El
deslumbrante París de finales del siglo XIX era también la capital del
anarquismo mundial. Bombas hechas estallar por anarquistas habían conmocionado
a la capital francesa durante los primeros años de la década. La ciudad era
casa de los principales pensadores anarquistas, muchos de los cuales eran
partidarios de la sustitución del Estado por un comunitarismo solidario que
representara una forma de organización voluntaria. Entre los principales
exponentes de este anarquismo comunitario se encontraban Grave, Michel, Faure,
Pouget y Zisly. Todos ellos poseían la visión de una utopía que los hacía soñar
con un futuro sin Estado, si represión, sin clases sociales y sin guerras, pero
de alguna manera organizado de manera voluntaria para enfrentar los riesgos de
la vida. A esta rama del anarquismo también se le ha bautizado como
anarco-comunista. Pero hubo otros anarquistas célebres que habitaban en el
Paris finisecular que exaltaron las virtudes del individualismo absoluto. Uno
de los más destacados fue Zo d’Axa, para quien la esencia de la naturaleza
anarquista residía en su indomable rebeldía y su inconformidad con toda forma
de organización y convencionalismos, incluidos aquellos que podrían emanar de
un eventual “movimiento anarquista”. “Somos individuos que hemos rebasado todas
las doctrinas salvadoras. La sociedad nos disgusta, no engendramos convicciones
y peleamos solo por el gusto de pelear, no por utopías o sueños de un futuro
mejor”, así definió D’Axa el quid del verdadero pensamiento anarquista. Vivir
el presente y abandonar diseños de futuros por luminosos que fuesen. No vivir
para procurar fines inalcanzables, no hacerse ilusiones de futuro, sólo el
presente cuenta.
Zo
d’Axa, nació como Alphonse Gallaud de la Pérouse en 1864, en el seno de una de
las más prestigiosas familias de Francia dentro de la que se contaban a
navegantes, altos funcionarios y artistas. Deseoso de aventuras, dejó la
escuela que le aburría y se alistó en el ejército colonial francés del cual
pronto desertó, en compañía de la esposa de su comandante. Vivió en Bruselas
donde comenzó su carrera de escritor pero pronto se mudo a Italia, donde fungió
como crítico de arte. En 1889 fue amnistiado por su deserción y dos años más
tarde comenzó a publicar su primer periódico satírico anarquista “L’Endehors.”
El cual se convirtió en centro focal para los anarquistas del fin de siglo. Los
escritos de Zoe eran virulentas sátiras con las que se mofaba del orden
establecido, mismas que le ganaron a él y al resto de editores “L’Endehors,”
varios arrestos. La represión antianarquista en Francia se volvió intolerable,
sobre todo después del asesinato, en Lyon, del presidente Sadi Carnot, el cual
provocó el célebre “Juicio de los Treinta” al cual debieron comparecer las
principales figuras del anarquismo presentes en Francia. Por su parte, tras un
largo arresto en la prisión de Mazas, Zoe abandonó el país para viajar por
Holanda, Alemania, Italia (donde fue arrestado), Turquía y Palestina, donde fue
nuevamente hecho prisionero y deportado a Francia donde pasaría 18 mese en la
cárcel.
Una
vez libre, en 1894, escribió una relación de sus aventuras, “De Mazas a
Jerusalem” que recibió muy buena crítica. Durante el affair Dreyfus apoyo la
causa del injustamente condenado, aunque eso no lo privó de comentar: “Dreyfuss
es, de todas maneras culpable. Si no fue traidor, sí era capitán del ejército,
lo cual es mucho peor” Empezó entonces una nueva aventura editorial, “La
Feuille,” que ganó notoriedad cuando postuló a un asno para ser electo a la
Asamblea Nacional. En 1900, completamente hastiado de la podrida política de la
III República, inició un largo viaje por todo el mundo que duró muchos años.
Por último regresó a Marsella donde se suicido en 1930.
Para
D’Axa el anarquista es un individuo sin ninguna fe salvadora tras de sí. La
sociedad le disgusta. No se hace ilusión alguna con el futuro. No tiene sentido
vivir para un paraíso cuyo advenimiento será eternamente aplazado. El verdadero
anarquista es escéptico por naturaleza, por eso no milita en organización o
grupo de ninguna clase y desde el momento en que empieza a hacerlo pierde su
sentido como hombre libertario y se convierte en un seguidor más. Es antes que
nada, un individualista que se concentra solamente en la batalla inmediata de
una guerra que nunca termina y jamás se presenta en los mismos términos, porque
los enemigos puestos enfrente siempre varían.
Sostenía
una posición muy original en el movimiento anarquista, una visión con
preocupaciones existenciales complejas. El sentido de su rebeldía ante el mundo
lo impelía a buscar el asombro y la dedicación a vivir y gozar de nuevas
experiencias, algo que al anarquista no lo debe abandonar jamás, porque lo
contario es caer en las garras del conformismo. Outsider nato, el uso de la
ironía y asumir la postura de cínico observador desconcertaron a sus
contemporáneos del movimiento anarquista, los comunitarios, que sí se
comprometían con causas sociales. D’Axa criticaba a los obreros tanto como a
los capitalistas, se divertía por igual con los pro Dreyfus como con los
antidreyfus. Tenía mucho más apego al cinismo irónico con ello que veía al
mundo que con los puntos de vista moralistas que exponían quienes se indignaban
por las injusticias sociales. Evidentemente, sus arcanos puntos de vista
desconcertaban a los planos e idealistas anarco comunitaristas. De él dijo
Adolph Retté “Es un hombre raro, contento simplemente con ser él, sin partido,
etiqueta o inclinación política alguna”. También le rechazaban su manifiesto
elitismo, asentado en los rangos familiares o sociales, sino en los
intelectuales y en su desprecio por las convenciones pequeño burguesas. Los
anarco-comunitarios deploraban que el ardor revolucionario característico, según
ello, del buen anarquista estaba siendo despojado por los conceptos
individualistas e irracionales de D’Axa, por su inclinación a una revolución no
social sino una personal que condujera al desarrollo de individuos libres y
superiores.
“Hay
que ir mucho más allá de las reglas y de las teorías, incluso de aquellas que
postulan los anarquistas, porque todos los objetivos políticos son irrelevantes
comparados con los gozos y experiencias del individuo que de verdad es libre.
La rebelión se expresa no con la violencia o subversión social sino con la
intensidad en que somos capaces de vivir plenamente la vida, esa es la única
genuina rebeldía libertadora”.
Consecuente
con su forma de pensar, D’Axa viajó la mayor parte de su vida por los cinco
continentes, para reforzar su rebeldía contra la disciplina y las banales
aspiraciones burguesas. Devoto hasta el final de sus días (a los que él puso
fin voluntariamente) al escepticismo y la ironía.
Fuente: villaarpinati.blogspot.com
Fuente: villaarpinati.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario