lunes, 28 de abril de 2014

T.S. Eliot - Los Hombres Huecos.



I

Nosotros somos los hombres huecos
nosotros somos los hombres rellenos
inclinándonos juntos
la cabeza llena de paja. ¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son apagadas y sin sentido
como viento en pasto seco
o patas de ratas sobre el vidrio roto
en nuestra bodega seca

figura sin forma, matiz sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

quienes han cruzado
con la vista recta al otro Reino de la muerte
nos recuerdan —a lo sumo— no como violentas
almas perdidas sino tan sólo
como los hombres huecos
los hombres rellenos.

II

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
en el reino soñado de la muerte
éstos no aparecen:
Allí, los ojos son
luz del sol sobre una columna rota
allí, hay un árbol que se bambolea
y hay voces
cantando en el viento
más distantes y más solemnes
que una estrella que se apaga.

Dejadme no estar más cerca
en el reino soñado de la muerte
dejadme también poner
tales disfraces deliberados
pelo de rata, piel de cuervo, duelas cruzadas
en un campo
comportándome como el viento se comporta
no más cerca
no ese encuentro final
en el reino crepuscular.

III

Esta es la tierra muerta
esta es la tierra de cactus
aquí las imágenes de piedra
se levantan, aquí reciben
la súplica de la mano de un muerto
bajo el parpadeo de una estrella que se apaga.

Es como esto
en el otro reino de la muerte
despertándose a solas
a la hora en que estamos
temblando de ternura
labios que quisieran besar
forman plegarias a la piedra rota.

IV

Los ojos no están aquí
no hay ojos aquí
en este valle de estrellas agonizantes
en este valle hueco
esta quijada rota de nuestros reinos perdidos

en este último de los lugares de encuentro
vamos juntos a tientas
y evitamos hablar
reunidos en esta playa del río turgente

sin vista, a menos que
los ojos reaparezcan
como la estrella perpetua
rosa multifoliada
del reino crepuscular de la muerte
la esperanza solamente
de hombres vacíos.

V

Damos vueltas alrededor del tunal
tunal tunal tunal
damos vueltas alrededor del tunal
a las cinco en punto de la mañana.

Entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
cae la sombra

                       Pues Tuyo es el Reino

Entre la concepción
y la creación
entre la emoción
y la reacción
cae la Sombra

                       La vida es muy larga

Entre el deseo
y el espasmo
entre la potencia
y la existencia
entre la esencia
y la descendencia
cae la Sombra

                       Pues Tuyo es el Reino

Pues Tuyo es
la vida es
pues Tuyo es el
así termina el mundo
así termina el mundo
así termina el mundo
no con un estampido sino con un quejido 

Poesía Afgana - Landays.



Forma poética inserta en la tradición Afgana, y en particular en las voces femeninas de la cultura Pashto, los landays, son poemas breves – generalmente de dos versos compuestos por 22 sílabas aleatoriamente distribuidas – que hoy en día se manifiestan como una forma propicia para dar seguimiento a temas de la cultura Pashto como la separación, el amor, el ingenio, el erotismo, la guerra, el llamado a las armas, el lamento, la pasión o el dolor por la tierra perdida.

Los landays son poemas que tradicionalmente se cantaban en voz de mujeres Pashto y hoy en día han conseguido retratar la imagen femenina mediante su habilidad de sintetizar un dolor común; sus virtudes: la precisión y la agudeza. La palabra landays hace honor a esta forma poética; “landays” se traduce literalmente como “serpiente venenosa de cortas dimensiones”. Cabe mencionar que la mera elocución de dichos poemas representa un tabú e inclusive graves represalias – principalmente sociales pero también incluso legales – en contra de aquellas que los divulguen.

