CANTO A MÍ MISMO
(Song of my self)
Este poema
apareció sin título en la primera edición de Leaves of Grass, “Hojas de Hierba” (1855). Recién
llevó el título Song of Myself a partir de la 3º edición (1860). Es el más
extenso de los poemas de W. W. y, desde luego, el más característico de todos.
Alcanza a 52 estrofas y constituía la parte esencial de la primera edición. El
volumen, con sus doce poemas, fue, en parte, compuesto tipográficamente por el mismo poeta. Fueron
94 páginas in-8°El prefacio abarcaba diez páginas sobre dos columnas.
Encuadernado en tela verde oscuro, no llevaba mención de autora, salvo la de
que todos los derechos estaban reservados por W. W. Tenía un retrato de éste,
reproducción del daguerrotipo de 1854, donde se le ve en mangas de camisa, una
mano sobre la cadera, la otra en el bolsillo del pantalón y su chambergo
ladeado. En el prólogo decía:
“América aguarda
la aparición de un poeta que exprese a América la democracia, un poeta más
amplio y más profundo que los grandes poetas de las asociaciones religiosas y
feudales de otros tiempos.
“El gran poeta
es el sacerdote del futuro, el hombre en el cual los otros hombres encontrarán
y reconocerán su propio corazón.
“América carece aún de vida interior, de vida
religiosa y familiar, sus mujeres se diluyen en visitas y comadreríos, no son
madres de familia...” Una casi total indiferencia en los primeros días, fue
seguida por agrias críticas y censuras de todos aquellos que habían recibido
los ejemplares enviados por W. W. Parece ser que sólo se vendió un ejemplar.
Nadie se percató
en un principio de la trascendencia que en un futuro muy próximo tendría este
hermoso libro de un norteamericano vigoroso tanto de cuerpo como de alma. El 21
de julio de aquel año, W. W. tuvo el infinito consuelo de recibir una carta de
Emerson, en la que le decía:
“No puedo cerrar
los ojos ante el valor de este maravilloso presente que es Hojas de Hierba.
Encuentro que es la más extraordinaria obra de intuición y de sabiduría (wit
and wisdom) que América ha producido hasta el presente. Me he sentido muy feliz
al leerlo, porque su gran fuerza nos hace felices... Encuentro cosas
incomparablemente expresadas, tal como deben serlo...” Emerson confirmó su
juicio visitando al poeta.
El autor
comienza escuchándose y cantándose a sí mismo para enseñar a sus semejantes. Su
poesía rehúye el léxico y la métrica comunes, W. W. es el poeta de la vida
universal, inagotable e inmortal, pues que la muerte no es más que un aspecto
de la vida que sin cesar avanza. ¿Quién es este W. W.? Un cosmos en unión con
el cosmos universal, un alba. Nada es pequeño ni despreciable. Los animales, en
su inconsciencia, son tan admirables como los hombres. La simpatía del autor
alcanza a todos los hombres, particularmente a los que están enfermos, a los
inmorales. Esta poesía de simpatía es alentadora y crea una religión que
sustituirá a las antiguas: la del trabajo. Por otra parte, W. W. cree que Dios está
de manifiesto en la inmensidad temporal y especial, en la integridad del ser,
cuerpo y alma, del hombre.
CANTO A MÍ MISMO
(Song of Myself)
1
Yo mismo me
celebro y a mí mismo me canto;
Y mis
pretensiones serán las tuyas,
Pues que cada
átomo mío también te pertenece.
Vago y a mi alma
la incito;
Vago y
holgazaneo a mi antojo, contemplando la brizna de hierba estival.
Casas y
aposentos llenos de perfumes están- las alacenas saturadas de perfumes se
hallan;
Aspiro yo mismo
la fragancia y, complacido, la reconozco;
El vaho también
me amenaza, pero yo no lo tolero.
La atmósfera no
es un perfume- no tiene el dejo de la destilación- es inodora;
Ella es para mi
boca eternamente. De ella estoy enamorado;
Llegaré a la
represa atravesando el bosque y, candoroso, desnudándome,
Enloquecí al
sentir su contacto.
Mi lengua, cada
átomo de mi sangre, formados de este suelo, de este aire,
Nacido aquí de
padres, nacidos aquí de padres también aquí nacidos,
Yo, ahora de
treinta y siete años de edad, en perfecta salud, comienzo,
Esperando no
cesar más hasta la muerte.
Credos y
escuelas a la expectativa,
Retirándome por un
momento, teniendo suficiente de lo que ellos son,
pero sin
olvidarlos nunca,
Yo ofrezco
abrigo para el bien o para el mal,
Yo dejo hablar a
todos a la ventura,
La naturaleza
desenfrenada con la energía original.
2
El vaho de mi
propio aliento;
Ecos, ondas,
susurros, raíces del amor, filamentos de seda,
los caprichosos
sarmientos y la vid;
Mi respiración y
mi inspiración, el latido de mi corazón,
el paso de mi
sangre y del aire a través de mis pulmones;
El aroma de las
verdes hojas y el de las hojas secas, y el
de la ribera, y
el oscuro color de las rocas marinas y
el del heno en
el henil;
El sonido de las
palabras musitadas por mi voz, palabras
arrojadas a los
remolinos del viento;
Unos suaves
besos, unos cuantos abrazos, un ceñir de brazos;
El juego de
luces y de sombras entre la arboleda cuando la brisa la balancea;
La deleitosa
soledad, ya en medio del bullicio callejero, ya
en la inmensidad
de los campos y en las laderas de los montes;
La sensación de
la salud, los trinos bajo la luna llena,
la canción de mi
despertar en el lecho encontrándome con el sol.
¿Has contado
alguna vez mil acres? ¿No has calculado que toda la tierra era mucho?
¿Has empleado
tanto tiempo para aprender a leer?
¿Te has sentido
orgulloso al desentrañar el sentido de los poemas?
Detente este día
y esta noche conmigo y alcanzarás el
origen de todos
los poemas;
Poseerás lo que
es bueno de la tierra y el sol (quedan todavía millones de soles);
No tomes más las
cosas procedentes de una segunda o tercera mano, no mires a través de los ojos
de la muerte,
no te alimentes
con los espectros de los libros;
Tampoco quiero
que mires a través de mis ojos, ni que
recibas las
cosas de mí;
Escucha las
voces procedentes de todos los lados y tamiza
las que hasta ti
lleguen.
3
He escuchado lo que
los charlatanes decían, la charla del
principio y la
del final;
Pero yo no hablo
del principio ni del final.
Jamás existió
otro comienzo que este de ahora,
Ni más juventud
ni vejez que la de hoy;
Y jamás existirá
otra perfección que la de ahora,
Ni otro paraíso
ni otro infierno que este de hoy.
Impulso, impulso
e impulso;
Siempre el
creador impulso del mundo.
Más allá de la
oscuridad emergen oponiéndose los iguales
-siempre
sustancia acrecentándose, siempre sexo;
Siempre una
fusión de identidad,
siempre una
distinción siempre engendrando la vida.
Elaborar no
tiene importancia- sabios o necios lo realizan
por igual.
Firmes en el más
sólido convencimiento, aplomados en su
probidad, bien
aferrados, abrazados a las vigas,
Recios como
potros, amorosos, arrogantes, eléctricos,
Yo y este
misterio, henos aquí de pie.
Límpida y
amorosa es mi Alma, y limpio y amante es todo
cuanto nada
tiene de mi Alma.
Si uno falta,
ambos están ausentes, y lo invisible queda
demostrado por
lo visible.
Hasta que lo
visible se torne invisible y, a su vez, lo
compruebe.
Mostrando lo
mejor y, apartándolo de lo peor, el tiempo
hostiga al
tiempo;
Conociendo la
perfecta fineza y la ecuanimidad de las cosas,
mientras ellos
discuten, yo permanezco en silencio, y
voy luego a
bañarme y admiro mi propio cuerpo.
Bienvenido sea
cada órgano y cada uno de mis atributos,
y también los de
todo hombre cordial y puro;
Ni una pulgada,
ni la partícula de una pulgada de mi ser,
es vil, y
ninguna partícula deja de corresponder con
las restantes.
Estoy
satisfecho- Yo veo, bailo, río, canto:
Mientras, el
acariciante y amoroso Compañero de lecho
duerme a mi vera
durante la noche, y al amanecer se
aleja con
furtivos pasos,
Dejándome cestas
cubiertas por blancos lienzos,
que regocijan la
casa con su abundancia.
¿Diferiré mi
aceptación y mi realización,
volveré mis
atribuladas miradas
Con objeto de
que ellas dejen de contemplar el futuro a
lo largo de la
ruta,
Y de inmediato
me estimen más o menos en un céntimo,
Exactamente el
valor de uno y exactamente el valor de
dos, y hasta
cuál es el precio máximo?
4
Curiosos y
preguntones me rodean;
Me encuentro
entre la gente- Lléganme los recuerdos de
mi temprana
vida, o del barrio y de la ciudad donde
viví, o de la
nación,
Las recientes
fechas, descubrimientos, invenciones, asociaciones,
autores viejos y
nuevos,
Mi comida,
vestidos, amistades,
cuidados,
cumplimientos, deudas,
La real o
ficticia indiferencia de algún hombre o mujer amados,
Las dolencias de
los míos, o de mí mismo, o las malas
acciones, o la
carencia o la pérdida de dinero, o las
depresiones o
las exaltaciones;
Batallas, los
horrores de la guerra fratricida, la fiebre de
las noticias
dudosas, los sucesos inciertos;
Estas cosas
hasta mí llegan día y noche,
y luego se
apartan de mí,
Pero no constituyen
parte de Mí mismo.
Apartado estoy
de tirones y empellones;
Permanezco
alegre, complacido, compasivo, ocioso, íntegro;
Miro alrededor,
erguido, o bien, apoyando un brazo sobre
mi impalpable
aunque seguro apoyo,
Mirando, con la
cabeza ladeada, en espera de lo que ha de acontecer;
Metido dentro y
fuera del juego,
y contemplando
maravillado lo que ocurre.
Miro hacia atrás
y me veo en lo días en que vagaba a
través de la
niebla, acompañado por lingüistas y polemistas;
No tengo burlas
ni argumentos- Miro y espero,
5
Creo en tí, alma
mía- El otro que soy no debe rebajarse ante ti;
Y tú no debes
rebajarte ante el otro.
Acuéstate
conmigo sobre la hierba- cállate;
No quiero
palabras, ni música, ni ritmos- ni trajes, ni
lecturas, aunque
sean lo mejor,
Sólo tu arrullo
me agrada, el susurro de tu contenida voz.
Recuerdo cómo
una vez que estábamos tendidos, durante
una transparente
mañana de verano,
Apoyando tu
cabeza de través sobre mis muslos, te volviste
gentilmente
hacia mí,
Entreabriendo la
camisa sobre mis pechos, hundiste la
lengua hasta mi
desnudo corazón,
Y tendiéndote a
lo largo de mi cuerpo, a él te adheriste
desde mis barbas
hasta los pies.
Rápidamente se
irguieron y se esparcieron en torno mío
la paz y la
sabiduría, que superan a todos los argumentos de la tierra;
Y sé que la mano
de Dios es la promesa de la mía,
Y sé que el
espíritu de Dios es hermano del mío,
Y que todos los
hombres nacidos son mis hermanos, y las
mujeres mis
hermanas y mis amantes,
Y que el germen
de la creación es el amor,
Y son
incontables los erectos o marchitos tallos que cubren los campos;
Y las oscuras
hormigas afanándose debajo de aquellos más tiernos;
Y las musgosas
costras que recubren las carcomidas vallas,
los montículos
de piedras, el saúco, el gordolobo y el eléboro.
6
Un niño
preguntó: “¿Qué es la hierba?”, mostrándoseme
con sus manos
colmadas;
¿Qué podía
responderle? Yo ignoro, como él, qué es la hierba.
Supongo que debe
ser la bandera de mi índole, urdida con
la verde
sustancia de la esperanza.
O bien barrunto
que es el pañuelo del Señor,
presente
abandonado adrede como un recuerdo,
Quizá el nombre
del dueño aparece en uno de sus ángulos
para que
viéndolo, nos preguntemos: ¿de quién es?
O bien adivino
que la hierba misma es un niño, la tierna
criatura nacida
de la vegetación.
O sospecho que
es un uniforme jeroglífico,
Y que quiere
decir: La germinación es igual, tanto en las
zonas amplias
como en las zonas estrechas,
Crecimiento
entre los negros lo mismo que entre los blancos,
Kanuck,
Tuckahoe, Legisladores, Cuff, yo los acojo y los
recibo lo mismo.
Y ahora la
hierba me parece que es la hermosa cabellera
intonsa que
cubre las sepulturas.
Tiernamente
quiero tratarte, rizada hierba;
Quizá eres la
traspiración que exhala el pecho de los adolescentes;
Es posible que,
de haberlos conocido, yo los hubiera amado;
Quizá provienes
de los viejos, de las mujeres, o bien de las
criaturas
prematuramente arrancadas del regazo materno;
Y que aquí eres
tú el regazo materno.
Esta hierba es
demasiado oscura para provenir de las blancas
cabezas de las
ancianas madres;
Más oscura que
las descoloridas barbas de los ancianos;
Oscura para
provenir del borde tiernamente rojo de los labios.
¡Oh! Después de
todo, escucho muchas lenguas clamando.
Y me percato
también de que no por nada ellas proceden
de lo alto de
los labios.
Quisiera poder
traducir las alusiones al mancebo muerto y las muchachas,
Y las alusiones
al anciano y a las madres, cuyos vástagos
les fueron
arrebatados de sus brazos.
¿Qué piensas tú
del destino del mancebo y del anciano?
¿Y qué piensas
que fue de esas mujeres y de esos niños?
Ellos están
vivos y bien en alguna parte;
El retoño más
diminuto prueba que, en realidad, no existe la muerte;
Y que, si alguna
vez existió fue únicamente para engendrar
vida, que sólo
aguardó el final para detenernos,
Y que cesó en el
instante mismo de aparecer la vida.
Todo avanza
hacia adelante y hacia arriba- nada perece;
Y la muerte es
diferente de lo que algunos suponen, y más
venturosa.
7
Como algunos
suponen, ¿es venturoso nacer?
Pero yo me
apresuro a asegurarles a estos y aquellos que
es cosa tan
venturosa como morir, y que esto lo sé muy bien.
Agonizo con el
moribundo y nazco con el recién nacido,
y no sólo estoy
contenido entre mi sombrero y mis botas;
Y examino
múltiples objetos, y no encuentro dos que
iguales, si bien
cada uno es bueno;
Buena es la
tierra, y las estrellas son buenas y sus satélites son buenos.
Yo no soy la
tierra, ni un satélite de este mundo;
Yo soy el
camarada y el compañero de todos, justamente,
de todos esos que
son tan inmortales e insondables como yo mismo;
(Ellos ignoran
cómo son inmortales, pero yo sí lo sé).
