¡Pródiga, tú me has dado amor! ¡Por lo mismo, yo te doy amor!
¡Oh, indecible y apasionado amor!

22

¡Tú, mar! Yo también a ti me entrego- yo barrunto lo
que tú significas;
Contemplo desde la playa tus corvos e incitantes dedos;
Creo que rehúsas retirarte a menos que me acaricies;
Debemos realizar juntos un viaje, me desnudo- apresúrate
a conducirme lejos, hasta que pierda de vista la tierra;
Arrúllame, déjame adormecer sobre los muelles cojines de tus ondas;
Empápame con tu humedad amorosa; puedo restituírtela.

¡Mar de las dilatadas y embravecidas lejanías!
¡Mar del aliento amplio y convulsivo!
¡Mar, sal de la vida!
¡Mar de las tumbas inesperadas siempre abiertas!
¡Cómo gimes y te vuelcas en la tormenta!
¡Caprichoso y fantástico mar!
Yo soy idéntico a ti, tengo igualmente una fase y todas las fases.
Participo del flujo y del reflujo- encomio el odio y la reconciliación;

Soy el testigo de la simpatía;
(¿Haré el inventario de las cosas de la casa
y olvidaré la casa que las contiene?)

No sólo soy el poeta de la bondad,- no declino ser también
el de la perversidad.

Jofainas y navajas para mis pecas y mis greñas.
¿Qué significa esa algarabía sobre la virtud y el vicio?
El mal me impele y la reforma del mal me incita. Pero
permanezco indiferente;
Mi actitud no es ni la del inquisidor ni la del recusante;
Me limito a regar las raíces de todo cuanto crece.

¿Temes que alguna escrofularia brote entre la persistente fecundidad?
¿Crees, acaso, que las leyes celestiales se encuentran aún en
gestación y pueden ser rectificadas?

Examino un platillo de la balanza y el otro platillo de la balanza;
Las endebles doctrinas están sustentadas igualmente como
las doctrinas estables;
Los designios y realidades del presente se hallan despiertos
en los impulsos iniciales.

Este minuto llega hasta mí a través de un pasado secular.
Ninguno mejor que este instante presente.

Que en el pasado te hayas comportado bien, o te portes
bien ahora, es cosa que carece de importancia;
Ahora y siempre, lo maravilloso es que pueda haber un
hombre o villano o infiel.

23

¡Oh, el despliegue interminable de palabras seculares!
Y mi palabra es una palabra moderna, la palabra en-masse.

Palabra de la fe, que jamás engaña;
Hoy y mañana, ella es para mí siempre igual. Yo acepto
el tiempo, absolutamente.

Sólo esta palabra es intachable, sólo ella lo concluye y acepta todo;
Esta mística y desconcertante maravilla todo lo completa ella sola.

Acepto la realidad y no me atrevo a interrogarla;
El materialismo la impregna desde el comienzo hasta el final.
¡Hurra por la ciencia positiva! ¡Qué viva la exacta demostración!
Búscame rodiolas mezcladas con ramas de cedro y de lilas;
Éste el lexicógrafo, éste es el químico, éste hace una
gramática para descifrar las inscripciones de los antiquísimos cartuchos,
Estos marinos llevaron el navío a través de los mares
desconocidos y peligrosos;
Éste es el geólogo, éste trabaja con el escalpelo y éste es el matemático.
¡Señores! para vosotros los honores primeros;
Vuestras acciones son útiles y, empero, no constituyen mi dominio.
(Por ellas yo no hago más que penetrar en un sector de mi dominio).

Aquellos que apelan a las propiedades de ningún modo han
expresado mis palabras.
Sino más bien fueron aquellos que expresan la vida inexpresada,
la libertad y la liberación,
Y que no tienen en cuenta a los neutros y los castrados,
y que favorecen a los hombres y a las mujeres plenamente provistos,
Y que golpean sobre el gong de la rebelión, y se mezclan
con los fugitivos, los complotados y los conspiradores.

24

¡Walt Whitman, yo soy un cosmos, un hijo del pujante
Manhattant!
Turbulento, corpóreo y sensual, glotón, bebedor y procreador;
Nada sentimental, ni por encima de los hombres y las
mujeres, ni de ellos apartado;
No más modesto que inmodesto.

¡Quitad las cerraduras de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
El que el que a otro degrada, a mí me degrada;
Y todo cuanto se hace o se dice, al final, hacia mí vuelve.
A través de mi inspiración crece y se acrecienta, a través
de mí pasa la eléctrica corriente y se mueve la aguja indicadora.

Yo prefiero la pretérita palabra original, entrego el signo
de la democracia;
¡Por Dios! No aceptaré nada que los otros no puedan
obtener en los mismos términos.

A través de mí resuenan las infinitas voces largo tiempo enmudecidas;
Voces de interminables generaciones de prisioneros y de esclavos;
Voces de prostitutas, y de seres deformes;
Voces de enfermos y desesperados, de ladrones y abortos;
Voces de siglos de preparación y acrecentamiento.
Y de los vínculos que ligan a las estrellas, y de las matrices
maternas y de la savia paterna,
Y de los derechos de aquellos a los que los otros pisotean;
De los deformados, triviales, negados, tontos, despreciados,
Vaho en el aire, escarabajos haciendo rodar sus bolas de excremento.

A través de mí las proscriptas voces;
Voces de los sexos y de las concupiscencias, veladas voces
cuyos velos yo aparto;
Voces indecentes, por mis clarificadas y transfiguradas.

Yo no poso los dedos sobre mi boca;
Yo trato con la misma delicadeza tanto a las entrañas
como a la cabeza y el corazón;
La cópula para mí no es más fétida que la muerte.

Creo en la carne y en los apetitos;
Ver, escuchar, tocar, son milagros, y cada parte y cada
apéndice de mi cuerpo también es un milagro.

Divino soy interior y exteriormente,
y santifico todo cuanto toco o a mí me toca;
El olor de mis axilas es un aroma tan exquisito como la plegaria;
Esta cabeza mía vale más que templos, biblias y que todas las creencias.

Si rindo culto a una cosa más que a otra, entiendo que es
a la integridad de mi cuerpo, o a una cualquiera de mis partes.
¡Traslúcida forma mía! ¡Eso serás!
Sombríos ímpetus y pausas, ¡eso serás!
Rígida cuchilla masculina, ¡eso serás!

Todo cuanto puede valorarse, ¡eso serás!
¡Tú, riqueza de mi sangre, lechoso licor, pálido extracto
de mi vida!
Pecho que se estrecha contra otros pechos, ¡eso serás!
Mi cerebro, ¡eso serán tus ocultas circunvoluciones!

Raíz bañada por el iris del agua, temerosa codorniz, nidal
de los dobles huevos custodiados, ¡eso serás!
Enmarañado y crespo heno de la cabeza, barbas y muslos, ¡eso serás!

Savia goteando del arce, filamento del trigo viril, ¡eso serás!
Sol generoso, ¡eso serás!
Vapores iluminando y ensombreciendo mi rostro, ¡eso serás!
Vosotros arroyuelo y rocío de sudor, ¡eso serás!
Vientos cuyos genitales dulcemente juguetones, contra mí
se frotan, ¡eso serás!
Amplios espacios musculares, ramas vivas del roble,
vagabundeo lleno de amor sobre mis sinuosos senderos, ¡eso serás!
Manos que he recogido, rostro que he besado, mortal que
una vez toqué, ¡eso serás!

Estoy enloquecido de mí mismo.
¡Hay tantas cosas en mí y todo es tan delicioso!
Cada instante y todo cuanto acontece me estremece de regocijo.

¡Oh! ¡Soy maravilloso!
No puedo decir cómo se doblan mis tobillos, ni de dónde
proviene mi más insignificante deseo,
Ni la causa de la amistad que de mí emana, ni la causa
de la amistad que a mi vez, recojo.

Cuando llego hasta mi portal, me detengo para considerar
si esto puede ser una realidad;
Un dondiego matinal, en mi ventana, me satisface más que
toda la metafísica que traen los libros.
¡Contemplar la aurora!
La débil claridad ahuyenta las diáfanas e inmensas sombras;
El sabor del aire es grato a mi paladar.

Impulsos del mundo en marcha, ingenuos escarceos,
silencioso brotar, fresca exudación.
Evasivas fugas hacia arriba y hacia abajo.

Algo que no logro distinguir yergue libidinosos dardos;
Oleadas resplandecientes de jugo inundan los cielos.

La tierra sostenida por el cielo, cotidiano término de su conjunción;
El desafío, desde Oriente, se levanta en ese instante sobre mi cabeza;
Y el sarcasmo burlón: ¡Mira si te conviertes en el amo de todo esto!

25

Deslumbrante y tremenda, ¡qué pronto la aparición del sol me mataría
Si yo no lograra, ahora y siempre, expresar la aurora que de mí emana!

Nosotros también nos elevamos deslumbrantes y tremendos como el sol,
Nosotros hemos encontrado nuestro dominio, ¡oh, alma mía!,
en la calma y el frescor de la alborada.

Mi voz alcanza hasta donde mis ojos no distinguen,
Con la vibración de mi lengua circundo mundos y nebulosas de mundos.

La palabra es la hermana gemela de mi visión, ella es
incapaz de medirse;
Ella me incita sin cesar y me dice sarcásticamente:
“Walt, ya tienes bastante, ¿por qué no comienzas a distribuir?”

