Aquí la
salamandra y la celeste almendra,
Las aves del
zafiro cuyos ojos me pertenecen,
Los muslos del
amor y el nácar de una sonrisa.
Allí la
granada que incuba una serpiente de plomo
Y las
cuchillas que vuelan cortando en dos la primavera,
La primavera
que ha caído de las astas de un ciervo joven
Y que se
sumerge en el estanque para ahogar sus visiones.
Aquí la tierra
satisfecha de sustentar un país
Y el vuelo de
ese trino que abre su surtidor
Y se desmaya
sobre los hombres que nacen a la orilla del prado.
Pero del otro
lado está la máscara maldita
Husmeando un
animal terrible que se agazapa en el aire,
Alegre como
alacrán que acecha mariposas
Y cabelleras
de niña.
Y el nácar de
la sonrisa se hunde en un aljibe de estiércol
Y el muslo del
amor se destroza en un torbellino de mar sin espuma
Y de los ojos
que me pertenecen cae la estrella que llora,
Cae con
precisión
Y me corta la
mano que guardaba una caliente rosa.
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