Yo llamo. Tu eres piedra
Un día cuando me busques, descubrirás que me he marchado.
Me vendiste a un hombre viejo, padre,
Que Dios destruya tu casa, yo era tu hija.
Hacer el amor con un hombre viejo
es como cogerse un arrugado tallo de maíz ennegrecido por el moho.
Cuando hermanas se sientan juntas, siempre alaban a sus hermanos.
Cuando hermanos se sientan juntos, venden a sus hermanas a otros.
Me haré un tatuaje con la sangre de mi amado
y apenaré a toda rosa en el verde jardín.
Desafortunado tú que no me visitaste anoche,
Confundí el duro poste de madera de la cama con un hombre.
Abrázame con tu chaleco de suicida
pero no digas que no te daré un beso.
Niña:
Desliza tu mano en mi sostén
Sacude una roja y madura granada de Kandhar.
Niño:
Deslizaré mi mano en tu sostén,
¿pero quién dejará caer las monedas en el jarro de tu dueño?
¿No hay acaso aquí un hombre tan valiente como para ver
cómo mis muslos vírgenes mis ropas han puesto a arder?
Por Dios, te daré un beso,
¡Deja de sacudir mi jarra y mojar mi vestido!
Te besaré en el jardín de granadas. ¡Silencio!
La gente pensará que una cabra se atoró en los arbustos.
Ven, unamos muslo con muslo
Si te montas, no lloraré.
¡Ay! No me aprietes tan fuerte:
Mis senos arden por convertirme en mujer anoche.
Brillante luna, por el amor de Dios,
No ciegues a dos amantes con una luz tan desnuda.
Tus ojos no son ojos. Son abejas.
No puedo encontrar cura para su picadura.
Ascender a la cima de la colina y observar
dónde la caravana de mi amado esta noche va a reposar.
Hija, en América los ríos no llevan agua,
Las niñas pequeñas en el internet llenan sus jarras.
¿Cuán más simple puede el amor ser?
Comprometámonos ahora. Textéame.
Que Dios te convierta en una flor de rivera
para que pueda olerte cuando vaya a recoger agua.
Podría haber probado la muerte por una probada de tu lengua,
viéndote comer helado cuando éramos jóvenes.
Del agua no puedo siquiera probar un poco.
El nombre de mi amado, escrito en el corazón, podría ser borrado.
Vamos, dejemos a estos idiotas de pueblo
y casémonos con hombres Kabul con cortes de pelo de Hollywood.
¡Traté de besarte en secreto pero estás calvo!
Tu desnudo cráneo contra la pared ha golpeado.
¡Estoy enamorada! No lo negaría, ni siquiera
si intentaras retirar mis verdes tatuajes con un formón.
Mi amor es justo como sólo puede ser un soldado americano.
Para él soy obscura como un Talibán, así que me ha martirizado.
Oh cariño, tu eres Americano para mis ojos,
Eres culpable; lo siento.
Porque mi amado es Americano,
póstulas florecen en mi corazón.
Sueño que soy el presidente.
Cuando despierto, soy la pordiosera del mundo.
Vuelve negro de pólvora o rojo sangre
pero no vuelvas entero a deshonrar mi cama.
¿Qué podrías ser sino un bravo guerrero,
tu que has bebido la leche de una madre Pashto?
Mi amor dio su vida por nuestra tierra,
Coseré su velo con una hebra de mi cabello.
En batalla, deben haber dos hermanos;
uno para ser martirizado, otro que prepare el velo del primero.
Portas un denso turbante sobre tu calva
para ocultar tu edad. ¿Con qué motivo? ¡Estas casi muerto!
La vieja cabra buscaba un beso de mi abadejo
como quitarle un pedazo de carne del hocico a un hambriento perro.
Mi cuerpo es fresco como una hoja de henna;
verde por fuera; adentro, carne cruda.
¿Qué has hecho conmigo, Dios mío?
Otras han florecido, yo permanezco apretada como un brote.
Las viudas llevan dulces al altar de un santo.
Yo le llevaré a Dios palomitas, rogándole que mate al mío.
Mi cuerpo me pertenece a mí;
a otros su dominio.
En la prisión de Policharki, nada tengo que me pertenezca,
excepto el corazón de mi corazón que vive entre sus muros de piedra.
Estoy cansada de adorar flores exóticas,
Extraño los jardines de Sangin; eran pobres pero nuestros.
La separación trajo este tipo de pena:
Hizo de sí misma un mulla y a mí la ladrona del pueblo.
Que Dios destruya la Casa Blanca y mate al hombre
que envió misiles estadounidenses a quemar mi casa.
Bush, no te enorgullezcas tanto de tu carro armado.
Mi bomba remota, desde lejos, lo hará volar en pedazos.
Los drones[1] han llegado al cielo afgano.
Las bocas de nuestros cohetes contestarán a su llamado.
Mi Nabi fue muerto por un drone.
Que Dios destruya a tus hijos, América, has asesinado a los míos.
Que Dios destruya a los Talibanes y termine sus guerras,
Ellos hecho de las mujeres afganas viudas y rameras.
Ven a Guantanamo.
Sique el repique de mis cadenas.
Madre, ven a las ventanas de la prisión
Háblame antes de que vaya a la horca.
Por favor dile al guardia de la prisión
que no sea tan cruel con mi hijo, Allah Mohamad.
Hamid Karzai[2] vino a Kabul
a enseñarle a nuestras niñas a vestirse en dólares.
Hamid Karzai envió a nuestros hijos a Irán
y los hizo esclavos de la heroína.
Separación, tu prendes fuego
en el corazón y casa de todo amante.



