jueves, 25 de octubre de 2012

Pablo de Rokha - Grito de Masas en el Oriente.




Extraído de "Morfología del Espanto"

Desde la botella azul del conventillo, brota la callampa de llanto,
y se derrumba la eternidad de los desventurados, el farol de terror
de la mina, el horror de la parición absoluta, entre cacerolas y agonías,
cuando los inviernos muerden la reivindicación sindical, y en la consigna,
el moho es sólo humareda.

Un mastín imperial, su estómago político araña a las asambleas, el hambre,
el hambre de los trabajadores tronchados, el hambre, el hambre de la culebra
de piedra, contra la piedra de la piedra arremetiendo,
y desembarca la policía, montando su animal destripado, bramando con las patas,
o el traidor, que come sangre de mujer, que come vientres amargos y desesperados,
y el gran chacal social demócrata,
degollando al proletario, con sólo una hoja de papel amarillo.

Están asesinados, jamás muertos los obreros,
ahorcó al orador la oligarquía, y él conduce a las masas, ajusticiando,
con la lengua soberbia de la doctrina, que es una canción roja y una gran bandera,
porque la revolución tiene eternas las entrañas, o de puñales.

El piojo universal, el látigo y el pánico universales, al sudor inmortal saludan,
y el explotador desnuda a la plusvalía
en todos los lechos vendidos del fascismo al imperialismo,
porque el capital alimenta la pantera, con la carne y la sangre espantosa del mundo;
una negra uña de amo degüella a las criaturas recién nacidas en su cuna de llagas,
y una gran lágrima de cemento, del tamaño de una puñalada,
grita en la garganta del trabajador,
con rugidos de montaña herida en el vientre,
el funeral de los polvorosos documentos;
en las caucheras, en las algodoneras, entre los cuales azota la boa su jeroglífico terrible,
en las salitreras de alucinación e infierno,
encima del pantano tropical del tabaco, en el cual arde la malaria,
amarillosamente, su ladrido,
brama el drama de los esclavos, en tambores de pechos de muertos,
tocando la marcha hacia la nada;
nó, que se levante el puñal de todos los sepulcros obreros,
y le cercene la lengua al capitalismo, tremendamente, de un tajo!...

Sollozan las viudas, acariciando las bayonetas a retaguardia,
en tristes colchones de sauce despreciado, por los hambrientos,
asesinados por los hambrientos,
que aullaban en la propiedad ajena, y paren lágrimas
en la fatalidad de los cementerios burgueses, que parecen regimientos destripados
por donde, únicamente, comen los cerdos de los ricos.

Por los tubos tremendos del petróleo, enderezándose, desde el eje del mundo al cielo,
ascienden hombrecitos pequeñitos y amarillos,
a los que azota un sapo con la “Legión de Honor” en la barriga del cerebro,
el cual eructa un chorro de oro adentro de la Sociedad Anónima,
asentada en trabajadores que escupen sangre, en proletarios de sufrimiento,
con ojos grandiosos de héroes, en mujeres que devienen piedra santa,
y el invierno agarra las pocilgas y las estrangula;
barrena las espaldas del asalariado, el sol, disparando su fusil colorado,
la desgracia del jornalero anda a gatas, hiriendo el estaño sangre,
y, a cien semanas de distancia, está el presidio o el banquillo,
entre las sogas y las bocas de las horcas, agarrotando al huelguista;
entre la caña chancada, hay materia gris, y un ojo señala a un dedo la tragedia,
del cafetal al arrozal, la gran jornada del crucificado, hierve de látigos y víboras,
un sudor de horror cruza el espanto, y el grito del coolí,
es lo mismo que la galleta de veneno,
del peón o el poncho del pongo,
la maquinaria enciende la cesantía, y, los parásitos, arando los sobacos del proletariado,
amplías masas lúgubres labran, en las maderas de acusación de los patíbulos;
los aullidos del Mapocho parten la tarde en tres mitades
y echan adentro el lumpen-proletariado,
por cuyos andrajos, arrastrando va la miseria su carrito de recuerdos,
el frío patea la cabeza de los niños heridos por los cuchillos del hambre-grande,
la garra de la bestia nazi-fascista les arranca el corazón,
les arrasa el cielo del pecho a los trabajadores intelectuales,
y un buitre cristiano les revuelve los sesos a los viejos soldados de España,
porque el fusil popular los héroes, se les cubrió de naranjas maduras.