Entonces yo no me dejaré tentar más;
tú tienes muy en cuenta la expresión.

¿Ignoras, ¡oh, palabra!, cómo bajo tus plantas las yemas se
repliegan sobre sí mismas?
Aguardando en las tinieblas, protegido de la helada;
Retrocediendo el lodo ante mis gritos proféticos;
Me someto a las causas para valorarlas al final;
Mi sabiduría, esto es lo que en mí vive y está de acuerdo
con el sentido de las cosas,
Felicidad (que cualquiera, éste o aquel, parta en busca de este día).

Mi mérito final está en rehusarte, me resisto a apartar de
mí lo que realmente, soy;
Circundo los mundos, pero jamás intento rodearme con ellos;
Simplemente, contemplándote, colmo aquello que tú tienes
de más dulce y mejor.

Escritura o conversación no me manifiestan,
Porque yo llevo en mi rostro expresada la plenitud de mi
manifestación y la de todas las cosas;
Y con el silencio de mis labios confundo enteramente al
escéptico.

26

Ahora yo no haré más que escuchar,
A fin de insertar en mi canto aquello que escuche, para
permitirles a los puros su contribución.

Escucho el cantar sonoro de los pájaros, el murmullo del
trigal creciendo, el parloteo de las llamas, el crepitar
de las astillas en la fogata donde preparo mis alimentos;
Escucho ese son que tanto amo, el sonido de la voz humana;
Escucho todos los sones que juntos corren, combinados,
confundidos, fundidos, persiguiéndose;
Sones de la ciudad y sones de extramuros,
sones del día y de la noche;
Los mancebos que conversan con aquellos que los aman, la
bulliciosa risa de los jornaleros durante su yantar;
Los bajos coléricos de la amistad en fuga,
los débiles quejidos de los enfermos;
El juez con sus manos cruzadas, sobre el estrado,
y sus pálidos labios pronunciando una pena de muerte;
El parloteo de los estibadores que vuelcan la carga sobre
los muelles, el estribillo de los marineros que levan el ancla;
El tañido de las campanas de alarma, el grito de “¡fuego!”,
el rodar de las bombas de incendio pasando a toda
velocidad y los carros conduciendo las lanzas con sus
premonitorios tintineos y sus luces de colores;
El silbato de la locomotora,
el sólido rodar del tren arrastrando sus vagones;
La marcha lenta, ejecutada por la banda,
al frente de la columna de hombres avanzando de a dos en fondo,
(Y que acuden para velar a un cadáver,
con las moharras enlutadas por negro crespón).
Escucho el violoncelo
(que es como el lamento sentimental de un mancebo);
Escucho el cornetín de pistones, que penetra rápidamente en mis oídos,
Suscitando tiernas emociones en mis entrañas y en mi pecho.

Escucho el coro, que es el de una gran ópera;
¡Ah! Esta sí que es música verdadera- he aquí la que me satisface.
Un tenor, grande y fresco, como la creación, me colma;
La flexible curva de sus labios se expande y me llena hasta el borde.

Escucho a la soprano ejercitándose (¿qué es mi trabajo
comparado con el suyo?);
La orquesta me hace girar dentro de una órbita más amplia que la de Urano;
Me arranca ardores que hasta ahora yo ignoraba poseer;
Me transporta cual un navío, y yo, descalzo, chapoteo las
olas que indolentes besan mis pies;
Una granizada violenta y colérica me envuelve, y pierdo mi aliento,
Sumido en el sueño de una morfina que es dulce como la
miel, mi garganta se sofoca en agonías mortales;
Y por fin vuelvo a incorporarme
y percibo el enigma de los enigmas,
Y esto es lo que llamamos Ser.

27

Ser, bajo no importa qué forma, ¿qué significa?
(Damos vueltas y vueltas todos nosotros y siempre caemos allí);
Si otra cosa no hubiera más desarrollada, ésta sería tanto
como la ostra en el interior de su insensible valva.
Mi valva no es insensible,
Ya me adelante o me detenga, en mi persona responden
instantáneos hilos conductores,
Se apoderan de todo objeto y lo conducen sin deformarlo
a través de mí.

Basta que yo me mueva, oprima, palpe con mis dedos, para
que al punto me sienta feliz;
Tocar con mi cuerpo el cuerpo de otro cualquiera, después
de todo, es lo único que puedo tolerar.

28

¿Es esto un contacto?
Trémulo, siento en mí una nueva personalidad,
Llamas y éter se precipitan por mis venas,
Una leve extremidad de mi persona se yergue y arremete
acudiendo en mi ayuda,
Mi carne y mi sangre arrojan rayos para alcanzar aquello
que apenas de mí difiere;
Por todas partes los incitadores lascivos atesan mis miembros,
Estrujando la ubre de mi corazón para extraer las gotas retenidas,
Obrando sobre mí de manera licenciosa, sin tolerar resistencia alguna,
Por la fuerza me arrancan lo mejor que poseo,
Desabotonando mis ropas, reteniéndome por el desnudo talle,
Se deleitan al ver mi confusión en medio de la calma del sol y de los prados,
Apartando sin recato toda aparente sensatez,
Me sobornan para realizar un trueque,
complaciéndose en el roce de mi piel,
Sin consideración ni miramiento alguno para mis fuerzas
que se agotan, o mi malestar;
Apelan al resto del rebaño para que todavía se regocije un instante,
Y luego todos, en un promontorio, reúnense para mofarse de mí.

Los centinelas desertan de todas mis otras partes;
Me dejan inerme ante el sanguinario merodeador;
Acuden todos hacia las alturas para contemplar y precipitar
mi derrota.

Abandonado estoy por los traidores;
Apelo a diestra y siniestra, he perdido mi ánimo, y nadie
es tan traidor como yo;
Fui yo mismo empero, el que primero llegó al promontorio
y mis manos fueron las que me permitieron trepar hasta allí.

¡Oh, vil contacto! ¡Qué haces! Mi aliento se ahoga en su
estrecha garganta,
¡Abre tus compuertas! tú eres demasiado para mí.

29

¡Ciego, amoroso, violento contacto!
¡Sinuoso contacto, embozado, de aguzados dientes!
Entonces, ¿has sufrido tanto al abandonarme?

Despedida que sucede al arribo,
perpetuo pago de un perpetuo préstamo;
Rica deliciosa lluvia torrencial y recompensa aún más deliciosa.
Los retoños, acumulándose, forman racimos,
y se mantienen gracias al sarmiento, prolífico y vital.
Boscajes de máscula esencia, dorados y en plenitud de crecimiento.

30

Todas las verdades aguardan en todas las cosas;
No apresuran su nacimiento y no se resisten;
No necesitan del fórceps obstétrico del cirujano;
Lo insignificante es tan grande como cualquier otra cosa;
(¿Existe algo más insignificante o más importante que un contacto?)

La lógica y los sermones jamás convencen;
El rocío nocturno penetra hondo en mi alma.

Sólo está probado aquello que se prueba a todo hombre y toda mujer;
Sólo lo está aquello que nadie niega.

Un minuto y una gota de mi existencia serenan mi mente,
Creo que las motas de húmeda tierra se convertirán en
enamorados y en lámparas,
Y un compendio de compendios es la carne de un hombre
o de una mujer.
Y que equivale a una cumbre y a una flor del amor de uno por el otro,
Y que de esta lección, sin cesar, emitirán ramas hasta que
ella se torne omnífica.
Y hasta que uno y todos nos regocijen, y hasta que nosotros
los regocijemos.

31

Yo creo que una hoja de hierba no es menos que la diaria
trayectoria de las estrellas,
Y que la hormiga también es tan perfecta, y un grano de
arena, y el huevo del reyezuelo,
Y la reineta es una obra de arte comparada con lo más grande,
Y la zarza trepadiza podría adornar los salones celestiales,
Y la menor articulación de mi mano menosprecia toda mecánica,
Y la vaca que rumia con su cabeza gacha sobrepasa cualquier estatua.
Y una sonrisa es un milagro suficiente como para conmover
a sextrillones de incrédulos.
Yo encuentro incorporados en mi gneis, carbón, músculos
de largos filamentos, frutos, granos, racimos comestibles,
Tengo mi cuerpo todo estucado, con imágenes de cuadrúpedos y pájaros,
Y por buenas razones he distanciado lo que está detrás de mí,
Pero que puede retornar en cuanto yo lo desee.

En vano la fuga o el miedo;
En vano las rocas plutónicas despiden su antiquísimo calor
para impedir que yo me aproxime;
En vano el mastodonte oculta su osamenta bajo el polvo;
En vano las cosas están a leguas de distancia y asumen múltiples formas;
En vano el océano se repliega en sus cavernas y los
grandes monstruos en sus profundidades;
En vano el gallinazo busca un nido en el cielo;
En vano la sierpe se desliza entre las plantas rastreras y el
ramaje de los árboles;
En vano el alce se oculta en las profundas y boscosas gargantas;
En vano el pingüino de afilado pico emigra al norte,
hacia el Labrador;
Y yo lo sigo prestamente, y trepo hasta el nido que está en
la grieta del acantilado.