Cada especie
para sí y para los suyos- para mí la vida, macho y hembra;
Para mí esos que
fueron muchachos y que amarán a las mujeres;
Para mí el hombre
arrogante y sensible cuando se siente desdeñado;
Para mí la amada
y la solterona- para mí las madres y las madres de las madres;
Para mí labios
que hayan sonreído, ojos que hayan derramado lágrimas;
Para mí los
niños y aquellos que niños engendran.
¡Desnúdate! Ante
mí no eres culpable, ni estás gastado,
ni has sido
descartado;
Yo veo a través
del paño y de la burda tela, quiéraslo o no,
Y permanezco
rodeándote, tenaz, empeñoso, infatigable;
y no es posible
apartarme.
8
El pequeño
duerme en su cuna;
Entreabro el
cendal y lo contemplo largo rato, y silencioso
ahuyento las
moscas con mi mano.
El mancebo y la
doncella de sonrosadas mejillas
trepan hacia la
frondosa loma;
Desde la cima
los atisbo.
El suicida yace
despatarrado
sobre el
ensangrentado suelo de la alcoba;
Contemplo el
cadáver con su enmarañada cabellera
y observo donde
ha caído la pistola.
La charla en la
calle, el tedioso ruido de los carros, el sordo
rumor de las
suelas de las botas, la conversación de los paseantes;
El pesado
ómnibus, el cochero,
ofreciéndose con
interrogante ademán,
el golpeteo de
los cascos de los caballos
sobre el
empedrado;
Los trineos, el
tintineo, gritos bromeando,
el juego con las
bolas de nieve;
Los “hurrahs”
para los favoritos populares,
la furia de la arrebatada
multitud;
El paso de la
encortinada litera,
con un enfermo
en su interior,
rumbo al
hospital;
El encuentro de
los enemigos, la súbita blasfemia,
los golpes, la
caída;
El gentío
excitado el polizonte con su estrella, abriéndose
paso hasta el
centro del tumulto;
Las impávidas
piedras que reciben
y devuelven
infinitos ecos;
Gruñidos de los ahítos
o aullidos de los hambrientos;
Exclamaciones de
preñadas que acuden a sus hogares y
pronto darán a
luz;
Clamores que a
veces brotan vibrantes y mueren luego
amordazados por
el decoro;
Los criminales
arrestados; desdenes; adúlteras ofreciéndose;
la aceptación,
el rechazo con labios despectivos;
Yo pienso en
todas estas cosas,
en su apariencia
y en su resonancia;
Llego y me
marcho.
9
Las amplias
puertas del granero están abiertas y aguardan;
La hierba seca
de la última siega colma el carromato
lentamente
arrastrado;
La límpida luz
juega sobre la tostada alfalfa y denuncia
los brotes aún
verdes;
Las brazadas
están apiladas ante el henchido pajar.
Yo estoy allí-
Yo ayudo- He llegado tendido en lo alto
de la cargada
carreta;
He sentido el
grato traqueteo- una pierna encima de la otra;
He saltado de
través para recoger el trébol y la alfalfa,
Y he caído
rodando, hecho un ovillo,
llenos mis
enmarañados cabellos de briznas de la paja.
10
Solitario,
lejos, cazo en las agrestes montañas,
Vagabundeando,
maravillado de mi agilidad y de mi júbilo;
Al atardecer
busco un refugio para pasar la noche,
Enciendo una
hoguera y aso la pieza recién muerta;
Y me duermo
sobre la hojarasca amontonada, con mi perro
y el fusil a mi
vera.
El clíper yanqui
ha soltado sus velas- corta la espuma y se desliza;
Mis ojos
reconocen la costa- me inclino sobre la proa o
gozoso grito
desde el puente.
Los barqueros y
los pescadores de almejas han madrugado
y se han
detenido, aguardándome;
Metí los bajos
de mis pantalones dentro de las botas y, a
tiempo, me reuní
con ellos:
(Si nos hubieras
acompañado hoy habrías
compartido
nuestra cazuela de mariscos).
Asistí a la boda
de un trampero, al aire libre,
en el Far West-
la novia era una piel roja;
Su padre y sus
amigos sentados la rodeaban, cruzadas las
piernas y
fumando en silencio- calzaban mocasines
y amplias y
gruesas mantas pendían de sus hombros;
En la ribera
aguardaba el trampero- cubierto enteramente
por las pieles-
las frondosas barbas
y los largos
cabellos protegían su cuello
-y cogía a su
novia por la mano;
Tenía ella
largas las pestañas- desnuda la cabeza
- las rústicas
trenzas descendían por sus muslos voluptuosos
hasta tocarle
los pies.
El esclavo
fugitivo llegó hasta mi casa y se detuvo ante la puerta,
Escuché sus
movimientos haciendo crujir las ramas secas;
Por la
entreabierta puerta de la cocina lo vi vacilante y extenuado,
Acudí hasta el
tronco hacia el cual se había encaminado,
lo hice sentar y
serenarse,
Luego le alcancé
agua y llené un cubo
para que lavara
su sudoroso cuerpo y sus magullados pies,
Y le di una
alcoba contigua a la mía, y ropas gruesas y limpias,
Recuerdo
perfectamente sus azorados ojos mirando a uno y otro lado,
Y recuerdo haber
aplicado compresas sobre las lastimaduras
de su cuello y
de sus tobillos.
Permaneció una
semana conmigo hasta que, ya restablecido,
prosiguió su
camino hacia el norte;
(Lo senté a mi
lado en la mesa,
y mi fusil
estaba apoyado en un rincón).
11
Veintiocho
mancebos se bañaban cerca de la ribera;
Veintiocho
mancebos, y todos tan camaradas;
Veintiocho años
en la vida de una mujer y, todavía, tanta soledad.
Ella posee la
hermosa casa que se levanta en lo alto de la costa;
Elegante y
ricamente ataviada, espía detrás de las persianas.
¿Cuál de los
muchachos le agrada más?
¡Ah! El más
rústico de todos es hermoso para ella.
¿Hacia dónde
acudes, señora? Porque yo te veo;
Chapoteas con
ellos en el agua, y, sin embargo, permaneces
retraída en tu
cuarto.
Bailando y
riendo, a lo largo de la playa, llega ésta que es
la vigésimo-novena
bañista;
Los muchachos,
empero, no ven a la dama,
si bien ella los
ve y los desea.
Las barbas de
los mancebos relucen empapadas, y el agua
chorrea por sus
largos cabellos;
Hilillos de agua
se deslizan por sus cuerpos.
Una mano
invisible se desliza también por encima de sus
cuerpos,
Y temblorosa
desciende desde sus sienes
y a lo largo de
sus torsos.
Los muchachos
nadan de espaldas, los blancos vientres se
entregan al sol,
no preguntan quién los abraza;
Ignoran quién
suspira y sobre ellos se inclina pendiente y
combada como un
arco;
Ni saben a quién
salpican cuando se zambullen.
12
El muchacho
carnicero se despoja de sus ropas de matadero,
o bien afila su
cuchilla en el puesto del mercado;
Yo, que
vagabundeo, festejo sus ocurrencias, mientras él
trajina y
descuartiza.
Los herreros,
tiznados y velludos sus pechos, rodean el yunque;
Cada cual empuña
su maza; todos descansan ahora, y el
fuego produce
intenso calor.
Desde el portal
lleno de escoria y ceniza, contemplo sus
movimientos;
El más leve de
sus contorneos armoniza con el movimiento
de sus brazos
macizos;
Levantan ahora
sus mazas- las ciernen sobre el yunque
y las dejan caer
de firme:
No se
precipitan, cada cual golpea donde debe.
13
El negro aguanta
con firmeza las riendas de sus cuatro
caballos, la
caja del carro vacila con el sacudón producido por las cadenas de las varas;
El negro que
conduce el carro a través del patio empedrado,
se mantiene
firme y erguido, y apoya una de sus
piernas en el
pescante;
Su camisa azul
descubre el amplio cuello y el pecho, aflojándose sobre su faja;
Serena y altiva
su mirada, echa hacia atrás el sombrero
descubriendo la
amplia frente;
El sol cae sobre
sus crespos cabellos y su mostacho cae
sobre el negro
de sus bruñidos y perfectos miembros.
Contemplo al
pintoresco gigante, y lo amo- y no sólo en
esto me
complazco;
Me marcho
también con su atalaje.
En mí la
contemplación de la vida constituye siempre un
deleite, y la
acaricio insaciable,
esté ella
adelante o en pos;
Reverente ante
las capillas apartadas
y humildes, sin
desdeñar nada ni a nadie;
Absorbiéndolo
todo y también está mi canción.
Bueyes que
hacéis rechinar yugo y cadena,
o que os
detenéis en la sombra, bajo la fronda,
¿qué expresan vuestros
ojos?
Me parece que es
mucho más que todo cuanto he leído en mi vida.
Mis pisadas,
durante mi prolongado y distante vagabundeo,
ahuyentan a los
ánades, a los machos y a las hembras;
Levantan el
vuelo juntos, trazando lentos círculos en el aire.
Pienso en el
propósito de esos vuelos,
Y reconozco el
sentido que para mí tiene el plumaje rojo,
amarillo y
blanco,
Y considero que
el verde y el violeta y la empenachada
cabeza tienen
una intención,
Y no digo que la
tortuga es indigna puesto que ella jamás
es otra cosa que
una tortuga;
Y la corneja,
que en el bosque nunca estudió la escala, para
mí trina
bastante bien;
Y la mirada de
la yegua baya pone en evidencia mi necedad
y la ahuyenta.
14
El ganso salvaje
conduce su bandada a través de la noche fría;
Ya.... honk,
grita, y su graznido en mí repercute cual una incitación;
(El orgulloso
quizá no escuche, pero yo lo oigo atentamente;
Y alcanzo su
propósito y su lugar allá en lo alto, en el cielo invernal).
El vivaz y veloz
alce norteño,
el gato
adormilado sobre el umbral, el vencejo, la aranata,
Las crías de la
gruñidora cerda mamando de sus ubres,
La pollada de la
pava y ésta con sus alas entreabiertas;
En ellos y en mí
yo veo la misma vieja ley.
La presión de mi
pie sobre la tierra levanta un centenar de afectos;
Pero éstos
desdeñan cuanto hago yo para expresarlos.
Enamorado estoy
de todo cuanto germina en el aire libre,
De los hombres
que viven entre el ganado, o que saborean
el aire del
océano o de los bosques,
De los armadores
y de los tripulantes de navíos, y de los
que empuñan
hachas y mazos, y de los domadores de potros;
Podría comer y
dormir al raso en su compañía durante
semanas y
semanas.
Lo vulgar y lo
tosco, lo cercano y lo fácil, eso soy yo,
Acudo hacia mi
destino y me ofrendo íntegro sabiendo
que siempre he
de ganar;
Yo mismo me
engalano para entregarme al primero que
quiera tomarme,
Sin preguntarle
al cielo si sobre mí descenderá según yo deseo,
Entregándome
franca y eternamente.
15
La contralto
canta junto al órgano del coro;
El carpintero
desbasta su madero- la lengua de su cepillo
silba y deja
escapar un loco balbuceo;
Los hijos
casados y los que no lo están aún acuden al
hogar para la
cena de Pascuas;
El piloto empuña
la vara del timón- lo hace con brazo vigoroso;
Erguido en su
ballenera, el contramaestre se apresta con la
lanza y el
arpón;
El cazador de
patos avanza con silenciosos y cautelosos pasos;
El diácono
aguarda su ordenación con las manos cruzadas ante el altar;
La hilandera
retrocede y avanza siguiendo el compás del susurro de su gran rueda;
El labriego, en
el Primero de Año, abandona las varas de
su arado, y
cuando pasea, contempla cómo han crecido la avena y el centeno;
El lunático,
finalmente, es conducido al asilo, pues su caso
ha sido
confirmado;
(Ya no dormirá,
como solía hacerlo, en el camastro, en la alcoba de su madre);
El impresor de
periódicos con sus grises cabellos y enjutas
mejillas trabaja
junto a las cajas,
Da vueltas a su
mascada de tabaco, al paso que sus ojos
recorren el
borroneado manuscrito;
Los deformados
miembros yacen sobre la mesa del cirujano,
Cuando son
amputados caen horriblemente en el cubo;
La muchacha
cuarterona es vendida en pública subasta
y el borracho
cabecea junto a la estufa de la taberna;
El maquinista se
remanga la camisa, el policía recorre su
distrito, el
portero custodia su portal;
El joven
maquinista guía el vagón del expreso (y, aunque
no lo conozco,
lo amo);
El mestizo
ajusta sus livianas botas para competir en la carrera;
Viejos y
jóvenes, apoyándose en sus rifles y otros sentados
en los troncos,
se han reunido para la cacería de pavos del Oeste,
Apartándose del
grupo, el tirador se aposta y apunta a su pieza;
Los grupos de
inmigrantes recién llegados colman el muelle o el malecón;
Mientras los
motosos cavan en la plantación azucarera,
El capataz
vigila desde su montura;
Suena el
clarinete en la sala de baile, los caballeros acuden
a sus parejas,
los bailarines se reverencian unos a otros;
El mancebo yace
desvelado bajo la techumbre de cedro del
desván, y
escucha con atención la música de la lluvia;
Los loberos
colocan sus trampas en los arroyos que se vierten en el Hurón;
La indígena,
envuelta en su manta ribeteada de amarillo,
ofrece mocasines
y bolsas de cuentecillas;
El perito husmea
mientras recorre la exposición con sus
ojos entornados,
volviéndose hacia uno y otro lado;
En tanto que los
marineros amarran el vapor, colocan la
planchada para
que desembarquen los pasajeros;
La hermanita
menor sostiene la madeja, mientras la mayor
forma un ovillo
y se detiene a ratos para deshacer los nudos;
La que cumplió
un año de casada, ya se ha repuesto y es feliz,
pues su
primogénito acaba de cumplir quince días;
La rubia
muchacha yanqui trabaja con su máquina de
coser, o en la
hilandería;
La embarazada de
nueve meses está en la sala de las parturientas,
su languidez y
sus dolores han aumentado;
El empedrador se
apoya en su pisón, el repórter vuela sobre
sus cuartillas,
el pintor de muestras ejecuta rótulos con
letras azules y
doradas;
El muchacho del
canal corre a lo largo del camino de sirga,
el contable
calcula en su escritorio, el zapatero encera sus cordones;
El director
marca el compás a la orquesta, y todos los ejecutantes lo siguen;
El niño recibe
el bautismo, el converso formula su primera profesión de fe;
Se aprestan para
la regata en la bahía- la carrera ha comenzado-
¡cómo brillan
las blancas velas!
