sábado, 23 de marzo de 2013

Severino Di Giovanni - Discurso en defensa de Sacco & Vanzetti.



“Todos a reunirse, ¡oh, pueblo de todas las creencias rebeldes! ¡oh, iconoclastas intrépidos!, ¡oh, santa cruzada de la libertad! Allá, en el país de las estrellas oscuras se está cumpliendo el más atroz de los delitos infames. Dos desgarros de nuestra carne están por ser electrocutados. Dos corazones palpitantes del más bello entre los ideales. ¡A las armas! ¡A las armas falanges de generosos, es la hora del supremo sacrificio! ¡El verdugo ha preparado ya el instrumento de la muerte! ¡A las armas! Valga este grito de guerra de nuestra guerra para reunir a los dispersos centinelas de la revolución de todo el mundo. Impidamos con todas nuestras fuerzas que se renueve una trágica ejecución como aquella de noviembre de 1887 en Chicago. 

QUERER debe ser nuestro lema en este momento de dolor. Con este grito iniciamos la más tormentosa de las agitaciones. Todos los medios están puestos en el campo de batalla. Está en juego nuestra dignidad revolucionaria, con el desafío que nos ha lanzado la ley, con sus códigos mentirosos, con sus asalariados prostituidos, con sus mastines -o chacales- lanzados contra nuestras huellas. No demos señales de renunciar que en este momento sería la bellaquería más repugnante. QUERER, QUERER, QUERER a toda costa, con toda la fuerza, hasta el agotamiento. Es necesario que en cada lugar se haga sentir el peso de nuestras manos más allá de nuestro pensamiento. Estamos en días de guerra, guay de nosotros si nos ponemos a descansar, sobre nuestras cabezas se volcaría la más infame de nuestras derrotas, humillándonos! ¡Carguemos nuestras espaldas, peguemos un salto sobrehumano y conseguiremos la más bella de las victorias! 

Miles y miles de ojos de madres, de hermanas, de esposas; miles y miles de estremecidos corazones de artífices del trabajo, de científicos, de poetas del dolor y de la revolución se han vuelto hacia la América del Norte, donde dos héroes del ideal del futuro de los siglos sufren una agonía lenta: Sacco y Vanzetti. 

Nacidos en este siglo, que presume de ser civilizado y humanista, en la tierra de Italia que se abre las venas en un loco sueño de grandeza brutal, ellos se hicieron heraldos de un amanecer menos doloroso para los pobres explotados de la otra parte del océano, que en las sofocantes minas, en los puertos, ostentan los andrajos de la miseria. 

No obstante, de Colón hasta hoy, desde el pionero puritano al mísero trabajador italiano, la sangre y el sudor humano riegan las tierras de América. La inmigración formó la masa doliente para el coloso capitalista del país del dólar.

SACCO Y VANZETTI empeñaron contra el coloso una lucha a ultranza y sólo por esto los quieren suprimir. SACCO Y VANZETTI son dos símbolos y por eso quieren voltearlos. La gorda sanguijuela yankee quiere saciarse con su sangre. ¡No lo permitamos jamás! ¡Aunque nos cueste cualquier sacrificio! Todo el pueblo, que trabaja y que sufre, que aspira a su redención económica y moral, educado en una conciencia nueva de derechos y, de deberes, con toda la generosidad de su espíritu, ese pueblo que ha dado al mundo los más sublimes rebeldes, ese pueblo que es todo, huracán y serenidad, venganza y amor, alegría y dolor, lanza su grito ensordecedor de advertencias: ¡LIBERTAD A SACCO Y VANZETTI!

Las horas corren velozmente, cada segundo que pasa debe ser una catapulta lanzada violentamente contra la fortaleza de la reacción burguesa. No perdamos tiempo en discutir cómo y cuándo se debe actuar. Todo es bueno, cada momento es propicio. Seamos enemigos de las órdenes del día y de las asambleas llenas de demagogos: ¡ACTUAR, ACTUAR, ACTUAR, como el rayo, fuerte como el ciclón, potente como un cataclismo! Sin tardar más, como rabiosos, como locos. Con la rabia de la venganza y la locura del dolor, SACCO Y VANZETTI deben ser arrancados con violencia de las manos del verdugo, ya mismo. Las horas transcurren y nos llevan a la consumación de un crimen, epílogo de un trabajo urdido vilmente por el cual se ha logrado organizar la trama más pérfida que recuerde la humanidad. Pero esto no debe suceder porque al desafío hemos respondido: ‘¡TENGAN CUIDADO LOS VERDUGOS DE SACCO Y VANZETTI...!’ 

¿TODO ESTA PERDIDO? ¡TODAVÍA NO!”

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