32

Creo que podría volverme hacia los animales y convivir con
ellos, siempre que se muestren plácidos y reservados;
Yo permanezco contemplándolos largo, largo rato.
No se lamentan ni se quejan de su condición;
No permanecen despiertos en medio de la oscuridad ni lloran sobre sus pecados;
No se amargan discutiendo, sobre sus obligaciones con Dios;
Ninguno de ellos se muestra descontento, ninguno de ellos
enloquece por la manía de poseer cosas;
Ninguno se humilla ante otro, ni hacia su especie que vivía
hace millares de años;
Ninguno, sobre la tierra toda, se muestra respetable o desventurado.

Tal cual se manifiestan su parentesco yo los acepto;
Me traen indicios de mí mismo,
testimoniándome claramente que estos indicios están en su poder,
Yo me pregunto de dónde extraen tales indicios;
¿Quizá pasé junto a ellos hace siglos y los he desdeñado,
dejándolos caer?
Yo mismo, que entonces avanzaba como ahora y como siempre,
Recogiendo y manifestándose siempre más y con mayor rapidez,
Infinito y omnipotente, pleno de todos y como todos lleno;
Sin mostrarme muy exclusivo con aquellos que suscitan mis recuerdos,
He aquí uno al que he escogido y amo, y ahora estoy con
él en términos fraternales.

Una gigantesca belleza de padrillo lozano, que corresponde a mis caricias,
La cabeza coronada por una frente altiva, despejada, entre las orejas,
Los miembros lúcidos y ágiles, la cola cayéndole hasta el suelo,
Los ojos chispeantes de cólera, las orejas finamente recortadas y moviéndose flexibles.
Su belfo se dilata cuando mis talones lo oprimen;
Sus miembros bien forjados tiemblan de placer cuando,
luego de unas vueltas, regresamos.
Yo no te exijo más que un minuto, y luego te dejo en libertad, ¡padrillo!;
¿Para qué necesito de tu rapidez si yo en el galope te aventajo?
De pie o sentado, yo paso más rápido que tú.

33

¡Oh, viento arrollador! ¡Oh, espacio y tiempo! Ahora
reconozco que es verdad lo que había presentido;
Lo que había presentido cuando holgazaneaba sobre la hierba;
Lo que había presentido mientras permanecía solo, tendido en mi lecho,
Y luego cuando recorría la playa bajo las pálidas estrellas del amanecer.

Mis amarras y mi lastre me abandonan, mis codos se apoyan
sobre los acantilados del mar;
Circundo las sierras, las palmas de mis manos cubren los continentes;
Y avanzo con el ritmo de mi visión.

Cerca de las cuadrangulares casas de la ciudad,
- en las chozas de troncos de árboles, acampando con los leñadores;
A lo largo de caminos de portazo, a lo largo de la reseca
quebrada y atravesando el lecho del arroyuelo;
Desbrozando mi sembrado de cebollas
o carpiendo mis hileras de zanahorias y chirivías, atravesando las sabanas,
siguiendo los senderos de los bosques;
Cateando, cavando en busca de oro, haciendo una incisión
alrededor de los troncos de los árboles del bosque recién adquirido;
Abrasado hasta los tobillos por las arenas candentes,
sirgando mi barca a lo largo del río poco profundo;
Allí donde la pantera deambula y salta, amenazadora la zarpa,
donde el ciervo se vuelve enfurecido contra el cazador;
Allí donde la serpiente de cascabel sobre una roca caldeada
por el sol, se desenrosca, o la nutria devora sus pescados;
Allí donde el caimán, con sus duras escamas, duerme cerca de la charca;
Allí donde el oso pardo busca las raíces o los panales, o
donde el castor chapotea en el barro con su cola en forma de paleta;
Por encima de los cañaverales de azúcar creciendo,
por encima de los algodoneros de amarillas flores, por encima
de los arrozales bajos y húmedos;
Por encima de la granja de puntiagudo techo, con su festoneada galería
y las pequeñas salientes de sus goteras;
Por encima de los nísperos japoneses, por encima de los
maizales de alargadas hojas, por encima del lino con
sus delicadas flores azules;
Por encima del alforfón blanco y tostado, tarareando
y susurrando allí con los otros;
Por encima del verde oscuro del centeno
que produce sombreadas ondulaciones al impulso de la brisa;
Escalando las montañas, arrastrándome con precaución,
asiéndome de las ramas bajas y rugosas;
Siguiendo, en la hierba, el trillado sendero o la huella a
través de la hojarasca del matorral;
Allí donde la codorniz silba entre la fronda y los trigales;
Donde el murciélago vuela en las noches de julio, o el gran
escarabajo de oro, se abate en la oscuridad;
Donde el arroyo muestra las raíces del viejo árbol mientras
se desliza hacia el prado;
Donde el ganado, de pie, espanta las moscas con el temblor de su piel;
Donde la sarta de quesos pende del techo de la cocina,
donde los morrillos están a horcajadas sobre el techo
del hogar en el que las telarañas caen desde las vigas como festones;
Donde resuenan los martinetes de las fraguas, donde las prensas hacen girar sus cilindros;
Donde el corazón humano palpita con terrible angustia bajo las costillas;
Donde el globo en forma de pera flota en el aire
(y yo mismo floto y lo contemplo plácidamente desde abajo);
Donde la canoa de salvataje se desliza por la corredera,
donde el calor, en las revueltas arenas, incuba los huevos de color gris pálido;
Donde la ballena nada con su cría inseparable;
Donde el barco de vapor arrastra en pos de sí un largo penacho de humo;
Donde la negra aleta del tiburón se asoma cortando el agua;
Donde el brick a medias incendiado flota en las corrientes desconocidas;
Donde las almejas colman el viscoso puente mientras los muertos se pudren en la cala;
Donde la bandera de las muchas estrellas ondea al frente de los regimientos
Mientras se aproximan a Manhattan por la estrecha y alargada isla;
Bajo el Niágara, la catarata que cae como un velo sobre mi rostro;
Sobre el umbral de una puerta donde el montante de dura madera sobresale;
En la pista de carreras, o bien disfrutando de los picnis,
o bailando jigas, o jugando al base-ball;
En fiestas de hombres, con groseras bromas,
irónicas licencias, danzas violentas, borracheras, risas;
En el lugar de la sidrería, saboreando, la pulpa oscura y
azucarada de las manzanas, sorbiéndola a través de una pajuela;
En el lugar donde mondan las manzanas, con deseos de
besar todos los rojos frutos que encuentro;
En las asambleas, en las fiestas sobre la playa, en las reuniones amistosas,
entre los grupos que deschalan el maíz, levantando castillos en el aire;
Donde el sinsonte deja escuchar sus deliciosos gorjeos, cloquea, grita, llora;
Allí, en el patio de la granja, donde la muela del trigo se levanta,
donde aventan las pajas caídas, en el cobertizo
donde aguarda la vaca preñada;
Donde el toro avanza para cumplir su másculo cometido,
donde el potrillo se levanta sobre la yegua, donde el gallo cubre a la gallina;
Donde pacen los novillos, donde los gansos tragan su comida con leve temblor del gaznate;
Donde las sombras del ocaso se prolongan sobre la pradera inmensa y solitaria;
Donde las manadas de búfalos se deslizan y extienden por todo el ámbito,
cubriendo millas y millas cuadradas
Donde el colibrí chispea, donde se curva y enrosca el cuello del cisne longevo;
Donde el martín-pescador se remonta, bordeando la ribera,
dejando escuchar su risa casi humana;
Donde las colmenas están alineadas sobre un banco gris del jardín,
semiocultas por las hierbas;
Donde las perdices de listado cuello se posan en el suelo
formando círculo, levantando sus cabecitas;
Donde los coches fúnebres llegan pasando por debajo de
las arcadas del cementerio;
Donde los lobos, en el invierno, aúllan en medio de las
blanca nevadas, entre los árboles cubiertos de carámbanos;
Donde la garza de amarilla cabeza, en la noche,
se aproxima a la charca para alimentarse con los cangrejitos;
Donde el chapoteo de los nadadores refresca el caluroso mediodía;
Donde la cigarra hace sonar su cromático caramillo en lo
alto del nogal que se asoma detrás del muro;
A través de los bosquecillos de limoneros y pepinos con su entrelazada hojarasca de plata;
A través del salitral o de la amarillenta ciénaga, o bajo los cónicos pinos;
A través del gimnasio, a través del encortinado salón, a
través de la oficina o de la sala de bailes populares;
Contento con el nativo y contento con el extranjero,
contento con lo nuevo y con lo antiguo;
Contento con la mujer fea y lo mismo con la hermosa;
Contento con la cuáquera que se despoja de su bonete para
charlar melodiosamente;
Contento con la canción entonada por el coro en la jaharrada capilla;
Contento con las graves palabras del sudoroso predicador
metodista, seriamente impresionado en medio de la reunión al aire libre;
Contemplando los escaparates de Broadway durante toda
la mañana, y aplastando mi nariz contra los cristales;
Vagando esa misma tarde, cara hacia las nubes, o siguiendo
el sendero a lo largo de la playa;
Con mis brazos izquierdo y derecho alrededor de las caderas
de dos amigos, y yo entre ambos;
Regresando a mi casa acompañado por el salvaje
y silencioso mancebo de las mejillas sumidas (que en pos de
mí cabalgó al caer la tarde);
Lejos de las poblaciones, estudiando las huellas de los animales
o las improntas de los mocasines;
En el hospital, próximo a un lecho, brindándole la limonada
al afiebrado paciente;
Próximo al féretro, cuando todo está inmóvil, examinando
el cadáver a la luz de un cirio;
Arribando a todos los puertos para regatear o entregarme a
la aventura;
Precipitándome con la multitud moderna,
tan airoso e inconstante como cualquier otro;
Enfurecido contra el que odio;
dispuesto a asestarle una cuchillada en pleno furor;
Solitario a medianoche, en el fondo de mi morada,
abandonado por mis pensamientos desde hace mucho tiempo;
Paseándome por las antiguas colinas de Judea con el Dios
hermoso y amable a mi vera;
Presuroso, a través del espacio,
apresurado a través del cielo y de las estrellas;
Presuroso a través de los siete satélites
y el gran anillo con su diámetro de 80.000 millas;
Presuroso, a través de los meteoros engalanados con una
cola, y arrojando bolas de fuego como los otros;
Conduciendo el niño que crece en el vientre de la preñada madre;
Entablando una querella, regocijándome, estableciendo un
plan, declarando mi amor, haciendo advertencias;
Reculando y avanzando, apareciendo y desapareciendo;
Tales son los caminos que recorro noche y día.
Visito los pomares y contemplo los frutos;
Contemplo los quintillones que han madurado
y los quintillones que están aún verdes.

