Aunque el clima benigno y claro
vuelva a sonreír en el condado de tu
estima
y regresen sus colores, la tormenta te
ha cambiado:
nunca olvidarás la oscuridad
que enturbia tu esperanza, el vendaval
que profetiza tu caída.
Tienes que vivir con tu conocimiento.
Detrás, más allá, fuera de ti, hay
otros,
viviendo soledades sin luna que tú no
conoces,
pero ellos sí te conocen a ti,
seres de género y de número desconocido:
y tú no les gustas.
¿Qué les has hecho?
¿Nada? Nada no es una respuesta:
llegarás a creer (¿cómo puedes
evitarlo?)
que sí lo hiciste, que les hiciste algo;
te encontrarás deseando hacerles reír;
y anhelarás su amistad.
Nunca habrá paz.
Por tanto, pelea, con todo tu coraje
y con todas las artimañas descorteses
que conozcas,
y ten bien claro esto:
su causa, si la tenían, ya no les
importa;
odian por odiar.
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