Como
los compañeros de la Libertad allende el mar
compraron
la independencia al precio de la sangre,
también
nosotros, también,
moriremos
luchando o viviremos libres,
¡y
abajo todos los reyes menos el Rey Ludd*!
Cuando
se acabe la tela que hoy tejemos
y
cambiemos la lanzadera por la espada,
le
pondremos la mortaja
al
tirano derribado
para
teñirla con su sangre derramada.
Aunque
negro sea como su corazón el tinte
porque
sus venas corrompidas van de cieno,
éste
será el rocío
que
hará reverdecer el árbol
de
la Libertad, plantado por Ludd.
*Al
celta Ned Ludd, legendario y probablemente imaginario, se le atribuye
ascendencia troyana y la fundación de Londres. Los obreros textiles que se
oponían a la maquinaria en Nottinghamshire, entre 1811 y 1813, adoptaron
burlonamente a Ludd como único líder. Catorce luddistas fueron ejecutados y
varios confinados bajo acusación de sabotaje, además de los que murieron en
enfrentamientos con la milicia. George Gordon propuso en la Cámara de los Lores
una ley en su defensa. Desde Venecia, tres años después, pregunta a Moore:
"¿No te caen bien los luditas? ¡Válgame Dios, si hay alboroto, contad
conmigo! ¿Cómo siguen los tejedores -esos que destruyen los telares -los
luteranos de la política -los reformadores?"
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