Apacienta su
rebaño el pastor y grita a los animales cuando
intentan
alejarse;
El mercachifle
suda agobiado por el fardo de su mercancía
(y el comprador regatea por unos céntimos);
La cámara y la
placa están preparadas, la dama se apresta
para que tomen
su daguerrotipo;
La novia
desarruga su blanco vestido,
el minutero
avanza lentamente;
El fumador de
opio reclina su rígida cabeza
y entreabre los
labios;
La prostituta
pasa arrastrando su chal; su sombrero cae
sobre el
vacilante y granujiento cuello;
La gente festeja
sus obscenidades;
los hombres se
mofan haciéndole guiños;
(¡Miserable! ¡Yo
no festejo tus obscenidades ni me burlo de ti!).
El presidente
reúne al consejo, lo rodean los grandes secretarios;
En la plaza,
cogidas del brazo, pasean tres majestuosas matronas;
La tripulación
del pesquero estiba camadas de hipogloso en la bodega;
La gente de
Missouri atraviesa las llanuras, arreando sus
ganados y
cargando sus bártulos;
Mientras el
cobrador recorre el tren anunciándose con el
tintineo de las
monedas;
Los carpinteros
colocan los entarimados, los techadores
cubren los
techos, los albañiles piden el mortero;
En fila, con sus
artesas al hombro, avanzan los peones;
Las estaciones
se suceden, la indescriptible multitud se
congrega, hoy
Cuatro de Julio (¡Qué salvas de artillería
y armas
menores!).
Las estaciones
se suceden, el labrador ara, siega el segador,
y el grano
invernal cae sobre la tierra;
Allá, en los
lagos, el pescador de pica mira y aguarda a
través del
agujero abierto en la helada superficie;
El pionero hinca
profundamente el hacha en los tocones
que inundan la
llanura;
Los lancheros
hacen alto a la hora del crepúsculo y atracan
con sus gabarras
cerca de las plantaciones de algodón
y bajo los
castaños;
El rastreador de
coones los busca a través de las regiones
del río Colorado
o las que baña el Tennesse, o a través
de las del
Arkansas;
Brillan las
antorchas en las sombras de Chattahoochee o Altamahaw.
Los patriarcas
se sientan para cenar con sus hijos y sus
nietos, y los
biznietos los rodean;
En chozas de
adobes, en tiendas de lona, duermen los tramperos
y cazadores
luego de la diaria cacería;
La ciudad
duerme, el campo duerme;
Los vivos
duermen a su tiempo, los muertos duermen a su tiempo;
El viejo marido
duerme a la vera de su esposa, y el joven
esposo duerme
con la suya;
Y todos éstos en
su fuero interno anhelan venir hacia mí,
y yo en mi fuero
exterior quiero acudir hacia ellos;
Y tal cual son
ellos, así, más o menos, así soy yo;
Y cada uno de
ellos, y de todos, y de mí, brota esta
canción a mí
mismo.
16
Soy del anciano
y del joven, del necio tanto como del sabio;
Negligente con
unos, siempre respetuoso con los otros,
Maternal tanto
como paternal, un niño tan bien como un hombre,
La sustancia de
que colmado estoy es grosera y la sustancia
de esa sustancia
es refinada;
Uno en la Gran
Nación, la nación formada por muchas
naciones, donde
las más pequeñas valen tanto como las más grandes;
Un sureño tanto
como un norteño- un plantador indolente
y hospitalario,
junto al Oconee donde vivo;
Un yanqui
resuelto a proseguir mi camino,
dispuesto a
comerciar, con las articulaciones más flexibles del mundo
y con las
articulaciones más sólidas del mundo;
Un kentuikano
vagando por el valle del Elkhorn,
enfundado en mis
polainas de piel de venado,
un luisiano o
georgiano;
Un barquero en
lagos y bahía, o al largo de las costasun hoosier,
badger, buckeye
(uno de Indiana de Wisconsin, de Ohío);
En mi hogar del
Canadá, calzando raquetas para la nieve,
o instalado
arriba, en los bosques,
o con los
pescadores de Newfoundland (Terranova);
En la flotilla
de rompehielos, bordejando con los otros;
En mi hogar, en
las colinas de Vermont, o en los bosques
del Maine, o
viviendo en un rancho de Texas;
Camarada de los
californianos camarada de las gentes
libres del
Noroeste (enamorado de sus esbeltas proporciones),
Camarada de los
jangaderos y de los carboneros
- camarada de
los que estrechan las manos
dando la
bienvenida e invitan a comer y beber;
Un aprendiz con
los más simples,
un maestro para
los más aventajados;
Un novicio
principiante,
empero con la
experiencia de miriadas de estaciones;
De cada color y
de cada casta tengo yo algo, de cada rango
y cada religión;
Un labrador,
mecánico, artista, caballero, marino, cuáquero;
Prisionero,
iluso, pendenciero, leguleyo, médico, sacerdote;
Resisto
cualquier cosa mejor que mi propia diversidad;
Aspiro el aire
pero lo dejo en plenitud para los demás,
Y no estoy
encaramado, ocupo siempre mi lugar.
(La polilla y
las huevas de los peces están en su sitio;
Yo veo los soles
brillantes, y aquellos que no alcanzo a
divisar están en
su debido lugar;
Lo palpable
ocupa su lugar, y lo impalpable está en su sitio.)
17
Estos son
realmente los pensamientos de todos los hombres
en todas las
edades y en todos los pueblos- no son originalmente míos;
Si ellos no son
también tan suyos como míos, no son más que nada, o casi nada;
Si ellos no son
el enigma, y la clave del enigma, tampoco son nada;
Si ellos no son
tanto lo inmediato, como lo distante, nada son.
Esta es la
hierba que brota donde quiera que haya tierra, y agua;
Este es el aire
común que baña el globo.
18
Aquí estoy con
música ruidosa- con mis clarines y mis tambores,
No sólo ejecuto
marchas para las victorias consagradas
yo ejecuto
también marchas para los vencidos
y para los
asesinados.
¿Habéis oído
decir que está bien ganada la jornada?
Yo también digo
que es bueno caer- que las batallas se
pierden con el
mismo espíritu con que se ganan.
Yo redoblo y
repico por los muertos;
Soplo en mi
clarín mis notas más vibrantes y más alegres
en loor de todos
ellos.
¡Viva por los
que cayeron!
¡Y por aquellos
cuyas naves guerreras se hundieron en el mar!
¡Y por aquellos
mismos que en el mar perecieron!
¡Y por todos los
generales vencidos! ¡Y por todos los héroes derrotados!
¡Y por los
innúmeros héroes desconocidos, iguales a los
grandes héroes
conocidos!
19
Esta es la
comida de siempre,
ésta es la carne
para el hambre natural;
Es la misma para
el malvado tanto como para el justo
yo la dispongo
para todos por igual;
Y quiero que
nadie sea excluido,
La manceba, el
parásito, el ladrón están igualmente invitados;
El esclavo de
labios gruesos está invitado,
el sifilítico está
invitado;
No habrá
distingos entre ellos y el resto.
Esta es la
región de una mano vergonzante, éste es el
olor de una
flotante cabellera.
Éste es el
contacto de mis labios con los tuyos- éste es el
murmurio del
deseo;
Éste es el
reflejo de las profundidades insondables y el de
las alturas
reflejadas en mi rostro;
Éste es el
preconcebido anhelo de mezclarme con todos
para huir
después..
¿Supones que
aliento algún complicado designio?
Bien, lo tengo-
como también lo tienen las lluvias durante
el cuarto mes, y
lo tiene la mica adherida a las rocas.
¿Me tienes por
asombroso?
¿Es asombrosa la
luz del día? ¿Lo es la primera estrella
roja que tiembla
a través del ramaje?
¿Asombro yo
tanto como ella?
Ya es hora de
que hable confidencialmente;
Yo no lo haría
con cualquiera, pero quiero confiar en ti.
20
¿Quién va allá,
ansioso y tosco, místico desnudo?
¿Cómo es posible
que extraiga mis fuerzas del buey con
cuya carne me
alimento?
En realidad,
¿Qué es un hombre? ¿Qué soy yo? ¿Qué eres tú?
Todo cuanto
señalo como mío debes considerarlo tuyo;
De lo contrario
pierdes tiempo escuchándome.
No lloriqueo
como los que por ahí lloriquean,
Estos meses son
vacuos, y la tierra sólo es cieno y suciedad;
Esta vida es un
eterno mamar y vender, y nadie subsiste
hasta el final
sino raído, apenado y desgarrado.
Sollozos y
adulonerías obsecuentes con pólvora destínanse
a los veteranos
inválidos- la conformidad para los
parientes de los
desaparecidos del Cuatro de julio;
Llevo el
sombrero como quiero, dentro o fuera de la casa.
¿Por qué he de
orar? ¿Por qué abundaré en reverencias y ceremonias?
Luego de
escudriñar a través de los estratos, analizado
hasta un pelo,
consultado con los doctores, y calculado atentamente,
Yo he comprobado
que lo mejor está en mis propios huesos.
Entre todos me
miro a mí mismo- ni más ni menos cual
si fuera un
grano de cebada;
Y lo bueno o lo
malo que digo de mí, también de ellos
lo digo.
Y sé que soy
sólido y puro;
En mí convergen
las cosas del universo en su perpetuo fluir;
Todo ha sido
escrito para mí, y yo tengo que descifrar lo
que las
escrituras significan.
Yo sé que soy
inmortal.
Yo sé que la
órbita que describo no puede medirse con el
compás del
carpintero;
Yo sé que no
pasaré como el círculo que en la noche traza
un niño jugando
con un tizón encendido.
Yo sé que soy
augusto.
Yo no turbo mi
espíritu para que se vindique ni para que
lo comprendan;
Yo sé que las
leyes elementales no tienen disculpa;
(Después de
todo, yo reconozco que no soy más soberbio
que los
cimientos sobre los cuales se levanta mi casa).
Existo tal cual
soy- esto es suficiente;
Si algún otro en
el mundo no se muestra enterado, de ello me alegro;
Y si cada uno y
todos están enterados, también me alegro.
Un mundo me
contempla, el más inmenso para mí,
y esto soy yo
mismo;
Y si llego a mi
destino hoy, o dentro de diez mil,
o diez millones
de años,
Puedo aceptarlo
alegremente o esperar con la misma alegría.
La impronta de
mis pies está marcada profundamente en
el granito;
Me río de lo que
llamas disolución;
Porque conozco
la magnitud del tiempo.
21
Yo soy el poeta
del Cuerpo;
Yo soy el poeta
del Alma.
Los placeres
celestiales están conmigo
y los tormentos
infernales también están en mí;
Los primeros, yo
los injerto y los hago crecer en mí mismo
- y los segundos
los traduzco a una nueva lengua.
Yo soy el poeta
de la mujer así como el del hombre;
Y digo que es
tan grande ser una mujer como ser un hombre;
Y digo que no
hay nada tan grande; como ser madre de hombres.
Yo canto la
canción de la expansión y del orgullo;
Nos hemos
humillado y hemos impetrado bastante por culpa de ellos;
Y declaro que el
tamaño sólo es desarrollo.
¿Has sobrepasado
al resto? ¿Eres el Presidente?
Es una bagatela-
todos pueden llegar hasta allí, cualquiera
puede lograrlo.
Yo soy el que
camina con la tierna y fecunda noche;
Invoco a la
tierra y al mar, semiocultos por la noche.
Estréchame
contra tu desnudo seno, ¡oh, noche!
-¡Estréchame,
noche magnética y sustentadora!
¡Noche de los
vientos sureños!
¡Noche de las
grandes y raras estrellas!
¡Apacible y
adormecida noche!
¡Enloquecida, desnuda
noche estival!
Sonríe, ¡oh
tierra voluptuosa, con tu fresco aliento!
¡Tierra de los
soñolientos y fluidos árboles!
¡Tierra de los
moribundos crepúsculos
-tierra de las
montañas con sus cumbres hundidas en la bruma!
¡Cristalina
tierra bañada por la luna llena con su claridad
lechosa y
azulada!
¡Tierra de las
luces y sombras moteando la superficie del río!
¡Tierra del
límpido gris de las nubes, más límpidas y más
claras para
regocijo mío!
¡Tierra de los
lejanos y profundos barrancos!
¡Tierra colmada
de manzanas en flor!
¡Sonríe, porque
aquí está tu amante!
¡Pródiga, tú me
has dado amor! ¡Por lo mismo, yo te doy amor!
¡Oh, indecible y
apasionado amor!
22
¡Tú, mar! Yo
también a ti me entrego- yo barrunto lo
que tú
significas;
Contemplo desde
la playa tus corvos e incitantes dedos;
Creo que rehúsas
retirarte a menos que me acaricies;
Debemos realizar
juntos un viaje, me desnudo- apresúrate
a conducirme
lejos, hasta que pierda de vista la tierra;
Arrúllame,
déjame adormecer sobre los muelles cojines de tus ondas;
Empápame con tu
humedad amorosa; puedo restituírtela.
¡Mar de las
dilatadas y embravecidas lejanías!
¡Mar del aliento
amplio y convulsivo!
¡Mar, sal de la
vida!
¡Mar de las
tumbas inesperadas siempre abiertas!
¡Cómo gimes y te
vuelcas en la tormenta!
¡Caprichoso y fantástico
mar!
Yo soy idéntico
a ti, tengo igualmente una fase y todas las fases.
Participo del
flujo y del reflujo- encomio el odio y la reconciliación;
Soy el testigo
de la simpatía;
(¿Haré el
inventario de las cosas de la casa
y olvidaré la casa
que las contiene?)
No sólo soy el
poeta de la bondad,- no declino ser también
el de la
perversidad.
Jofainas y
navajas para mis pecas y mis greñas.
¿Qué significa
esa algarabía sobre la virtud y el vicio?
El mal me impele
y la reforma del mal me incita. Pero
permanezco
indiferente;
Mi actitud no es
ni la del inquisidor ni la del recusante;
Me limito a
regar las raíces de todo cuanto crece.
¿Temes que
alguna escrofularia brote entre la persistente fecundidad?
¿Crees, acaso,
que las leyes celestiales se encuentran aún en
gestación y
pueden ser rectificadas?
Examino un
platillo de la balanza y el otro platillo de la balanza;
Las endebles
doctrinas están sustentadas igualmente como
las doctrinas
estables;
Los designios y
realidades del presente se hallan despiertos
en los impulsos
iniciales.
Este minuto
llega hasta mí a través de un pasado secular.
Ninguno mejor
que este instante presente.
Que en el pasado
te hayas comportado bien, o te portes
bien ahora, es
cosa que carece de importancia;
Ahora y siempre,
lo maravilloso es que pueda haber un
hombre o villano
o infiel.
23
¡Oh, el
despliegue interminable de palabras seculares!
Y mi palabra es
una palabra moderna, la palabra en-masse.
Palabra de la
fe, que jamás engaña;
Hoy y mañana,
ella es para mí siempre igual. Yo acepto
el tiempo,
absolutamente.
Sólo esta
palabra es intachable, sólo ella lo concluye y acepta todo;
Esta mística y
desconcertante maravilla todo lo completa ella sola.
Acepto la
realidad y no me atrevo a interrogarla;
El materialismo
la impregna desde el comienzo hasta el final.
¡Hurra por la
ciencia positiva! ¡Qué viva la exacta demostración!
