Mihály
Von Zichy (Zala, Hungría, 1827 – San Petersburgo, Rusia, 1906) Fue un pintor
húngaro reconocido durante el primer auge del Art Nouveau. A muy temprana edad
ingresó a la Academia de Dibujo y Pintura de Budapest, donde fue
inteligentemente dirigido por Marastoni. Antes de cumplir dieciocho años logra
que Waldmüller lo admita en la escuela de pintura de Viena, ciudad donde, tras
un corto lapso de aprendizaje, logra un cuadro famoso hasta nuestros días: El
descendimiento de la cruz.
A
los veinte años de edad ingresaba a la Escuela de Dibujo de la Gran Duquesa
Helena, en San Petersburgo, vivía allí con bastante independencia y afirmaba su
estilo, se dedicaba, primordialmente, al retrato, aunque su producción como
dibujante lograba despertar una profunda admiración. Théophile Gautier, en su
Voyage en Russie, escribió sobre Zichy en términos muy elogiosos. En 1856, el
zar Alejandro II lo nombró Pintor de la Corte, gracias a lo cual se tiene
pruebas de cómo Zichy manejaba el óleo en retratos quizá un tanto
perfeccionistas: el neoclasicismo iba derivando su línea recta y vertical hacia
las futuras fantasías de la Belle Époque.
Zichy
tituló a esta serie de cuadros sencillamente “AMOR”. Más que una obra hilada,
representan estudios, tentativas de plasmar el erotismo objetivamente:
Basta notar los trazos, los
ambientes, los rostros, la misma disposición de las figuras, para que veamos
todo un caudal de significaciones que rebasan el mero erotismo, transformándolo
en un elemento plástico de validez espiritual.
Los
comentarios que acompañan a los dibujos y los nombres de los otros cuadros
citados fueron tomados del libro de Marco Aurelio Denegri (Lima, 1938), El Arte
Erótico de Mihály Zichy (Kavia Cobaya Editores, 1999. Edición limitada y
numerada de 250 ejemplares).
Fuente: http://ihaveabadday.blogspot.com
I.
"Digitisha". (I)
Digitisha
llaman a este modo copulatorio los swahilinos o shirazinos, habitantes
arabizados de Zanzíbar y de ciertas regiones de la tierra firme adyacente.
II.
"Digitisha". (II)
Los
swahilinos consideran inaudito que una mujer no sepa ejecutar debidamente la
digitisha. Y por forma debida entienden el que ella se mueva como si estuviera
moliendo maíz.
III.
"Digitisha". (III)
La
digitisha es, pues, una molienda, y no de fácil aprendizaje, pues a las futuras
molineras se les adiestra -las mujeres mayores lo hacen- durante cuarenta días.
IV.
Postura dorsal.
La
mujer, además de estar encima del hombre, le da la espalda; es una variante. La
postura coital normal -supuestamente normal- consiste en estar cara a cara el
hombre y la mujer, supina ella, es decir, echada de espaldas, y él encima. Los
hawaianos, que rara vez copulan así, llamaron "misionera" a esta
posición, por ver que era casi la exclusiva de los misioneros protestantes que
trataban de convertirlos.
V.
"More ferarum quadrupedumque". (A la manera de los cuadrúpedos)
Esta
posición, censurada por Santo Tomás de Aquino, era en cambio la que recomendaba
Tito Lucrecio Caro, el célebre poeta romano.
"Debe
cumplirse la coyunda a la manera de los cuadrúpedos -dice Lucrecio-, porque así
la posición horizontal del pecho y la elevación de los riñones facilitan la
dirección de la simiente."
VI.
Piernas al hombro.
Más
mentada que hecha, el carácter de esta pose es... ¿cómo diríamos?... entre
acrobático y estético. Y, aunque buena, basta prolongarla más de un minuto -y a
veces ni eso- para que resulte cansadora, por más que la pareja sea, como en
este caso, una púber livianita. Y cuanto mayor razón si la compañera tiene, no
digamos gordura, porque entonces sería dificilísimo el intento, sino simples
atisbos de robustez.