[1] Drone: equivalente coloquial usado en oriente medio para designar los vehículos  aéreos no tripulados ocupados por el ejército norteamericano desde la Guerra del Golfo.
[2] Hamid Karzai, Presidente de Afganistan desde el año 2001, es una figura sumamente impopular entre los afganos.

T.S. Eliot - La tierra baldía.



A Ezra Pound
il miglior fabbro.

I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
una pequeña vida con tubérculos secos.
Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbergersee
con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos,
y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten,
y tomamos café y charlamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm'aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, de visita en casa del archiduque,
mi primo, él me sacó en trineo.
Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos lanzamos.
Uno se siente libre, allí en las montañas.
Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al Sur.

¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen
en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre,
no puedes decirlo ni adivinarlo; tu sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja),
y te enseñaré algo que no es
ni la sombra tuya que te sigue por la mañana
ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.

  Frisch weht der Wind
  der Heimat zu
  mein Irisch Kind,
  Wo weilest du?

«Hace un año me diste jacintos por primera vez;
me llamaron la muchacha de los jacintos.»
— Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de los jacintos,
llevando, tú, brazados de flores y el pelo húmedo, no pude
hablar, mis ojos se empañaron, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando el silencio dentro del corazón de la luz.
Oed' und leer das Meer.

Madame Sosostris, famosa pitonisa,
tenía un mal catarro, aun cuando
se la considera como la mujer más sabia de Europa,
con un pérfido mazo de naipes. Ahí —dijo ella—
está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó,
(estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!)
aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas,
la dama de las peripecias.
Aquí está el hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el comerciante tuerto, y este naipe
en blanco es algo que lleva sobre la espalda
y que no puedo ver. No encuentro
al Ahorcado. Temed, la muerte por agua.
Veo una muchedumbre girar en círculo.
Gracias. Cuando vea a la señora Equitone,
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
¡una tiene que andar con cuidado en estos días!

Ciudad Irreal,
bajo la parda niebla del amanecer invernal,
una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres ¡eran tantos!
Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara a tantos.
Exhalaban cortos y rápidos suspiros
y cada hombre clavaba su mirada delante de sus pies.
Cuesta arriba y después calle King William abajo
hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas
con un repique sordo al final de la novena campanada.
Allí encontré un conocido y le detuve gritando: «¡Stetson!,
¡tú, que estuviste contigo en los barcos de Mylae!
¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿No turba su lecho la súbita escarcha?
¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
Tú, hypocrite lecteur! — mon semblable — mon frère!»

II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ

LA SILLA en que estaba sentada, como un bruñido trono,
se reflejaba en el mármol, donde el espejo
de soportes labrados con pámpanos y racimos
entre los cuales un Cupido dorado se asomaba
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala)
copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos
que arrojaban su luz sobre la mesa, mientras
el brillo de sus joyas, desbordando profusamente
de los estuches de raso, subió a su encuentro.
En redomas de marfil y cristal policromo,
destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos —turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire
fresco que soplaba de la ventana, ascendían,
alimentando las alargadas llamas de las velas,
proyectando sus humos sobre los laquearios,
animando los diseños del artesonado techo.
Enormes leños arrojados por el mar, patinados de cobre,
ardían verdes y anaranjados, en su marco de piedra policroma,
y en su luz mortecina nadaba un delfín tallado.
Sobre la repisa de la chimenea —ventana abierta
a una escena silvestre—estaba representada
la Metamorfosis de Filomela, tan rudamente forzada
por el bárbaro rey; pero aún allí el ruiseñor
llenaba todo el desierto con inviolable voz
y todavía ella lloraba, y aún el mundo persigue
«Tiu Tiu» a oídos sucios.
Y otros tocones marchitos de tiempo
se alzaban en los muros, donde figuras de ojos abiertos
se inclinaban, imponiendo silencio a la estancia.
Se oyeron pasos en la escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos
se cruzaron en puntos ígneos,
brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.

«Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas. Piensas.»

Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.

«¿Qué ruido es ese?»
  El viento bajo la puerta.
«¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?»
Nada, como siempre. Nada.
«¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No
te acuerdas
de nada?»

Recuerdo
que esas perlas fueron sus ojos.
«¿Estás viva o no? ¿No hay nada en tu cabeza?»
      Pero
O O O O ese aire shakespeaheriano:
es tan elegante
tan inteligente.
«¿Qué haré ahora? ¿Qué haré?
¿Salir tal como estoy y andar por la calle
así sin peinar? ¿Qué haremos mañana?
(¿Qué haremos siempre?»
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.

Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije
—y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages,
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor.
Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio
para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí:
que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura,
dijo él, juro que no puedo soportar mirarte.
Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto,
que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse,
y si no lo hace contigo, ya encontrará otras, dije yo.
¡Oh hay otras!, dijo ella. Algo por el estilo, dije yo.
Entonces ya sé a quién agradecérselo, dijo ella, mirándome fijamente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Si esto no te gusta, lo mismo da, dije yo.
Otras se aprovecharán si tú no puedes.
Pero si Alberto se marcha, no podrás decir que no te han avisado.
Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja
(y no tiene más que treinta y un años)
no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste.
Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo.
(Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.)
El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma.
Eres una tonta de capirote, dije yo.
Bueno, si Alberto no te suelta, no puedes quejarte, dije.
¿Por qué te casaste si no te gustan los niños?
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían jamón
y me invitaron a cenar para que saboreara el jamón caliente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Buenas noches Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches, May. Buenas noches.
Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras, buenas noches, buenas noches.

III. EL SERMÓN DEL FUEGO

El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aterran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados
Se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.

Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos
arrastrando su viscoso vientre por la orilla
mientras yo pescaba en el sombrío canal
en una tarde de invierno detrás del gasómetro
meditando sobre el naufragio de mi hermano rey
y sobre la muerte anterior de mi padre rey.
Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos arrojados en una guardilla baja y seca,
rozados sólo por la pata del ratón, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
un estrépito de bocinas y motores, que llevarán
a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter
oh, la luna brillaba sobre la señora Porter
y sobre su hija
ambas se lavan los pies con agua gaseosa
et O ces voix d'enfants, chantant dans la coupole!

Tuit tuit tuit
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada
Tereo.

Ciudad Irreal
bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
el señor Eugenides, comerciante de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel Cannon Street
y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.

A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxímetro espera palpitando,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver
a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja
hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero,
la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la
mesa del desayuno, enciende
su estufa y prepara su comida de conservas.
Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar
sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol,
sobre el diván (que por la noche le sirve de cama)
hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes.
Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas
vi la escena, y predije el resto,
yo también esperaba al huésped previsto.
Él, un joven carbuncular, llega,
es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida,
uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta
como una chistera sobre un millonario de Bradford.
El momento es propicio, como él esperaba,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
él trata de excitarla con caricias
que aun cuando son irreprochables, no son deseadas.
Sonrojado y decidido, él empieza el asalto;
sus manos exploradoras no encuentran resistencia;
su vanidad no necesita respuesta,
y hasta acoge bien su indiferencia.
(Y yo, Tiresias, preví, sufriendo,
todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama;
yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
y anduve por el infierno de los muertos.)
Él le otorga un final beso protector,
y baja a tientas por la oscura escalera...

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
sin advertir que su amante ya no está;
su cerebro formula un vago pensamiento:
«Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea».
Cuando una mujer adorable comete tales locuras
y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.