Búscame rodiolas
mezcladas con ramas de cedro y de lilas;
Éste el
lexicógrafo, éste es el químico, éste hace una
gramática para
descifrar las inscripciones de los antiquísimos cartuchos,
Estos marinos
llevaron el navío a través de los mares
desconocidos y
peligrosos;
Éste es el
geólogo, éste trabaja con el escalpelo y éste es el matemático.
¡Señores! para
vosotros los honores primeros;
Vuestras
acciones son útiles y, empero, no constituyen mi dominio.
(Por ellas yo no
hago más que penetrar en un sector de mi dominio).
Aquellos que
apelan a las propiedades de ningún modo han
expresado mis
palabras.
Sino más bien
fueron aquellos que expresan la vida inexpresada,
la libertad y la
liberación,
Y que no tienen
en cuenta a los neutros y los castrados,
y que favorecen
a los hombres y a las mujeres plenamente provistos,
Y que golpean
sobre el gong de la rebelión, y se mezclan
con los
fugitivos, los complotados y los conspiradores.
24
¡Walt Whitman,
yo soy un cosmos, un hijo del pujante
Manhattant!
Turbulento,
corpóreo y sensual, glotón, bebedor y procreador;
Nada
sentimental, ni por encima de los hombres y las
mujeres, ni de
ellos apartado;
No más modesto
que inmodesto.
¡Quitad las
cerraduras de las puertas!
¡Quitad las
puertas mismas de sus quicios!
El que el que a
otro degrada, a mí me degrada;
Y todo cuanto se
hace o se dice, al final, hacia mí vuelve.
A través de mi
inspiración crece y se acrecienta, a través
de mí pasa la
eléctrica corriente y se mueve la aguja indicadora.
Yo prefiero la
pretérita palabra original, entrego el signo
de la
democracia;
¡Por Dios! No
aceptaré nada que los otros no puedan
obtener en los
mismos términos.
A través de mí
resuenan las infinitas voces largo tiempo enmudecidas;
Voces de
interminables generaciones de prisioneros y de esclavos;
Voces de
prostitutas, y de seres deformes;
Voces de
enfermos y desesperados, de ladrones y abortos;
Voces de siglos
de preparación y acrecentamiento.
Y de los
vínculos que ligan a las estrellas, y de las matrices
maternas y de la
savia paterna,
Y de los
derechos de aquellos a los que los otros pisotean;
De los
deformados, triviales, negados, tontos, despreciados,
Vaho en el aire,
escarabajos haciendo rodar sus bolas de excremento.
A través de mí
las proscriptas voces;
Voces de los
sexos y de las concupiscencias, veladas voces
cuyos velos yo
aparto;
Voces
indecentes, por mis clarificadas y transfiguradas.
Yo no poso los
dedos sobre mi boca;
Yo trato con la
misma delicadeza tanto a las entrañas
como a la cabeza
y el corazón;
La cópula para
mí no es más fétida que la muerte.
Creo en la carne
y en los apetitos;
Ver, escuchar,
tocar, son milagros, y cada parte y cada
apéndice de mi cuerpo
también es un milagro.
Divino soy
interior y exteriormente,
y santifico todo
cuanto toco o a mí me toca;
El olor de mis
axilas es un aroma tan exquisito como la plegaria;
Esta cabeza mía
vale más que templos, biblias y que todas las creencias.
Si rindo culto a
una cosa más que a otra, entiendo que es
a la integridad
de mi cuerpo, o a una cualquiera de mis partes.
¡Traslúcida
forma mía! ¡Eso serás!
Sombríos ímpetus
y pausas, ¡eso serás!
Rígida cuchilla
masculina, ¡eso serás!
Todo cuanto
puede valorarse, ¡eso serás!
¡Tú, riqueza de
mi sangre, lechoso licor, pálido extracto
de mi vida!
Pecho que se
estrecha contra otros pechos, ¡eso serás!
Mi cerebro, ¡eso
serán tus ocultas circunvoluciones!
Raíz bañada por
el iris del agua, temerosa codorniz, nidal
de los dobles
huevos custodiados, ¡eso serás!
Enmarañado y
crespo heno de la cabeza, barbas y muslos, ¡eso serás!
Savia goteando
del arce, filamento del trigo viril, ¡eso serás!
Sol generoso,
¡eso serás!
Vapores
iluminando y ensombreciendo mi rostro, ¡eso serás!
Vosotros
arroyuelo y rocío de sudor, ¡eso serás!
Vientos cuyos
genitales dulcemente juguetones, contra mí
se frotan, ¡eso
serás!
Amplios espacios
musculares, ramas vivas del roble,
vagabundeo lleno
de amor sobre mis sinuosos senderos, ¡eso serás!
Manos que he
recogido, rostro que he besado, mortal que
una vez toqué,
¡eso serás!
Estoy
enloquecido de mí mismo.
¡Hay tantas
cosas en mí y todo es tan delicioso!
Cada instante y
todo cuanto acontece me estremece de regocijo.
¡Oh! ¡Soy
maravilloso!
No puedo decir
cómo se doblan mis tobillos, ni de dónde
proviene mi más
insignificante deseo,
Ni la causa de
la amistad que de mí emana, ni la causa
de la amistad
que a mi vez, recojo.
Cuando llego
hasta mi portal, me detengo para considerar
si esto puede ser
una realidad;
Un dondiego
matinal, en mi ventana, me satisface más que
toda la metafísica
que traen los libros.
¡Contemplar la
aurora!
La débil
claridad ahuyenta las diáfanas e inmensas sombras;
El sabor del
aire es grato a mi paladar.
Impulsos del
mundo en marcha, ingenuos escarceos,
silencioso
brotar, fresca exudación.
Evasivas fugas
hacia arriba y hacia abajo.
Algo que no
logro distinguir yergue libidinosos dardos;
Oleadas
resplandecientes de jugo inundan los cielos.
La tierra
sostenida por el cielo, cotidiano término de su conjunción;
El desafío,
desde Oriente, se levanta en ese instante sobre mi cabeza;
Y el sarcasmo
burlón: ¡Mira si te conviertes en el amo de todo esto!
25
Deslumbrante y
tremenda, ¡qué pronto la aparición del sol me mataría
Si yo no
lograra, ahora y siempre, expresar la aurora que de mí emana!
Nosotros también
nos elevamos deslumbrantes y tremendos como el sol,
Nosotros hemos
encontrado nuestro dominio, ¡oh, alma mía!,
en la calma y el
frescor de la alborada.
Mi voz alcanza hasta
donde mis ojos no distinguen,
Con la vibración
de mi lengua circundo mundos y nebulosas de mundos.
La palabra es la
hermana gemela de mi visión, ella es
incapaz de
medirse;
Ella me incita
sin cesar y me dice sarcásticamente:
“Walt, ya tienes
bastante, ¿por qué no comienzas a distribuir?”
Entonces yo no
me dejaré tentar más;
tú tienes muy en
cuenta la expresión.
¿Ignoras, ¡oh,
palabra!, cómo bajo tus plantas las yemas se
repliegan sobre
sí mismas?
Aguardando en
las tinieblas, protegido de la helada;
Retrocediendo el
lodo ante mis gritos proféticos;
Me someto a las
causas para valorarlas al final;
Mi sabiduría,
esto es lo que en mí vive y está de acuerdo
con el sentido
de las cosas,
Felicidad (que
cualquiera, éste o aquel, parta en busca de este día).
Mi mérito final
está en rehusarte, me resisto a apartar de
mí lo que
realmente, soy;
Circundo los
mundos, pero jamás intento rodearme con ellos;
Simplemente,
contemplándote, colmo aquello que tú tienes
de más dulce y
mejor.
Escritura o
conversación no me manifiestan,
Porque yo llevo
en mi rostro expresada la plenitud de mi
manifestación y
la de todas las cosas;
Y con el
silencio de mis labios confundo enteramente al
escéptico.
26
Ahora yo no haré
más que escuchar,
A fin de
insertar en mi canto aquello que escuche, para
permitirles a
los puros su contribución.
Escucho el
cantar sonoro de los pájaros, el murmullo del
trigal
creciendo, el parloteo de las llamas, el crepitar
de las astillas
en la fogata donde preparo mis alimentos;
Escucho ese son
que tanto amo, el sonido de la voz humana;
Escucho todos
los sones que juntos corren, combinados,
confundidos,
fundidos, persiguiéndose;
Sones de la
ciudad y sones de extramuros,
sones del día y de
la noche;
Los mancebos que
conversan con aquellos que los aman, la
bulliciosa risa
de los jornaleros durante su yantar;
Los bajos
coléricos de la amistad en fuga,
los débiles
quejidos de los enfermos;
El juez con sus
manos cruzadas, sobre el estrado,
y sus pálidos
labios pronunciando una pena de muerte;
El parloteo de
los estibadores que vuelcan la carga sobre
los muelles, el
estribillo de los marineros que levan el ancla;
El tañido de las
campanas de alarma, el grito de “¡fuego!”,
el rodar de las
bombas de incendio pasando a toda
velocidad y los
carros conduciendo las lanzas con sus
premonitorios
tintineos y sus luces de colores;
El silbato de la
locomotora,
el sólido rodar
del tren arrastrando sus vagones;
La marcha lenta,
ejecutada por la banda,
al frente de la columna
de hombres avanzando de a dos en fondo,
(Y que acuden
para velar a un cadáver,
con las moharras
enlutadas por negro crespón).
Escucho el
violoncelo
(que es como el
lamento sentimental de un mancebo);
Escucho el
cornetín de pistones, que penetra rápidamente en mis oídos,
Suscitando
tiernas emociones en mis entrañas y en mi pecho.
Escucho el coro,
que es el de una gran ópera;
¡Ah! Esta sí que
es música verdadera- he aquí la que me satisface.
Un tenor, grande
y fresco, como la creación, me colma;
La flexible
curva de sus labios se expande y me llena hasta el borde.
Escucho a la
soprano ejercitándose (¿qué es mi trabajo
comparado con el
suyo?);
La orquesta me
hace girar dentro de una órbita más amplia que la de Urano;
Me arranca
ardores que hasta ahora yo ignoraba poseer;
Me transporta
cual un navío, y yo, descalzo, chapoteo las
olas que
indolentes besan mis pies;
Una granizada
violenta y colérica me envuelve, y pierdo mi aliento,
Sumido en el
sueño de una morfina que es dulce como la
miel, mi
garganta se sofoca en agonías mortales;
Y por fin vuelvo
a incorporarme
y percibo el
enigma de los enigmas,
Y esto es lo que
llamamos Ser.
27
Ser, bajo no
importa qué forma, ¿qué significa?
(Damos vueltas y
vueltas todos nosotros y siempre caemos allí);
Si otra cosa no
hubiera más desarrollada, ésta sería tanto
como la ostra en
el interior de su insensible valva.
Mi valva no es
insensible,
Ya me adelante o
me detenga, en mi persona responden
instantáneos
hilos conductores,
Se apoderan de
todo objeto y lo conducen sin deformarlo
a través de mí.
Basta que yo me
mueva, oprima, palpe con mis dedos, para
que al punto me
sienta feliz;
Tocar con mi
cuerpo el cuerpo de otro cualquiera, después
de todo, es lo
único que puedo tolerar.
28
¿Es esto un
contacto?
Trémulo, siento
en mí una nueva personalidad,
Llamas y éter se
precipitan por mis venas,
Una leve
extremidad de mi persona se yergue y arremete
acudiendo en mi
ayuda,
Mi carne y mi
sangre arrojan rayos para alcanzar aquello
que apenas de mí
difiere;
Por todas partes
los incitadores lascivos atesan mis miembros,
Estrujando la
ubre de mi corazón para extraer las gotas retenidas,
Obrando sobre mí
de manera licenciosa, sin tolerar resistencia alguna,
Por la fuerza me
arrancan lo mejor que poseo,
Desabotonando
mis ropas, reteniéndome por el desnudo talle,
Se deleitan al
ver mi confusión en medio de la calma del sol y de los prados,
Apartando sin
recato toda aparente sensatez,
Me sobornan para
realizar un trueque,
complaciéndose
en el roce de mi piel,
Sin
consideración ni miramiento alguno para mis fuerzas
que se agotan, o
mi malestar;
Apelan al resto
del rebaño para que todavía se regocije un instante,
Y luego todos,
en un promontorio, reúnense para mofarse de mí.
Los centinelas
desertan de todas mis otras partes;
Me dejan inerme
ante el sanguinario merodeador;
Acuden todos
hacia las alturas para contemplar y precipitar
mi derrota.
Abandonado estoy
por los traidores;
Apelo a diestra
y siniestra, he perdido mi ánimo, y nadie
es tan traidor
como yo;
Fui yo mismo
empero, el que primero llegó al promontorio
y mis manos
fueron las que me permitieron trepar hasta allí.
¡Oh, vil
contacto! ¡Qué haces! Mi aliento se ahoga en su
estrecha
garganta,
¡Abre tus
compuertas! tú eres demasiado para mí.
29
¡Ciego, amoroso,
violento contacto!
¡Sinuoso
contacto, embozado, de aguzados dientes!
Entonces, ¿has
sufrido tanto al abandonarme?
Despedida que
sucede al arribo,
perpetuo pago de
un perpetuo préstamo;
Rica deliciosa
lluvia torrencial y recompensa aún más deliciosa.
Los retoños,
acumulándose, forman racimos,
y se mantienen
gracias al sarmiento, prolífico y vital.
Boscajes de
máscula esencia, dorados y en plenitud de crecimiento.
30
Todas las
verdades aguardan en todas las cosas;
No apresuran su
nacimiento y no se resisten;
No necesitan del
fórceps obstétrico del cirujano;
Lo insignificante
es tan grande como cualquier otra cosa;
(¿Existe algo
más insignificante o más importante que un contacto?)
La lógica y los
sermones jamás convencen;
El rocío
nocturno penetra hondo en mi alma.
Sólo está
probado aquello que se prueba a todo hombre y toda mujer;
Sólo lo está
aquello que nadie niega.
Un minuto y una
gota de mi existencia serenan mi mente,
Creo que las
motas de húmeda tierra se convertirán en
enamorados y en
lámparas,
Y un compendio
de compendios es la carne de un hombre
o de una mujer.
Y que equivale a
una cumbre y a una flor del amor de uno por el otro,
Y que de esta
lección, sin cesar, emitirán ramas hasta que
ella se torne
omnífica.
Y hasta que uno
y todos nos regocijen, y hasta que nosotros
los regocijemos.
31
Yo creo que una hoja
de hierba no es menos que la diaria
trayectoria de
las estrellas,
Y que la hormiga
también es tan perfecta, y un grano de
arena, y el
huevo del reyezuelo,
Y la reineta es
una obra de arte comparada con lo más grande,
Y la zarza
trepadiza podría adornar los salones celestiales,
Y la menor
articulación de mi mano menosprecia toda mecánica,
Y la vaca que
rumia con su cabeza gacha sobrepasa cualquier estatua.