Realizo estos vuelos dignos de un alma fluida y que todo lo absorbe;
En mi carrera desciendo hasta las profundidades alcanzadas
por los plomos de la sonda.

Sostengo lo material y lo inmaterial;
No hay guardia que pueda retenerme, ni ley que me detenga.

Anclo mi embarcación sólo por unos instantes;
Mis mensajeros continuamente cruzan a lo lejos y regresan
trayéndome sus respuestas.

Voy en procura de las pieles de los osos polares y las focas,
penetrando los abismos con mi arpón, agarrándome
de las rocas frágiles y azuladas.

Trepo al trinquete;
Avanzando la noche, ocupo mí puesto en el nido de cuervo;
Navegamos por el mar Ártico, pleno de luz,
A través de la diáfana atmósfera abarco su maravillosa belleza;
Las enormes masas de hielo pasan ante mí y yo paso ante
ellas, y el escenario es llano en todas las direcciones.
Las níveas cumbres de las montañas aparecen a lo lejos,
hacia ellas arrojo todo cuanto imagino;
(Nos aproximamos a un gran campo de batalla, en la que
pronto nos veremos envueltos;
Pasamos ante el colosal puesto avanzado del campamento,
lo hacemos con pasos pausados y con gran precaución).
O bien nos aventuramos a través de los suburbios de alguna
vasta y ruinosa ciudad;
Las ruinas y la destrozada arquitectura son más vastas que
cualquiera de las ciudades vivientes del globo.

Soy un compañero libre, acampo rodeado por el fuego de los vivaques.

Desalojo del lecho al recién casado y me quedo con la novia;
La estrecho toda la noche contra mis muslos y mis labios.
Mi voz es la voz de la esposa, el chillido cerca de la baranda de la escalera;
Traen chorreando agua mi cuerpo de ahogado.

Interpreto el amplio corazón de los héroes,
El coraje del presente y de todos los tiempos;
Veo cómo el capitán contempla la gente desbordando del
navío náufrago que ha quedado sin timón, y la Muerte
alcanzándolos aquí y allá en plena tempestad;
Cómo él aprieta los puños y no se aparta una pulgada de
la borda, fiel durante días, fiel durante noches,
Y cómo escribe, con gruesos caracteres, sobre un tablón:
“¡Tened valor, que no os abandonaremos!”;
Cómo navega con ellos y maniobra con ellos, durante tres
días, y sin querer abandonarlos;
Y cómo, al final, salva a los náufragos que iban a la deriva.
¡Qué aspecto tenían las mujeres desencajadas y con las
ropas flotantes cuando fueron arrancadas
por las chalupas de la tumba que las aguardaba!
¡Qué aspecto tenían los niños silenciosos, con sus rostros
prematuramente envejecidos, y los enfermos que izaban,
y los hombres sin afeitar, con los labios exangües!
Todo esto yo lo absorbo, es de mi agrado, lo hago mío;
Yo fui ese hombre, sufrí, y estuve allí.

El desdén y la serenidad de los antiguos mártires;
La madre de antaño, condenada por hechicera, quemada
sobre la hoguera ante la atónita mirada de sus hijos;
El esclavo perseguido, que desfallece en su huída, y se
apoya contra la empalizada, anhelante, sudoroso;
Los dolores candentes,
que son como aguijones en sus piernas y en su cuello,
los mortíferos perdigones y las balas;
Todo esto lo siento y todo esto soy yo.

Soy el esclavo perseguido, retrocedo amenazado por los dientes de los perros.
El infierno y la desesperación me atormentan, restalla
vuelve a restallar el fusil de los tiradores;
Me agarro de los barrotes de la empalizada, desangrándome,
debilitado por el sudor de mi piel;
Caigo sobre las hierbas salvajes y las piedras;
Los jinetes acucian a sus remisas cabalgaduras, aproximándose;
Los insultos alcanzan a mis oídos que zumban, y golpean
violentamente sobre mi cabeza con sus látigos.

Las agonías no me abandonan;
No le pregunto cómo se siente al hombre herido,
yo mismo soy, ese hombre herido;
Mis heridas tórnanse lívidas en tanto que, apoyándome en
mi bastón, observo.

Soy el bombero aplastado, cuyo esternón quedó roto;
Los muros al desplomarse me sepultaron entre sus escombros;
Calor y humo aspiré, he escuchado los lamentos desgarradores de mis camaradas;
He escuchado el golpeteo distante de sus picos y de sus palas;
Han apartado las vigas y me han levantado tiernamente.

Yazgo expuesto al aire nocturno, con mi ensangrentada
camisa, y todos, contemplándome, callan;
Después de tanto, yo no sufro más, estoy tendido, exhausto,
pero no me siento del todo desdichado;
Blancos y bellos son los rostros que me rodean, las cabezas
ya están despojadas de sus cascos;
Los rostros de la multitud arrodillada desaparecen con el
resplandor de las antorchas.

Los que están distantes y muertos resucitan;
Son, como el cuadrante del péndulo, o se mueven cual si
fueran sus manecillas, yo mismo soy el péndulo.

Soy un artillero veterano, y recuerdo los bombardeos de mi fuerte;
Aquí estoy nuevamente:

De nuevo el prolongado redoble de los tambores;
De nuevo el ataque de cañones, morteros;
De nuevo en mis atentos oídos la réplica del cañón.
Yo participo, veo y escucho todo;
Los gritos, los juramentos, el sordo rodar, los aplausos premiando los disparos certeros;
La ambulancia que pasa lentamente y deja su rojizo reguero;
Los zapadores en busca de los destrozos,
realizando las reparaciones indispensables;
La caída de las granadas a través del hendido techo, el
abanico de la explosión;
El silbido de los miembros, cabezas, piedras, maderos,
hierros, arriba, en el aire.
De nuevo la estentórea voz de mi general moribundo, que
agita furiosamente su mano.
Boquea entre cuajarones de sangre y dice:
“No penséis en mí... Ocupaos de la trinchera”.

34

Ahora relataré lo que refirieron en Texas, en los días de
mi primera juventud;
(No hablaré de la derrota de Álamo,
Nadie escapó pana relatar la caída de Álamo,
Los ciento cincuenta que allí había, enmudecieron en Álamo);
Este es el relato del asesinato perpetrado a sangre fría con
cuatrocientos doce hombres jóvenes.

Retirándose, habían formado cuadro, abroquelados en sus bagajes;
Habíanle causado novecientas bajas al enemigo que ahora
los rodeaba, nueve veces el número de sus sobrevivientes,
tal el precio pagado por anticipado;
Su coronel estaba herido y agotadas las municiones;
Trataron para lograr una capitulación honrosa, recibieron
un pliego cerrado, entregaron sus armas y pasaron a
la retaguardia como prisioneros de guerra.

Eran la gloria de la estirpe de los rangers;
Sin igual para caballo, rifle, canciones, festines, galanteos,
Grandes, turbulentos, generosos, apuestos, arrogantes y afectuosos,
Barbudos, quemados por el sol, vistiendo el cómodo uniforme de los cazadores,
Ni uno de ellos pasaba de los treinta años.
En la mañana del segundo día de marzo fueron reunidos
por escuadrones y masacrados; ocurrió aquello en
los comienzos de una bella primavera;
La faena comenzó a las cinco y quedó a las ocho cumplida.

Ninguno obedeció la orden de arrodillarse;
Algunos intentaron una insensata y desesperada resistencia,
otros permanecieron de pie, rígidos y tensos;
Otros cayeron de inmediato, una bala en la sien o en el
corazón; los vivos y los muertos yacían mezclados;
Los que llegaban encontraban a sus camaradas heridos o
mutilados enterrados en el barro;
Algunos, agonizantes, intentaron huir;
Pero fueron ultimados a bayonetazos, o golpeados con las
culatas de los mosquetes;
Un muchacho que no tenía aún diecisiete años cogió a su
asesino y no lo soltó sino cuando otros dos asesinos acudieron;
Los tres asesinos quedaron desgarrados y cubiertos por la
sangre del mancebo.
A las once comenzaron a quemar los cuerpos;
Esta es la historia del asesinato de los cuatrocientos doce jóvenes rangers.

