Cuando todos
se vayan a otros planetas
yo quedaré en
la ciudad abandonada
bebiendo un
último vaso de cerveza,
y luego
volveré al pueblo donde siempre regreso
como el
borracho a la taberna
y el niño a
cabalgar
en el balancín
roto.
Y en el pueblo
no tendré nada que hacer,
sino echarme
luciérnagas a los bolsillos
o caminar a
orillas de rieles oxidados
o sentarme en
el roído mostrador de un almacén
para hablar
con antiguos compañeros de escuela.
Como una araña
que recorre
los mismos
hilos de su red
caminaré sin
prisa por las calles
invadidas de
malezas
mirando los
palomares
que se vienen
abajo,
hasta llegar a
mi casa
donde me
encerraré a escuchar
discos de un
cantante de 1930
sin cuidarme
jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por
los cohetes en el espacio.
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