Y una sonrisa es
un milagro suficiente como para conmover
a sextrillones
de incrédulos.
Yo encuentro
incorporados en mi gneis, carbón, músculos
de largos
filamentos, frutos, granos, racimos comestibles,
Tengo mi cuerpo
todo estucado, con imágenes de cuadrúpedos y pájaros,
Y por buenas
razones he distanciado lo que está detrás de mí,
Pero que puede
retornar en cuanto yo lo desee.
En vano la fuga
o el miedo;
En vano las
rocas plutónicas despiden su antiquísimo calor
para impedir que
yo me aproxime;
En vano el
mastodonte oculta su osamenta bajo el polvo;
En vano las
cosas están a leguas de distancia y asumen múltiples formas;
En vano el
océano se repliega en sus cavernas y los
grandes
monstruos en sus profundidades;
En vano el
gallinazo busca un nido en el cielo;
En vano la
sierpe se desliza entre las plantas rastreras y el
ramaje de los
árboles;
En vano el alce
se oculta en las profundas y boscosas gargantas;
En vano el
pingüino de afilado pico emigra al norte,
hacia el
Labrador;
Y yo lo sigo
prestamente, y trepo hasta el nido que está en
la grieta del
acantilado.
32
Creo que podría
volverme hacia los animales y convivir con
ellos, siempre
que se muestren plácidos y reservados;
Yo permanezco
contemplándolos largo, largo rato.
No se lamentan
ni se quejan de su condición;
No permanecen
despiertos en medio de la oscuridad ni lloran sobre sus pecados;
No se amargan
discutiendo, sobre sus obligaciones con Dios;
Ninguno de ellos
se muestra descontento, ninguno de ellos
enloquece por la
manía de poseer cosas;
Ninguno se
humilla ante otro, ni hacia su especie que vivía
hace millares de
años;
Ninguno, sobre
la tierra toda, se muestra respetable o desventurado.
Tal cual se
manifiestan su parentesco yo los acepto;
Me traen
indicios de mí mismo,
testimoniándome
claramente que estos indicios están en su poder,
Yo me pregunto
de dónde extraen tales indicios;
¿Quizá pasé
junto a ellos hace siglos y los he desdeñado,
dejándolos caer?
Yo mismo, que
entonces avanzaba como ahora y como siempre,
Recogiendo y
manifestándose siempre más y con mayor rapidez,
Infinito y
omnipotente, pleno de todos y como todos lleno;
Sin mostrarme
muy exclusivo con aquellos que suscitan mis recuerdos,
He aquí uno al
que he escogido y amo, y ahora estoy con
él en términos
fraternales.
Una gigantesca
belleza de padrillo lozano, que corresponde a mis caricias,
La cabeza
coronada por una frente altiva, despejada, entre las orejas,
Los miembros
lúcidos y ágiles, la cola cayéndole hasta el suelo,
Los ojos
chispeantes de cólera, las orejas finamente recortadas y moviéndose flexibles.
Su belfo se
dilata cuando mis talones lo oprimen;
Sus miembros
bien forjados tiemblan de placer cuando,
luego de unas
vueltas, regresamos.
Yo no te exijo
más que un minuto, y luego te dejo en libertad, ¡padrillo!;
¿Para qué
necesito de tu rapidez si yo en el galope te aventajo?
De pie o
sentado, yo paso más rápido que tú.
33
¡Oh, viento
arrollador! ¡Oh, espacio y tiempo! Ahora
reconozco que es
verdad lo que había presentido;
Lo que había
presentido cuando holgazaneaba sobre la hierba;
Lo que había
presentido mientras permanecía solo, tendido en mi lecho,
Y luego cuando
recorría la playa bajo las pálidas estrellas del amanecer.
Mis amarras y mi
lastre me abandonan, mis codos se apoyan
sobre los
acantilados del mar;
Circundo las
sierras, las palmas de mis manos cubren los continentes;
Y avanzo con el
ritmo de mi visión.
Cerca de las
cuadrangulares casas de la ciudad,
- en las chozas
de troncos de árboles, acampando con los leñadores;
A lo largo de
caminos de portazo, a lo largo de la reseca
quebrada y
atravesando el lecho del arroyuelo;
Desbrozando mi
sembrado de cebollas
o carpiendo mis
hileras de zanahorias y chirivías, atravesando las sabanas,
siguiendo los
senderos de los bosques;
Cateando,
cavando en busca de oro, haciendo una incisión
alrededor de los
troncos de los árboles del bosque recién adquirido;
Abrasado hasta los
tobillos por las arenas candentes,
sirgando mi
barca a lo largo del río poco profundo;
Allí donde la
pantera deambula y salta, amenazadora la zarpa,
donde el ciervo
se vuelve enfurecido contra el cazador;
Allí donde la
serpiente de cascabel sobre una roca caldeada
por el sol, se
desenrosca, o la nutria devora sus pescados;
Allí donde el
caimán, con sus duras escamas, duerme cerca de la charca;
Allí donde el
oso pardo busca las raíces o los panales, o
donde el castor
chapotea en el barro con su cola en forma de paleta;
Por encima de
los cañaverales de azúcar creciendo,
por encima de
los algodoneros de amarillas flores, por encima
de los arrozales
bajos y húmedos;
Por encima de la
granja de puntiagudo techo, con su festoneada galería
y las pequeñas
salientes de sus goteras;
Por encima de
los nísperos japoneses, por encima de los
maizales de
alargadas hojas, por encima del lino con
sus delicadas
flores azules;
Por encima del
alforfón blanco y tostado, tarareando
y susurrando
allí con los otros;
Por encima del
verde oscuro del centeno
que produce
sombreadas ondulaciones al impulso de la brisa;
Escalando las
montañas, arrastrándome con precaución,
asiéndome de las
ramas bajas y rugosas;
Siguiendo, en la
hierba, el trillado sendero o la huella a
través de la
hojarasca del matorral;
Allí donde la
codorniz silba entre la fronda y los trigales;
Donde el
murciélago vuela en las noches de julio, o el gran
escarabajo de
oro, se abate en la oscuridad;
Donde el arroyo
muestra las raíces del viejo árbol mientras
se desliza hacia
el prado;
Donde el ganado,
de pie, espanta las moscas con el temblor de su piel;
Donde la sarta
de quesos pende del techo de la cocina,
donde los
morrillos están a horcajadas sobre el techo
del hogar en el
que las telarañas caen desde las vigas como festones;
Donde resuenan
los martinetes de las fraguas, donde las prensas hacen girar sus cilindros;
Donde el corazón
humano palpita con terrible angustia bajo las costillas;
Donde el globo
en forma de pera flota en el aire
(y yo mismo
floto y lo contemplo plácidamente desde abajo);
Donde la canoa
de salvataje se desliza por la corredera,
donde el calor,
en las revueltas arenas, incuba los huevos de color gris pálido;
Donde la ballena
nada con su cría inseparable;
Donde el barco
de vapor arrastra en pos de sí un largo penacho de humo;
Donde la negra
aleta del tiburón se asoma cortando el agua;
Donde el brick a
medias incendiado flota en las corrientes desconocidas;
Donde las
almejas colman el viscoso puente mientras los muertos se pudren en la cala;
Donde la bandera
de las muchas estrellas ondea al frente de los regimientos
Mientras se
aproximan a Manhattan por la estrecha y alargada isla;
Bajo el Niágara,
la catarata que cae como un velo sobre mi rostro;
Sobre el umbral
de una puerta donde el montante de dura madera sobresale;
En la pista de
carreras, o bien disfrutando de los picnis,
o bailando
jigas, o jugando al base-ball;
En fiestas de
hombres, con groseras bromas,
irónicas
licencias, danzas violentas, borracheras, risas;
En el lugar de
la sidrería, saboreando, la pulpa oscura y
azucarada de las
manzanas, sorbiéndola a través de una pajuela;
En el lugar
donde mondan las manzanas, con deseos de
besar todos los
rojos frutos que encuentro;
En las
asambleas, en las fiestas sobre la playa, en las reuniones amistosas,
entre los grupos
que deschalan el maíz, levantando castillos en el aire;
Donde el
sinsonte deja escuchar sus deliciosos gorjeos, cloquea, grita, llora;
Allí, en el
patio de la granja, donde la muela del trigo se levanta,
donde aventan las
pajas caídas, en el cobertizo
donde aguarda la
vaca preñada;
Donde el toro
avanza para cumplir su másculo cometido,
donde el
potrillo se levanta sobre la yegua, donde el gallo cubre a la gallina;
Donde pacen los
novillos, donde los gansos tragan su comida con leve temblor del gaznate;
Donde las
sombras del ocaso se prolongan sobre la pradera inmensa y solitaria;
Donde las
manadas de búfalos se deslizan y extienden por todo el ámbito,
cubriendo millas
y millas cuadradas
Donde el colibrí
chispea, donde se curva y enrosca el cuello del cisne longevo;
Donde el
martín-pescador se remonta, bordeando la ribera,
dejando escuchar
su risa casi humana;
Donde las
colmenas están alineadas sobre un banco gris del jardín,
semiocultas por
las hierbas;
Donde las
perdices de listado cuello se posan en el suelo
formando
círculo, levantando sus cabecitas;
Donde los coches
fúnebres llegan pasando por debajo de
las arcadas del
cementerio;
Donde los lobos,
en el invierno, aúllan en medio de las
blanca nevadas,
entre los árboles cubiertos de carámbanos;
Donde la garza
de amarilla cabeza, en la noche,
se aproxima a la
charca para alimentarse con los cangrejitos;
Donde el
chapoteo de los nadadores refresca el caluroso mediodía;
Donde la cigarra
hace sonar su cromático caramillo en lo
alto del nogal
que se asoma detrás del muro;
A través de los
bosquecillos de limoneros y pepinos con su entrelazada hojarasca de plata;
A través del
salitral o de la amarillenta ciénaga, o bajo los cónicos pinos;
A través del
gimnasio, a través del encortinado salón, a
través de la
oficina o de la sala de bailes populares;
Contento con el
nativo y contento con el extranjero,
contento con lo
nuevo y con lo antiguo;
Contento con la
mujer fea y lo mismo con la hermosa;
Contento con la
cuáquera que se despoja de su bonete para
charlar melodiosamente;
Contento con la
canción entonada por el coro en la jaharrada capilla;
Contento con las
graves palabras del sudoroso predicador
metodista,
seriamente impresionado en medio de la reunión al aire libre;
Contemplando los
escaparates de Broadway durante toda
la mañana, y
aplastando mi nariz contra los cristales;
Vagando esa
misma tarde, cara hacia las nubes, o siguiendo
el sendero a lo
largo de la playa;
Con mis brazos
izquierdo y derecho alrededor de las caderas
de dos amigos, y
yo entre ambos;
Regresando a mi
casa acompañado por el salvaje
y silencioso
mancebo de las mejillas sumidas (que en pos de
mí cabalgó al
caer la tarde);
Lejos de las
poblaciones, estudiando las huellas de los animales
o las improntas
de los mocasines;
En el hospital,
próximo a un lecho, brindándole la limonada
al afiebrado
paciente;
Próximo al
féretro, cuando todo está inmóvil, examinando
el cadáver a la
luz de un cirio;
Arribando a
todos los puertos para regatear o entregarme a
la aventura;
Precipitándome
con la multitud moderna,
tan airoso e
inconstante como cualquier otro;
Enfurecido
contra el que odio;
dispuesto a
asestarle una cuchillada en pleno furor;
Solitario a
medianoche, en el fondo de mi morada,
abandonado por
mis pensamientos desde hace mucho tiempo;
Paseándome por
las antiguas colinas de Judea con el Dios
hermoso y amable
a mi vera;
Presuroso, a
través del espacio,
apresurado a
través del cielo y de las estrellas;
Presuroso a
través de los siete satélites
y el gran anillo
con su diámetro de 80.000 millas;
Presuroso, a
través de los meteoros engalanados con una
cola, y
arrojando bolas de fuego como los otros;
Conduciendo el
niño que crece en el vientre de la preñada madre;
Entablando una
querella, regocijándome, estableciendo un
plan, declarando
mi amor, haciendo advertencias;
Reculando y
avanzando, apareciendo y desapareciendo;
Tales son los
caminos que recorro noche y día.
Visito los
pomares y contemplo los frutos;
Contemplo los
quintillones que han madurado
y los quintillones
que están aún verdes.
Realizo estos
vuelos dignos de un alma fluida y que todo lo absorbe;
En mi carrera
desciendo hasta las profundidades alcanzadas
por los plomos
de la sonda.
Sostengo lo
material y lo inmaterial;
No hay guardia
que pueda retenerme, ni ley que me detenga.
Anclo mi
embarcación sólo por unos instantes;
Mis mensajeros
continuamente cruzan a lo lejos y regresan
trayéndome sus
respuestas.
Voy en procura
de las pieles de los osos polares y las focas,
penetrando los
abismos con mi arpón, agarrándome
de las rocas
frágiles y azuladas.
Trepo al
trinquete;
Avanzando la
noche, ocupo mí puesto en el nido de cuervo;
Navegamos por el
mar Ártico, pleno de luz,
A través de la
diáfana atmósfera abarco su maravillosa belleza;
Las enormes
masas de hielo pasan ante mí y yo paso ante
ellas, y el
escenario es llano en todas las direcciones.
Las níveas
cumbres de las montañas aparecen a lo lejos,
hacia ellas
arrojo todo cuanto imagino;
(Nos aproximamos
a un gran campo de batalla, en la que
pronto nos veremos
envueltos;
Pasamos ante el
colosal puesto avanzado del campamento,
lo hacemos con
pasos pausados y con gran precaución).
O bien nos
aventuramos a través de los suburbios de alguna
vasta y ruinosa
ciudad;
Las ruinas y la
destrozada arquitectura son más vastas que
cualquiera de
las ciudades vivientes del globo.
Soy un compañero
libre, acampo rodeado por el fuego de los vivaques.
Desalojo del
lecho al recién casado y me quedo con la novia;
La estrecho toda
la noche contra mis muslos y mis labios.
Mi voz es la voz
de la esposa, el chillido cerca de la baranda de la escalera;
Traen chorreando
agua mi cuerpo de ahogado.
Interpreto el
amplio corazón de los héroes,
El coraje del
presente y de todos los tiempos;
Veo cómo el
capitán contempla la gente desbordando del
navío náufrago
que ha quedado sin timón, y la Muerte
alcanzándolos
aquí y allá en plena tempestad;
Cómo él aprieta
los puños y no se aparta una pulgada de
la borda, fiel
durante días, fiel durante noches,
Y cómo escribe,
con gruesos caracteres, sobre un tablón:
“¡Tened valor,
que no os abandonaremos!”;
Cómo navega con
ellos y maniobra con ellos, durante tres
días, y sin
querer abandonarlos;
Y cómo, al
final, salva a los náufragos que iban a la deriva.
¡Qué aspecto
tenían las mujeres desencajadas y con las
ropas flotantes
cuando fueron arrancadas
por las chalupas
de la tumba que las aguardaba!