«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas»
y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba
oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar
cerca de un bar de la calle Lower Thames,
el agradable lamento de una mandolina
y la bulla y la charla que sale del interior
donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía:
donde los muros
de Magnus Mártir conservan
un inefable esplendor de jónica blancura y oro.

El río suda
aceite y brea
las barcazas derivan
con la cambiante marea
velas rojas
anchas
a sotavento, oscilan en los mástiles
las barcazas hunden
leños flotantes
al sur de Greenwich
más allá de la Isla de los Perros
Weialala leia
Wallala leialala

Elizabeth y Leicester
remando
la proa era
un casco dorado
rojo y oro
rizó ambas orillas
el viento del sudoeste
cargó agua abajo
el son de las campanas
torres blancas
Weialala leia
Wallala leialala.

«Tranvías y polvorientos árboles.
Highbury me hizo. Richmond y Kew
me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas
acostada en el fondo de una angosta canoa.»

«Mis pies están en Moorgate y mi corazón
bajo mis pies. Después de lo ocurrido
él lloró. Me prometió "empezar de nuevo"
No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»

«En la playa de Margate
no puedo relacionar
nada con nada.

Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente, humilde gente que no espera
nada.»
la la.

Y entonces me marché a Cartago

Quemando quemando quemando quemando

Oh, Señor, Tú me arrancas
Oh, Señor, Tú arrancas
quemando.

IV. MUERTE POR AGUA

FLEBAS, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.

V. LO QUE DIJO EL TRUENO

Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos,
después del gélido silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral sobre lejanos montes
aquel que estaba vivo ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.

Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, el camino arenoso
el camino serpentea entre las montañas
que son montañas rocosas sin agua
si hubiese agua nos detendríamos a beber
entre las rocas uno no puede detenerse y pensar
el sudor es seco y los pies se hunden en la arena
si por lo menos hubiera agua entre las rocas
muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino el seco trueno estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan
en los umbrales de casas de fango hendido.

Si hubiese agua
y no rocas
si hubiese rocas
y también agua
y agua
un manantial
una hoya entre las rocas
si sólo se oyera rumor de agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino rumor de agua sobre una roca
allí donde el zorzal canta entre los pinos
drip drop drip drop drop drop drop
pero no hay agua

¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer
— ¿pero quién es ése que va a tu lado?

Qué sonido es ése que se oye en la altura
murmullo de lamento maternal
qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean
Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas
de una tierra limitada por el raso horizonte
qué ciudad es ésa sobre las montañas
chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales.

Una mujer se soltó la larga cabellera negra
y suscitó una susurrante música con esas cuerdas
y murciélagos de rostros infantiles silbaban
en la luz violeta, y batían sus alas
y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro
y de volteadas torres en el aire
caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora
y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.

En esta arruinada cavidad en medio de las montañas
bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta
sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla
allí está la desierta capilla donde sólo habita el viento.
No tiene ventanas y la puerta se balancea,
los huesos secos a nadie pueden dañar.
Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera
co co rico co co rico
a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda
trayendo lluvia.

Ganga estaba hundido y las hojas frágiles
esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant.
La selva se agachó, se encorvó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón
la espantosa audacia de un momento de debilidad
que un siglo de prudencia no puede borrar
por eso y eso sólo es por lo que hemos existido
y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios
ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña
ni bajo los sellos que rompe el flaco notario
en nuestros vacíos aposentos
DA
Dayadhwam: he oído la llave
voltear en la cerradura una vez y sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
pero al anochecer, etéreos rumores
reaniman por un momento a un Coriolano roto
DA
Damyata: el barco obedeció
alegremente a la mano hábil para la vela y el remo
el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido
alegremente a la invitación, palpitando obediente
a las diestras manos.

Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mi espalda
¿Pondré por lo menos orden en mis tierras?

El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo

Poi s'ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon —Oh, golondrina, golondrina
Le Prince d'Aquitaine à la tour abolie
Estos fragmentos han sostenido mis ruinas
Why then Ile fit you. Hieronymo's mad againe.
Datta. Dayadhwam. Damyata.
Shantih shantih shantih.