35

¿Quieres escuchar el relato de un combate naval de los viejos tiempos?
¿Quieres saber quién fue el vencedor bajo la claridad de la luna y las estrellas?
Escucha el relato, tal como me lo contó el padre de mi abuela, que fue marino...
Nuestro enemigo- decía- no era ningún remolón a bordo
de su nave, te lo aseguro;
Tenía el arisco denuedo de los ingleses, porque no hubo
carácter más coriáceo ni más verdadero que aquel,
no lo ha habido ni lo habrá jamás;
Al caer la tarde llegó, enfilándonos horriblemente.
Nos trenzamos con él, enmarañadas las jarcias, casi tocándose los cañones;
Mi capitán trincaba de firme, con sus propias manos.
Habíamos recibido algunas balas de dieciocho libras bajo la
línea de flotación;
En nuestra batería baja dos piezas de grueso calibre habían
estallado al primer cañonazo, matando y haciendo saltar
por los aires a cuantas las rodeaban.

Batalla entablada a la puesta del sol, batalla en tinieblas;
A las diez de la noche, en el plenilunio, nuestras vías de
agua iban en aumento, teníamos cinco pies en la cala, según decían;
El capitán de armas libertó a los prisioneros encerrados en
la cala de popa, dándoles oportunidad de salvarse.
Los centinelas no permitían aproximarse a la santabárbara;
Y, viendo tantas caras extrañas, ya no sabían en quién fiarse.

Nuestra fragata comenzó a incendiarse;
El enemigo preguntó si pedíamos cuartel;
Si arriábamos la bandera y dábamos fin al combate...

Entonces comencé a reír de contento, porque escuché la voz de mi capitancito:
“No hemos arriado nuestros colores- gritó tranquilamente
- y ahora comenzaremos nuestra parte en la lucha.

Sólo tres cañones quedaban en uso;
Con uno el capitán apuntó al palo mayor del enemigo;
Los otros dos, bien cargados con metralla, silenciaron la
mosquetería enemiga y barrieron sus puentes.
Sólo las cofas secundaban al fuego de tan reducida batería,
especialmente desde el palo mayor.
Se mantuvieron bizarramente durante toda la acción;
No hubo ninguna tregua;
Las vías de agua pronto anularon las bombas y el fuego
avanzó hacia la santabárbara.

Una de las bombas fue arrastrada por un cañonazo,
la gente creyó que nos hundíamos.

El capitancito permanecía sereno;
No manifestaba ninguna prisa, su voz no era ni fuerte ni débil;
Sus ojos fulguraban mucho más que nuestras linternas de combate.

Y al filo de la medianoche,
a la claridad de la luna,
el enemigo se rindió.

36

Prolongada y silenciosa avanza la noche;
Dos grandes cascos inmóviles en el seno de las tinieblas;
Nuestro acribillado navío va hundiéndose lentamente; nos
aprestamos para transbordarnos al que hemos conquistado;
El capitán, en el alcázar con el rostro blanco como un sudario,
imparte fríamente sus órdenes;
Próximo está el cadáver del grumete que le servía en su cabina.
El rostro mortal de un viejo lobo de mar, con sus largos
cabellos canos, y sus patillas recuadrándoselo;
Las llamas asoman arriba y abajo, a despecho de todo cuanto contra ellas se hace;
Las roncas voces de dos o tres oficiales todavía aptos para el servicio;
Los informes montones de cuerpos, y cuerpos aislados,
fragmentos de carne sobre los mástiles y perchas,
La cabuyería cortada, pendientes los obenques, el leve entrechocar de las suaves olas,
Negros e impasibles los cañones, restos de sacos de pólvora, un olor penetrante,
Arriba, algunas estrellas grandes, silenciosas, luciendo lúgubremente;
El delicado aroma de la brisa marina, el relente de los juncos que bordean la ribera,
los mensajes de la muerte confiados a los sobrevivientes,
El siseo del bisturí del cirujano, la mordedura de los acerados dientes de la sierra,
Jadear, cloqueo, chapoteo de sangre que cae, grito breve y agudo,
luego el prolongado gemido que ensordece y se extingue en un hilo;
Todas estas cosas: irreparables.

37

¡Oh, Cristo! ¡Me dominan!
¡Los enemigos acuden a las puertas conquistadas! ¡Estoy dominado!

Encarno todas las presencias fuera de ley y todos los sufrimientos;
Me veo en la prisión cual si fuera otro hombre,
Y siento el dolor sordo y continuo.
Por mí los centinelas de los condenados, carabina al hombro, montan la guardia;
Soy yo el que por la mañana liberan y encierran al llegar la noche.

No hay un rebelde engrillado que marche a la cárcel al que
yo no siga junto a él engrillado, caminando a su lado;
(Soy yo el más malhumorado y el más silencioso, el sudor
cubre mis labios contraídos).

No hay un mancebo arrestado por robo al cual yo no acompañe,
para ser luego juzgado y condenado.

No hay colérico agonizante junto al cual yo no me encuentre acostado
cuando exhala su postrer suspiro;
Mi rostro está ceniciento, endurecidos mis tendones, la gente de mí se aparta.

Los mendigos en mí se encarnan y yo me encarno en ellos;
Presento mi sombrero, sentado, la vergüenza en el rostro,
implorando la limosna.

38

¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! ¡Estoy aturdido! ¡Apartaos!
De una o de otra manera, estoy aturdido ¡Apartaos!

Concededme una breve tregua, pues me abruman los golpes,
el sopor, el sueño, los bostezos;
Me veo al borde de un error habitual.

¡Si yo pudiera olvidar las bromas e insultos!
¡Si yo pudiera olvidar las lágrimas cayendo gota a gota
y los golpes de los garrotes y martillos!
¡Si yo pudiera contemplar con mirada indiferente mi propia
crucifixión y mi sangrienta coronación!

Ahora recuerdo;
Resumo la fracción que perduró mucho tiempo;
La tumba en la roca multiplica lo que le fue confiado a ella
o a no importa qué otras tumbas;
Los cadáveres resucitan, los heridos se curan, las vendas
vuelan lejos de mí.

Me adelanto nuevamente dotado del supremo poder, uno
más en procesión vulgar e interminable;
Avanzamos hacia el interior del país, y a lo largo de las
riberas, franqueando todas las fronteras;
Somos como veloces batallones avanzando sobre la tierra toda;
Las flores que engalanan nuestros sombreros representan el
progreso de millares de años.
¡Discípulos! ¡Yo os saludo! ¡Adelante!
¡Continuad vuestras anotaciones, continuad vuestras preguntas!

39

El salvaje servicial y desenvuelto, ¿quién es?
¿Aguarda la civilización? ¿La ha superado y la domina?
¿Es acaso uno del sudoeste, criado al aire libre? ¿Un canadiense?
¿Viene de las tierras del Mississippi? ¿Iowa, Oregón, California?

¿De las montañas? ¿De la vida en las praderas o de las selvas?,
¿O es un marino procedente del mar?
Donde él acuda, hombres y mujeres lo acogen y desean;
Desean que él los ame, los toque, hable con ellos, permanezca con ellos.

Procede ilegalmente, con la suavidad de los copos de nieve,
con palabras simples como la hierba, despeinada su
cabeza, risueño e ingenuo,
Sus pies caminan lentamente, tiene facciones vulgares,
modales y procedimientos comunes;
Todo esto, bajo formas nuevas, fluye de las yemas de sus dedos;
Todo esto flota en el olor de su cuerpo y de su aliento, todo
esto vuela del fulgor de sus ojos.

40

Magnificencia del sol, yo no necesito de tu calor- ¡quédate allá, arriba!
Tú sólo iluminas las superficies, yo violo las superficies y también las profundidades.
¡Tierra! Tú pareces buscar algo que de mis manos proviene;
Dime, viejo corazón, ¿qué quieres?

¡Hombre o mujer! Yo quisiera expresar cuánto te amo, pero no puedo;
Y quisiera expresar lo que hay en mí y lo que en vosotros
se oculta, pero no puedo;
Y quisiera expresar este sufrimiento, este palpitar de mis
días y de mis noches.

¡Mirad! Yo no doy conferencias ni limosnitas;
Cuando algo doy, me doy integro.

¡Tú que estás allí, impotente, flojo de rodillas!
Aparta de tus mejillas el pañuelo hasta que yo te infunda coraje;
Tiende las palmas de tus manos y abre tus bolsillos;
Yo no soy el que niega. Y yo obligo, pues poseo abundantes
recursos, me sobran;
Y todo cuanto tengo lo doy.
No pregunto quién eres, para mí eso carece de importancia;
No importa lo que hagas o lo que seas, yo te abrazo.

Ante el esclavo de la plantación de algodón o ante el que
asea los excusados, yo me inclino;
Sobre su mejilla derecha depositó el beso familiar,
Por mi alma juro que jamás renegaré de él.

En las mujeres fecundas engendro vástagos más fuertes y
más ágiles:
(Y hoy arrojo la simiente de más arrogantes repúblicas).

Hacia el moribundo acudo, haciendo girar el picaporte;
Arrojo las mantas al pie del lecho;
Y al sacerdote y al médico los mando a sus casas.

Cojo al hombre moribundo, levantándolo con voluntad irresistible;
¡Oh, desesperado! ¡Aquí está mi cuello!
¡Por Dios, que no te marcharás! ¡Suspéndete de mí con todas tus fuerzas!
Yo te insuflo un aliento poderoso, yo te levanto;
Todas las estancias de la casa las colmo yo con mi pujante fuerza;
Los que me aman, se burlan de las sepulturas.