¡Qué aspecto
tenían los niños silenciosos, con sus rostros
prematuramente
envejecidos, y los enfermos que izaban,
y los hombres
sin afeitar, con los labios exangües!
Todo esto yo lo
absorbo, es de mi agrado, lo hago mío;
Yo fui ese
hombre, sufrí, y estuve allí.
El desdén y la
serenidad de los antiguos mártires;
La madre de
antaño, condenada por hechicera, quemada
sobre la hoguera
ante la atónita mirada de sus hijos;
El esclavo
perseguido, que desfallece en su huída, y se
apoya contra la
empalizada, anhelante, sudoroso;
Los dolores
candentes,
que son como
aguijones en sus piernas y en su cuello,
los mortíferos
perdigones y las balas;
Todo esto lo
siento y todo esto soy yo.
Soy el esclavo
perseguido, retrocedo amenazado por los dientes de los perros.
El infierno y la
desesperación me atormentan, restalla
vuelve a
restallar el fusil de los tiradores;
Me agarro de los
barrotes de la empalizada, desangrándome,
debilitado por
el sudor de mi piel;
Caigo sobre las
hierbas salvajes y las piedras;
Los jinetes
acucian a sus remisas cabalgaduras, aproximándose;
Los insultos
alcanzan a mis oídos que zumban, y golpean
violentamente
sobre mi cabeza con sus látigos.
Las agonías no
me abandonan;
No le pregunto
cómo se siente al hombre herido,
yo mismo soy,
ese hombre herido;
Mis heridas
tórnanse lívidas en tanto que, apoyándome en
mi bastón,
observo.
Soy el bombero
aplastado, cuyo esternón quedó roto;
Los muros al
desplomarse me sepultaron entre sus escombros;
Calor y humo
aspiré, he escuchado los lamentos desgarradores de mis camaradas;
He escuchado el
golpeteo distante de sus picos y de sus palas;
Han apartado las
vigas y me han levantado tiernamente.
Yazgo expuesto
al aire nocturno, con mi ensangrentada
camisa, y todos,
contemplándome, callan;
Después de
tanto, yo no sufro más, estoy tendido, exhausto,
pero no me
siento del todo desdichado;
Blancos y bellos
son los rostros que me rodean, las cabezas
ya están
despojadas de sus cascos;
Los rostros de
la multitud arrodillada desaparecen con el
resplandor de
las antorchas.
Los que están
distantes y muertos resucitan;
Son, como el
cuadrante del péndulo, o se mueven cual si
fueran sus
manecillas, yo mismo soy el péndulo.
Soy un artillero
veterano, y recuerdo los bombardeos de mi fuerte;
Aquí estoy
nuevamente:
De nuevo el
prolongado redoble de los tambores;
De nuevo el
ataque de cañones, morteros;
De nuevo en mis
atentos oídos la réplica del cañón.
Yo participo,
veo y escucho todo;
Los gritos, los
juramentos, el sordo rodar, los aplausos premiando los disparos certeros;
La ambulancia
que pasa lentamente y deja su rojizo reguero;
Los zapadores en
busca de los destrozos,
realizando las
reparaciones indispensables;
La caída de las
granadas a través del hendido techo, el
abanico de la
explosión;
El silbido de
los miembros, cabezas, piedras, maderos,
hierros, arriba,
en el aire.
De nuevo la
estentórea voz de mi general moribundo, que
agita
furiosamente su mano.
Boquea entre
cuajarones de sangre y dice:
“No penséis en mí...
Ocupaos de la trinchera”.
34
Ahora relataré
lo que refirieron en Texas, en los días de
mi primera
juventud;
(No hablaré de
la derrota de Álamo,
Nadie escapó
pana relatar la caída de Álamo,
Los ciento
cincuenta que allí había, enmudecieron en Álamo);
Este es el
relato del asesinato perpetrado a sangre fría con
cuatrocientos
doce hombres jóvenes.
Retirándose,
habían formado cuadro, abroquelados en sus bagajes;
Habíanle causado
novecientas bajas al enemigo que ahora
los rodeaba,
nueve veces el número de sus sobrevivientes,
tal el precio
pagado por anticipado;
Su coronel
estaba herido y agotadas las municiones;
Trataron para
lograr una capitulación honrosa, recibieron
un pliego
cerrado, entregaron sus armas y pasaron a
la retaguardia
como prisioneros de guerra.
Eran la gloria
de la estirpe de los rangers;
Sin igual para
caballo, rifle, canciones, festines, galanteos,
Grandes,
turbulentos, generosos, apuestos, arrogantes y afectuosos,
Barbudos,
quemados por el sol, vistiendo el cómodo uniforme de los cazadores,
Ni uno de ellos
pasaba de los treinta años.
En la mañana del
segundo día de marzo fueron reunidos
por escuadrones
y masacrados; ocurrió aquello en
los comienzos de
una bella primavera;
La faena comenzó
a las cinco y quedó a las ocho cumplida.
Ninguno obedeció
la orden de arrodillarse;
Algunos
intentaron una insensata y desesperada resistencia,
otros
permanecieron de pie, rígidos y tensos;
Otros cayeron de
inmediato, una bala en la sien o en el
corazón; los
vivos y los muertos yacían mezclados;
Los que llegaban
encontraban a sus camaradas heridos o
mutilados
enterrados en el barro;
Algunos,
agonizantes, intentaron huir;
Pero fueron
ultimados a bayonetazos, o golpeados con las
culatas de los
mosquetes;
Un muchacho que
no tenía aún diecisiete años cogió a su
asesino y no lo
soltó sino cuando otros dos asesinos acudieron;
Los tres
asesinos quedaron desgarrados y cubiertos por la
sangre del
mancebo.
A las once
comenzaron a quemar los cuerpos;
Esta es la
historia del asesinato de los cuatrocientos doce jóvenes rangers.
35
¿Quieres
escuchar el relato de un combate naval de los viejos tiempos?
¿Quieres saber
quién fue el vencedor bajo la claridad de la luna y las estrellas?
Escucha el
relato, tal como me lo contó el padre de mi abuela, que fue marino...
Nuestro enemigo-
decía- no era ningún remolón a bordo
de su nave, te
lo aseguro;
Tenía el arisco
denuedo de los ingleses, porque no hubo
carácter más
coriáceo ni más verdadero que aquel,
no lo ha habido
ni lo habrá jamás;
Al caer la tarde
llegó, enfilándonos horriblemente.
Nos trenzamos
con él, enmarañadas las jarcias, casi tocándose los cañones;
Mi capitán
trincaba de firme, con sus propias manos.
Habíamos
recibido algunas balas de dieciocho libras bajo la
línea de
flotación;
En nuestra
batería baja dos piezas de grueso calibre habían
estallado al
primer cañonazo, matando y haciendo saltar
por los aires a
cuantas las rodeaban.
Batalla
entablada a la puesta del sol, batalla en tinieblas;
A las diez de la
noche, en el plenilunio, nuestras vías de
agua iban en
aumento, teníamos cinco pies en la cala, según decían;
El capitán de
armas libertó a los prisioneros encerrados en
la cala de popa,
dándoles oportunidad de salvarse.
Los centinelas
no permitían aproximarse a la santabárbara;
Y, viendo tantas
caras extrañas, ya no sabían en quién fiarse.
Nuestra fragata
comenzó a incendiarse;
El enemigo
preguntó si pedíamos cuartel;
Si arriábamos la
bandera y dábamos fin al combate...
Entonces comencé
a reír de contento, porque escuché la voz de mi capitancito:
“No hemos
arriado nuestros colores- gritó tranquilamente
- y ahora
comenzaremos nuestra parte en la lucha.
Sólo tres
cañones quedaban en uso;
Con uno el
capitán apuntó al palo mayor del enemigo;
Los otros dos,
bien cargados con metralla, silenciaron la
mosquetería
enemiga y barrieron sus puentes.
Sólo las cofas
secundaban al fuego de tan reducida batería,
especialmente
desde el palo mayor.
Se mantuvieron
bizarramente durante toda la acción;
No hubo ninguna
tregua;
Las vías de agua
pronto anularon las bombas y el fuego
avanzó hacia la
santabárbara.
Una de las
bombas fue arrastrada por un cañonazo,
la gente creyó
que nos hundíamos.
El capitancito
permanecía sereno;
No manifestaba
ninguna prisa, su voz no era ni fuerte ni débil;
Sus ojos
fulguraban mucho más que nuestras linternas de combate.
Y al filo de la
medianoche,
a la claridad de
la luna,
el enemigo se
rindió.
36
Prolongada y
silenciosa avanza la noche;
Dos grandes
cascos inmóviles en el seno de las tinieblas;
Nuestro acribillado
navío va hundiéndose lentamente; nos
aprestamos para transbordarnos
al que hemos conquistado;
El capitán, en
el alcázar con el rostro blanco como un sudario,
imparte
fríamente sus órdenes;
Próximo está el
cadáver del grumete que le servía en su cabina.
El rostro mortal
de un viejo lobo de mar, con sus largos
cabellos canos,
y sus patillas recuadrándoselo;
Las llamas
asoman arriba y abajo, a despecho de todo cuanto contra ellas se hace;
Las roncas voces
de dos o tres oficiales todavía aptos para el servicio;
Los informes
montones de cuerpos, y cuerpos aislados,
fragmentos de
carne sobre los mástiles y perchas,
La cabuyería
cortada, pendientes los obenques, el leve entrechocar de las suaves olas,
Negros e
impasibles los cañones, restos de sacos de pólvora, un olor penetrante,
Arriba, algunas
estrellas grandes, silenciosas, luciendo lúgubremente;
El delicado
aroma de la brisa marina, el relente de los juncos que bordean la ribera,
los mensajes de
la muerte confiados a los sobrevivientes,
El siseo del bisturí
del cirujano, la mordedura de los acerados dientes de la sierra,
Jadear, cloqueo,
chapoteo de sangre que cae, grito breve y agudo,
luego el
prolongado gemido que ensordece y se extingue en un hilo;
Todas estas
cosas: irreparables.
37
¡Oh, Cristo! ¡Me
dominan!
¡Los enemigos
acuden a las puertas conquistadas! ¡Estoy dominado!
Encarno todas
las presencias fuera de ley y todos los sufrimientos;
Me veo en la
prisión cual si fuera otro hombre,
Y siento el
dolor sordo y continuo.
Por mí los
centinelas de los condenados, carabina al hombro, montan la guardia;
Soy yo el que
por la mañana liberan y encierran al llegar la noche.
No hay un
rebelde engrillado que marche a la cárcel al que
yo no siga junto
a él engrillado, caminando a su lado;
(Soy yo el más
malhumorado y el más silencioso, el sudor
cubre mis labios
contraídos).
No hay un
mancebo arrestado por robo al cual yo no acompañe,
para ser luego
juzgado y condenado.
No hay colérico
agonizante junto al cual yo no me encuentre acostado
cuando exhala su
postrer suspiro;
Mi rostro está
ceniciento, endurecidos mis tendones, la gente de mí se aparta.
Los mendigos en
mí se encarnan y yo me encarno en ellos;
Presento mi
sombrero, sentado, la vergüenza en el rostro,
implorando la
limosna.
38
¡Basta! ¡Basta!
¡Basta! ¡Estoy aturdido! ¡Apartaos!
De una o de otra
manera, estoy aturdido ¡Apartaos!
Concededme una
breve tregua, pues me abruman los golpes,
el sopor, el
sueño, los bostezos;
Me veo al borde
de un error habitual.
¡Si yo pudiera
olvidar las bromas e insultos!
¡Si yo pudiera
olvidar las lágrimas cayendo gota a gota
y los golpes de
los garrotes y martillos!
¡Si yo pudiera
contemplar con mirada indiferente mi propia
crucifixión y mi
sangrienta coronación!
Ahora recuerdo;
Resumo la
fracción que perduró mucho tiempo;
La tumba en la
roca multiplica lo que le fue confiado a ella
o a no importa
qué otras tumbas;
Los cadáveres
resucitan, los heridos se curan, las vendas
vuelan lejos de
mí.
Me adelanto
nuevamente dotado del supremo poder, uno
más en procesión
vulgar e interminable;
Avanzamos hacia
el interior del país, y a lo largo de las
riberas,
franqueando todas las fronteras;
Somos como
veloces batallones avanzando sobre la tierra toda;
Las flores que
engalanan nuestros sombreros representan el
progreso de millares
de años.
¡Discípulos! ¡Yo
os saludo! ¡Adelante!
¡Continuad
vuestras anotaciones, continuad vuestras preguntas!
39
El salvaje
servicial y desenvuelto, ¿quién es?
¿Aguarda la
civilización? ¿La ha superado y la domina?
¿Es acaso uno
del sudoeste, criado al aire libre? ¿Un canadiense?
¿Viene de las
tierras del Mississippi? ¿Iowa, Oregón, California?
¿De las
montañas? ¿De la vida en las praderas o de las selvas?,
¿O es un marino
procedente del mar?
Donde él acuda,
hombres y mujeres lo acogen y desean;
Desean que él
los ame, los toque, hable con ellos, permanezca con ellos.
Procede
ilegalmente, con la suavidad de los copos de nieve,
con palabras
simples como la hierba, despeinada su
cabeza, risueño
e ingenuo,
Sus pies caminan
lentamente, tiene facciones vulgares,
modales y
procedimientos comunes;
Todo esto, bajo
formas nuevas, fluye de las yemas de sus dedos;
Todo esto flota
en el olor de su cuerpo y de su aliento, todo
esto vuela del
fulgor de sus ojos.
40
Magnificencia
del sol, yo no necesito de tu calor- ¡quédate allá, arriba!
Tú sólo iluminas
las superficies, yo violo las superficies y también las profundidades.
¡Tierra! Tú
pareces buscar algo que de mis manos proviene;
Dime, viejo
corazón, ¿qué quieres?
¡Hombre o mujer!
Yo quisiera expresar cuánto te amo, pero no puedo;
Y quisiera
expresar lo que hay en mí y lo que en vosotros
se oculta, pero
no puedo;
Y quisiera
expresar este sufrimiento, este palpitar de mis
días y de mis
noches.
¡Mirad! Yo no
doy conferencias ni limosnitas;
Cuando algo doy,
me doy integro.
¡Tú que estás
allí, impotente, flojo de rodillas!
Aparta de tus
mejillas el pañuelo hasta que yo te infunda coraje;
Tiende las
palmas de tus manos y abre tus bolsillos;
Yo no soy el que
niega. Y yo obligo, pues poseo abundantes
recursos, me
sobran;
Y todo cuanto
tengo lo doy.
No pregunto
quién eres, para mí eso carece de importancia;
No importa lo
que hagas o lo que seas, yo te abrazo.
Ante el esclavo
de la plantación de algodón o ante el que
asea los
excusados, yo me inclino;
Sobre su mejilla
derecha depositó el beso familiar,
Por mi alma juro
que jamás renegaré de él.