Un latigazo de cinco mil épocas
ruge contra el lamento tremendo de los explotadores sociales,
el horror milenario de los esclavos brama, y, entonces, suda la cara de la tierra,
y, entonces, la Hoz y el Martillo aparecen en el Oriente, colmados de aplausos de sol,
y, entonces, el Partido se levanta entre dos mundos;
sí, detrás de la carnicería, la revolución asoma su garganta de espada,
y brilla la historia como un diamante rojo.

Enterrados en el enorme basural amarillos,
los rascacielos hinchan sus raíces en la sangre social,
echando sangre y podredumbre por las chimeneas,
echando madres muertas, malas-costumbres muertas, toses muertas,
echando humo de perros, echando fetos de muertos, viejos muertos, sexos muertos,
pelos muertos, besos muertos, muertos muertos, ojos muertos, lenguas muertas,
anos muertos, papeles muertos, pechos muertos, adioses muertos,
todo lo muerto viviendo en los subterráneos de la burguesía,
el clamor de horror de la clase obrera,
horrorizada entre las patas herradas del capital fascista, asesino,
el puñal cargado de duraznos envenenados de la miseria,
la mano pelada de los sub-hombres, su lengua de lata ardiendo,
los tarritos menesterosos de comida de basura y morgue macabra,
los vientre vacíos y mordidos por los cerdos hambrientos,
el terror de morir en cuclillas, a la orilla de la infinita desolación de los hijos,
muertos de terror por el terror milenario del explotado;
un orangután sagrado y cornudo, da la bendición papal a los cadáveres,
y se acuesta con su marido,
las bacinicas del Vaticano,
sacan la lengua y recogen la margarita de la sodomía universal de la Iglesia,
para ofrecérsela a las masas de las tumbas, en la pastoral de León XIII,
y el cardenal colorado monta al sacristán amarillo, entre un escupo de campanas;
el Presidente de la República, restregando los calzoncillos contra una piedra,
decide que fusilen a quinientos obreros, por hambrientos,
y se atraganta de democracia y caridad de fusiles,
patea a una muchacha, que lame las murallas del hambre,
y a la cual violaros los carabineros,
y cien curas paridos se deshacen, masturbándose, junto al sexo de una mula rubia,
pero se avergüenzan, porque un picaflor de “El Mercurio” canta sobre un plátano,
tremendamente desarrollado,
elaborando un editorial de homosexual contra el Partido Comunista,
en el que cabalga “la familia” de “la bandera” del “orden”, en dirección de los antepasados.

Mil millones de horrores edifican un abrazo innumerable:
“Trabajadores del mundo uníos”,
del oro, del petróleo, del yodo, trabajadores del salitre, del carbón, del cacao,
del estaño, del tabaco, del café, del caucho, del trigo, del algodón, del vino,
del maíz, de la madera, de las fábricas, las industrias, las usinas y el mar-océano,
uníos, cobrizos, negros, blancos o mulatos, uníos,
uníos alrededor de la gran estrella roja,
que clama trayendo el puñal y el fusil de la revolución,
o trayendo un canasto de sol y palomas,
de pan, de paz y libertad, glorificado.

Por debajo, el canto de los esclavos, subterráneo, repechando los milenarios,
enarca la espalda azotada, la degollada faz deshabitada, la de llagas y babas cabeza,
el pavor animal, estupendo, de los secos pellejos negros, la agonía,
de asfalto, frente al gran capataz-capado, que aterra la manigua,
azotando los encadenados héroes;
piedra y sangre, dios, barro y sangre, todos los mundos ardiendo,
lacayos sagrados,
el aullido del bucanero estalla en el corazón de la sociedad burguesa,
 la tremenda voz de los látigos,
el clamor funeral que traducen los verdugos del Código y el asesino sacro-santo,
el grito de los pueblos marcados;
racimos de caballos lúgubres, relinchan,
una gran yegua inmensa en la cual cabalga el inventor de las Pirámides,
solo, con las tripas afuera, sobre los chacales azules,
o Espártaco, todo pintado rojo, a Lenín estirando los brazos cortados,
y un potro arrancan, a todo lo largo y lo ancho de la historia,
arrastrando entre los dientes la cabeza degollada de La Comuna.