¡Duerme! yo y ellos velaremos toda la noche;
Ni la duda ni la enfermedad osarán poner sobre ti un dedo;
Yo te he abrazado y de aquí en adelante tú serás mío;
Y mañana, cuando despiertes, verás que es verdad cuanto te digo.

41

Yo soy aquel que lleva la ayuda a los enfermos
que anhelantes yacen tendidos de espaldas;
Y a los hombres vigorosos que están de pie yo les alcanzo
una ayuda más necesaria.

Yo he escuchado todo cuanto se dice del universo;
Yo lo he escuchado desde hace muchos millares de años;
Es lo suficiente, tratándose de lo que, en realidad, es; pero,
¿acaso es todo eso?

Para magnificarlo y aplicarlo yo estoy aquí,
Desde el comienzo, supero a los eternos y prudentes mercachifles;
Yo mismo alcanzo las exactas dimensiones de Jehová,
Litografío a Cronos, Zeus su hijo y Hércules su nieto;
Realizo dibujos de Osiris, Isis, Baal, Brahama, Buda,
Aislado, en una carpeta, lo guardo a Manitú, lo tengo a
Alá adherido a una hoja, y en una estampa grabada al Crucifijo;
Con Odin y Mexitli, el del rostro horrendo, y todos los ídolos e imágenes;
Tomo a todos por lo que valen y no doy un centavo más;
Admito que vivieron y cumplieron su obra en sus días;
(Trajeron gusanos para los pichones implumes que ahora
deben abandonar el nido y volar y cantar por propia cuenta);
Acepto los primeros esbozos deíficos a fin de perfeccionarlos
y entregarlos generosamente a cuanto hombre y mujer encuentro;
Descubro tanto o más en el carpintero que levanta mi casa;
Elevo aún más altas pretensiones para aquel que tiene recogidas las mangas de su camisa
y maneja el escoplo, el martillo;
No soy hostil con las revelaciones especiales,
y estimo que una voluta de humo o un simple pelo sobre el dorso
de mi mano, como todo, son tan curiosos e importan lo mismo que cualquier revelación;
Los muchachos que manejan la bomba de incendio y las escaleras de cuerda,
para mí no son menos importantes
que los dioses de las antiguas guerras;
Reparo en sus voces que resuenan entre el estrépito de la destrucción,
En sus miembros musculosos que pasan sanos
y salvos sobre los leños carbonizados, en sus frentes que de las
llamas surgen indemnes y sin heridas;
Junto a la mujer del obrero, con su hijo en el regazo, yo
intercedo por todo cuanto hombre ha nacido;
Estas tres guadañas que, en fila, silban en la época de la
cosecha, las empuñan tres robustos ángeles cuyas camisas flamean en la cintura;
El monstruo y desdentado palafrenero rescata los pecados pasados y por venir,
Vende todo cuanto posee, viaja a pie a fin de poder pagar
abogados para su hermano, y se sienta a su vera en el
banquillo del que juzgan por falsificación;
Aquello que estaba diseminado en la vastedad del espacio
está ahora alrededor mío, sobre la pértiga y ni siquiera la colma;
El toro y el escarabajo sólo a medias han sido adorados;
Heno y basura son más admirables que cuanto fue soñado,
Lo sobrenatural ya no cuenta yo mismo aguardo la hora
en que seré uno de los seres supremos;
Próximo está el día en que haré tanto bien como los mejores,
y seré tan prodigioso como ellos;
¡Por mis testículos! He aquí que me convierto en un creador;
Yo mismo, aquí y ahora, sorprendo y colmo la matriz de
las tinieblas.

42

Un llamado en medio de la multitud;
Mi propia voz, rotunda, arrebatadora y definitiva.
Venid, hijos míos;
Venid, mis muchachos y muchachas, mis mujeres, mi familia y mis íntimos;
Ahora el ejecutante acomete con todo vigor, y pasa a su
preludio en las lengüetas.

Acordes fácilmente escritos, ejecutados con ágil dedo- yo
escucho el tamborileo de su clímax y de su final.

Mi cabeza gira sobre mi cuello;
Rueda la música, pero no desde el órgano;
Me rodea la gente, pero no son de mi casa.

Siempre el duro y resistente suelo;
Siempre los tragones y los bebedores, siempre el naciente y
declinante sol, siempre el aire y las incesantes mareas;
Siempre yo mismo y mis vecinos renovados, traviesos, reales;
Siempre la vieja inexplicable pregunta, siempre esta espinosa tuerca,
este escozor y estas ansias;
Siempre el vejante ¡oh!
¡oh! hasta que descubrimos dónde el pillo se oculta y lo hacemos salir!
Siempre el amor, siempre el sollozante líquido de la vida;
Siempre el pañuelo bajo la mandíbula del cadáver, siempre
el tablado de la muerte.

Aquí y allá gente que avanza con dimes (monedas de diez céntimos) sobre los ojos;
Los cerebros afanándose generosamente para nutrir la glotonería de los vientres;
La gente comprando los billetes de entrada, tomándolos y
vendiéndolos, pero sin entrar jamás en la fiesta;
Muchos sudorosos, trabajando, aventando el grano, para
recibir luego, por todo pago, sólo la broza;
Algunos ociosos que todo lo tienen y son, sin embargo, los
que sin cesar reclaman el trigo.
Esta es la ciudad y yo soy uno de los ciudadanos;
Todo cuanto a los otros interesa, a mí también me interesa,
política, guerras, negocios, periódicos, escuelas.
El alcalde y los concejales, bancos, tarifas, embarcaciones,
factorías, valores, almacenes, bienes mobiliarios e inmobiliarios.

Esos hombrecitos que, numerosos,
saltan ataviados con sus cuellos y sus trajes coludos,
Yo sé muy bien quiénes son,
(positivamente no se trata ni de gusanos ni de pulgas).

Conozco a los dobles de mí mismo, - los seres más débiles
y los más superficiales son inmortales para mí;
Yo sé lo que hago y lo que digo, y lo mismo que a ellos les aguarda;
Todo pensamiento que en mi vacila también vacila en ellos.

Conozco perfectamente mi propio egoísmo.
Conozco mis omnívoras líneas y no es menester que yo escriba menos que esas líneas.
Y yo acudo en busca de ti, quienquiera que seas, pues que
estás a mi mismo nivel.

No son palabras rituales las de este canto mío,
Mas se trata de formular preguntas bruscamente,
arrojándolas lejos y, empero, aproximando aún más las cosas.
He aquí el libro impreso y encuadernado- pero,
¿el impresor y el muchacho aprendiz?
He aquí las fotografías bien tomadas,
- pero, tu mujer o tu amigo,
¿están cerca de ti y son reales entre tus brazos?
He aquí el barco negro acorazado de hierro,
sus potentes cañones en sus torrecillas,
- pero, ¿dónde el denuedo del capitán y de los maquinistas?
He aquí en la casa platos, alimentos, muebles,
- pero, ¿y el amo y el ama,
y la mirada acogedora que de sus ojos llega?
He aquí el alto cielo, - pero, ¿qué hay aquí o en la puerta
vecina, o en el otro lado del camino?
He aquí los cantos y los labios de la historia,
- pero, ¿y tú?
He aquí sermones, credos, teología,
- pero, ¿el insondable cerebro humano?
Y, ¿qué es la razón? ¿qué es el amor? ¿qué es la vida?

43

Yo no os desprecio en manera alguna, sacerdotes de todos
los tiempos, del universo entero;
Mi fe es la más grande de todas las fes y, al mismo tiempo,
la más pequeña de todas,
Incluye a los cultos antiguos y modernos, y a todo cuanto
se encuentra entre los antiguos y los modernos,
Ella cree que yo regresaré a la tierra luego de cinco mil años,
Espera las respuestas de los oráculos, honra a los dioses, saluda al sol.
Hace un fetiche de la primera roca o del primer raigón,
practica la hechicería con bastones en el círculo de los obis.
Ayuda al lama o al brahamán que limpia las lámparas de sus ídolos,
Todavía, a lo largo de las calles, danza en la procesión fálica,
se extasía y permanece hierática en el bosque con los gimnosofistas.
Bebe hidromiel en el cráneo convertido en copa,
admirando a los shastas y a los vedas, respeta el Corán,
Pasea el teokallis de los mexicanos, manchado con la sangre
derramada por la piedra y el cuchillo, y redobla en el
tamboril hecho con piel de serpiente,
Acepta los Evangelios, acepta al que fue crucificado,
sabiendo seguramente que es divino,
Se arrodilla en la misa o se yergue para la plegaria del puritano,
o se sienta pacientemente en el escaño de un templo,
Delirio y espumajeo en mi crisis de locura,
o aguardo semejante a un muerto, hasta recobrar mi espíritu,
Contemplo a mi alrededor la calzada y el paisaje, o bien más
allá de la calzada y del paisaje,
Pertenezco a las vueltas del círculo de los círculos.

Perteneciendo a esta tropa centrípeta y centrífuga, giro y
hablo cual un hombre que deja sus recomendaciones
antes de emprender un viaje.
¡Oh, desanimados, desconfiados necios y excluidos!
Frívolos, remolones, atontados, coléricos, afectados, desanimados, ateos,
Os conozco a cada uno de vosotros, conozco el mar de tormento,
de la duda, de la desesperación, de la incredulidad.