En las mujeres
fecundas engendro vástagos más fuertes y
más ágiles:
(Y hoy arrojo la
simiente de más arrogantes repúblicas).
Hacia el
moribundo acudo, haciendo girar el picaporte;
Arrojo las
mantas al pie del lecho;
Y al sacerdote y
al médico los mando a sus casas.
Cojo al hombre
moribundo, levantándolo con voluntad irresistible;
¡Oh,
desesperado! ¡Aquí está mi cuello!
¡Por Dios, que
no te marcharás! ¡Suspéndete de mí con todas tus fuerzas!
Yo te insuflo un
aliento poderoso, yo te levanto;
Todas las
estancias de la casa las colmo yo con mi pujante fuerza;
Los que me aman,
se burlan de las sepulturas.
¡Duerme! yo y
ellos velaremos toda la noche;
Ni la duda ni la
enfermedad osarán poner sobre ti un dedo;
Yo te he
abrazado y de aquí en adelante tú serás mío;
Y mañana, cuando
despiertes, verás que es verdad cuanto te digo.
41
Yo soy aquel que
lleva la ayuda a los enfermos
que anhelantes
yacen tendidos de espaldas;
Y a los hombres
vigorosos que están de pie yo les alcanzo
una ayuda más
necesaria.
Yo he escuchado
todo cuanto se dice del universo;
Yo lo he
escuchado desde hace muchos millares de años;
Es lo
suficiente, tratándose de lo que, en realidad, es; pero,
¿acaso es todo
eso?
Para
magnificarlo y aplicarlo yo estoy aquí,
Desde el
comienzo, supero a los eternos y prudentes mercachifles;
Yo mismo alcanzo
las exactas dimensiones de Jehová,
Litografío a
Cronos, Zeus su hijo y Hércules su nieto;
Realizo dibujos
de Osiris, Isis, Baal, Brahama, Buda,
Aislado, en una
carpeta, lo guardo a Manitú, lo tengo a
Alá adherido a
una hoja, y en una estampa grabada al Crucifijo;
Con Odin y
Mexitli, el del rostro horrendo, y todos los ídolos e imágenes;
Tomo a todos por
lo que valen y no doy un centavo más;
Admito que
vivieron y cumplieron su obra en sus días;
(Trajeron
gusanos para los pichones implumes que ahora
deben abandonar
el nido y volar y cantar por propia cuenta);
Acepto los
primeros esbozos deíficos a fin de perfeccionarlos
y entregarlos
generosamente a cuanto hombre y mujer encuentro;
Descubro tanto o
más en el carpintero que levanta mi casa;
Elevo aún más
altas pretensiones para aquel que tiene recogidas las mangas de su camisa
y maneja el
escoplo, el martillo;
No soy hostil con
las revelaciones especiales,
y estimo que una
voluta de humo o un simple pelo sobre el dorso
de mi mano, como
todo, son tan curiosos e importan lo mismo que cualquier revelación;
Los muchachos
que manejan la bomba de incendio y las escaleras de cuerda,
para mí no son
menos importantes
que los dioses
de las antiguas guerras;
Reparo en sus
voces que resuenan entre el estrépito de la destrucción,
En sus miembros
musculosos que pasan sanos
y salvos sobre
los leños carbonizados, en sus frentes que de las
llamas surgen
indemnes y sin heridas;
Junto a la mujer
del obrero, con su hijo en el regazo, yo
intercedo por
todo cuanto hombre ha nacido;
Estas tres
guadañas que, en fila, silban en la época de la
cosecha, las
empuñan tres robustos ángeles cuyas camisas flamean en la cintura;
El monstruo y
desdentado palafrenero rescata los pecados pasados y por venir,
Vende todo
cuanto posee, viaja a pie a fin de poder pagar
abogados para su
hermano, y se sienta a su vera en el
banquillo del
que juzgan por falsificación;
Aquello que
estaba diseminado en la vastedad del espacio
está ahora
alrededor mío, sobre la pértiga y ni siquiera la colma;
El toro y el
escarabajo sólo a medias han sido adorados;
Heno y basura
son más admirables que cuanto fue soñado,
Lo sobrenatural
ya no cuenta yo mismo aguardo la hora
en que seré uno
de los seres supremos;
Próximo está el
día en que haré tanto bien como los mejores,
y seré tan
prodigioso como ellos;
¡Por mis
testículos! He aquí que me convierto en un creador;
Yo mismo, aquí y
ahora, sorprendo y colmo la matriz de
las tinieblas.
42
Un llamado en
medio de la multitud;
Mi propia voz,
rotunda, arrebatadora y definitiva.
Venid, hijos
míos;
Venid, mis
muchachos y muchachas, mis mujeres, mi familia y mis íntimos;
Ahora el
ejecutante acomete con todo vigor, y pasa a su
preludio en las
lengüetas.
Acordes
fácilmente escritos, ejecutados con ágil dedo- yo
escucho el
tamborileo de su clímax y de su final.
Mi cabeza gira
sobre mi cuello;
Rueda la música,
pero no desde el órgano;
Me rodea la
gente, pero no son de mi casa.
Siempre el duro
y resistente suelo;
Siempre los
tragones y los bebedores, siempre el naciente y
declinante sol,
siempre el aire y las incesantes mareas;
Siempre yo mismo
y mis vecinos renovados, traviesos, reales;
Siempre la vieja
inexplicable pregunta, siempre esta espinosa tuerca,
este escozor y
estas ansias;
Siempre el
vejante ¡oh!
¡oh! hasta que
descubrimos dónde el pillo se oculta y lo hacemos salir!
Siempre el amor,
siempre el sollozante líquido de la vida;
Siempre el pañuelo
bajo la mandíbula del cadáver, siempre
el tablado de la
muerte.
Aquí y allá
gente que avanza con dimes (monedas de diez céntimos) sobre los ojos;
Los cerebros
afanándose generosamente para nutrir la glotonería de los vientres;
La gente
comprando los billetes de entrada, tomándolos y
vendiéndolos,
pero sin entrar jamás en la fiesta;
Muchos
sudorosos, trabajando, aventando el grano, para
recibir luego,
por todo pago, sólo la broza;
Algunos ociosos
que todo lo tienen y son, sin embargo, los
que sin cesar reclaman
el trigo.
Esta es la
ciudad y yo soy uno de los ciudadanos;
Todo cuanto a
los otros interesa, a mí también me interesa,
política,
guerras, negocios, periódicos, escuelas.
El alcalde y los
concejales, bancos, tarifas, embarcaciones,
factorías, valores,
almacenes, bienes mobiliarios e inmobiliarios.
Esos hombrecitos
que, numerosos,
saltan ataviados
con sus cuellos y sus trajes coludos,
Yo sé muy bien
quiénes son,
(positivamente
no se trata ni de gusanos ni de pulgas).
Conozco a los
dobles de mí mismo, - los seres más débiles
y los más
superficiales son inmortales para mí;
Yo sé lo que
hago y lo que digo, y lo mismo que a ellos les aguarda;
Todo pensamiento
que en mi vacila también vacila en ellos.
Conozco
perfectamente mi propio egoísmo.
Conozco mis
omnívoras líneas y no es menester que yo escriba menos que esas líneas.
Y yo acudo en
busca de ti, quienquiera que seas, pues que
estás a mi mismo
nivel.
No son palabras
rituales las de este canto mío,
Mas se trata de
formular preguntas bruscamente,
arrojándolas
lejos y, empero, aproximando aún más las cosas.
He aquí el libro
impreso y encuadernado- pero,
¿el impresor y
el muchacho aprendiz?
He aquí las
fotografías bien tomadas,
- pero, tu mujer
o tu amigo,
¿están cerca de
ti y son reales entre tus brazos?
He aquí el barco
negro acorazado de hierro,
sus potentes cañones
en sus torrecillas,
- pero, ¿dónde
el denuedo del capitán y de los maquinistas?
He aquí en la
casa platos, alimentos, muebles,
- pero, ¿y el amo
y el ama,
y la mirada
acogedora que de sus ojos llega?
He aquí el alto
cielo, - pero, ¿qué hay aquí o en la puerta
vecina, o en el
otro lado del camino?
He aquí los
cantos y los labios de la historia,
- pero, ¿y tú?
He aquí
sermones, credos, teología,
- pero, ¿el
insondable cerebro humano?
Y, ¿qué es la
razón? ¿qué es el amor? ¿qué es la vida?
43
Yo no os
desprecio en manera alguna, sacerdotes de todos
los tiempos, del
universo entero;
Mi fe es la más
grande de todas las fes y, al mismo tiempo,
la más pequeña
de todas,
Incluye a los
cultos antiguos y modernos, y a todo cuanto
se encuentra
entre los antiguos y los modernos,
Ella cree que yo
regresaré a la tierra luego de cinco mil años,
Espera las
respuestas de los oráculos, honra a los dioses, saluda al sol.
Hace un fetiche
de la primera roca o del primer raigón,
practica la
hechicería con bastones en el círculo de los obis.
Ayuda al lama o
al brahamán que limpia las lámparas de sus ídolos,
Todavía, a lo
largo de las calles, danza en la procesión fálica,
se extasía y
permanece hierática en el bosque con los gimnosofistas.
Bebe hidromiel
en el cráneo convertido en copa,
admirando a los
shastas y a los vedas, respeta el Corán,
Pasea el
teokallis de los mexicanos, manchado con la sangre
derramada por la
piedra y el cuchillo, y redobla en el
tamboril hecho
con piel de serpiente,
Acepta los
Evangelios, acepta al que fue crucificado,
sabiendo
seguramente que es divino,
Se arrodilla en
la misa o se yergue para la plegaria del puritano,
o se sienta
pacientemente en el escaño de un templo,
Delirio y
espumajeo en mi crisis de locura,
o aguardo
semejante a un muerto, hasta recobrar mi espíritu,
Contemplo a mi
alrededor la calzada y el paisaje, o bien más
allá de la
calzada y del paisaje,
Pertenezco a las
vueltas del círculo de los círculos.
Perteneciendo a
esta tropa centrípeta y centrífuga, giro y
hablo cual un
hombre que deja sus recomendaciones
antes de
emprender un viaje.
¡Oh,
desanimados, desconfiados necios y excluidos!
Frívolos,
remolones, atontados, coléricos, afectados, desanimados, ateos,
Os conozco a
cada uno de vosotros, conozco el mar de tormento,
de la duda, de
la desesperación, de la incredulidad.
¡Qué espuma
arrojan las aletas de la ballena!
¡Cómo se
retuercen, rápidas cual el rayo,
entre espasmos y
chorros de sangre!
Quedaos tranquilas,
ensangrentadas aletas de los desconfiados
y de los
sombríos necios;
Ocupo mi lugar
entre vosotros, lo mismo que entre no importa quienes;
Es el pasado el
que nos impulsa, a ti, a mí,
a todos
precisamente, de la misma manera.
Y lo que aún no
se ha experimentado y que de inmediato
vendrá para
nosotros, para ti, para mí, para todos, será
precisamente de
la misma manera.
Yo no sé qué es
lo que hasta el presente no se ha experimentado,
ni lo que
enseguida vendrá;
Pero yo sé que,
a su turno, será suficiente y no podrá faltar.
Cada uno que
pasa es contemplado, cada uno que se detiene
es contemplado,
no hay uno al cual esto no le haga falta.
Pero no puede
hacerle falta al mancebo que murió y fue sepultado,
Ni a la joven
que murió y fue sepultada a su vera,
Ni al tierno
niño que echó una mirada a través de la puerta,
se retiró luego
y nunca más fue visto,
Ni al anciano
que ha vivido sin objeto, y lo siente con una
amargura peor
que la hiel,
Ni al hombre que
vive en la casucha, consumido por el ron
y el triste
desorden,
Ni a los
innúmeros muertos y náufragos,
Ni al kohoo, el
pobre negro del Senegal, al que llaman basura de la humanidad,
Ni a los que,
como sacos, flotan simplemente, con la boca
abierta para que
les caiga el sustento,
Ni a nada de lo
que hay sobre la tierra o, más abajo, en las
tumbas más
viejas de la tierra,
Ni importa que
en las miríadas de astros, ni en las miríadas
de miríadas que
los habitan,
Ni al presente,
ni a la más ínfima brizna conocida.
44
Ya es hora de
que me explique, - levantémonos.
Lo conocido, yo
lo rechazo;
Yo impulso a
todos los hombres y a todas las mujeres hacia
adelante,
conmigo, hacia lo Desconocido.
El péndulo
indica el instante pero,
¿qué es lo que
indica la eternidad?
Hasta ahora
hemos agotado trillones de inviernos y de veranos;
Hay trillones
ante nosotros, y trillones antes de ellos.
Los nacimientos
nos han aportado riquezas variedad,
Y otros
nacimientos nos aportarán riquezas y variedad.
Yo no digo que
sea esto lo más grande y aquello lo más pequeño;
Lo que colma su
período y su lugar es igual a cualquier otra cosa.
Hermano mío,
hermana mía, ¿acaso la humanidad se ha
manifestado
mortífera y celosa contigo?
Lo lamento por
ti, pues ella no ha sido ni mortífera ni celosa conmigo;
Todos conmigo se
han mostrado gentiles, o no tomo en
consideración
las lamentaciones;
(¿Qué puedo
hacer yo con las lamentaciones?)
Yo soy un punto
culminante de las cosas cumplidas,
Y soy el
receptáculo de las cosas que vendrán.
Mis pies tocan
el ápice de los ápices de las escalas;
Sobre cada
peldaño hay brazadas de siglos, brazadas todavía
más grandes
entre peldaño y peldaño;
Todo cuanto está
abajo lo he recorrido dolorosamente y, sin
embargo, yo
subo, yo subo.
Cuesta después
de cuesta, los fantasmas ante mí se inclinan;
Lejos, hacia abajo,
diviso la enorme Nada originaria, y sé
que yo mismo
allá estaba;
Yo aguardaba,
invisible, sin cesar,
dormía envuelto
por la letárgica niebla,
Y esperaba mi
momento, el fétido carbono no me ocasionaba daño alguno.
Largo tiempo
permanecí enclaustrado, oprimido, mucho,
mucho tiempo.
Inmensa fue para
mí la elaboración,
Fieles
desbordando amistad, los brazos que me anudaron.
Los ciclos
transportaron mi cuna, remando, remando, como alegres bateleros
Para hacerme
lugar, las estrellas permanecieron apartadas en sus órbitas;
Irradiando su
influjo para velar sobre lo que debía contenerme.
Antes de que yo
naciera de mi madre, generaciones y generaciones me guiaron:
Mi embrión jamás
fue entorpecido, nada pudo anularlo.
Para él la
nebulosa se convirtió en un orbe,
Los amplios y
pesados estratos geológicos se acondicionaron para que él reposara,
Abundantes
vegetales le acordaron subsistencia,
Monstruosos
saurios lo transportaron en sus fauces para depositarlo luego con solicitud.
