El
cortometraje del brasilero Jorge Furtado La isla de las flores (1989) propone
una visión del hambre y la injusticia social en América Latina, específicamente
en su lugar de nacimiento, el estado de Río Grande del Sur. Con la sucesión
casi mecánica de imágenes y definiciones, le pregunta al público por la
libertad, por esa relación entre sujetos y condiciones materiales de vida:
¿Dónde está la obra del Hombre cuando prima el mercado? ¿Cómo pensar el mundo
como un lugar justo cuando las lógicas parecen trocadas?
A
partir de estas preguntas, me interesa mucho rastrear las fuentes de las
imágenes que vemos: son pinturas de Bruegel y Miguel Ángel, dibujos de Da
Vinci, registros de video sobre bombas atómicas o campos de concentración,
fotografías de pirámides y columnas, gráficos de naturaleza y taxonomía. Esto
me importa porque tal vez la crítica más profunda no es la pobreza ni las
diferencias sociales exageradas sino aquellas formas que el hombre ha inventado
para disfrazar/desplazar/distraer su miseria. Hablo de las ciencias, las artes,
la burocracia, la geografía, la tecnología y más. Así, queda en la mente algo
doloroso a causa de la estructura del corto: la terca repetición de una lógica
de conceptos y relaciones de ideas sólo nos arroja a lo ilógico de la situación
humana que, dado que es la misma hace tantos siglos, ya parece esencial y no
accidental.
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