miércoles, 25 de diciembre de 2013

Jorge Pimentel - Voz de Anisado.


Un hilo de oro se descuelga del amanecer.

Es el oficio que no prospera.
Con asco gritan las horas y revientan las penumbras.
Culpable y mentiroso sólo albergo cosas perdidas.
Las astillas de mi heterojundio complican el miedo.
Qué hombre he de ser, qué cirrosis me corroborará la razadura.
Es cierto que una cerveza me derrumbó.
Y nada prospera.
El ojo sordo embotella el tránsito hacia territorios sin vuelto.
Y necesito lo que se contraiga del suelo
y evolucione en su esplendor y nido.
Y necesito lo que asume la voz cuando calla
y saber por qué soy triste y asemejo dulzores
y por qué el tirón del frejol me despedazó.
La tierra aún así de brazos amoratados extiende
las corolas y los peces salvan la inocencia.
Sólo quise ser ángel en esta ciudad de murciélagos.
No más unicornios de miedo.
No más el temblor derramado.
Pero la noche me siniestró,
pero la noche facturó ya
de agonía,
de desprecio,
de hábitos,
de olvido,
y fue irrecuperable la ternura
y ya cantó el gallo y ya vámonos.

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