VII.
Corva y sangría.
Otra
de las posturas aéreas que ha forjado la imaginación erótica. La actitud, muy
plástica pero, como la anterior, de difícil realización. Se llama Corva y
sangría porque las corvas femeninas descansan sobre las sangrías masculinas. El
dibujo lo muestra claramente. La corva de la mujer, es decir, la parte de la
pierna, opuesta a la rodilla, por donde se dobla y encorva, está sobre la
sangría del hombre, es decir, sobre la parte de la articulación del brazo
opuesta al codo.
VIII.
Posición lateral cara a cara.
La
ventaja principal de esta posición consiste, como ya lo señalaba Theodoor
Hendrik van Velde, en su comodidad; es, en efecto, generalmente hablando,
cómoda, y lo sería tal vez más si no fuera por la presión que debe sufrir quien
coloca la pierna debajo; en este caso, la mujer; pero las más de las veces, el
hombre. Por otra parte, la libertad de movimientos es reducida.
IX.
Coito en el sofá.
Una
parejita adolescente copulando en el sofá. La pose es la llamada
"misionera", que el gran húngaro apenas representa; una prueba más de
su inconvencionalidad; lo que ahora llamaríamos actitud contracultural, un
negación del statuo quo sexual, o más precisamente, de los usos pertúndicos,
esto es, concernientes a la diosa Pertunda, que en la antigua Roma era la diosa
del coito.
X.
Coito en el sillón.
Otra
parejita en el ardor de la batalla, en la justa del amor, en el torneo erótico
de siempre, y posiblemente en la tarde, sí, en la tarde, a eso de las cinco, a
las cinco de la tarde, a las cinco en punto de la tarde, según dijo, y
repetidamente, aunque por cierto a diferente propósito, Federico García Lorca.
XI.
Desvirgamiento.
Así,
valiéndose de esta pose, desvirga el hombre a la hembra intacta, o para
manifestarlo con verbo quevedesco, la desdoncella. Obsérvese la expresión del
varón, medio contemplativa, medio tierna, y la mueca de dolor que hace ella al
perder su virginidad.
XII.
Amor en el bosque.
Apréciese
en el trámite de esta conjunción sexual un cierto dinamismo sugerentemente
violento; el paraguas en el suelo y también la canasta, junto al paraguas; la
actitud de ella, de complacida defensa, pero no de rechazo. A él,
semidesvestido, nos lo imaginamos bastante apurado, movido por el apremio de la
pasión.
XIII.
Muestra de posturalidad coital diversiforme.
"Para
que lo humano se enriquezca, se consolide y se perfeccione -decía Humboldt-, es
necesario 'variedad de situaciones'." Parafraseando esto, podríamos decir
tranquilamente este otro:
"Para
que el coito se enriquezca, se consolide y se perfeccione, es necesario
'variedad de posiciones'."
Verbigracia,
la que aquí veis, que no es de las sólitas, pero sí de las interesantes, y que
por eso mismo, ocasionalmente, conviene realizar.
XIV.
Cunilinctuando a la modelo.
Dícese
impropiamente "cunnilingus" y "cunilingüis". Lo propio es
cunilincto. La palabra cunilincto procede del latín cunnilinctus, voz compuesta
de cunnus, vulva, y linctus, lamimiento, lamida (de língere, lamer, chupar,
tocar con la punta de la lengua). El cunilincto es el lamimiento, chupamiento y
besamiento de los genitales femeninos; tres acciones cunilinctuales precipuas,
pero no las únicas; Legman menciona diez. (Cf. G. Legman, Ora-Genitalism. Nueva
York, Causeway Books, 1969, 38.)
XV.
Bucoseando.
Se
podría decir -permítaseme el neologismo- que cunilinctuar es bucosear la vulva;
el cunilincto es el bucoseo vulvar. En inglés se dice to mouth. Ford y Beach
indican que el handling, o manoseo, de los genitales de la pareja, y el
mouthing, o bucoseo, son tramites estimulatorios difundidísimos, así en la
nuestra como en otras especies. Véase al respecto el tercer capítulo de
Patterns of Sexual Behavior.