¡Qué espuma arrojan las aletas de la ballena!
¡Cómo se retuercen, rápidas cual el rayo,
entre espasmos y chorros de sangre!

Quedaos tranquilas, ensangrentadas aletas de los desconfiados
y de los sombríos necios;
Ocupo mi lugar entre vosotros, lo mismo que entre no importa quienes;
Es el pasado el que nos impulsa, a ti, a mí,
a todos precisamente, de la misma manera.
Y lo que aún no se ha experimentado y que de inmediato
vendrá para nosotros, para ti, para mí, para todos, será
precisamente de la misma manera.

Yo no sé qué es lo que hasta el presente no se ha experimentado,
ni lo que enseguida vendrá;
Pero yo sé que, a su turno, será suficiente y no podrá faltar.

Cada uno que pasa es contemplado, cada uno que se detiene
es contemplado, no hay uno al cual esto no le haga falta.
Pero no puede hacerle falta al mancebo que murió y fue sepultado,
Ni a la joven que murió y fue sepultada a su vera,
Ni al tierno niño que echó una mirada a través de la puerta,
se retiró luego y nunca más fue visto,
Ni al anciano que ha vivido sin objeto, y lo siente con una
amargura peor que la hiel,
Ni al hombre que vive en la casucha, consumido por el ron
y el triste desorden,
Ni a los innúmeros muertos y náufragos,
Ni al kohoo, el pobre negro del Senegal, al que llaman basura de la humanidad,
Ni a los que, como sacos, flotan simplemente, con la boca
abierta para que les caiga el sustento,
Ni a nada de lo que hay sobre la tierra o, más abajo, en las
tumbas más viejas de la tierra,
Ni importa que en las miríadas de astros, ni en las miríadas
de miríadas que los habitan,
Ni al presente, ni a la más ínfima brizna conocida.

44

Ya es hora de que me explique, - levantémonos.

Lo conocido, yo lo rechazo;
Yo impulso a todos los hombres y a todas las mujeres hacia
adelante, conmigo, hacia lo Desconocido.

El péndulo indica el instante pero,
¿qué es lo que indica la eternidad?

Hasta ahora hemos agotado trillones de inviernos y de veranos;
Hay trillones ante nosotros, y trillones antes de ellos.

Los nacimientos nos han aportado riquezas variedad,
Y otros nacimientos nos aportarán riquezas y variedad.
Yo no digo que sea esto lo más grande y aquello lo más pequeño;
Lo que colma su período y su lugar es igual a cualquier otra cosa.

Hermano mío, hermana mía, ¿acaso la humanidad se ha
manifestado mortífera y celosa contigo?
Lo lamento por ti, pues ella no ha sido ni mortífera ni celosa conmigo;
Todos conmigo se han mostrado gentiles, o no tomo en
consideración las lamentaciones;
(¿Qué puedo hacer yo con las lamentaciones?)

Yo soy un punto culminante de las cosas cumplidas,
Y soy el receptáculo de las cosas que vendrán.

Mis pies tocan el ápice de los ápices de las escalas;
Sobre cada peldaño hay brazadas de siglos, brazadas todavía
más grandes entre peldaño y peldaño;
Todo cuanto está abajo lo he recorrido dolorosamente y, sin
embargo, yo subo, yo subo.

Cuesta después de cuesta, los fantasmas ante mí se inclinan;
Lejos, hacia abajo, diviso la enorme Nada originaria, y sé
que yo mismo allá estaba;
Yo aguardaba, invisible, sin cesar,
dormía envuelto por la letárgica niebla,
Y esperaba mi momento, el fétido carbono no me ocasionaba daño alguno.
Largo tiempo permanecí enclaustrado, oprimido, mucho,
mucho tiempo.

Inmensa fue para mí la elaboración,
Fieles desbordando amistad, los brazos que me anudaron.

Los ciclos transportaron mi cuna, remando, remando, como alegres bateleros
Para hacerme lugar, las estrellas permanecieron apartadas en sus órbitas;
Irradiando su influjo para velar sobre lo que debía contenerme.

Antes de que yo naciera de mi madre, generaciones y generaciones me guiaron:
Mi embrión jamás fue entorpecido, nada pudo anularlo.

Para él la nebulosa se convirtió en un orbe,
Los amplios y pesados estratos geológicos se acondicionaron para que él reposara,
Abundantes vegetales le acordaron subsistencia,
Monstruosos saurios lo transportaron en sus fauces para depositarlo luego con solicitud.

Todas las fuerzas fueron asiduamente utilizadas para completarme y deleitarme;
Ahora, en este punto, permanezco erguido con mi alma robusta.

45

¡Oh, días de juventud! ¡Perpetuo impulso!
¡Oh, madurez, equilibrada, floreciente y plena!

Mis amigos me abruman,
Asedian mis labios, se agolpan en los poros de mi piel,
Me empujan a través de las calles y de los salones públicos
y acuden desnudos hacia mí en medio de la noche,
Durante el día gritan ¡Ahoy! desde las rocas de la ribera,
y se balancean y parlotean sobre mi cabeza,
Me llaman por mi nombre desde los prados floridos, desde
los viñedos, desde los bosquecillos frondosos,
Iluminan todos los instantes de mi vida,
Besan mi cuerpo con sus besos balsámicos,
Silenciosamente me estrechan con manos cordiales y me las
entregan para que las haga mías.

¡Vejez que soberbia te alzas! ¡Oh! ¡Bienvenida seas, gracia inefable del ocaso!

Cada condición proclama no sólo lo que ella es,
ella proclama lo que cree ser y surge de ella misma,
Y la sombra silenciosa le proclama todo.

Abro mi escotillón en medio de la noche y contemplo las
constelaciones diseminadas a lo lejos.
Y todo cuanto alcanzo se multiplica tan hacia lo alto que
puedo comprobar que llega escasamente al borde de
las constelaciones más lejanas.
De más en más vastos, se expanden, se extienden, diseminándose siempre,
Hacia afuera, hacia afuera, eternamente hacia afuera.

Mi sol tiene su sol, y alrededor de él gira obediente,
Con sus compañeros alcanza un grupo del círculo superior,
Y las órbitas acrecentadas forman manchas cada vez mayores entre ellos.

No hay reposo, jamás puede haber reposo;
Si yo, tú, y los mundos, y todo cuanto se halla debajo
y encima de la superficie, en este instante fuéramos
depositados sobre una pálida sustancia flotante,
a la larga ello carecería de toda importancia;
Seguramente nos remontaríamos hasta donde estamos ahora de pie,
Y seguramente iríamos mucho más lejos, y más lejos, más lejos todavía.

Algunos cuatrillones de eras, algunos octillones de leguas cúbicas,
No ponen en peligro el tiempo ni lo tornan impaciente;
No son sino porciones y todo no es más que una mera porción.

Por muy distante que alcances a ver, más allá no encontrarás
sino espacio infinito;
Por muy lejos que puedas calcular, alrededor de eso no
encontrarás más que tiempo infinito.

Es verdad, mi cita ha sido concertada;
El Señor estará allí y aguardará mi llegada según un acuerdo perfecto;
Y el gran Camarada, el amado fiel que vehemente anhelo, allí estará.

46

Yo sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio, y que
jamás he sido medido y que jamás lo seré.
Realizo un viaje perpetuo, (¡vamos, escúchame!)
Mis señas son un gabán para la lluvia, buen calzado, y un
bastón tallado en el bosque;
Ninguno de mis camaradas se ha acomodado en mi silla;
Porque yo no tengo ni silla, ni templo, ni filosofía;
No conduzco a nadie a la mesa para comer, ni a la biblioteca, ni a la banca;
Pero a cada hombre y a cada mujer de entre vosotros yo
los conduzco hasta una cima;
Mi mano izquierda rodeándoles el talle,
Mi mano derecha mostrándoles los paisajes y el camino real.
Ni yo ni otro ninguno puede recorrer este camino en tu lugar;
Tú, sólo tú, debes recorrerlo
No es largo, está a tu alcance;
Quizá, sin percatarte, te hallas en él desde que naciste;
Quizá está en todas partes, en el mar y en la tierra.
Carga tu hato, hijo mío, yo me endosaré el mío, y apresuremos nuestra partida,
En el camino encontraremos ciudades maravillosas y pueblos libres.
Si estás fatigado dame los dos fardos, y apoya la palma de
tu mano sobre mi cadera,
Y llegado el momento, tú me rendirás el mismo servicio;
Porque una vez en marcha no nos detendremos más.
Hoy, antes del alba, trepé hasta la colina, y contemplé el
cielo lleno de estrellas,
Y le he dicho a mi espíritu: “Cuando dispongamos de esos
orbes, y disfrutemos del placer y del conocimiento de
todas las cosas que en ellos existen, ¿reposaremos y seremos felices?”;
Y mi espíritu ha respondido: “No. Sólo alcanzaremos esa
cúspide para transponerla y continuar más allá”.
Tú también me interrogas y yo te escucho;
Te digo que no puedo responderte, que debes encontrar la respuesta tú mismo.
Siéntate un instante, hijo querido;
Aquí tenemos bizcochos para comer y leche para beber;
Pero, desde el instante en que te duermas
y te repongas entre las suaves ropas, yo te daré un beso de despedida
y abriré la puerta para que luego te puedas marchar.
Durante largo tiempo has tenido sueños despreciables;
Ahora yo retiro la venda de tus ojos;
Debes habituarte a la claridad del día y de todos los instantes de tu vida.
Durante largo tiempo has braceado tímidamente, teniendo
próxima una tabla, en el arroyo;
Ahora yo quiero que seas un nadador intrépido,
Que te zambullas en plena mar, te alejes, me hagas señas y,
riendo, avances contra la corriente.