Explotados contra explotados, degollándose por el oro del otro,
ametrallando aldeas de miseria, por el otro,
el que está violando su madre hambrienta a retaguardia,
por el otro, capitán de explotación, asesino financiero,
enterrado entre dulces vientres y vinos de diamante innumerable,
amamantados en la parra burguesa,
mientras las familias de andrajos, tiritan, por el otro,
engendrador de la matanza de los pobres contra los pobres,
y danza desnudo y borracho el explotador con el crucifijo de Jesucristo en los testículos,
sonando su badajo, en función de la guerra fascista,
tremendamente cagada por el vientre del nazi-fascismo internacional agonizante.

Adentro de los templos negros de la prostitución (Marsella-Port Said-Valparaíso),
arañando  los tremendos rotos espejos de las Casas de Cita
y las despeinadas pensiones de rufianes, mordiendo los suburbios,
y su pan criminal, de sangre, debajo de los malditos puentes,
que son pudrideros municipales de homosexuales,
frente a frente al animal muerto, que aúlla en el pantano de los extramuros,
gritando con la lengua podrida, la obscenidad de la corrupción infantil,
el terrible himen desesperado de la virgen proletaria, los partos macabros,
en los que, aullando, la tuberculosis araña las almas recién nacidas,
en el corazón clandestino y alevoso de las cocinerías, entre las cuales,
camino un tiburón idiota, azotando a los mendigos,
con sus grandes aletas de aserrín tenebroso,
medio a medio del resplandor morado del presidio,
en el cual barro seminal, chorreando los calabozos,
cría un arcángel de palo malo y sabandijas,
en la última raíz de las glándulas,
la protesta contra el régimen, que cría enfermos,
 que siembran la desgracia en la historia, y su tubería amarilla,
estalla y rebota su relámpago, y un galope de regimientos se levanta,
desde todo lo hondo, rodeando la poderosa caballería proletaria, brillante de estandartes.

La clase obrera, la sangre humana, clase-sangre, la dramaticidad sagrada de la clase,
de la sangre, lo santo tremendo…..

Una voz, una gran culebra, una flor de gargantas y potros,
partiendo un nido de llanto, que es el mundo y cien millones de trabajadores clamando,
con gritazos que parecen bayonetas.

Todos los niños, a todos los pechos les extraen nada,
es decir, un viento de fuego, completamente negro, un huracán rojo,
aullando, con el pellejo destrozado,
como un león, sobre el cual disparan los ladrones.
Millares de millares de millares de cesantes, aúllan a la sobreproducción,
entre un grande sonido de tripas y huesos,
y un cadáver de setenta metros, toca la trompeta de canillas de los tuberculosos,
el grito de fuego de los Bancos,
entre cuyos dientes alojan los chacales de ojo terrible y Cuenta Corriente,
encima del corazón negro y de luto,
las mandíbulas marmóreas de la plusvalía, tan amarilla como un asesino,
el fusil de pellejo del Gobierno,
que sirve para ahorcar vacas y degollar mariposas a formalina.

Desnuda va la yegua negra, la yegua negra, relinchando a la prostitución burguesa.

Ejércitos de ejércitos de ejércitos de ratones roen la propiedad privada,
la religión, la familia, el derecho burgués, sus grandes murallas de muertos,
ejércitos de ejércitos de ratones de ratones, roen al arte-puro de las esteticistas,
cruje el régimen, la rotunda proa, el maderámen,
medio a medio del océano de sangre grande, sangre de cadáver,
 las moscas preñadas, infectan sus verijas,
entre los hierros tremendos paren babosas las culebras desesperadas,
y el hambre, sus fauces, al hambre hambre abre,
por lo podrido, navegan ataúdes a vela, inmensa flor de boñiga,
la guerra degüella niños y madres con serrucho mellado,
el sodomita y el pederasta, se revuelcan adentro del catolicismo, oliendo a misterio,
y la Santísima Trinidad les ofrece un papel de lija
y un clavel empapado en vaselina amarilla,
como la filosofía de Max Scheller, o un nazi en pelotas,
la máquina corta brazos, corta cuellos, corta piernas y vientres obreros,
dejando el mundo vacío, por el cual va ladrando un asno tan flaco,
que parece un gran poeta, a cuya montura van a alojar las culebras y los marranos.

Pero, desde el Oriente, la epopeya de la URSS inmortal,
derrama su canasta de cosechas sobre la Humanidad,
y vomita plomo ardidamente rojo,
encima de los pechos y los sexos al revés de los ensangrentados idiotas de Germania…

No hay comentarios:

Publicar un comentario