XVI.
Cunilincto.
El
cunilintuante, como veis, es senescente.
XVII.
Exploración sápida y gozosa.
Obsérvese
que en esta representación el acceso del hombre a la vulva de la mujer es por
detrás. Ya lo había dicho Legman, el principal erudito en cuestiones
bucogenitales: así es más fácil minetear, y más cómodo también.
XVIII.
El jovencito explorador.
La
designación popular del cunilincto es el galicismo mineta, que tiene dos
ventajas en relación con el término culto y técnico, a saber: es voz difundida
y popular, y además fácilente pronunciable.
XIX.
Sabroseando el lugar por donde vinimos.
Adviértase
el deserguimiento vergal del cunilinctuante, y sépase, de paso, que el verbo
sabrosear lo inventó don Bartolomé José Gallardo (1776-1852) y que Rafael María
Baralt prohijó la feliz ocurrencia, pero la docta Corporación matritense aún no
admite en su Diccionario el verbo de que se trata, a pesar de ser, como es,
perfectamente admisible.
XX.
Sabrosura.
Dulzura,
fruición y deleite, eso es sabrosura. Y naturalmente la hay, y mucha, cuando se
hace como se debe la mineta. Este vocablo, como ya dije, es designación popular
del cunilincto, procede del francés minette. El verbo correspondiente es
minetear. Delvu, seguramente por moción moralínica, exclama: "Un métier de
chien!" (¡Un oficio de perro!) (Alfred Delvau, Dictionnaire Erotique Moderne.
Ginebra, Slatkine Reprints, 1968, s.v. "Gamahucher une femme".)
En
la Salsa Roja, de Leonidas Yerovi (1881-1917), Botelino le dice a Ninette:
"Si en vez de llamarse usted Ninette se llamara usted Ninetta..."
"¿Qué iba a pasar?", pregunta Ninette. "Que con solo cambiarle
una letra -contesta Botelino- iba a tener su nombre en la punta de la
lengua..." (Leonidas Yerovi, Poesía y Teatro. Selección y prólogo de
Augusto Tamayo Vargas. Lima, Editorial Universo, 1969, 229.)
XXI.
Felación.
Felación,
del latín fellatio, y este de fellare, chupar; esto es, chupar el pene,
besarlo, lamerlo, etcétera; en fin y en suma, bucosearlo.
XXII.
La tía y el sobrino: todo queda en familia.
Marcial
distinguía -y Legman ha insistido en el distingo- entre felación e irrumación
(del latín irrumatio, y este de irrumere, dar el pecho, dar de mamar).
En
la felación hay un agente oral, sea hombre, sea mujer; pero en la irrumación el
agente es genital; en la acción irrumativa se introduce el miembro en la boca
de la pareja recipiente, que puede ser de cualquiera de los dos sexos. Ella
deja hacer y el agente hace y perhace, verdaderamente pertundea, y así, hasta
el orgasmo. Hay, pues, admisión bocuvergal en la irrumación, pero no acción
sobre lo admitido, como sí en la felación.
Lo
que hace aquí la tía con el sobrino es un claro ejemplo de felación.
XXIII.
Libación con toda el alma.
En
latín se llama fellatrix a la que succiona o chupa. La que estáis viendo es una
fellatrix, o para hablar en castellano, felatriz. Está embarazada, es una
panzoncita gestante a quien por otra parte el muchacho paciente de la felación
la está excitando con los pies.
XXIV.
Prefelación.
Ella
coge con la izquierda el arma ventris, como decían los latinos del miembro, y
con la derecha parece estar sopesando los testes. Toca, palpa, toquetea,
acaricia, soba y manosea; y al cabo de lo cual, a no dudarlo, realizará la
felación. Véase, además, como aprisiona ella entre sus piernas, excitándose, el
pie derecho del varón.
XXV.
El beso.