47

Yo soy el maestro de los atletas;
Aquel que gracias a mí exhibe un torso más amplio que el
mío prueba la amplitud del mío;
Aquel que más me honra con mi estilo, con mi propio estilo
aprende a destruir al maestro.

Amo a los muchachos, aquel que en un hombre se convierte
no lo logra gracias a un poder innato sino por la obra de su maestro,
Por lo regular es un mal sujeto y no un virtuoso obligado
por un compromiso o por el temor,
Ama a su buena amiga, con apetito como su bistec,
El amor no correspondido, o una señal despectiva, lo hieren más que el tajante acero.
Es el primero en montar a caballo, luchar, tirar al blanco,
remar, entonar una canción o tocar el banjo,
Prefiere cicatrices y barba y rostro maculado por la viruela,
antes que todos los barbilindos,
Y aquellos que están bien curtidos antes que los que se precaven del sol.

Yo enseño a apartarse de mí; sin embargo, ¿quién de mí puede apartarse?
A partir de este instante yo te sigo, quienquiera que tú seas;
Mis palabras devorarán tus orejas hasta que tú las comprendas.

Estas cosas yo no las digo por un dólar, ni para matar el
tiempo mientras aguardo el barco;
(Eres tú quien habla tanto como yo, y yo hago el oficio de tu lengua,
Ligada en tu boca, en la mía ella comienza a desatarse.)

Juro que no hablaré jamás del amor o de la muerte en el
interior de una casa,
Y juro que nunca más me revelaré como no sea a aquel
o a aquella que esté a solas conmigo al aire libre.
Si tú quieres comprenderme sube a las cumbres o desciende a las playas;
El primer moscardón que llega equivale a una explicación,
una simple gotita o la marca nos dan la clave;
El mazo, el remo, la sierra de mano secundan mis palabras.

Ni la sala con los postigos cerrados, ni la escuela pueden comulgar conmigo,
Pero lo rústicos y los pequeños lo harán mejor que ellos.

Ese joven artesano es el que más próximo a mí se halla, me conoce bien;
El leñador que porta consigo su hacha y su cántaro, me
llevará con él durante todo el día;
El muchacho granjero, que labora en el campo, experimenta
bienestar nada más que con escuchar mi voz;
Sobre los barcos que bogan, mis palabras bogan;
yo me adelanto hasta los pescadores y los marineros, y los amo.

El soldado que acampa o que avanza es de los míos;
En medio de la noche, antes del inminente combate,
muchos son los que me buscan, y yo no los defraudo;
En la solemnidad de la noche (quizá la postrera para ellos)
los que me conocen, me buscan.

Mi rostro se frota contra el del cazador cuando él está acostado solo, bajo su manta;
El carretero, al pensar en mí, no repara en el traqueteo de su carro;
La madre joven y la anciana madre me comprenden;
La muchacha y la esposa dejan por un instante sus agujas
en reposo y olvidan donde están; ellas y todos quisieran
repetir lo que les he dicho.

48

Yo he dicho que el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no es más que el alma;
Y que nada, ni siquiera Dios, es más grande para cualquiera
que una partícula de sí mismo,
Y que cualquiera que marche un kilómetro sin simpatía,
avanza hacia sus funerales cubierto con su mortaja,
Y que tú o yo, sin un céntimo en el bolsillo,
podemos adquirir lo mejor que en la tierra existe,
Y que mirar con un solo ojo o mostrar una habichuela en
su vaina confunde la sabiduría de todos los tiempos,
Y que no existe trabajo o empleo que, siguiéndolo un hombre joven,
a la postre no lo convierta en un héroe,
Y que no hay objeto, por frágil que sea,
que no sirva de eje para la rueda del universo,
Y yo le digo a todo hombre y a toda mujer: que tu alma
se mantenga serena y tranquila ante un millón de universos.

Y yo le digo a la humanidad: no te muestres curiosa en cuanto a Dios,
Yo, que tengo curiosidad por cada cosa,
no manifiesto curiosidad alguna en cuanto a Dios;
(No hay palabras suficientes para expresar hasta qué punto
estoy en paz con Dios y con la muerte.)
Yo escucho y contemplo a Dios en todo objeto, pero no lo
comprendo bajo ningún concepto,
Tampoco concibo que pueda existir algo más maravilloso
que yo mismo.

¿Por qué he de pretender que Dios es mejor que este día?
Algunas veces veo a Dios en cada una de las veinticuatro
horas del día, y también en cada instante;
En los rostros de los hombres y de las mujeres veo a Dios,
y en mi propio rostro cuando me contemplo ante el espejo;
Encuentro cartas de Dios abandonadas en las calles, y cada
una lleva la firma con el nombre de Dios,
Y yo las dejo donde están, porque sé que en cualquier lugar donde yo vaya,
Con la misma puntualidad, otras cartas llegarán y llegarán.

49

Y en cuanto a ti, Muerte, tú, amargo beso de la inmortalidad,
es inútil que intentes alarmarme.

A tu labor incansable acude el comadrón;
Veo la mano avezada y veterana barajando, recibiendo, sosteniendo;
Me reclino cerca del umbral de las puertas elegantes y acogedoras,
Y observo la salida, observo a los que acuden con su socorro
y también a los que huyen del peligro.

Y en cuanto a ti, Cadáver, creo que eres buen abono, pero
eso a mí no me ofende;
Yo huelo las blancas rosas creciendo y perfumando,
Alcanzo los florecidos labios, yo beso los senos bruñidos
como los melones...

Y en cuanto a ti, Vida, reconozco que eres el residuo de
muchas muertes;
(Sin duda, yo mismo he muerto antes diez mil veces.)

Yo os escucho murmurar allá, ¡oh, estrellas celestiales!
¡Oh, soles!- ¡Oh, hierbas de las tumbas!
- ¡Oh, perpetuos cambios y migraciones!
Si nada me decías, ¿qué puedo yo deciros?

De la turbia charca que duerme en el bosque otoñal,
De la luna que desciende por las abruptas pendientes en el
susurrante crepúsculo,
¡ Agitaos, chispas del día y de las tinieblas, agitaos entre
los negros troncos que en el lodo se hunden!
¡Agitaos con el gemebundo murmurio del seco ramaje!

Yo vengo de la luna, y vengo de la noche;
Percibo la siniestra claridad que en el mediodía reflejan los rayos solares;
Y de la cuna grande o pequeña, yo desciendo hasta lo estable y central.

50

Está en mí.- No sé lo qué es, pero yo sé que en mí está.

Arrebatado y sudoroso, mi cuerpo ha recobrado la frescura y la calma,
Duermo, duermo largo rato.
Yo no lo conozco. No tiene nombre.
Es una palabra que jamás fue pronunciada;
No está en ningún diccionario, ni como expresión, ni como símbolo.
Se cierne sobre algo que es más que la tierra sobre la cual yo me cierno;
Anunciando la creación, es como el amigo cuyo abrazo me despierta.

Acaso yo pudiera decir más. ¡Esquemas!
Yo imploro por mis hermanos y mis hermanas.

¿Veis? ¡oh hermanos, oh hermanas míos!
No es el caos o la muerte,
Es la forma, la conjunción, el plan,
Es la vida eterna, es la Felicidad.

51

El pasado y el presente se desvanecen- los he colmado, los he vaciado,
Y, para el futuro, me apresto a llenar mi próxima cuna.

¡Tú que allá en lo alto, escuchas! ¿Qué tienes que confiarme?
Mírame de frente mientras resoplo recorriendo el oblicuo camino del atardecer;
(Habla honestamente, nadie más te escucha,
y yo no permaneceré ni un minuto más).

¿Acaso me contradigo?
Muy bien; me contradigo,
(Yo soy amplio, contengo las multitudes).

Yo me concentro en aquellos que están próximos, y aguardo su paso, en el umbral.

¿Quién ha dado fin a la diaria jornada?
¿Quién fue el primero en terminar su comida?
¿Quién quiere pasear conmigo?

¿Quieres hablar antes de mi partida?
¿No estarás ya retrasado?

52

El halcón sobre mí se abate, acusándome, lamentándose de mi parloteo y de mi pereza.
Yo también soy indomable, también yo soy intraducible;
Yo hago resonar mi bárbaro aullido sobre los techados del mundo.

Sobre mí se retrasa el postrer fulgor del día;
Proyecta mi imagen, después de las otras,
y es más verdadera que otra cualquiera sobre las landas invadidas por la sombra.
Me empuja hacia la bruma y el crepúsculo.

Como el aire me alejo, sacudo mi blanca cabellera hacia el sol declinante;
Entrego mi carne a los remolinos, y la dejo marchar a la deriva entre crestas de encajes
Me entrego al barro para renacer en la hierba amada;
Si todavía me amas, búscame bajo las suelas de tus zapatos.

Quizá no sepas lo que yo soy ni lo que yo significo,
Pero, de todas maneras, seré saludable para ti,
Y justificaré y fortaleceré tu sangre.

Si tú no me alcanzas con el primer golpe, ¡anímate!
Si tú no me encuentras en un lugar, ¡búscame en otro!
He hecho alto en alguna parte para esperarte.
(1855-1881)