Todas las
fuerzas fueron asiduamente utilizadas para completarme y deleitarme;
Ahora, en este
punto, permanezco erguido con mi alma robusta.
45
¡Oh, días de
juventud! ¡Perpetuo impulso!
¡Oh, madurez,
equilibrada, floreciente y plena!
Mis amigos me
abruman,
Asedian mis
labios, se agolpan en los poros de mi piel,
Me empujan a
través de las calles y de los salones públicos
y acuden
desnudos hacia mí en medio de la noche,
Durante el día
gritan ¡Ahoy! desde las rocas de la ribera,
y se balancean y
parlotean sobre mi cabeza,
Me llaman por mi
nombre desde los prados floridos, desde
los viñedos,
desde los bosquecillos frondosos,
Iluminan todos
los instantes de mi vida,
Besan mi cuerpo
con sus besos balsámicos,
Silenciosamente
me estrechan con manos cordiales y me las
entregan para
que las haga mías.
¡Vejez que
soberbia te alzas! ¡Oh! ¡Bienvenida seas, gracia inefable del ocaso!
Cada condición
proclama no sólo lo que ella es,
ella proclama lo
que cree ser y surge de ella misma,
Y la sombra
silenciosa le proclama todo.
Abro mi
escotillón en medio de la noche y contemplo las
constelaciones
diseminadas a lo lejos.
Y todo cuanto
alcanzo se multiplica tan hacia lo alto que
puedo comprobar
que llega escasamente al borde de
las
constelaciones más lejanas.
De más en más
vastos, se expanden, se extienden, diseminándose siempre,
Hacia afuera,
hacia afuera, eternamente hacia afuera.
Mi sol tiene su
sol, y alrededor de él gira obediente,
Con sus
compañeros alcanza un grupo del círculo superior,
Y las órbitas
acrecentadas forman manchas cada vez mayores entre ellos.
No hay reposo,
jamás puede haber reposo;
Si yo, tú, y los
mundos, y todo cuanto se halla debajo
y encima de la
superficie, en este instante fuéramos
depositados
sobre una pálida sustancia flotante,
a la larga ello
carecería de toda importancia;
Seguramente nos
remontaríamos hasta donde estamos ahora de pie,
Y seguramente
iríamos mucho más lejos, y más lejos, más lejos todavía.
Algunos
cuatrillones de eras, algunos octillones de leguas cúbicas,
No ponen en
peligro el tiempo ni lo tornan impaciente;
No son sino
porciones y todo no es más que una mera porción.
Por muy distante
que alcances a ver, más allá no encontrarás
sino espacio
infinito;
Por muy lejos
que puedas calcular, alrededor de eso no
encontrarás más
que tiempo infinito.
Es verdad, mi
cita ha sido concertada;
El Señor estará
allí y aguardará mi llegada según un acuerdo perfecto;
Y el gran
Camarada, el amado fiel que vehemente anhelo, allí estará.
46
Yo sé que poseo
lo mejor del tiempo y del espacio, y que
jamás he sido
medido y que jamás lo seré.
Realizo un viaje
perpetuo, (¡vamos, escúchame!)
Mis señas son un
gabán para la lluvia, buen calzado, y un
bastón tallado
en el bosque;
Ninguno de mis
camaradas se ha acomodado en mi silla;
Porque yo no
tengo ni silla, ni templo, ni filosofía;
No conduzco a
nadie a la mesa para comer, ni a la biblioteca, ni a la banca;
Pero a cada
hombre y a cada mujer de entre vosotros yo
los conduzco
hasta una cima;
Mi mano
izquierda rodeándoles el talle,
Mi mano derecha
mostrándoles los paisajes y el camino real.
Ni yo ni otro
ninguno puede recorrer este camino en tu lugar;
Tú, sólo tú,
debes recorrerlo
No es largo,
está a tu alcance;
Quizá, sin
percatarte, te hallas en él desde que naciste;
Quizá está en
todas partes, en el mar y en la tierra.
Carga tu hato,
hijo mío, yo me endosaré el mío, y apresuremos nuestra partida,
En el camino
encontraremos ciudades maravillosas y pueblos libres.
Si estás
fatigado dame los dos fardos, y apoya la palma de
tu mano sobre mi
cadera,
Y llegado el
momento, tú me rendirás el mismo servicio;
Porque una vez
en marcha no nos detendremos más.
Hoy, antes del
alba, trepé hasta la colina, y contemplé el
cielo lleno de
estrellas,
Y le he dicho a
mi espíritu: “Cuando dispongamos de esos
orbes, y
disfrutemos del placer y del conocimiento de
todas las cosas
que en ellos existen, ¿reposaremos y seremos felices?”;
Y mi espíritu ha
respondido: “No. Sólo alcanzaremos esa
cúspide para
transponerla y continuar más allá”.
Tú también me
interrogas y yo te escucho;
Te digo que no
puedo responderte, que debes encontrar la respuesta tú mismo.
Siéntate un
instante, hijo querido;
Aquí tenemos
bizcochos para comer y leche para beber;
Pero, desde el
instante en que te duermas
y te repongas
entre las suaves ropas, yo te daré un beso de despedida
y abriré la
puerta para que luego te puedas marchar.
Durante largo
tiempo has tenido sueños despreciables;
Ahora yo retiro
la venda de tus ojos;
Debes habituarte
a la claridad del día y de todos los instantes de tu vida.
Durante largo
tiempo has braceado tímidamente, teniendo
próxima una
tabla, en el arroyo;
Ahora yo quiero
que seas un nadador intrépido,
Que te zambullas
en plena mar, te alejes, me hagas señas y,
riendo, avances
contra la corriente.
47
Yo soy el
maestro de los atletas;
Aquel que
gracias a mí exhibe un torso más amplio que el
mío prueba la
amplitud del mío;
Aquel que más me
honra con mi estilo, con mi propio estilo
aprende a
destruir al maestro.
Amo a los
muchachos, aquel que en un hombre se convierte
no lo logra
gracias a un poder innato sino por la obra de su maestro,
Por lo regular
es un mal sujeto y no un virtuoso obligado
por un
compromiso o por el temor,
Ama a su buena
amiga, con apetito como su bistec,
El amor no
correspondido, o una señal despectiva, lo hieren más que el tajante acero.
Es el primero en
montar a caballo, luchar, tirar al blanco,
remar, entonar
una canción o tocar el banjo,
Prefiere
cicatrices y barba y rostro maculado por la viruela,
antes que todos
los barbilindos,
Y aquellos que
están bien curtidos antes que los que se precaven del sol.
Yo enseño a
apartarse de mí; sin embargo, ¿quién de mí puede apartarse?
A partir de este
instante yo te sigo, quienquiera que tú seas;
Mis palabras
devorarán tus orejas hasta que tú las comprendas.
Estas cosas yo
no las digo por un dólar, ni para matar el
tiempo mientras
aguardo el barco;
(Eres tú quien
habla tanto como yo, y yo hago el oficio de tu lengua,
Ligada en tu
boca, en la mía ella comienza a desatarse.)
Juro que no
hablaré jamás del amor o de la muerte en el
interior de una
casa,
Y juro que nunca
más me revelaré como no sea a aquel
o a aquella que
esté a solas conmigo al aire libre.
Si tú quieres
comprenderme sube a las cumbres o desciende a las playas;
El primer
moscardón que llega equivale a una explicación,
una simple
gotita o la marca nos dan la clave;
El mazo, el
remo, la sierra de mano secundan mis palabras.
Ni la sala con
los postigos cerrados, ni la escuela pueden comulgar conmigo,
Pero lo rústicos
y los pequeños lo harán mejor que ellos.
Ese joven
artesano es el que más próximo a mí se halla, me conoce bien;
El leñador que
porta consigo su hacha y su cántaro, me
llevará con él
durante todo el día;
El muchacho
granjero, que labora en el campo, experimenta
bienestar nada
más que con escuchar mi voz;
Sobre los barcos
que bogan, mis palabras bogan;
yo me adelanto
hasta los pescadores y los marineros, y los amo.
El soldado que
acampa o que avanza es de los míos;
En medio de la
noche, antes del inminente combate,
muchos son los
que me buscan, y yo no los defraudo;
En la solemnidad
de la noche (quizá la postrera para ellos)
los que me
conocen, me buscan.
Mi rostro se
frota contra el del cazador cuando él está acostado solo, bajo su manta;
El carretero, al
pensar en mí, no repara en el traqueteo de su carro;
La madre joven y
la anciana madre me comprenden;
La muchacha y la
esposa dejan por un instante sus agujas
en reposo y
olvidan donde están; ellas y todos quisieran
repetir lo que
les he dicho.
48
Yo he dicho que
el alma no es más que el cuerpo,
Y he dicho que
el cuerpo no es más que el alma;
Y que nada, ni
siquiera Dios, es más grande para cualquiera
que una
partícula de sí mismo,
Y que cualquiera
que marche un kilómetro sin simpatía,
avanza hacia sus
funerales cubierto con su mortaja,
Y que tú o yo,
sin un céntimo en el bolsillo,
podemos adquirir
lo mejor que en la tierra existe,
Y que mirar con
un solo ojo o mostrar una habichuela en
su vaina
confunde la sabiduría de todos los tiempos,
Y que no existe
trabajo o empleo que, siguiéndolo un hombre joven,
a la postre no
lo convierta en un héroe,
Y que no hay
objeto, por frágil que sea,
que no sirva de eje
para la rueda del universo,
Y yo le digo a
todo hombre y a toda mujer: que tu alma
se mantenga
serena y tranquila ante un millón de universos.
Y yo le digo a
la humanidad: no te muestres curiosa en cuanto a Dios,
Yo, que tengo
curiosidad por cada cosa,
no manifiesto
curiosidad alguna en cuanto a Dios;
(No hay palabras
suficientes para expresar hasta qué punto
estoy en paz con
Dios y con la muerte.)
Yo escucho y
contemplo a Dios en todo objeto, pero no lo
comprendo bajo
ningún concepto,
Tampoco concibo
que pueda existir algo más maravilloso
que yo mismo.
¿Por qué he de
pretender que Dios es mejor que este día?
Algunas veces
veo a Dios en cada una de las veinticuatro
horas del día, y
también en cada instante;
En los rostros
de los hombres y de las mujeres veo a Dios,
y en mi propio
rostro cuando me contemplo ante el espejo;
Encuentro cartas
de Dios abandonadas en las calles, y cada
una lleva la
firma con el nombre de Dios,
Y yo las dejo
donde están, porque sé que en cualquier lugar donde yo vaya,
Con la misma
puntualidad, otras cartas llegarán y llegarán.
49
Y en cuanto a
ti, Muerte, tú, amargo beso de la inmortalidad,
es inútil que
intentes alarmarme.
A tu labor
incansable acude el comadrón;
Veo la mano
avezada y veterana barajando, recibiendo, sosteniendo;
Me reclino cerca
del umbral de las puertas elegantes y acogedoras,
Y observo la
salida, observo a los que acuden con su socorro
y también a los
que huyen del peligro.
Y en cuanto a
ti, Cadáver, creo que eres buen abono, pero
eso a mí no me
ofende;
Yo huelo las
blancas rosas creciendo y perfumando,
Alcanzo los
florecidos labios, yo beso los senos bruñidos
como los
melones...
Y en cuanto a
ti, Vida, reconozco que eres el residuo de
muchas muertes;
(Sin duda, yo
mismo he muerto antes diez mil veces.)
Yo os escucho
murmurar allá, ¡oh, estrellas celestiales!
¡Oh, soles!-
¡Oh, hierbas de las tumbas!
- ¡Oh, perpetuos
cambios y migraciones!
Si nada me
decías, ¿qué puedo yo deciros?
De la turbia charca
que duerme en el bosque otoñal,
De la luna que
desciende por las abruptas pendientes en el
susurrante
crepúsculo,
¡ Agitaos,
chispas del día y de las tinieblas, agitaos entre
los negros
troncos que en el lodo se hunden!
¡Agitaos con el
gemebundo murmurio del seco ramaje!
Yo vengo de la
luna, y vengo de la noche;
Percibo la
siniestra claridad que en el mediodía reflejan los rayos solares;
Y de la cuna
grande o pequeña, yo desciendo hasta lo estable y central.
50
Está en mí.- No
sé lo qué es, pero yo sé que en mí está.
Arrebatado y
sudoroso, mi cuerpo ha recobrado la frescura y la calma,
Duermo, duermo
largo rato.
Yo no lo
conozco. No tiene nombre.
Es una palabra
que jamás fue pronunciada;
No está en
ningún diccionario, ni como expresión, ni como símbolo.
Se cierne sobre
algo que es más que la tierra sobre la cual yo me cierno;
Anunciando la
creación, es como el amigo cuyo abrazo me despierta.
Acaso yo pudiera
decir más. ¡Esquemas!
Yo imploro por
mis hermanos y mis hermanas.
¿Veis? ¡oh
hermanos, oh hermanas míos!
No es el caos o
la muerte,
Es la forma, la
conjunción, el plan,
Es la vida
eterna, es la Felicidad.
51
El pasado y el
presente se desvanecen- los he colmado, los he vaciado,
Y, para el
futuro, me apresto a llenar mi próxima cuna.
¡Tú que allá en
lo alto, escuchas! ¿Qué tienes que confiarme?
Mírame de frente
mientras resoplo recorriendo el oblicuo camino del atardecer;
(Habla
honestamente, nadie más te escucha,
y yo no
permaneceré ni un minuto más).
¿Acaso me
contradigo?
Muy bien; me
contradigo,
(Yo soy amplio,
contengo las multitudes).
Yo me concentro
en aquellos que están próximos, y aguardo su paso, en el umbral.
¿Quién ha dado
fin a la diaria jornada?
¿Quién fue el
primero en terminar su comida?
¿Quién quiere
pasear conmigo?
¿Quieres hablar
antes de mi partida?
¿No estarás ya
retrasado?
52
El halcón sobre
mí se abate, acusándome, lamentándose de mi parloteo y de mi pereza.
Yo también soy
indomable, también yo soy intraducible;
Yo hago resonar
mi bárbaro aullido sobre los techados del mundo.
Sobre mí se
retrasa el postrer fulgor del día;
Proyecta mi
imagen, después de las otras,
y es más
verdadera que otra cualquiera sobre las landas invadidas por la sombra.
Me empuja hacia
la bruma y el crepúsculo.
Como el aire me
alejo, sacudo mi blanca cabellera hacia el sol declinante;
Entrego mi carne
a los remolinos, y la dejo marchar a la deriva entre crestas de encajes
Me entrego al
barro para renacer en la hierba amada;
Si todavía me
amas, búscame bajo las suelas de tus zapatos.
Quizá no sepas
lo que yo soy ni lo que yo significo,
Pero, de todas
maneras, seré saludable para ti,
Y justificaré y
fortaleceré tu sangre.
Si tú no me
alcanzas con el primer golpe, ¡anímate!
Si tú no me
encuentras en un lugar, ¡búscame en otro!
He hecho alto en
alguna parte para esperarte.
(1855-1881)
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