Adiós a los lobos.
Yo partiré esa noche sin ropa y sin
tristeza.
Y seré un bulto negro,
un niño a quien la boa le quebrará los
huesos.
¡Mi aplomo marinero, mi amor
conseguido en mis noches de atleta
desgarrado!
¡Mi aplomo marinero, mi dolor!
Y mi cuello de atlas, de toro célico y
joven,
no podrá sostener mi cabeza vacía,
y volteará terrible, como anguila morada
o algún gigante albatros.
¡Llevadme a la montaña, llevadme a la
montaña!
¡Ay, seré un hombre muerto, un animal
llagado!
Dejadme en la montaña.
Los buitres, aves santas,
Los buitres, aves santas,
en sus ancas letales y en boreal
terciopelo
me llevarán a todos los flancos de la
tierra.
Mi harina podrida encenderá los últimos
planetas absortos.
Ya no serán los lobos, ya no serán los
lobos
los que cierren la vía,
ya no serán los lobos
ya no serán los lobos
Un clima turbio hiende como un aire
rasgado.
La muerte habrá parido un féretro para
mi alma.
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