"Al
corazón la aprieta, el juicio pierde, / la besa hambriento y con furor la
muerde." (Espronceda)
"¡Sonoro
y gracioso beso! Divino y único manjar. / voluptuosidad completa, embriaguez
inenarrable, / ¡salud! El hombre, volcando sobre tu copa adorable, / se
embriaga de una dicha que no puede apurar." (Verlaine)
XXVI.
Fascinación tetal.
Según
José Ortega y Gasset, cuando uno mira a una mujer, "la mirada se fija
primero en el rostro entero, en el conjunto, y parece tomar una orientación;
luego elige una facción, la frente acaso y se desliza por ella".
El
psiquiatra inglés Clifford Allen opina como Ortega y Gasset, pero observa
además que después de fijar la vista en el rostro femenino, el hombre la fija
inmediatamente en los pechos, como si en ello obedeciera a un reflejo
automático. Emil Ludwig creía lo mismo. No hay nada, decía, que logre encadenar
más fuertemente la fantasía del hombre ni turbarle tanto, como los pechos de la
mujer. Nos encanta, en efecto, la tetamenta, y digámoslo así, con un neologismo
expresivo y gracioso de Gabriel García Márquez.
Por
eso -y esto lo cuenta Alberto Moncada en su libro Los Usos de la Sexualidad en
la España Actual- cuando le preguntaron a un pediatra cuál era su opinión sobre
la lactancia natural y la artificial, manifestó que le parecía tan obvia la
respuesta, que no obstante haber cumplido los cincuenta años de su edad, él aún
no se había destetado.
XXVII.
¡Ven, muchacho!.
Antes
de los estudios que nos familiarizaron con las sexualidades infantil,
pubescente y adolescente, Zichy nos las mostró en sus incomparables dibujos.
Aquí vemos a la vendedora de manzanas en pleno apretujamiento libidinoso con un
muchachito.
XXVIII.
Primeras impresiones.
La
madre palpa, delicadamente, la genitalidad de su pequeño. De esta manera quería
significar Zichy la presencia de una ausencia supuesta: la de lo sexual en el
niño. Estas primeras impresiones son, pues, las primeras impresiones sexuales
de la niñez, o mejor dicho, las primeras inducidas por otro, o sea,
heterogeneradas; porque realmente las primeras, las primigenias, son
autogeneradas; específicamente, autoeróticas, a saber: el balanceo, la
masturbación, el juego genital.
XXIX.
Sexualidad tierna y complacida.
Asimiento
del penecillo, juego con él, masturbación, goce.
Se
ha demostrado científicamente que la conducta masturbatoria infantil sólo se
presenta si el niño tiene buena relación emocional con su madre. Cuando la
relación madre-hijo es inadecuada, el hijo no se masturba. La significación de
esto es clarísima: si desde muy pequeños no somos autoeróticos y no nos
masturbamos, entonces, sencillamente carecemos de sanidad.
XXX.
La felicidad está en tus manos.
Los
jovenzuelos juegan y se divierten gozosamente. Y uno piensa, al verlos, cómo
pudo haber sido posible -cómo lo es, todavía, desgraciadamente- que a la niña
Masturbación, según decía Tenenbaum, la haya hecho sufrir tanto su madrastra
Tabú.
XXXI.
Masturbándose en el baño.
De
la masturbación se ha dicho, entre otros tantísimos disparates, que es una
"ofensa a la castidad". Eso dice el Catecismo de la Iglesia Católica.
Que diga lo que quiera, pero los ofensores declaran, enfáticamente, y todos a
una, que seguirán ofendiendo a la castidad.
XXXII.
La repetición de la lección.
Dícese
"masturbación mutua" de la manipulación recíproca, por mano ajena.
Grave error, porque la masturbación nunca puede ser mutua.
La
masturbación excitatoria directa de los genitales de otra persona es una
modalidad coital. Técnicamente considerada, estrictamente considerada, una
manipulación de esta clase no es un acto masturbatorio, sino un coito manual.
XXXIII.
Medida de precaución.
Éste
es el primero de dos dibujos con el mismo título. Para prevenir la invasión
vergal, la previsora impide con la mano izquierda el avance priápico.
XXXIV.
Medida de precaución.
He
aquí un coito manual, no un acto masturbatorio, porque el requisito fundamental
y básico para que esto último ocurra es la inintervención de otra persona en el
proceso. La masturbación es una práctica solitaria, autoestimulatoria. Cuando a
uno le manipulan los genitales, no puede decirse que lo están masturbando,
porque esa manipulación ajena no es, evidentemente, auto-estimulatoria, sino
hetero-estimulatoria. (Recordad que auto- es la forma prefija del griego autós,
que significa mismo, propio, o por uno mismo; y hetero- es la forma prefija del
griego héteros, que significa otro, diferente.) Además, en el Diccionario no
consta el verbo masturbar, sino el pronominal masturbarse.
XXXV.
La anciana y el pintor.
Ella,
gozosa; él, sonriente. Reconocimiento notable y vívida representación de la
sexualidad geróntica, la de los seres humanos senescentes, viejos y ancianos.
Qué reconfortante es comprobar que un artista de la talla de Zichy haya sido
consciente, no sólo de la existencia sino de la legitimidad indiscutible del
placer sexual en la vejez.
XXXVI.
La familia nuclear.
El
padre, la madre y el niño. La mujer es hontanar, es doble fuente. Como madre,
da la vida, y como amante, el placer. Mientras nutre al vástago, admite
genitalmente a su compañero para la dicha recíproca.
Lo
cual como especulación, está muy bien o puede estarlo; pero la realidad es
distinta.
Salvo
los mochicas y Zichy, nadie que yo sepa, ha representado la familia nuclear.
Creo que ello se debe a que la maternidad no se aviene con la voluptuosidad; su
juntamiento, en el mejor de los casos, no resulta muy erótico que digamos, y en
el peor de los casos, es completamente antierótico. La criatura lactante
estorba y por consiguiente sobra. Desconcentra con su presencia la concentración
libidinosa de la cópula parental.
XXXVII.
Media hora antes del parto.
Estupenda
muestra de destabuización. ¡Imagínese! Si ahora todavía se cree en la
inconveniencia de cohabitar con una mujer embarazada -sobre todo si tiene
varios meses de embarazo-, ¡qué no se pensaría antes!; y, sin embargo, ya veis,
Zichy nos muestra el coito, no con una gestante que tenga seis o siete meses de
gestación; no, nos lo muestra con una mujer que está a punto de parir; treinta
minutos antes de que lo haga: demi-heure avant l'accouchement, media hora antes
del parto.
XXXVIII.
Juego de manos.
"Aparece
[el pene] situado inmediatamente por encima de las bolsas y delante de la
ínfisis púbica, a la que está fuertemente sujeto a dos ligamentos.
"En
estado de reposo y flacidez, el pene es órgano blando, verticalmente
descendente y de poco lucimiento, que forma con la porción perineal un ángulo
agudo; en erección, por el contrario, es órgano gallardo y de dura y turgente
consistencia, noble estampa y generoso trapío, que crece y engruesa con muy
benéficos arrestos; en esta posición describe una larga y armoniosa curva cuya
concavidad, poco acentuada, mira orgullosamente hacia arriba y atrás."
(Camilo José Cela).
XXXIX.
El viejo sátiro.
El
viejo preceptor eclesiástico, maleador y perdido, con los pantalones semibajos,
manosea con la diestra a su asustada víctima.
XL.
Después.
Después
del goce, la higiene. Deseo, satisfacción, sosiego, asepsia. Y luego, el eterno
retorno: el ardor otra vez, el placer nuevamente.
Muy buen aporte cultural, gracias.
ResponderEliminarMaravilloso post...todo arte
ResponderEliminar¡Qué maravillosa muestra de la libertad erótica de los tiempos!
ResponderEliminarQue linda pornografía me calienta está mierda
ResponderEliminarQue linda pornografía me calienta está mierda
ResponderEliminarque derroche de léxico, y imagen para mis poemas eróticos que escribo...un gran maestro humanista este MIHALY
ResponderEliminar